La curvatura de la córnea

30 noviembre 2009

Soldados en el Jardín de la Paz, de Sergio del Molino




Encontramos la génesis del libro en una agradable mañana de domingo, el autor pasea por la Feria del Libro Viejo, se encuentra con unos pasquines nazis editados en Berlín en 1942 y cuelga una entrada en su blog personal dónde da cuenta del hallazgo. El historiador Severiano Delgado entra en la zona de comentarios para sugerir que esos documentos es muy probable que pertenecieran a algún «alemán del Camerún» Sergio del Molino activó el olfato de periodista y preguntó al historiador. Aunque todavía no lo sabía, Sergio del Molino había encontrado un hilo del que tirar.
El título del libro le debe mucho a la cancela del cementerio alemán de Zaragoza. El Deutscher Friedhof ocupa parte de los terreros dónde almacenamos nuestros muertos tras altos muros, allá dónde la ciudad termina. Un lugar atípico si lo comparamos con los cementerios alemanes y su perfecta integración en el mundo de los vivos. La palabra cementerio (friedhof) tiene una traducción literal cargada de lirismo: Jardín de la paz.



“Soldados en el Jardín de la Paz” da cuenta de cómo un puñado de alemanes viajaron desde el Camerún hasta la por entonces provinciana Zaragoza de 1916, su llegada a la ciudad y las consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales que el hecho acarreó hasta sobrepasada la Segunda Guerra Mundial.
La aventura comienza con melancolía africana de principios del siglo XX el 4 de febrero de 1916 un soldadito español en una garita en la frontera de Guinea. 823 alemanes y varios miles de cameruneses aparecen entre la selva y solicitan la compasión de España. El primer capítulo repasa la situación histórica y estratégica del continente africano con respecto a las metrópolis europeas y la Primer Guerra Mundial, además de revelar las claves políticas para que llevan al gobierno de España a acoger esta colonia de alemanes.
La segunda fase de la historia nos narra el viaje de milimétrica logística militar y como los ciudadanos alemanes son distribuidos en diferentes ciudades. El autor centra su en la diferente sensibilidad que utilizó la prensa escrita para hacerse eco de la noticia y aprovecha para repasar la fisonomía de aquella Zaragoza en la que todavía resonaban las fanfarrias de la Exposición Hispano-francesa de 1908 que transformó la ciudad.
El primer impacto de los germanos del Camerún fue su tendencia a la juerga y a las “orgías” en el cabaret Royal Concert (el actual Oasis), unas actividades que me gusta imaginar justificadas por el merecido descanso del guerrero después de tantas penalidades. Estas veleidades duraron hasta que los alemanes decidieron instalarse de una manera definitiva y poco a poco, se produce una paulatina incorporación a la vida cotidiana de Zaragoza.
El Camerún Fooball Club, el manifiesto Amistad Hispano-germana, bodas, pequeñas empresas. La colonia aumentaba su importancia, sin embargo, el espíritu nacional pervive en la identificación del emigrante con los valores de la nación de la que es originario. Se crea el Colegio Aleman y se inaugura la década de los años veinte, años plácidos y prósperos, de desarrollo industrial y demográfico. La belle epoque terminó con los años 30. Llegaron los nazis y el mundo se puso patas arriba. El mundo y la ciudad de Zaragoza con espías que trabajan para los aliados, conexiones ideológicas y políticas con las esencias hitlerianas del Tercer Reich, soldados de la Legión Condor por el barrio de las Delicias, levas de alemanes reclutadas para el frente soviético y banderas con la esvástica.
El libro termina con la crónica de la suave adaptación de los perdedores de la Segunda Guerra Mundial a un país que, aunque aliado, ha terminado por entrar en la nueva dinámica marcada por los dólares del Plan Marshall. En el otoño de 1956 se inaugura el nuevo colegio alemán de Zaragoza, lo hace con un “talante pedagógico moderno” y “debidamente purgado de sospechosos de pasado nazi”
“Soldados en el Jardín de la Paz” es un extenso reportaje escrito con la frescura narrativa que caracteriza la pluma de Sergio del Molino, un estilo que el periodista ha perfilado en las páginas del Heraldo de Aragón y que domina a la perfección.
El libro nos ofrece una interesante reflexión sobre los sentimientos de aquellas personas que, lejos de la patria, intentan mantener su identidad en el extranjero, disquisición histórica que nos regala el autor esta teñida por el aire aventurero de los acontecimientos, pero supeditada a los datos documentales y a los testimonios expresados por los protagonistas. “Soldados en el Jardín de la Paz” abre una ingente cantidad de puertas a historiadores y ensayistas, pistas para transitar por lugares todavía inmaculados al estudio pero, sin lugar a dudas, la pregunta que sobrevuela al lector durante toda la obra es, ¿por qué Sergio del Molino ha dejado pasar la ocasión de construir una grandiosa novela con todo este material?
La duda es tan razonable que hasta el autor se la plantea, incluso invita a otros escritores a que acepten el reto de ficcionar al soldadito español destinado en África, escuchar las voces del siniestro Snchimtz, del aventurado Kurtz o del amable Von Wichmann, mirar por los ojos de un niño zaragozano que levanta la mano frente a la bandera del horror o descubrir las delicias nocturnas del Royal Cabaret.
Esa intención de dejar el campo de la fabulación a otras plumas es algo que no comparto. Desde estas líneas me atrevo a solicitar a Sergio del Molino que se plantee la posibilidad de aprovechar todo el material que ha acumulado para la escritura de este reportaje y lanzarse al reto de construir la novela que merecen las estupendas historias dibujadas en “Soldados en el Jardín de la Paz”

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28 noviembre 2009

La mujer que nunca se desmayaba

La niebla despejada por el vapor llega de tu cuerpo calor latente de medianoche cuando los cowboys beben para olvidar dulce vapor de sueños que sorteabas sobre la cama del la la la desnudo y glorioso dulce dulce como un japonés que toca el piano en el balcón dónde asomaste tus ojos de cigarrillo rizado mientras tu sonrisa mentolada se pierde entre rascacielos negros.

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27 noviembre 2009

MORE THAN ABURRIDOS

Alejandro y Javier combaten el aburrimiento hasta en los títulos de crédito
More than aburridos
Cargado por retruecanodelahiperb. - Ver más videos de comedia.

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26 noviembre 2009

María Estuardo



Las compañías La Fundición de Sevilla y Tranvía Teatro de Zaragoza aúnan sus energías para llevar a escena “María Estuardo”, un texto que Friedrich Schiller escribió en el siglo XVIII sobre una trama histórica acontecida en la Inglaterra del siglo XVI. Quinientos años para darnos cuenta que en los asuntos del poder casi nada ha cambiado. La vigencia del texto es apabullante y cuenta con la marca indiscutible que acuña la buena literatura: Su capacidad para ser contemporánea.
El texto es un análisis del poder y de quien lo ejerce, una radiografía de cómo los asuntos de estado, además de ceñirse a las restricciones jurídicas del derecho, caminan por recovecos políticos, nieblas de poder, silencios interesados, traiciones amorosas y sendas muy alejadas de los principios legales. Una muestra de cómo el comportamiento de los poderosos esta influido por intereses propios, demagogias, o preocupaciones inmediatas para el mantenimiento del poder. En María Estuardo también se habla de la pena de muerte, de la responsabilidad de nuestras decisiones, de caprichos, veleidades y tentaciones que acechan al poderoso, de la dificultad para manejar los asuntos colectivos cuando las convicciones se mueven al albur de los vientos del pueblo, que aplaude o abuchea con la veleidad de los ganados, y en esto tampoco parece que haya pasado el tiempo.
“María Estuardo” cuenta con una escenografía inteligente y muy atractiva. La línea roja del poder cruza la escena y se sale de ella para abocarse sobre el patio de butacas, una línea por la que sólo deambulan aquellos que tienen la potestad de decidir. Al fondo, a modo de tapiz, una pantalla gigante nos sirve de guía para situar las acciones. Un apetitoso recurso visual para cada una de las escenas y su entorno: El Gran Hermano que vigila al pueblo, los servicios de espionaje husmeando las alcantarillas del poder, los salones de palacio, los aposentos privados, el campo, la tormenta, el drama de la muerte, la representación teatral en primer plano cinematográfico y la cámara de un reportero de la televisión postmoderna tan preocupada de acercarnos la realidad hasta la córnea reposada sobre nuestro sillón de espectador.
“María Estuardo” es un teatro de texto, tiradas extensas dónde los personajes desgranan ideas, dibujan piruetas dialécticas y exhiben sin pudor la brillantez de su pensamiento. Un lago de expresividad oral subrayado por eficaces paisajes musicales, y por el que se deslizan sencillas coreografías que alivian riñas, acentúan coqueteos y perfilan el drama que se avecina.
El trabajo actoral es excelente. La expresión lingüística llena de matices cada uno de los personajes, los dota de personalidad propia, de respiración. La energía en cada frase y la perfecta traslación de los sentimientos se produce gracias a la asunción de roles conocidos e identificables, los cimientos imprescindibles para construir una estrecha relación entre el escenario y la platea. En este punto tengo que destacar a Cristina Yáñez en el papel de Isabel, Reina de Inglaterra. La actriz lució un amplio catálogo de registros interpretativos con los que dotó de credibilidad la compleja evolución que su personaje sufre en escena.
“María Estuardo” es un drama que nos habla del poder con mayúsculas, aunque tal vez sea un buen ejercicio trasladar todas las reflexiones que nos propone la obra a la realidad de cada uno de nosotros, dar un paso, ir más allá del juicio de valores que se plantea a la alta política de estado. La representación “María Estuardo” es una buena excusa para pensar sobre cada uno de nosotros, sobre nuestra pequeña y cotidiana parcela de poder porque, como dice Pedro Álvarez-Osorio, director de la obra, en el folleto de mano “El poder determina, altera y dirige los comportamientos humanos más que el tiempo en el que se desarrollan”
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Teatro Principal de Zaragoza
Funciones
Jueves 26: 21.00h
Viernes 27: 22.00h
Sábado 28: 19.00h y 22.00h
Domingo 29: 19.00h
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24 noviembre 2009

sobre los tejados (Zombra+Rabanaque+Don Nadie)

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23 noviembre 2009

Lilith, Adán y Eva o la rebelión de edén


La obra “Lilith, Adán y Eva o la rebelión de edén” cuenta con un excelente texto de Antonio Hernández Centeno y un claro posicionamiento frente al hecho religioso. Sin embargo, la función comenzó con una rueda de molino servida deprisa y corriendo.
Desde que Obama preside los Estados Unidos es más fácil imaginar un Papa negro, sin embargo resulta bastante complicado imaginar que, tras veinte siglos de historia, ese cambio étnico en la jerarquía eclesial, conlleve una revolución en la doctrina de la Santa Madre Iglesia. Hernández Centeno comienza con una pirueta para justificar toda la historia que viene detrás, sin embargo, esa justificación creo que no es necesaria, entre otras cosas, porque va en contra del posicionamiento final del autor con respecto a la figura tutelar del Dios judeo cristiano con respecto a los hombres que, para serlo, no deberíamos tragar con ruedas de molino, ni las propias de la religión, ni las servidas por los dramaturgos.
Lilith es la instigadora de la rebelión en el Edén. La primera esposa de Adán fue expulsada del paraíso por su afán de modificar los cánones establecidos, cuestionar las creencias y las verdades absolutas. Una mujer que propone la desobediencia del hombre ante el poder omnímodo de Dios. Eva mordió la manzana y convenció a su compañero para conjugar el primer acto de insubordinación contra el poder, un gesto de libertad que conllevó la asunción de la propia responsabilidad, el libre albedrío y el destino de la humanidad sentenciada a peregrinar entre sufrimientos y espinas. Una vida en este valle de lágrimas bajo la severa mirada de Dios Nuestro Señor.
Pero la obra va un paso más allá. El autor aprovecha la expulsión del paraíso para provocar una catarsis final: La elección del pecado y una vida imperfecta frente a la monotonía idílica de la sumisión. Una invitación, como reza el programa de mano, “¡A darle el gran mordisco a la vida!”

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22 noviembre 2009

Dos menos son Alterio y Sacristán


Héctor Alterio y José Sacristán son reclamo suficiente para cruzar la niebla que separaba el barrio de Las Fuentes del centro de la ciudad. Los dos veteranos actores son dos enfermos terminales que, ante la inmediatez de la muerte, planean un viaje, tal vez no tanto porque en realidad no planifican ningún itinerario, sin embargo, se intuye que vamos a asistir a la última vuelta por las postrimerías de la vida. La figura geométrica presenta contornos interesantes que parte de la muerte para, en un recorrido clásico, llevarnos hasta los aledaños esperanzados de una nueva vida. Esa es la base de texto de Samuel Bencherit y hasta ahí nada que objetar, incluso resulta ingenioso que la historia de estos personajes comience en la planta de un hospital dónde les han pronosticado sus muertes para, en un giro demasiado evidente del destino, regresar al mismo hospital, aunque una planta más arriba. La vida y la muerte separadas por un par de tramos de escaleras, la representación del chiste popular en el que las ovejas no se cuentan… las que entran por las que salen.
El autor utiliza con oficio el desarrollo de la obra que conduce al terreno de la comedia, sin llegar al humor negro. El invento funciona aunque tenga más trucos que una película de chinos, las situaciones cómicas llegan al público en un tono previsible que se digiere bien por su valor como prólogo. Es entonces cuando la función hace aguas. El texto circula bien durante los dos primeros tercios de la obra hasta que pierde musculatura y termina por pedir a gritos un salto cualitativo que permita un desarrollo más profundo de los personajes, un giro argumental para que la catarsis del viaje geográfico tenga el empaque suficiente de traspasar el pórtico de los sentimientos y llegar al corazón. Después de reírnos con estos dos tipos a los que les queda un par de telediarios, la trama pide más literatura en el tercio final, más oxígeno a una historia que se desinfla en busca de un remanso donde emocionarnos y crear un vínculo que lleve al público al terreno de la reflexión, el fuelle argumental que culminé con la profundidad teatral, y hasta filosófica, que el tema requiere, que la trama pide y que a mi me hubiera gustado encontrar.
La sobriedad escenográfica de la obra es una gran baza, atrezzo mínimo para que sean los actores quienes llenen el espacio, y tanto que hacen Héctor Alterio y Pepe Sacristán dominan la escena con la naturalidad de los músicos de jazz. Funcionan perfectamente en los dúos, cada uno en su espacio y sin embargo muy juntitos, se jalean se siguen, ajustan los chistes donde saben que el público va a reír, van de la mano hasta que llega la hora del solo. Entonces los maestros afinan sus instrumentos y se dejan llevar en un trabajo actoral medido al milímetro, donde la credibilidad de cada palabra alcanza su máxima expresión. En esos momentos en solitario Sacristán estuvo por encima de su compañero, lo sentí rotundo, afinado, juguetón, exacto en el gesto y potente en la voz.
“Dos menos” le debe mucho a estos actores con oficio suficiente para capear las deficiencias argumentales y destilarlas en una salva de aplausos por parte del público que llenó el Teatro Principal de Zaragoza.

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20 noviembre 2009

Londres 2009_Versión Esther

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19 noviembre 2009

Retrato de un hombre inmaduro, de Luís Landero





Hace un par de años Luís Landero vino a Zaragoza a presentar “Hoy Júpiter” la que por entonces era su última novela. Por entonces no había leído ni una línea de este extremeño de Chamberí. Asistí al evento al reclamo de la presencia de Ramón Acín que lucía galas de anfitrión y del que guardaba grato recuerdo como profesor en un curso de lectura.
Fue una presentación que me marcó. Acín diseccionó con precisión la novela y Landero nos regaló un sustancioso discurso con su personal fraseo de scratching DJ. El mejor ejemplo para transmitirles mis sensaciones de aquel día lo encontré en la página ochenta y seis de “Retrato de un hombre inmaduro”
“Un día vino al instituto un juez, o un fiscal, y nos dio una charla. Fue empezar a hablar y quitarse las gafas como si se despegara un antifaz del rostro, y ya no dejó de enredar con ellas y de acompasar con ellas su discurso, muy argumentado y gran mundano. Yo lo miraba y lo admiraba con esa admiración incondicional que se genera en las aguas limpias de la ignorancia. Sus razones resultaban incontestables. ¡Y las pausas! se hacía como un desgarro en las fibras del silencio, como un trémolo o un escalofrío, como cuando el narrador ha callado en una noche de invierno y al rato viene el viento a agitar las cenizas aún tibias del relato.”
Algo similar me lanzó a leer la obra de Landero a finales de la primavera del 2007. Debido al retraso, lo hice con la carga de la culpabilidad, un lastre que desapareció muy pronto, eso es precisamente lo bueno de tener conciencia judeo-cristiana, que las penas se van tan rápido como vienen. Después de transitar por sus tres primeras novelas puedo afirmar que diecinueve años de retraso me han propiciado una perfecta sintonía con su obra, una conexión emocional que también ha surgido en su última novela.


“Retrato de un hombre inmaduro” nos habla del arte de contar y como “los recuerdos y ocurrencias se van enredando unos con otros” Esa fue la clave que me ató al narrador y me llevó hasta los recuerdos que guardo de mi padre, de su manera oral de contar las cosas, historias que partían de la realidad mas cercana para deslizarse hacia territorios inesperados. Como escribe Landero “Diríase que somos hijos legítimos de la realidad y bastardos de la ficción”
La primera persona domina toda la narración con el tono confesional de un hombre mayor con dos perros y medio de vida, en la que parece su última noche entre los vivos. Nos habla desde la cama de un hospital y nos invita a escuchar el susurro de la vida cotidiana de un Chamberí que bien podría ser el cualquier barrio de cualquier ciudad, tan sólo tendríamos que mudar los nombres de los bares, las panaderías y los personajes para encontrarnos con realidades similares. Luís Landero afirma que todos los personajes de esta novela tiene un rostro real. Para mí también, solo he tenido que hacer un trueque. Las caras del bar Maracaná en el barrio de Chamberi son las caras de los clientes del Bar Miguel en el barrio de Las Fuentes, enfrente de mi casa, lo mismo he hecho con el fontanero, los vecinos y el coro de voces que conforman el libro. Es ahí donde se percibe el trabajo del buen escritor capaz de encontrar un itinerario creíble para trasegar la realidad a los contenedores de lo dramático, de lo sentimental; y hacerlo con brillante fluidez y la pátina del humor. Las páginas de este libro contienen desde la sonrisa de la ironía hasta la carcajada surrealista, todo ello en un tono muy serio, como si las peripecias fueran una película de Keaton. La risa como ejercicio saludable cuando la vida es sólo recuerdo, vivir la vida después de vivirla permite al narrador recrearse en los detalles, alargar los instantes y detenerse en las claves humorísticas.
La vida circula por la novela con total libertad en un juego que el lector apreciara como sincero, sin embargo, el narrador nos advierte del gran teatro que significa “jugar con las palabras y los argumentos”, cuando la sinceridad aparece en el horizonte y “confesamos nuestras más intimas miserias”, en ese momento donde decimos lo que sentimos y pensamos, aún entonces “estamos condenados a la falsedad”. Pero eso es parte del juego narrativo al que Landero nos invita, un banquete donde las palabras se juntan para cocinar “modestos platos nutritivos” allí dónde la vida no necesita de la literatura, porque la vida del narrador, atendiendo a lo que nos confiesa, “es un cuento que no tiene nada que contar” olvidando que en todo caso, de ese caladero de lo cotidiano es de donde beben las novelas, la virtud esta en la mirada del escritor para extraer historias interesantes en medio del rutinario “salpicón de nombres, rostros y sucesos” que conforman la pulsión diaria de la vida.
Nuestro protagonista necesita, en una espiral de creación literaria, además de los sucesos terrenales, la compañía de una interminable lista de deseos imaginarios que adornan las noches en vela porque, al fin y al cabo “algo tiene que hacer uno para defenderse del arreón diario de la lógica.”
La horas de la noche pasan y con ellas se adivina la llegada de la muerte, un buen momento para olvidarse de hipocresías y aferrarse a la libertad de decir lo que uno piensa sin temor al arrepentimiento postrero. La muerte para certificar la certeza de que la vida ha sido un fracaso, la misma muerte que regala “grandeza y brillo” a una vida “vulgar y sin relieve”, la muerte que a todos nos iguala y de nuevo una conexión personal.
En la novela de Luís Landero, Chanito Gil, aunque esta de puta madre, anuncia su muerte para antes de Navidad. Es el mismo discurso que usó mi madre antes de morir cuando, vitalista y sonriente, me anunciaba una y otra vez “yo no pasaré de la edad de tu abuela” Mi madre acertó su pronóstico. No era la primera vez que se cumplían sus intuiciones, un acierto que no he logrado asimilar porque su cumplimiento me dejó sin consuelo. Ese sentimiento de incomprensión se ha visto enjuagado por una de las múltiples reflexiones que navegan por el libro de Landero.
“Todos tenemos a veces intuiciones, pero lo difícil es esclarecerlas, encontrar su porqué. /…/ Uno no puede adentrarse en los abismos del conocimiento con la mera razón. Hace falta algo más, una inspiración, un pálpito, un rapto de locura, o unas cuantas palabras afortunadas que nos franqueen el paso hacia esos parajes adonde la razón no llega porque ignora la contraseña que abre la puerta del misterio. Yo creo que la inteligencia es como una lámpara que sólo se puede encender en toda su luz con la chispa de la intuición”
Nunca sabré cual fue el presagio funesto que puso en alerta a mi madre, pero ahora, como el narrador de la novela de Landero, estaré alerta para captar cuando llegue el mío.
“Retrato de un hombre inmaduro” es la historia de una vida, el hilo conductor que nos llevará por el curso palpitante de la realidad o por la placidez de la reflexión. Una mirada al pasado libre de prejuicios, la verborrea que precede al silencio.

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18 noviembre 2009

A la vera de Luís Landero y Ramón Acín

Abrí la bandeja de entrada del Outlook Express. El mensaje de Ramón Acín estaba claro. Me invitaba a compartir mesa en la presentación de la última novela de Luís Landero. No me pregunten los motivos de tan apabullante invitación porque yo no lo hice, solo dije que si. Entonces comenzó lo mejor.
La lectura de “Retrato de un hombre inmaduro” fue tan estimulante como lo había sido el resto de las novelas de Landero que habían pasado por mis manos. Tomé muchas notas, subrayé aquí y allá, busqué un camino sobre el que construir una pequeña pieza oratoria y me asusté cuando, al terminar novela, fui consciente de a que me había comprometido. La intranquilidad frente al monitor del ordenador fue mayor y diferente a otras veces. Las palabras que nacían del teclado serían mi voz frente al público, Luís Landero y Ramón Acín. Demasiado unto para tan poco pan.
Ángel Gracia, responsable del Forum de la Fnac, nos citó en el Bar Gong de la calle Alfonso media hora antes del evento. Cuando estreché la mano de Luís Landero recordé eso que siempre digo sobre la gente a la que admiro: A veces es preferible no conocerles. La frasecita se escabulló a escape de mi pensamiento. El autor extremeño estuvo cordial, cercano y amable. Recibió mi saludo con un cálido apretón de manos, me dijo que lo tuteara y preguntó como habíamos pensado dar forma al evento. Landero propuso una batería de preguntas, nosotros disparábamos y él hacía puntería. Acín afinó esa idea en dos partes, en la primera se leerían mis notas (¡a eso me apuntaba que para lanzar preguntas no iba preparado!) y en la segunda se abriría un diálogo en la mesa con vocación de trasladarse al público.
Ramón Acín abrió la presentación asignando mi presencia a la categoría de lector y alabando los contenidos de esta bitácora. La amabilidad de sus palabras me descolocó y puso sobre el tapete todos los nervios que hasta entonces había dominado. Llegó mi turno. Empecé demasiado deprisa, como para quitarme las pulgas de encima, embebido en el texto supe que debía reaccionar. Fue entonces cuando levanté la cabeza y me encontré con la atención del autor. Me miraba interesado, o al menos esa fue mi percepción.
Luís Landero es un escritor de primera fila en plena gira promocional por televisiones, emisoras de radio, prensa escrita y saraos de todo pelaje en los que escucha a tipos de diferente pelaje opinar sobre su obra. Con esas premisas era muy raro que yo puediera aportar nada nuevo a todo lo que él ya ha oído. Sin embargo, ahí estaba, a mi lado. Sentí su cercanía. En algunas fases del texto conseguí el tono que había soñado para mi alocución. Remansé las sílabas y busqué los silencios que tanto me gusta subrayar, el tiempo necesario para que las frases respiren y el conjunto del texto tome oxígeno. Me apoyé en él, en su atención, eso me ayudó a terminar mejor de cómo había comenzado y a encontrar buenas vibraciones.
Creo que lo dicho es suficiente. Hoy no toca el exhaustivo haraquiri de la autocrítica porque hoy es día de disfrutar, de recordar como Landero afirmó sentirse emocionado por las connotaciones personales que contenía mi texto y agradeció mis palabras con un par de besos «A mi me enseñaron» dijo «que hay que besar a los amigos»
Después vino la clase magistral con disparos de Ramón Acín y puntería de Luís Landero pero eso, lectores de esta bitácora, es otra historia.
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Fotografías de Migue

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16 noviembre 2009

Tardes de Blog: Enfermedades de obreros y artesanos



Esta entrada ha sido eliminada

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15 noviembre 2009

Inauguración de La Casa de Zitas


El quince de marzo de este año tuve el placer de tener a las gentes de La Casa de Zitas como invitados a las Tardes de Blog. Ocho meses después han inaugurado el espacio donde el grupo va a fijar su identidad, un paso más en la batalla de estos valientes por dinamizar la vida cultural de Zaragoza.



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14 noviembre 2009

La espera de Ignacio Escuín y la mía


Ignacio Escuín presentó ayer su último poemario en la librería El Pequeño Teatro de los Libros. “Habrá una vez un hombre libre” ha sido publicado en la editorial Huacanamo Poesía.
Fernando Sanmartín glosó las andanzas culturales y la obra del autor, lo hizo con alabanzas medidas y alguna que otra discrepancia, una postura que cargó de credibilidad a todo lo que de bueno nos contó del libro. Mencionó la importancia del segundo poema, un texto titulado “La noche”. Horas de vigilia al pie de la cama. Noche hospitalaria. Largas noches donde se barajan las cartas de dolor mezcladitas con lo cotidiano. Ese poema fue el avisó. Sanmartín habló de otros versos, de la arrebatadora desnudez de quien se enfrenta a terrenos fronterizos, esos en los que un mal paso te lleva al precipicio. Pero pronto regresó a la ruta que ya había esbozado y que se condensa en los trece últimos poemas bajo el título de “La Espera”.
El libro de Ignacio Escuín me espera bajo la luz del flexo. Aún no he leído la dedicatoria, esperaré hasta mañana. Creo que en esas páginas voy a encontrar algunas de las claves para comprender mi propia espera.
La revelación fría de la muerte, ahí esta, lo sabes, no hay otra salida. De repente la esperanza. La luz que ilumina el camino. Las lágrimas en la planta de neurocirugía del Hospital Obispo Polanco de Teruel. El viaje al pasado, un recorrido por la historia de antes de nosotros, cuando ellos eran los rebeldes de sus propias causas y los enamorados. Mi padre, después del segundo derrame cerebral, se quedó cuatro días sin palabras, entonces supe cuanto tiempo había desperdiciado llevándole la contraria por el puro placer de discutir. Volvió a hablar pero ya no era lo mismo. Me detuve antes de llegar. Escuché su respiración. Pasen al box número cuatro. Recuerdo la voz distorsionada que nos avisaba por el altavoz instalado en la sala de espera, después venía el peregrinar por los pasillos, a veces me perdía, era un estúpido mecanismo de defensa. La espera ha concluido. El día que mi madre murió el teléfono sonó a las cinco y cuatro minutos de la mañana, me despertó el Himno de la Alegría y pensé que llegaba tarde al trabajo. La primera vez que el dolor escapó fue por el pinchazo del hambre, sonreí porque mi padre siempre lo decía: El muerto al hoyo y el vivo al bollo, en este caso un bocadillo de pechugas de pollo. A mis padres no les gustaba la incineración. Ahora son vecinos, están separados por media docena de calles. Desde que mis padres han muerto ya no soy el mismo, a veces me siento sólo: Sin padre ni madre ni perrico que me ladre.

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13 noviembre 2009

Robinson y Crusoe


El proceso de comunicación tiene por finalidad la transmisión de un mensaje. La comunicación es la base de las relaciones humanas. Un emisor y un receptor sintonizados para que la comunicación, y por lo tanto la humanidad, fluyan.
La presencia del emisor, el receptor y el mensaje no garantiza el acto comunicativo. Para la culminación de este fenómeno es imprescindible que el receptor interprete correctamente el mensaje que recibe.
Este sistema, aparentemente sencillo, suele verse interrumpido por diferentes cuestiones que emborronan y complican el acto comunicativo. Algunas veces son cuestiones puramente circunstanciales, pero también existen personajillos que confunden la identidad con la exclusividad en los códigos comunicativos y, por lo tanto, olvidan al receptor como elemento fundamental para que el invento funcione, y el invento no es la identidad, es, no lo olviden, la comunicación.
Dos supervivientes que se encuentran sobre el tejado de una casa inundada. El agua los rodea y los incomunica del resto del mundo. Los desconocidos inician su relación con desconfianza y recelos. Al principio es muy difícil pero poco a poco, aunados por el esfuerzo para sobrevivir, la comunicación entre ellos comienza a fluir. Un viaje para desvestirse de sus roles y cubrirse con las ropas de la humanidad.
Los actores Fernando Madrazo y Luis Oyarbide construyen sus personajes de manera prodigiosa. Su entrega sobre la sencilla y eficaz escenografía consigue que los espectadores se sientan atraídos por estos supervivientes, que terminan por instalarse en nuestro corazón conforme su relación abandona la aridez de los prejuicios y se introduce en el vergel de la amistad. Madrazo y Oyarbide ejecutan con precisión el trabajo gestual, un ballet corporal que subraya la evolución en el esfuerzo comunicativo que nos muestra el excelente texto que los actores interiorizan y regalan a estos náufragos. El trabajo actoral es fundamental para subrayar y comprender la metamorfosis comunicativa que comienza llena de aristas y termina moldeada por el esfuerzo común. Un proceso en el que Robinson y Crusoe son capaces de salvar sus diferencias y construir un sistema propio dónde ambos comprenden los mensajes del otro. Esa es la gran victoria de nuestros personajes: Vencer a las palabras y dejarse llevar por el corazón.
“Robinson y Crusoe” es una aventura disfrazada de metáfora. Un viaje que nos hace reflexionar sobre el proceso de la comunicación, un acto que se suele identificar con la facultad humana del lenguaje, pero los hombres, si tenemos la suficiente determinación, somos capaces de vencer la exaltación de la identidad definida por el idioma y sobrevivir con altas dosis de humanidad, humor y amistad.
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La Machina Teatro (Cantabria)
“Robinson y Crusoe”
de Nino D’Introna y Giacomo Ravicchio, dirigida por Carlos Herranz.
Del 13 al 15 de noviembre
Teatro de la Estación
C/ Teniente Coronel Pueyo 8 Zaragoza
Teléfono de reservas: 976 46 94 94
viernes y sábado: 21 horas
domingo: 20 horas
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11 noviembre 2009

Vilas TV Tour

Suelo acostumbrarme rápidamente a situaciones insólitas.
(Zonas Húmedas. Charlotte Roche)




Manuel Vilas toma la palabra enfundado en una camiseta negra muy ajustada. Sonríe. Las hojas de su nueva novela pasan entre sus dedos. Acaricio el cartoncillo que Alfaguara utiliza para la portada de sus ediciones. Es suave, ideal para llevárselo a la cama.
Se me pone dura en cuanto comienza a hablar. Son los agradecimientos de rigor y algunas dubitativas frases en torno a la nueva literatura. Empieza a leer un fragmento de “Vilas TV Tour” No puedo resistir la presión de mi polla contra los botones del vaquero. Me encanta ir a las presentaciones de libros sin calzoncillos, el estilo comando es muy de novelas de aventuras. Me voy en busca de intimidad. En el emepetres suena Hound dog.
El váter de caballeros esta cerrado por disculpen las molestias. Me meto en el de las tías. Lo que podría ser un contratiempo me excita aún más. Dejo la novela sobre el lavabo. El espejo me devuelve la cara desencajada. Me saco la polla y golpeo la tapa de la novela con su vigor. La ilustración no me gusta, pero la suavidad del cartón es irresistible, me recuerda el zaping de culitos de esta semana. Agarro la polla con la mano izquierda, hace tiempo que descubrí la supremacía de las pajas siniestras frente a la tradicional sosería de meneársela con la diestra. Cierro los ojos y reto al sistema métrico decimal. Tengo un rabo enorme, de eso no hay dudas.
El contacto con la piel me tranquiliza un poco. Bajan las pulsaciones y el pantalón. Estoy un poco nervioso por la novedad. La chica de la peluquería de mi calle se extrañó cuando le pedí la manicura para el dedo anular de la mano derecha. Fue una gran idea. El dedo entraba perfectamente por la virginidad de mi culo, los temidos arañazos no llegaron sin embargo, las terminaciones nerviosas potenciaron el deseo y la tensión a todo lo largo y ancho de la polla.
Escupo sobre la mano libre. Las caricias iniciales devienen en movimientos espasmódicos que detengo justo cuando el semen hace diana en el espejo, en el centro de una sonrisa macerada por el placer. Saco el dedo del culo muy despacio, el movimiento de los músculos ocupando su lugar se revela como la culminación perfecta.
Lo hago sin pensar. Utilizo los restos pringosos que humedecen el dedo y dibujo un corazón sobre las baldosas, en el ventrículo derecho escribo Vilas TV Tour. Cojo una cantidad generosa de papel para limpiar el espejo, sin embargo, la embriaguez artística me sobrecoge. Todo vuelve a ser frenético. Rasgo las hojas de la novela, impregno las esquinas con semen y las pego en la pared. Pese a que me muevo con rapidez el tiempo pasa demasiado deprisa. Escucho golpes en la puerta y amenazas para llamar a la policía. Las ignoro. Subo el volumen de Blue Suede Shoes. El semen se acaba, así que vuelvo a pajearme un par de veces. La excitación consigue que las eyaculaciones sean abundantes y densas.
Termino el empapelado y espero sentado sobre el váter. Dos policías derriban la puerta, me esposan y me sacan a empujones. Me extraña que sean tan bruscos, la noche del pasado sábado, jugando a ladrones, estuvieron mucho más amables bajo la dominación de mi polla. No dicen nada de mis derechos, me hubiera encantado sentirme como en una película americana.
Bernardo, el juez de guardia, me encierra en uno de los calabozos. Esta asustado. Lo imagino redactando un sesudo edicto para mi liberación. Me entristecería llegar tarde a la cita que tenemos esta noche en el King Creole Restaurant, a mi Bernie le hubiera gustado tanto la novela de Manuel Vilas.

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09 noviembre 2009

Enfermedades de obreros y artesanos

El video de esta entrada ha sido eliminado
Miguel Ángel Daniel es médico de empresa, así que en las IX Tardes de Blog hablaremos de enfermedades, obreros, artesanos, además de santas, talibanes, princesas y joseles.
No te lo pierdas

sábado 14 de noviembre a las 19:30 horas


El Pequeño Teatro de los Libros
C/ Silvestre Pérez 21
Las Fuentes
Zaragoza

Autobuses: 22, 24, 30, 44, Ci1 y Ci2
Parada Bizi: 36

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08 noviembre 2009

En Berlín

«Una máquina de café es insuficiente» Lo dije el lunes a las nueve menos cuarto. Las corbatas chillonas de los comerciales se mezclaban con las más austeras que lucíamos los administrativos. Todas las mañanas se formaba el mismo guirigay. Eran los mejores minutos del día, un cuartito de hora de escaqueo antes de comenzar la jornada laboral. Todas las conversaciones giraban alrededor del fútbol. «Messi es el puto amo del Barça» «Pues con la albiceleste juega una mierda» Todas menos una. A mi jefe no le gustaba el fútbol «Es una mamarrachada eso de ver a veintidós tipos en pantalones cortos corriendo detrás de una pelota». Mi jefe hablaba de sus viajes. Cada semana elegía uno entre tres categorías posibles: Peripecias infantiles a bordo del 600 familiar, la época de joven idealista mochilero y los grandes itinerarios sufragados a costa de la empresa. Mi jefe siempre ganaba el premio trimestral al mejor empleado.
Cuando mi jefe terminaba su anécdota turística, dejaba un compás de silencio en el aire antes de mandarnos a nuestros puestos de trabajo. Lo dije por tapar esos terribles segundos que tanto me incomodaban. Mis compañeros me lo reprocharon con inquina. Me llamaron pelotillero. No pude convencerles. «Lo dije por decir algo. Ni siquiera lo pensé. Me salió sin más»
El viernes a las ocho y media de la mañana estaba instalada la nueva máquina de café. Frente a ella, toda la plantilla de comerciales y sus corbatas chillonas. Me coloqué junto a ellos. Hablaban de fútbol. «Raúl es una página de periódico que nunca hace nada» «El que nunca hace nada, algo hará cuando es el jugador que más veces ha lucido la camiseta del Madrid»
A un par de metros de distancia estaban los administrativos frente a la vieja cafetera, al otro lado de un pequeño pasillo vacío que separaba las dos máquinas expendedoras. Eché una oreja. Mi jefe hablaba de Berlín, del día que llegó al estación de trenes y como, en lugar de irse al albergue, cogió un autobús urbano que le dejó junto a la Puerta de Branderburgo. «La plaza estaba llena. Quería aportar mi grano de arena. Primero me subí al muro. Bailé y canté hasta que alguien dijo “El muro tiene que caer…” No se como ocurrió, pero aparecieron martillos y picoletas por doquier. En un arrebato de alegría golpeé el cemento hasta que no pude más. Han pasado veinte años y aún guardo este recuerdo» El silencio ocupó todo el espacio, hasta los comerciales acallaron sus cuitas sobre el capitán merengue.
Mi jefe sacó del bolsillo de la chaqueta un trozo de hormigón. La piedra pasó de mano en mano. Todos administrativos hicieron el mismo gesto de asombro acompañado de un patético sonido como de asombrarse. La escena fue vomitiva. El recuerdo turístico terminó la rueda de admiración en las manos de su dueño. Sopesó el hormigón. Creí ver en su mirada al joven mochilero. Lo imaginé veinte años atrás, cuando el mapa del mundo aún era como lo habíamos estudiado en el colegio. Fue un espejismo, un grave error que me pilló desprevenido cuando sus ojos me fulminaron, justo en el momento en el que me lanzó aquel pedazo de historia.
La piedra sobrepasó el pasillo vacío que nos separaba y cayó en mis manos. Por un lado era irregular y rugoso. Por el otro era suave y plano, de color violeta, en una esquina se adivinaba una mancha amarilla, parecía pintura de spray. Pensé en la prisa que se dieron los albañiles azuzados por la geoestrategia. Una sola noche para separar al mundo.
Apreté la piedra en la palma de mi mano y crucé con el puño cerrado el pasillo vacío que separaba las dos máquinas de café. Mi jefe me recibió con la sonrisa peligrosa de te vas a enterar chavalin. Le entregué su recuerdo envuelto en un prolongado y profundo suspiro de asombro. Él me echo la mano por encima del hombro y soltó una risotada «Tenías razón. Una máquina de café era insuficiente»

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06 noviembre 2009

“Zona Catastrófica”, de Producciones OFF Madrid


“Zona Catastrófica” es una obra de Producciones Off Madrid y se representa este fin de semana en El Teatro de la Estación.
Cada uno se jode la vida como quiere. Es muy probable que en esa tarea también seamos capaces de jodérsela nuestros seres más cercanos, esos que dicen que nos quieren y a los que llamamos familia. Para joderse la vida o jodérsela a los demás, vale cualquiera, no hay discriminación posible, sin embargo, a la hora de amar todo cambia, son terrenos propicios para el prejuicio, ya sea por el color de la piel, la condición sexual o la minusvalía física.
Gustavo odia, vive y ama desde la silla de ruedas. Desde ahí jode la vida a los demás y no le importa joderse la suya también con tal de sentir el calor del amor, aunque sea falso, aunque provenga de la cifra escrita en un cheque. En eso es semejante a cualquiera de nosotros. Pero Gustavo conjuga el verbo amar con personas que son diferente o demasiado iguales a él. Es en esa tesitura dónde la obra da un salto que va mucho más allá de una reflexión sobre el amor entre diferentes o el odio entre semejantes. Ignacio del Moral ha escrito una trama con sentimientos cruzados y relaciones poco frecuentes en el ámbito del amor y del odio que me desconcertaron como para situarme frente a dilemas morales.
El texto tiene musculatura narrativa y monólogos contundentes que son resueltos con eficacia por el cuadro de actores. La realidad se mastica durante gran parte de la obra, aunque también hay situaciones que están resueltas de manera poco convincente por la utilización nada realista de algunos elementos de atrezzo y vestuario.
“Zona catastrófica” es un alegato a favor de la libertad de elección, del libre albedrío para buscar la felicidad, aunque sea efímera, aunque la dicha sólo sea el cartón piedra de un decorado que oculta la vida, o el placebo tras el que esconderse y olvidar que estamos bien jodidos.
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“Zona Catastrófica”


Del 6 al 8 de noviembre


Teatro de la Estación


C/ Teniente Coronel Pueyo 8 Zaragoza


Teléfono de reservas: 976 46 94 94


viernes y sábado: 21 horas


domingo: 20 horas
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05 noviembre 2009

Lectura Pública del Tenorio

Don Luís Mejía: Adrián Flor
Don Juan Tenorio : Javier López
Fotografía: Paula Flor

Los días 3 y 4 de noviembre se celebraron las VIII Lecturas Públicas del Tenorio en el Teatro Principal. Un evento organizado por el Teatro de la Estación en colaboración con Ayuntamiento de Zaragoza y dirigido por Cristina Yáñez. Un encuentro con vocación ciudadana, dos jornadas en las que todo el mundo esta invitado a subirse a las tablas y leer algunos versos de los escritos por Zorrilla para glosar vida, amor y aventuras de Don Juan Tenorio.
Este año estuve de suerte. La primera sorpresa fue que me tocó compartir con Adrián Flor, compañero de teatro, uno de esos magníficos duelos verbales entre Don Luís Mejía y Don Juan Tenorio. La segunda sorpresa me esperaba en el escenario. Delante de mí, en uno de los atriles de la primera fila estaba Yolanda Blanco en el papel Doña Inés.
El trabajo de Yolanda Blanco en un escenario siempre me ha aparecido fabuloso, así quedó reflejado por dos ocasiones en esta bitácora con sus trabajos en “La calle del infierno” y “Donne”.
La lectura de ayer fue un regalo. Primera parte. Acto Cuarto. Escena VI. Contra todo pronóstico el mujeriego Don Juan cae enamorado de la cándida Doña Inés y en esas líneas mis palabras nerviosas se cruzaron con el verbo delicado de Yolanda Blanco. Momentos como esos son los que hacen especial estas jornadas de puertas abiertas. El año que viene nos volvemos a ver.

Susana Mazo: Narradora

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03 noviembre 2009

VIII Tardes de Blog. Belén in red

Fotografía de Migue


El pasado sábado celebramos el octavo encuentro en Tardes de Blog. La invitada a sentarse junto a la mesa mágica de la librería El Pequeño Teatro de los Libros fue Belén in red.
Belén nació, como decimos los de la provincia, en Teruel capital, una infancia de burros, gallinas y correrías. A los doce años se trasladó a Zaragoza dónde se doctoró como fisioterapeuta y bloguera. Sus primeras incursiones en el mundo de las bitácoras estuvo motivada por la “envidia” al ver que algunas de sus amigas lo hacían, eso y la facilidad de construir una página a través del Messenger la llevaron hasta el ciberespacio.
Recuperó su afición por la escritura y Belén bautizó su ventana al mundo como Burbuja Transparente. El inicio fue una confesión “Escribir lo que pienso me está resultando mucho mas terapéutico de lo que imaginaba” Una afirmación que aún sostiene, no sólo en la bitácora, también con su asistencia a la Escuela de Escritores, dónde Julio Espinosa pule el estilo y coloca los puntos de la crítica constructiva sobre las íes del ego.
La dualidad es uno de los rasgos del blog de Belén, esta característica se multiplica en cada una de sus facetas literarias y da como resultado un retrato conformado por una amplia multiplicidad de caras. Dualidad cuando habla de su madre o de su abuela, de la primera lo hace desde el realismo y el homenaje a una vida de esfuerzos y entrega, para la segunda guarda su lado más literario, la ensoñación como vehículo para la creatividad. La misma dualidad que se esconde en narrar desde cierta tradición costumbrista o hacerlo desde la libertad de prejuicios en lo sexual con textos explícitos que, como nos confesó, tiene mucho que ver con un “exhibicionismo motivado por la búsqueda desesperada de ella misma” Un concepto que encontré en la reseña que Aloma Rodríguez escribió en Heraldo de Aragón del libro “Zonas Húmedas” de Charlotte Roche, el último artefacto literario en la senda del escándalo
Belén perteneció al mundo del teatro. Nos habló de la experiencia de trabajar como profesional en Disgustos Teatrales y además, lo inhóspito de la responsabilidad que acarrea gestionar un negocio, esas zonas oscuras de lo administrativo que siempre están ausentes al ojo del espectador. Por eso la invite a conmemorar el día de Todos los Santos con la lectura de un fragmento del Tenorio de Zorrilla con giro copernicano en cuanto a la asunción de personajes.
El día que Belén anunció esta charla, lo hizo con un poema. Un texto dónde se identificaba con las palabras “dedos” “piel” y “rojo”. Esos son los materiales con los que construye gran parte de su obra. Ella pone los dedos, sus pacientes le prestan la piel y el rojo teñirá alguna de las palabras publicadas en el blog. Belén es fisioterapeuta y recomienda una actitud profesional y cariñosa para con los enfermos, una relación que ella rompe porque las voces de sus pacientes aparecen constantemente en sus escritos, voces corales desde la camilla dónde se mitiga el dolor, un material narrativo que ella mezcla y remasterizada, aunque a veces la historia es tan personal que ha pedido permiso para contarla.
Su actitud abierta con los pacientes facilita que el enfermo abra su propio canal de comunicación con preguntas en busca de respuestas, silencios o el punto de vista de quien recorre el cuerpo para acrecentar el bienestar y la salud. Es ahí dónde Belén se muestra más humana. Porque hay que estar muy en sintonía con tus alrededores cuando asistes a personas con pocas perspectivas de vida. Por eso le pregunté por su faceta de Clown. Belén nos contó el viaje, la bajada al punto cero dónde las máscaras caen y tienes que enfrentarte a tus miedos más profundos para, desde ahí abajo, crecer en la interpretación y hacer reír con la convicción de quien conoce su interior y se muestra a los espectadores completamente desnudo, sin trucos ni doblez en los sentimientos.
Belén confesó en su blog que había superado una displasia. Fue en mayo del 2007. La enfermedad traspasó el cristal que separa a los sanitarios de los pacientes, el mito que dota de inmunidad a la bata blanca se vino abajo y ella, que había vivido rodeada de tumores, se encontró al otro lado de la raya. Le pregunté si su experiencia profesional fue una ventaja o todo lo contrario. Belén no dudó, para ella fue un lastre. Sin embargo todo terminó en caudal de lágrimas de alegría y en la fuerza que le ayuda a mantener abierto el blog. Una bitácora a la que no le tiene especial apego pese a todo lo vivido en sus páginas, si algún día tiene que desaparecer no será un trance traumático, si no un paso más en el proceso de crecer en lo personal y lo literario. Algo que Belén ya hace cada 14 de enero. Una fecha fetiche marcada por el nacimiento del blog y que cada año depara una novedad. La más importante fue el cambió de título de la bitácora, una modificación que iba mucho más allá de salir de una burbuja transparente para dar rienda suelta a la pasión literaria, un cambio de vida en el que Belén decidió ser la Reina del tablero.
Hablamos del estilo fresco de Belén in Red, de las palabras en rojos que esconden la lectura que el visitante quiera buscar, de las fotos escogidas con minuciosidad y esmero, de la ausencia de enlaces en los textos, de la música siempre presente y del top five que Belén selecciona entre el cada vez más amplio entramado bloguero.
Belén confesó que el salto de los textos nacidos en las pantallas de Internet adquieren otra dimensión impresos en papel. Un salto que les de empaque, permanencia y el marchamo de la calidad. Por eso esta tan orgullosa de participar con uno de sus relatos en el libro "Blog de Papel" de la Editorial Policarbonados. Belén explicó con pasión la aventura de esta editorial, un lugar en busca de nombres nuevos donde quieren ayudar a quienes tienen algo que contar y lo quieren hacer en papel, y eso, estoy seguro, es una propuesta interesante para muchos escritores que en la actualidad navegan por las aguas de las bitácoras.
La conversación derivó en la lectura de algunos textos de Belén a cargo de Susana Mazo, Migue y yo mismo. La VIII Tarde de Blog terminó con una pequeña sorpresa senegalesa que puedes ver en el siguiente video:


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01 noviembre 2009

Como iba contando… con Alberto Sebastián

La librería El Pequeño Teatro de los Libros ha organizado junto a Cristina Verbena un ciclo de cuentos para adultos titulado “Como iba contando…”.
El estreno de estuvo a cargo de Alberto Sebastián, un contador cántabro que, entre lo poco que creció y la chispa de su mirada tras la retaguardia de unas gafas, guarda la mirada de un niño que siempre ha contado historias de esas que se cuentan con la voz, cuentos que no sirven para leer porque están construidos para las cuerdas vocales, porque una cosa es leer un cuento y otra muy distinta contarlo de viva voz y que la rueda siga girando, que sean los sonidos los que transporten las aventuras, ondas sonoras por el mundo, un eco en expansión.
Alberto esta interesado en mantener viva la tradición de la narración oral porque, en ese ir y venir de la boca a la oreja, casi siempre cambia la forma del cuento para que todo sigue igual. Como le pasó a ese cuento argentino que un argentino le contó al padre de Alberto y, ya ven ustedes, el cuento argentino que un argentino le contó al padre de Alberto se transformó, por arte de la tradición oral, en un cuento lebaniego que el padre de Alberto, que es de Liébana, le contó a Alberto, que también es de Liébana, y que Alberto nos contó al público asistente para que, con un poco de suerte, se transforme en un cuento de cualquier otro lugar.
El interés de Alberto por los cuentos orales le llevó hasta Marrakech. Allí hay un lugar dónde la noche se ilumina con los candiles, luces que brotan junto a hombres y mujeres dispuestos a contarte un cuento. La Plaza Xemma el Fna es un lugar de esos que nunca podré olvidar.
Alberto Sebastián, antes de contar sus historias sobre ladrones, se vio en la necesidad de hacer una declaración para los tiempos que corren. Una cosa, vino a decir, son los maravillosos ladrones de los cuentos, gente por lo general avispada y de buen corazón; y otra muy distinta la panda de chorizos que ocupan las portadas de los periódicos.
Alberto Sebastián también contó historias sobre la sabiduría de los abuelos, la humedad del dinero, cuentos centrífugos y finales sorprendentes como la historia de una vieja y un hada madrina con muy malas pulgas, de esas pulgas horribles que nacen del estrés laboral y el azaroso trabajo de conceder tres deseos. Y dime, lector de esta bitácora, dime cuales son tus tres deseos.

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