La curvatura de la córnea

31 julio 2009

Terapia Achilipú

El pasado 20 de julio conté en esta bitácora como las rumbas camaleónicas de Leo se habían convertido en mi banda sonora para este verano, una selección donde Las Grecas ponían colorines con “Achilipú”. Marian de ATK, confesó en la zona de comentarios que esa versión le provocaba desmayos, por eso me acordé de ella ayer por la noche en, no se asusten los ortodoxos de la ribera, Las Playas de Zaragoza.
En Zaragoza siempre hubo una playa en la Química, actual barrio de La Almozara. Los restos de la Expo del 2008 nos han dejado una playita con palmeras, chiringuito, arena y agua de río para baños estivales. Un espacio abierto al sol y al cierzo, según convenga a la climatología local, a la sombra de la Torre del Agua y junto al puente del Milenium.
El cartel del concierto de anoche unía el regreso al panorama musical de Raimundo Amador con la máquina para bailar de La Fundación Tony Manero. A mitad de la velada los dos estilos se unieron sobre el escenario anfibio de Las Playas de Zaragoza. El funky disco infierno se mezcló con la blueslería flamenca en una versión potente, acuática y ventolera del “Achilipú”.
La Terapia Achilipú tiene multitud de fórmulas, una solución personalizada para cada paciente que va desde las psicodélica setentera de Las Grecas, pasa por los ritmos latinos del Gran Combo y continúa con la versión hippie cañí de La Terremoto, que ustedes lo pasen bien.

El viaje se inicia pinchando aquí.

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30 julio 2009

ETA NO ETA EZ


29 julio 2009

Faros 5, un poema de Fernando Sarría



Faros 1
Faros 2
Faros 3
Faros 4

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27 julio 2009

Inma “La Bruja” Dando el cante

Un círculo de luz y dos sillas sobre el escenario del Teatro de la Estación. Así de sobria era la escenografía sobre la que se sustentó el espectáculo “Dando el cante”. La guitarra de Gaspar rompió el silencio bajo los focos, Inma “La Bruja”, todavía entre cajas, lo jaleaba. El guitarrista abrochado a las seis cuerdas, ligero en los dedos, guapo de rizos y “carita de Cristo”. La cantaora poderosa en la voz, amarrando los registros con la sabiduría de quien conoce el percal, pasión en el verbo y de tripas corazón, ambiciosa comunicación con el público al que se dirige sin tapujos, de tú a tú y haciendo gala de una portentosa capacidad de comunicación. Aún no habían pasado tres minutos y en que esto escribe ya estaba encandilado.
“Dando el cante” alterna monologo y flamenco, dos palos que Inma “La Bruja” domina a la perfección. El texto de la representación navegó por el humor surrealista para hablarnos de la diferencia entre la utilización del lenguaje popular, y ese discurso seudo intelectual que utilizan los modernos para diferenciarse.
La única preocupación de Inma “La Bruja” es que se la entienda, que esa retahíla de historias que lleva y trae con desparpajo y desplante traspase el círculo de luz y llegue hasta el público. La brújula del espectáculo son las risas y algunos silencios majestuosos que la actriz deja caer para cambiar el rictus y pasar en un suspiro de la alegría al drama, igualito que en la vida más allá del escenario. Y esa es otra gran virtud de este espectáculo, que entre risas y veras se desgrana la vida que antes era de patio de vecinos y ahora, cada vez con más frecuencia, abre los telediarios. Amores y desgracias que tamizadas por el buen humor terminan por reflejar lo que a casi todos nos ha pasado alguna vez.
Inma “La Bruja” deja bien a las claras que en las tablas se encuentra agustito, respira con calma, parece que se pierde pero retoma la historia, hasta nos enseña una chuletita que le ayuda a avanzar, un mecanismo dramático que normaliza su actuación, que nos abre una ventana para mirarla como a uno de nosotros, que la aleja de la interpretación, precisamente, para que el público la sienta más cerca, para que el escenario y el círculo de luz de diluyan y sólo quede el arte que esta mujer tiene en las venas.
Las canciones aparecen salpimentando el texto y es aquí dónde Inma “La Bruja” ejecuta una excelente selección musical con letras de Federico García Lorca, León Felipe y Julio Iglesias. Enjundia en los sentimientos a flor de piel, piel de gallina por la entrega, el control vocal y el derroche de facultades. La guitarra siempre ahí, templada, juguetona en los solos, brillante en el acompañamiento y paciente con el aire de la cantaora, con sus vaivenes, con el pulso del corazón que siente la hondura del cante, la energía que surge del diafragma y todo lo empapa de emoción. La Bruja es canela fina, largueza de sus brazos, un rostro expresivo, el alma derramada hasta los tacones de los pies y las palmas de la mano para marcar el ritmo de cada palo, de la rumba a la soleá, de la sevillana a la bulería.
“Dando el cante” no tiene doblez, el guitarrista y la cantaora de frente para que el público disfrute de textos inteligentes y cantes de campanillas. Arte en estado puro.




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26 julio 2009

Madonna Sticky & Sweet Tour


El sol cayó a la hora que marcan las estaciones. La noche bajó la temperatura hasta que las dos enormes emes que flanqueaban el escenario se iluminaron de violeta. Las videopantallas despertaron con la cinética pegajosa & dulce de los caramelos para convertir los exteriores de la Feria de Muestras de Zaragoza en una fábrica de chucherias. Madonna se presentó sentada sobre un trono, ambición rubia, jugosos tirabuzones, vara de mando en plaza, un guiño en sus ojos y las letras rosas de “Candy Shop” para dejar claro lo que se avecinaba.
El Sticky & Sweet Tour se dividió en cuatro ambientaciones escénicas. Los preludios entre todas ellas resultaron una excelente muestra artística que combinó la coreografía en directo con las videoproyecciones. El aroma gángster del comienzo con Rolls Royce rosa dejó paso al espíritu lúdico y deportivo de los High School, además de una lección magistral de cómo se salta a la comba. “La isla bonita” siempre estuvo anclada en lo latino, pero esta vez el homenaje fue para Rumanía y los Zíngaros. El tramo final fue una fiesta “Rave” con marcados tintes espirituales y la visualización de que un mundo diferente es posible, otros lo hicieron y nosotros, ¿qué haremos con este mundo que nos ha tocado vivir? Un ejercicio que intentaba demostrar que el baile y el entretenimiento deben ser compatibles con la concienciación ciudadana sobre los graves problemas que acechan este inicio del siglo XXI.
El despliegue visual fue apabullante. Dos pantallas en ambos extremos del escenario y una excelente realización reflejaban todas las evoluciones de la cantante y los dieciséis bailarines de esos que en cada movimiento te cortan la respiración. Un espectáculo coreografiado con vértigo, medido al milímetro de la filigrana, plagado con multitud de detalles y ejecutado con brillantez. En la parte posterior del escenario tres pantallas móviles para subrayar, dar brillo y llenar de efectos ópticos e imágenes los temas. El momento más brillante en el aspecto visual dejó a Madonna en el interior una jaula circular y allí, por el arte de los píxeles, tan pronto se bañaba en agua, como se mecía sobre un manto de plumas o sucumbía a los copos de nieve.
Cuatro homenajes para el difunto Rey del Pop: 1º Un bailarín nos recordó esa magia inexplicable que guardan los pasos del Moowalker. 2º El guante blanco de Jacko en la mano de Madonna. 3º Sobre las pantallas una cita de Michael afirmaba que para hacer un mundo mejor sólo tenemos que hacerlo. 4º Se apagan las luces pero la fiesta no ha concluido, mientras el público desaloja el recinto ferial, algunos aún bailamos al ritmo de los Jackson Five.
Madonna construyó el concierto de anoche sobre el último de sus discos, un trabajo que no ha alcanzado las cotas de popularidad ni de ventas de antaño, en eso, los ochenta también son un sueño. Esa decisión musical fue un alarde de valor que dice mucho y bueno de la cantante. Madonna huyó de convertir el recital en un karaoke para nostálgicos y, en ese terreno del riesgo, adaptó las canciones de otras épocas a los sonidos más actuales de las pistas de baile, rasgueos de guitarra eléctrica y tintes raperos, un ejercicio que puede parece injusto con los exquisitos arreglos originales de algunos de los temas, sin embargo nos advierte de la importancia de mirar hacia delante, el inabarcable camino de transformarse para crecer en creatividad, toda una lección de modernidad para quien lleva más de veinticinco años en la escena musical. Pero no todo iba a ser máquina para la pista de baile, Madonna disfrutó de momentos netamente musicales, ya saben, se para la fábrica de los colorines, los músicos desenchufan sus instrumentos, el DJ ordena sus discos y sobre el escenario una banda de instrumentistas de la Europa del Este, esos que vemos por nuestros barrios, nuestras fábricas, esos que ponen música a nuestros paseos y apellidos impronunciables a las listas de los Expedientes de Regulación. Guitarras, violines, las vías del tren, visados, pasaportes y los pobres del mundo invadiendo nuestros jardines configurados por la PS2 y Madonna, rodeada de todos ellos, sigue en el intento de demostrar que para la música y el corazón no hay fronteras.
La Reina del Pop sigue viva, larga vida para Madonna.





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25 julio 2009

Queen Vs U2. Bandas Tributo 09


Hace algunos años se puso de moda contratar a grupos para, en lugar de confeccionar la tradicional verbena, vestir las plazas de los pueblos del más contundente concierto. Esta nueva moda desplaza los bailes tradicionales de las fiestas patronales para dejar sitio a excelentes resúmenes en directo de la historia del pop y del rock. Los grupos que actuaron ayer en la Sala Multiusos de Zaragoza son la sublimación de este nuevo concepto festivo.
U2 Zen Garden abrieron la noche. Durante unos minutos me pareció ver a Bono personificado como si los años noventa nunca hubieran pasado. La magia del encantamiento duró hasta que el cantante nos dio las gracias en italiano y caí en la cuenta, aquel tipo con rosario de plata sobre el pecho era en realidad una versión customizada de Tony Manero.
Es cierto que los italianos bordaron la imitación gestual de los irlandeses pero el espejismo sólo funcionó durante los primeros temas, lo justo hasta que te fijas en las canciones. U2 Zen Garden interpretan con acierto los temas originales pero se quedaron muy lejos de darles contenido emocional. No se trata de remedar a pies juntillas los gestos, esa táctica se queda en la superficie, no traspasa los límites del escenario, no conecta. Un error que les llevó a la falta de credibilidad porque una excelente ejecución en lo técnico no es nada si no viene cargada de emotividad, el factor más importante en un concierto que, para las canciones de U2 es imprescindible, y ahí los italianos no estuvieron finos, les faltó la entrega necesaria para que los himnos lo fueran de verdad y el público creyera.
Dios Salve a la Reina fue recibido con aclamación y no defraudaron, ellos tiene la fórmula mágica de la banda tributo. Desde el primer minuto quedó claro que más allá de parecidos faciales, melenas guitarreras y andares de la factoría Mercury, ellos habían llegado a la ciudad del cierzo para arrasar y lo hicieron. El público estaba claramente a favor de obra y colaboró con sus cánticos a que la temperatura subiera hasta convertir la sala en una olla a presión dónde el grupo argentino se sintió muy a gusto, ellos si, ellos eran todo energía, credibilidad y entrega.
Al final del concierto, cuando el personal se abrazó en extensa cadeneta con litro de cerveza en mano, descubrí el secreto que convierte a las canciones de Queen en cántico de nuevas generaciones. Esa escena yo la había vivido, era el mismo mecanismo, la misma energía, el mismo ambiente festero, las mismas ganas de juerga: Las canciones de Queen han traspasado fronteras generacionales en Zaragoza porque en los pueblos aragoneses, durante los tórridos veranos, las verbenas tradicionales hace mucho tiempo que incluyen una selección de canciones del grupo británico, es ahí donde el semillero crece en lo emocional y por eso, el concierto de anoche terminó con el ritual veraniego de la verbena.
El cartel anunciaba un duelo Queen frente a U2, ese es un debate que a mi no me gusta, a mi me gusta sumar, apilar, nada de elegir. Anoche, para los amantes de los duelos, se dilucidaba un reto entre Dios Salve a la Reina y U2 Zen Garden y, como pronosticaron las jovencísimas Carolina Kuhl y Laura de la Riva, ganaron los argentinos con su tributo a Queen.

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22 julio 2009

Mi madre tiene los pies hinchados

Mi madre tiene los pies hinchados por la medicación. Dicen que le dan masajes fríos mientras pongo cara de severa preocupación y meneo la cabeza como si ese gesto fuera suficiente para enjuagar mi conciencia. «Masajes fríos, hmmm» repito con la mano debajo de la barbilla, como haciéndome el interesado por el tratamiento. En el congelador de casa tenemos 125 ml de “Dolgi Plus on Harpado, un gel frío para masaje muscular y articular de rápida absorción” Hace unos meses, la segunda vez en su vida que mi madre estuvo ingresada en un hospital, le frotaba los pies con crema de manos y ella me sonreía.
Mi madre tiene la cara hinchada por la medicación. Ella que siempre ha tenido la piel pegadita a los huesos y un cutis sin arrugas. No consigo recordar a mi madre joven, al fin y al cabo me parió con cuarenta y cuatro años. Busco esa imagen en las fotos y aunque guapa, que voy a decir yo, no la reconozco, para mi, mi madre siempre ha sido una señora mayor sin arrugas en el rostro, ni siquiera ahora tiene arrugas.
Alguna vez me contó que le salían “empetines” en la cara y muy pronto empezó a usar cremas hidratantes. En nuestra casa del barrio del Piojo nunca faltaba un botecito de Pond´s para untar a escondidas mis dedos adolescentes con la intención de hidratar las zonas resecas de mi piel.
Mi madre dice que quiere morirse. Soy incapaz de abrir la boca, no puedo decirle nada. Tal vez porque en otras circunstancias más favorables ya hemos hablado muchas veces de cuando se iba a morir. Lo conté en esta bitácora en Junio del año pasado, en una entrada titulada “Una cruz en el calendario

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21 julio 2009

Juan Perro ha vuelto


Juan Perro ha vuelto con las mismas hechuras que ya utilizó Santiago Auserón en el pasado.
Andaba el año 2006 o cercanías cuando los hermanos Auserón se lanzaron a la carretera cargaditos de versiones, el índice de su memoria sonora destilado por la marca de la casa.
Las malas lenguas acertaron y la aventura de rolar en directo terminó en disco.
Enric Palomar, director de la Original Jazz Orquesta del Taller de Musics de Barcelona reclamó la presencia de Santiago Auserón para darle una vuelta de Big Band a las canciones de Radio Futura y Juan Perro, de nuevo la
carretera y unos arreglos magistrales para canciones que están pintadas con tiza en el corazón de toda una generación. La aventura también terminó en disco.
Juan Perro ha vuelto a la carretera con un montoncito de nuevas canciones. Antes, cuando los discos eran el meollo del cuscurro, estas nuevas tonadas se habrían pulido en un estudio, volcado en discos y distribuidas en tu tienda favorita de discos, si todavía existieran esos lugares dónde perder una tarde.
El Perro es listo y sabe que todo ese trabajo sería en vano porque el intercambio de archivos sonoros es la nueva senda por la que circulan las novedades. Así que ha preferido mostrar unas maquetas por las nuevas redes, solfear en su propia página
web y, mientras nosotros nos derretimos con sus nuevas historias, el Perro se fue al caribe en busca de tres músicos talentosos con los que disfrutar en el local de ensayo hasta ensamblar un recital de esos a los que palabra memorable se queda pequeñita. Y quien sabe si después de girar, de mostrar su trabajo y de recoger los aplausos del público, quien sabe si después de todo eso una discográfica graba los temas, una distribuidora los pone en los anaqueles y el público remolón saca los cuartos de la cartera para que este tipo del Barrio del Gancho zaragozano continúe en la brecha de hacernos felices.
Juan Perro llegó hasta Zaragoza para sentir que entre sus paisanos siempre será bien recibido. Un escenario sobrio, el ritmo y los latidos vestidos de blanco, las melodías y los punteos ataviados de negro, cuatro músicos para gozar.
En el concierto del Teatro Principal primó la elegancia vocal de un Santiago Auserón redivivo en Juan Perro sin sombrero, ni traje, sólo camiseta, pantalones, los acordes de su guitarra y una cita de Nietzsche para recordarnos que la felicidad esta en la sencillez.
Las historias tan bien escritas como siempre, el uso elegante del lenguaje para contarnos la vida hasta convertir su cancionero en radiografía social, amorosa y festiva. Impresionante despliegue vocal con múltiples registros y esa banda, un momento que me levanto, con la pulsión sabrosa de Ronald Morán al contrabajo; la máquina a vapor de Moisés Porro un baterista con el alma inabarcable de la percusión; y las seis cuerdas de la guitarra rendidas a los dedos vertiginosos del virtuoso Norberto Rodriguez. Juan Perro confecciona con esas herramientas un viaje que recorre la Cuba de Compay, el Nueva Orleáns fronterizo, el roquerío mamado en Malasaña y un susurro para Billie Jean.
La apuesta es la de siempre y tiene mucho que ver con la importancia que le damos a las canciones que aliñan nuestra vida. Juan Perro nos invita a descubrir los orígenes: La olvidada sensación de escuchar por primera vez temas nuevos, enfrentarte a ellos sin prejuicios, tonadas que llegan a tumba abierta hasta los sentidos, sin trampa ni cartón, las historias en boca del cantante como el barro en manos del alfarero, el artesano que labra la filigrana delante de tus narices, el orfebre que de a poco construye un pedazo sentimental que la música deposita en el alma.
La nueva gira de Juan Perro es un viaje emocionante, la seducción de un contador de historias — olviden tontadas veraniegas al uso y ráfagas repetitivas de los media para reproducir en el teléfono móvil — Juan Perro le canta a la vida, canciones que sueñan con instalarse en nuestra memoria, historias imperecederas fabricadas a la sombrita del oficio de quien sabe mezclar con pericia los ritmos del mundo con la buena utilización del lenguaje.



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20 julio 2009

Las rumbas camaleónicas de Leo


Sonolopez nació en el verano de 1980 y desde sus inicios, las recopilaciones en formato casete siempre fueron un clásico. Me gustaba recorrer mis vinilos en orden alfabético en busca de un hilo narrativo para confeccionar sesenta minutos de música personalizada, cada recopilación tenía su propia historia, su respiración, sus pulsaciones.
Las casetes de cuarenta y seis minutos reinaban cuando la grabación era un encargo, el trasiego mecánico del surco a la cinta magnética, un espacio donde no había lugar para la creación: Las dos caras del disco para cada uno de los lados de la cinta, carátula única y créditos con frase final.
Sin embargo, poco a poco, las cintas de sesenta minutos fueron ganando la batalla. De esa manera, después del encargo record-play tenía veinticuatro minutos extras en cada cinta, de esa manera cada grabación era en un recopilatorio. Me gustaba jugar a las contradicciones de mezclar lo clásico con lo moderno, lo sinfónico con las chispas eléctricas, el inglés con la copla, bueno, en este último caso eso casi siempre era un sueño, en los tiempos de las casetes aún no tenía el valor de reconocer que escuchaba a la Piquer.
Con la era digital todo cambió para Sonolopez. Al principio aún se preservó el espíritu de carátulas personalizadas para las grabaciones ortodoxas y recopilatorios temáticos como Verbena Sonolopez para celebrar el I Aniversario de la República de Calíope pero, poco a poco, la facilidad de los intercambios y el acceso masivo a los sistemas de grabación de registros sonoros digitales dejaron a Sonolopez bajo mínimos, a día de hoy, el trajín de grabaciones, recopilaciones y otros desmanes musicales es prácticamente nulo. Por eso no pude resistir a la llamada de Leo Camaleón desde su blog: Quien se pase por mi sesión en La Casa Magnética de 85% vinilos, 15% digitales obtendrá un mixtape de rumbas.
Bendita la hora que por allí pasé porque desde que ese disco de regalo cayó en mis manos se ha convertido en la banda sonora del verano. La grabación comienza con dos canciones que son el resumen magistral de la rumba de altos vuelos. La primera una versión instrumental, psicodélica y hammond del chichero “Ni más ni menos” a cargo de Mantecao. La segunda es la explicación enciclopédica que El Gato Pérez nos regala sobre “El Ventilador”, esa máquina maravillosa que une ritmo y melodía. Con ese arranque tan potente parece difícil mantener el pulso, pero Leo Camaleón lo consigue tirando del olvidado granero de los setenta en blanco y negro, pantalones campanas y Las Grecas dando colorines al “Achilipú” y viva Doña Lola Flores, La Faraona.
El recopilatorio contiene otras joyas que están haciendo las delicias en el salón de mi casa que, por el arte del fino y la peineta, se ha transformado en una cueva flamenca dónde el garbo de mi señora y este humilde palmero se están dando un fiestón rumbero como cuando festejar era un verbo de uso corriente.
Para broche final una canción de Los Amaya que, aunque no aparece en el recopilatorio de Leo Camaleón, llega hasta esta bitácora por su profético mensaje sobre la financiación autonómica, o como repartir el monetario de nuestros impuestos en la España del Siglo XXI, y ya los saben: Pase lo que pase, todos a bailar:



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15 julio 2009

Carta para Paula

Zaragoza, 15 de julio de 2009

Hola Paula

La última vez que envié una carta fue hace demasiado tiempo, desde un cuartel de la isla de Gran Canaria. La escribí en las hojas de en una libreta de anillas y use un bolígrafo para garabatear mis pensamientos.
Ahora estoy en casa aporreando el teclado del ordenador, las palabras que surgen en mi cabeza pasan hasta las yemas de los dedos, aparecen en el monitor y luego las imprimiré, un proceso informático que todavía me parece magia.
En otras ocasiones te he enviado postales manuscritas desde diferentes lugares, un breve recordatorio para decirte ¡mira que bien nos lo estamos pasando por esos mundos que recorre la vaca de Roque! Una carta es diferente, se puede alargar y por ella circulan otros sentimientos.
Antes de sentarme a escribir he pensado que nunca he estado en Aisa, en realidad, he visitado muy poco el Pirineo, ni siquiera fui de campamentos. Los campamentos fueron una gran novedad cuando estudiaba EGB en el colegio de Utrillas, la EGB era como la ESO pero de otra época. Los primeros campamentos se hicieron en la Sierra de Albarracín, no recuerdo bien el nombre del pueblo, tal vez era Bronchales, debería preguntárselo a tu tía, pero ya esta en la cama y no me atrevo a despertarla.
El primer año yo no fui. No recuerdo los motivos, tal vez una cabezonería de esas que se tiene de crío, — tú ya me entiendes — o la rabieta de mi padre por alguna de mis trastadas. Sin embargo, recuerdo perfectamente las tediosas tardes de esperar y como el aburrimiento me dejaba planchado hasta que regresaron mis amigos.
Los días posteriores fueron una locura. Era como si a todos los que habían ido de campamentos les hubieran dado cuerda. No paraban ni por la mañana, ni por la tarde, ni por la noche, pasaban horas contando chistes, trabalenguas y maravillosas experiencias como excusiones a la montaña, vuelos aéreos colgados de una tirolina o la caza nocturna de Gamusinos.
Al año siguiente fui de los primeros en apuntarme. El éxito de la convocatoria fue tan grande que podías elegir entre ir a la Sierra de Albarracín o la playa de Cullera. Tardé mucho en decirme. Me apetecía ir a la montaña por todo lo me habían contado, sin embargo, Cullera significaba ver el mar por primera vez.
El viaje en autobús fue un karaoke, imagina cuarenta zagales de diez años desentonando todas y cada una de las canciones, desde “Susanita tiene un ratón”, hasta “si eres buena cocinera, porompompon, Manuela”-, o canciones del verano de la década de los sesenta del tipo “Eva María se fue dejando el sol en la playa” o aquella otra que decía “un rayo de sol oh oh oh me trajo tu amor”, y claro, las tradicionales coplillas que se cantan en cualquier excursión con autobús de por medio, ya sabes:“que el señor conductor toque el pito”.
La humedad se incrementó, la piel pegajosa y el salitre casi se podía mascar. Lo descubrí detrás de una revuelta del camino, a través de una de las ventanillas del autobús, esa en la que se lee “Salida de Emergencia”. Era majestuoso, si cierro los ojos aún puedo verlo: El mar con forma de triángulo, un triángulo azul y equilátero delimitado por la silueta de las montañas y el horizonte, toda la belleza atrapada entre la oscuridad de la tierra y la blanquecina línea que separaba el agua de las nubes.
El primer día de playa transcurrió a la mañana siguiente de nuestra llegada a Cullera. Alcanzamos el paseo marítimo alineados en una larga fila de a dos. Los monitores nos repetían una y otra vez que mantuviéramos la formación hasta que decidieran el lugar exacto dónde levantaríamos el campamento. Los latidos acelerados del corazón y la impaciencia por zambullirme en las aguas pudieron más que la disciplina: Escapé de la columna, corrí sobre la abrasadora arena y me sumergí de cabeza en el desordenado vaivén de las olas.
El agua de mi bautismo marino estaba templadita, buceé durante algunos metros y, aunque la visión era muy reducida, tuve la sensación de pertenecer al mar. La salinidad de las aguas me ayudó a flotar y comprobé que era más fácil nadar entre la amabilidad del mar en calma, que en las pozas frías del río Morales, aunque el estilo perro que yo practicaba no era precisamente una técnica para presumir de buen nadador.
Los monitores gritaban desde la orilla, mientras ellos estaban preocupados yo disfrutaba en comunión con el mar y mis deseos. Regresé feliz, es cierto que me salté las normas y eso no se debe hacer, pero aquellos minutos de libertad compensaron el castigo de dos días sin ir a la playa.
La última tarde de mi primer campamento estuve paseando sobre la arena refrescada por el ocaso. El sol se resistía a fundirse con el mar y el cielo se pintó de colores que jamás he vuelto a ver. Mis pasos se alejaron del grupo hasta que me senté entre dos pequeñas embarcaciones varadas al borde del agua. Las olas me hablaban pero no conseguí entenderlas. La luna navegaba muy cerca de la orilla cuando cayó la noche y allí, entre la mar plateada, emergió la belleza de una sirena.
No me asusté aunque sólo me atreví a mirarla. Ella estuvo un rato chapoteando entre risitas que poco a poco se transformaron en susurro y más tarde en canto. Su voz era deliciosa. Las canciones hablaban de rudos marineros enamorados de las sirenas de sur, de piratas despiadados con parche en un ojo y pata de palo, de la luna jugando con las mareas y de una tierra submarina dónde habitaban seres fantásticos que ningún humano había logrado descubrir.
Las voces del resto de los niños y de los monitores se fueron acercando, ella detuvo su cantar y me miró, era una invitación, quería que la acompañara al fondo del mar para bucear entre las mil y una islas del Pacifico, recorrer las profundas simas del Atlántico y disfrutar de las aguas coralinas del Trópico. Me levanté para seguirla pero ella, asustada por el jolgorio y la algarabía que traían mis compañeros de campamento, se sumergió en las aguas y desapareció.
Han pasado treinta y cinco años desde aquel atardecer en la playa de Cullera. No la he vuelto a ver pero, cada vez que regresó junto al mar, paseó junto a la orilla hasta que el sol se oculta y la luna regresa a las olas. Todavía conservo la esperanza de reencontrarme con la sirena que me mostró el camino de la imaginación.
Pasaron otras muchas cosas durante aquellos días, tantas como las que tú te vas a traer de este viaje a Aisa, acontecimientos que pasado el tiempo te gustará recordar. Por eso me atrevo a pedirte que andes con las orejas abiertas, los ojos bien enfocados y el disco duro del coco con memoria suficiente para registrar todos los acontecimientos que sucedan durante de tus primeras vacaciones sin la familia.
Me despediría con un par de sonoros besos al estilo manchego pero, como últimamente huyes de estos signos de cariño, te envío un par de patadas en el culo, querida sobrinacea.

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13 julio 2009

Un bailecito

Javier López Clemente vio el anuncio mientras esperaba el treinta en la Plaza de España. Era una de esas hojas que se pegan en señales y farolas y de las que se puede arrancar el número de teléfono que te pone en contacto con el interesado. Le llamó la atención el encabezado “Atención Chicos”.
Una chica de trece años buscaba un chaval de quince años para formar una pareja de baile dispuesta a partirse el cobre con los ritmos estándar y latinos. Recordaba la contraportada del
Heraldo que se había hecho eco de la noticia. Memorizó el número de teléfono pero, cuando llegó el bus cambió de idea y modificó su itinerario.
Hacía un par de años que había estado matriculado en una Escuela de Baile. Fue una experiencia dual que aún lo tenía mosqueado. Javier disfrutó con la mecánica de desmenuzar cada ritmo, descomponer los bailes hasta su mínima esencia para desde ahí, poco a poco y de una manera individual, construir los pasos. Una vez dominado lo personal se producía el milagro de la fusión con tu pareja, que también había construido su propio mundo. Era asombroso que, tras interiorizar pasitos en apariencia inconexos, la conjunción entre lo masculino, lo femenino y el rigor académico fuera tan excitante como para devenir en maravillosas coreografías a ritmo de cha-cha-cha, pasodoble y rockandroll por citar sólo tres estilos.
Sin embargo, Javier era deudor del espíritu anárquico de su baile, cultivado de manera intuitiva en infinidad de plazas verbeneras durante los veranos juveniles. Esa mácula siempre terminaba por salir a la luz. Aguantaba la disciplina de lo ortodoxo durante algunos minutos pero poco a poco, el corazón se imponía al cerebro y los pasos mutaban, perdían ritmo, la frecuencia se disparaba y la gestualidad de brazos y mofletes desvariaba hasta límites fuera de lo correcto. Ni siquiera podía acogerse a la excusa de que aquellas variaciones eran las propias de un bailarín creativo que no se conforma con lo establecido. Sus desfases se despeñaban por la mediocridad del desfiladero que llevaba al trote charanguero, paso corto de castizo ligoteo o el más ancestral de los saltitos encadenados, tan característico de nuestros abuelos cuando celebraban el fin de la siega.
Por eso Javier dejó sus clases, porque comprendió que no podría asumir la disciplina y el rigor que exigía el academicismo de los bailes de salón, que tenía tatuado a fuego el ritmo simplón que lo mismo sirve para de bailar cumbia o rumba con tanto garbo como falta de técnica.
Cuando Javier cruzó la puerta de la Escuela se sintió como en casa. Preguntó por la madre de la niña que buscaba pareja de baile, enseguida le dieron razón y se encontraron bajo un amistoso apretón de manos. Ella tomó con rapidez la iniciativa de las preguntas « ¿Cuántos años tiene el chaval? ¿Qué ritmos son sus favoritos? ¿Cuánto tiempo lleva bailando? ¿Qué días le venían bien para entrenar? ¿Cómo se llama su hijo? »
Javier dio cuenta de la estupidez que estaba cometiendo. Era su hijo de quince años el que debería estar allí como candidato, el hijo que nunca tuvo. El anuncio era para el vástago con el que siempre había soñado ¿Qué fusible se le había fundido a un cuarentón con barriguita cervecera, mofletes de tocino y pelitos en las orejas para provocar una escena tan humillante?
Quiso huir pero no pudo. A sus oídos llegaron las notas inconfundibles de un bolerazo. Rehizo el gesto, estiró la espalda y dio dos pasos con la firmeza de los galanes de las telenovelas sudamericanas. «He leído en el periódico que le gusta mucho bailar y por eso he venido, ¿me permite este baile?»
La madre de la niña que buscaba pareja de baile afirmó en silencio y Javier, envalentonado por el miedo a que se supiese el desvarío de su visita, ciñó sus hechuras para marcarse el mejor baile de su vida.

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09 julio 2009

Cantares (Deep House Style)

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07 julio 2009

Día de perros, una novela de David Jasso


Un corro de niños se enfrentaba a la tarea de crear una historia. David Jasso era el catalizador de las ideas de los zagales, el orfebre que pule ensoñaciones, miedos y algunas tramas descabelladas. La idea me pareció fabulosa: Los niños elegían personajes, los bautizaban y poco a poco urdían una historia que terminó con final feliz, un ejercicio que, además de poner en forma la imaginación, les obligaba constantemente a elegir, en cada cruce una elección y por lo tanto una renuncia.
Meses más tarde, en la presentación del libro “Al final del pasillo”, algunos de los autores que conforman este libro de relatos intentaban tasar que tanto por ciento de literatura de terror recorría las líneas de la antología citada. En medio del debate surgió la voz de Ángel Gracia para afirmar que le daba un poco de vergüenza hablar de literatura de terror cuando entre el público se encontraba David Jasso, al que tildó como el mejor escritor aragonés del género.
Ya no había dudas, las pistas para adentrarme en alguno de los libros de Jasso eran más que evidentes pero aún esperé hasta que todas las alarmas se dispararon cuando lo encontré firmando ejemplares durante la última feria del libro y compré “Día de perros”
El autor me preguntó, mientras rubricaba un ejemplar, si era aficionado a la literatura de terror, le dije que no, que no había leído mucho en ese terreno, él sonrió y afirmó «Pues mejor, porque en esta novela he abandonado el género terrorífico, a lo sumo encontrarás suspense e intriga»


La normalidad de los cotidiano esta suspendida de un ligero hilo, un cable que no podemos controlar, una casualidad, la idea disparatada de un adolescente, el azar desbocado, cualquier cosa puede convertir la tranquilidad de nuestros días en una pesadilla, es algo de lo que no somos conscientes y tal vez por eso, nuestras reacciones son imprevisibles. Esa es la fuerza de la que se nutre “Día de perros”, de cómo el más caluroso día de verano se puede transformar en una persecución a través de la frescura en el lenguaje y el perfecto dominio de los tiempos para que pasar una hoja tras otra sea una necesidad. Los cambios en la voz del narrador provocan pausadas reflexiones sobre la actualidad más rabiosa, o intrépidas carreras por las calles de una Zaragoza reconocible pero instalada en un futuro muy cercano. Ese juego de lo que esta por venir es utilizado por el autor con la ironía propia de los tipos con el ingenio suficiente para pensar en títulos de canciones eurofestivaleras, campañas publicitarias o la moda, aún por venir, del vaquero con micro peto lateral.
David Jasso maneja a la perfección los hilos con los que mueve a sus personajes, esa pandilla que todos hemos tenido con sus juegos de poder y las chispas adolescentes del amor sin aditamentos, colorantes o conservantes, el matrimonio de mediana edad en busca del difícil equilibro emocional y el chico malo. Estereotipos que a la postre no lo son tanto y a los que terminamos por querer. Seres humanos atrapados en comportamientos erróneos que comprendemos, y hasta justificamos. Compañeros de fatigas que verbalizan aquellos sueños que tuvimos y que ya no serán.
Las páginas del libro están trufadas constantemente por términos y situaciones marcadas por la tecnología como hábitat natural donde se mueven los urbanitas que pueblan esta novela. Los capítulos se unen unos a otros con ritmo cinematográfico, la acción siempre hacía adelante, el pulso del texto aumenta página a página, la velocidad de la lectura es trepidante hasta llegar al punto de no retorno cuando la tensión crece y crece y se hace irresistible. Y si te parece poco, el autor se descuelga con una desternillante nota para la segunda edición que, hazme caso, solo deberías leer una vez terminada la novela.
En “Día de perros” encontraras suspense, el aroma de la amistad, el dolor del primer amor y el miedo a lo inesperado. Una excelente lectura para estos días de calor, el complemento imprescindible para la toalla, la sombrilla y la crema solar. Y recuerda que cualquiera puede tener un día de perros.

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05 julio 2009

Primer Aniversario El Pequeño Teatro de los Libros

Fotografías de josemarco
El Pequeño Teatro de los Libros llegó al barrio de las Fuentes con los calores veraniegos del año pasado. Deje pasar casi dos meses para recoger la noticia en esta bitácora, me pillo la época incrédula. Desde entonces han sucedido muchas cosas y la mejor ha sido celebrar el primer aniversario de esta librería que, pronosticada su defunción por casi todos, esta dando una lección de pasión para con los libros, faro en actividades culturales y valentía empresarial, ¿alguien puede dar más?
El pasado viernes se celebró una pequeña fiesta de aniversario. Ciro y Carolina tuvieron la extraña idea de invitarme al evento y en fin, aunque solo fuera por estar al lado del polifacético David Jasso, que nos deleitó con un relato de terror; y de un par de brillantes músicos que nos recordaron algunos clásicos de rock y el aroma blues de factura propia.
Mi aportación a la fiesta fue la visión de un vecino. Intenté expresar la alegría que me produce tener a tiro de zapatillas y batín la posibilidad de asistir a recitales poéticos, lecturas dramatizadas, actuaciones musicales, danza contemporánea, cuenta cuentos para niños y en breve para mayores, autores que charlan con los lectores, blogueros en tres dimensiones, todos los libros al alcance de la mano y una mesa mágica en torno a la cual se cumplen los sueños.
Felicidades a los libreros, enhorabuena a los habitantes del barrio de Las Fuentes y ánimos para el resto de la ciudadanos: Un paseo ribereño, una buena combinación de autobuses, una estación Bizi, todos los caminos llevan hasta El Pequeño Teatro de los Libros.

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02 julio 2009

Man in the mirror (TRIBUTO A MICHAEL JACKSON)

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01 julio 2009

A 360º de la nostalgia

La primera vez que giré 360º fue la noche del estreno de la bola central en la discoteca Las Torres. Los tradicionales veinte minutos de lentas abrazado a su cintura estuvieron salpicados por multicolores muescas de luz, las incisiones brotaban del centro de la sala, recorrían las cuatro paredes y se concentraban en su rostro de ojos cerrados. La hipnosis de aquella noche deslizó mis dedos hasta la cintura de sus apretados Lois a los que también les di una vuelta de 360º. Los dientes de la cremallera abrieron el camino hasta la luz de la luna, abrochados de labios, brazos y piernas rotamos como los redoncheles desbocados que hacíamos correr desde las cuestas de Los Pajares hasta el mullido césped de las riberas del río Moral.
Poco a poco, los giros abrazados de 360º cayeron en desuso, se perdió la costumbre de pinchar lentas en las discotecas y la media hora de baladas verbeneras fue sustituida por el soniquete recaudatorio de las mozas del pueblo cantando los números del bingo.
El estadio del F.C. Barcelona se vistió ayer de lujo para estrenar 360º Tour , la nueva gira de U2. La banda irlandesa ha vuelto a dar un giro de tuerca en el negocio de la música con este nuevo concepto de directo que convierte el escenario en una peonza que gira y gira para llegar con la misma intensidad a todas las butacas de un estadio con dos objetivos: Acercarse al público lo máximo posible y rentabilizar todas las localidades disponibles, una simbiosis entre lo artístico y lo económico, Bono en estado puro.
La idea de U2 girando 360ºme llevó hasta la Zoo TV Tour en el Vicente Calderón, una deslumbrante noche de verano que con el tiempo ha destilado toda su novedosa energía escénica en un gesto que tuvimos mi chica y yo: Unidos por la presión arterial, sístoles y diástoles sincronizadas y los ojos cerrados, así, apretaditos como aprendimos bajo la bola de cristal de la discoteca Las Torres, así giramos 360º, con el tiempo me he dado cuenta que aquella canción fue la primera balada de nuestras nuevas, imprevistas y desvestidas vidas, vidas planas en las que decidimos dejar de girar.

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