La curvatura de la córnea

31 marzo 2024

La movida. El musical de los 80´s





Una movida con poca onda

La Movida es la dimensión cantidubi para resumir el salto político y cultural de una generación que pasó de la dictadura televisada en blanco y negro a los colorines chachi piruli de la modernidad. ONU movimiento que nació en cuatro garitos madrileños para extenderse por los cascos viejos y las fiestas patronales de todas las ciudades y villorrios del país. Aquel desparrame de energía al loro y descaro punk para flipar se ha convertido cuarenta años después en territorio para nostálgicos de la juventud perdida, o artefacto arqueológico de referencias musicales.

Escapa 'La movida, el musical de los 80's' de lo que la ortodoxia etiquetaría como La Movida para reunir un repertorio imbatible de canciones que fardaron en esa década. Desde Luz Casal a José Luís Perales o Sergio Dalma y, aunque los hits de Miguel Bosé y Tino Casal salen bastante mal parados, lo cierto es que la mayoría de los temas están interpretados con solvencia por solistas y duetos. Los números grupales son los momentos dabuten de la función y pueden presumir de coreografías para fardar y arreglos musicales que te dan las buenas noches bienvenidos, te invitan a saltar y voy a pasármelo bien.

La puesta en escena tiene un evidente potencial teatral que se diluye por dos cuestiones esenciales. El carrusel de éxitos no oculta el punto débil de un libreto que, lejos de fusionar la peripecia con la banda sonora, solo parece interesado en forzar situaciones en las que meter con calzador las canciones del repertorio. Las interpretaciones pierden empaque en cuanto el pentagrama se da el piro, y todo el peso de la acción recae en la prosodia de unas palabras que están muy lejos de conectar con la dinámica musical, y solo generan una brecha que impide el grado de emoción necesario para asaltar el patio de butacas.

'La movida, el musical de los 80's'

Calificación: 2 estrellas

Producción: Theatre Properties. Dirección y libreto: Silvia Villaú. Reparto: Silvia Villaú, Javi Mota, Giampaolo Picucci, Sergio Guerrero, Rosana Vieira, Mario Barrrero, Amaya Bendowski, Aitana Cazalla y Daniel Aragón. Dirección Vocal: Carlos J. Benito. Arreglos Musicales: José Enrique De la Vega. Coreografía: José Félix Romero. Diseño Sonido: Adolfo Mesón. Escenografía: Tomás Padilla y Silvia Villaú.

Viernes 29 de Marzo de 2024. Teatro Principal.




 Una movida con poca onda (heraldo.es)

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27 marzo 2024

El Castillo de Lindabridis



Una aventura tan moderna como de otros tiempos

El humanista italiano Flavio Biondo del siglo XV dividió la historia en tres edades: antigua, media y moderna. Lo hizo desde una superioridad intelectual y cultural que se permitía definir a la Edad Media como la época de tránsito entre las edades gloriosas de las civilizaciones occidentales, entre Grecia y Roma y la época moderna de entonces.

Las novelas de caballería son el producto de esa transición entre la Edad Media y el Renacimiento. Entre finales del siglo XV y principios del XVI se escriben obras de aventuras fantásticas en los que caballeros luchan contra poderosos enemigos.

Calderón de la Barca le dio un buen empujón al teatro en el siglo XVII. Renovó, amplió y embelleció la fórmula teatral de Lope de Vega para incorporar los espectaculares efectos del barroco en el teatro cortesano de amoríos, conflictos de poder y estilo refinado. Es un momento clave para el oficio de escenógrafo que Cosimo Lotti aprovechó para ayudar a Calderón y que las representaciones en las salas palaciegas recogieran efectos de magia que simulaban tormentas, vuelos o metamorfosis.

Estos nuevos lenguajes narrativos no se podían llevar a cabo en las corralas de la época donde todavía lo esencial era la palabra. Hubo que esperar hasta el siglo XVII para incorporar una espectacularidad que se hizo patente en el teatro del siglo XVIII hasta tal punto, que la importancia del escenógrafo se enfrentaba a la del autor.

Ana Zamora hace gala del dominio de ambas profesiones para construir una versión de ‘El castillo de Lindabridis’ que brinda con todas las influencias que se han citado para, como reza el programa de mano, transformar el encuentro con los espectadores del siglo XXI en una fiesta cortesana de época de Felipe IV.

La escenografía de Cecilia Modano y David Faraca, y el vestuario de Deborah Macias son las piezas de un mecano para moldear paisajes que a veces parecen históricos, pero en cuanto te descuidas se transforman en imaginarios. El trajín que se produce en el escenario está plagado de detalles y pequeños gestos, movimientos asesorados por Fabio Mangolini, para que todo el trabajo de objetos de David Faraca forme parte de una coreografía con dos planos. Mientras uno tiene carácter utilitario, en el otro es donde se desarrolla la interpretación diseñada por Javier García Ávila y ambos se coordinan perfectamente. Asistimos a una metamorfosis material donde el trasiego de instrumentos musicales, cascos de caballeros, espadas para duelos, faldones con escudos nobiliarios y una cofia de encaje tiene una función eminentemente práctica para situar cada elemento en su sitio, y al mismo tiempo la peripecia se desarrolla en el plano narrativo. Intérpretes y músicos transitan transitan de uno a otro a a las mil maravillas y en perfecta sincronía. El lenguaje corporal, el ritmo endiablado del verso, y unas miradas que rompen la cuarta pared apelan al espectador para que no pierda ripio de todo lo que acontece.

María Alejandra Saturno explica que los arreglos y la dirección musical tienen la relevancia que Calderón les otorga en el texto. Acotaciones como «cantan todos» o «suenan cajas y clarines», funcionan como ventanas abiertas de par en par para que entren la inspiración de canciones nuevas y un estudio historiográfico de altos vuelos para bucear en las músicas originales del siglo XVII hasta conseguir una banda sonora que, al servicio del acontecimiento teatral, aumenta la receptividad del espectador mediante la interpretación sobria y elegante de unas melodías que brotan de materiales tan nobles como maderas, cuerdas y cuero.

La dirección de Ana Zamora tiene empaque de sobra para integrar todos los elementos narrativos del mundo medieval y la comedia cortesana y destilar una atractiva experiencia visual, sonora e interpretativa. Su primer paso fue realizar una adaptación necesitaba pelearse con un autor que «no se deja cortar», y que sin embargo necesitaba una buena sesión de lavar y marcar hasta suavizar el impacto de un lenguaje grandilocuente y plagado de vericuetos al que no está acostumbrado el espectador contemporáneo. Se trataba de concentrar toda la potencia de la obra en la acción principal, distribuir el espacio, dosificar la acción, y menear el canasto de la escenografía para que brillen bailes, luchas, y ese tejemaneje de un ir y venir para volar entre nubles, acariciar las olas del mar, y detener el alboroto que deja paso a la prosodia perfecta de las palabra y el ritmo hipnótico de la rima, unas veces en pausado soliloquio y otras en el vértigo de un diálogo picadito.

‘El castillo de Lindabridis’ es una gustosa aventura contemporánea protagonizada por el amor que se la juega en el combate, el arrojo enamorado de mujer travestida y la inteligencia estratégica y sentimental de una princesa que quiere tomar el poder.

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‘El castillo de Lindabridis’ es un espectáculo coproducido por Nao d´amores y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Versión y dirección: Ana Zamora. Intérpretes: Miguel Ángel Amor, Mikel Arostegui, Alfonso Barreno, Alba Fresno, Inés González, Paula Iwasaki, Alejandro Pau y Isabel Zamora. Asesor de verso: Vicente Fuentes / Fuentes de la Voz. Arreglos y dirección musical: Miguel Ángel López / María Alejandra Saturno. Vestuario: Deborah Macías (AAPEE). Escenografía: David Faraco / Cecilia Molano. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Coreografía: Javier García Ávila. Trabajo de objetos: David Faraco. Asesor de movimiento: Fabio Mangolini. Asesor de danza barroca: Jaime Puente. Asesor de armas: José Luis Massó (AAPEE). Ayte. de dirección: Álvaro Nogales. Ayte. de escenografía: Almudena Bautista. Ayte. de vestuario: Victoria Carro. Realización de escenografía: Purple Servicios Creativos. Realización de vestuario: Maribel Rodríguez y Ángeles Marín. Realización de utilería: Miguel Ángel Infante y Paco Cuero. Pintura escenográfica: Nuria Obispo. Prensa: Josi Cortés. Técnico maquinista: Juan Manuel Román. Dirección técnica: Fernando Herranz. Producción ejecutiva: Germán H. Solís

Teatro de la Estación. Marzo de 2024


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25 marzo 2024

Restos de un naufragio

 


Un mar de palabras

Manuel Vicent publicó el pasado 9 de marzo que solo le gusta escribir a partir de lo que le ha sucedido o presenciado, y sobre gente que ha conocido, pero sin duda lo más inquietante es lo que tenemos sumergido en la memoria. El protagonista de 'Restos de un naufragio' pasa por ese trance cuando la muerte de su padre le deja una carpeta repleta de artículos de Vicent, y la maquinaria de buscar entre los recuerdos que tenemos esparcidos, desaparecidos o rotos se pone en ON para ordenarlos y contar una historia que aúna la luz de la reflexión con el chispazo emocional que pone la piel de gallina.

Sobre el fondo negro del escenario se proyecta una imagen del protagonista para contextualizar las palabras del escritor y las de su padre, hasta iluminar las zonas de sombras por las que transitaron las relaciones entre padre e hijo. Entonces la acción pasa al proscenio para que el aliento y los latidos del actor se enfrenten el contenido de cada artículo. Este planteamiento aparentemente discursivo y con una escasa musculatura teatral consigue transformarse en un delicado ejercicio dramático por tres motivos fundamentales.

Los textos de Vicent tienen el aroma de un guiso casero que cuenta una peripecia en la Conchinchina mientras fluye la poética de lo cotidiano. La sencillez formal de la dramaturgia de Jesús Arbués anuda la ficción con una evocación literaria de la vida real del autor y así, el actor recorre un arco dramático desde la niñez que juega con un caballo de cartón hasta la certera puñalada de la muerte. La interpretación de Javier García tiene el peso de quien se zambulle en un océano de imágenes, cabalga frases como si fueran endecasílabos que suspiran en la punta de sus labios mientras su mirada, en el borde brillante de una lágrima, atraviesa el patio de butacas.

'Restos de un naufragio'

Calificación: 4 estrellas

Producción: Producciones Viridiana. Citas y artículos: Manuel Vicent. Dramaturgia, dirección y escenografía: Jesús Arbués. Intérprete: Javier García.

21 de marzo de 2024. Teatro del Mercado.

'Restos de un naufragio': Un mar de palabras (heraldo.es)


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18 marzo 2024

El fantasma de la Ópera

 


Arte y Técnica al servicio del espectáculo

Han pasado casi cuarenta años desde que se estrenó 'El fantasma de la ópera' y la historia en torno a la genialidad musical de un hombre marginado por su deformidad que se enamora de una excelente soprano a la que somete y aleja de quienes la quieren para conseguir su amor. El texto no ha variado pero la dirección de la nueva producción subraya el conflicto interior de un hombre que no acepta su imagen, al tiempo que la soprano se debate en dos planos. Ofrece resistencia para ser raptada, y su debate interior, lejos de plantearse cuestiones amorosas, se centra en si vale la pena pagar el precio que le piden para llegar a ser la mejor interprete lírica de la historia. De esta manera la peripecia, más allá del amor tóxico entre dos personas, pretende acercarse al mundo de los artistas que se someten a exigencias tortuosas para alcanzar el nivel de excelencia que se precisa hasta alcanzar el mayor de los triunfos. La reflexión estaría en comprender que la meta quizás sea tener una vida tan terrenal en la que el amor se c compatible con elevar la belleza del arte y alimentarse del aplauso del público. Un combinación que al parecer es más difícil de lograr que tan solo enunciarla.

La función se sitúa en la categoría de teatro lírico, si los musicales más modernos atienden a la secuencia de diálogo, canción y aplauso, en este caso la narración se somete sin concesiones a la partitura. Es una decisión fundamental porque muchos de los finales en alto de algunos de los temas en lugar de cerrarse en ovación, continúan el implacable el tempo musical y la acción, en lugar de detenerse, continúa con un un interludio instrumental, una nueva canción o freses dialogadas que ofrecen una impronta operística, y que tal vez hubieran estado mejor resultas con un diálogo que no estuviera cantado. Varios pasajes pasajes metateatrales componen interesantes pinceladas de ópera bufa, un espectacular homenaje al carnaval que rompe la cuarta pared, y momentos para jugar con la interpretación naturalista y la siempre jocosa sobreactuación.

"Siente la música" es el eslogan que se destaca en los carteles de la función que decoran la ciudad, y en ese empeño se centra el excelente trabajo técnico para ensamblar la parte instrumental de una orquesta compacta con las excepcionales intervenciones vocales de los actores. La mezcla forma un muro de sonido compacto y energético en el que se aprecia la consistencia del volumen aparentemente muy alto, y sin embargo no llega a molestar en ningún momento.

La escenografía es un mecano espectacular y funcional que sorprende por su capacidad mutante gracias a la combinación de una estructura móvil de grandes dimensiones que gira en el centro del escenario para cambiar constantemente el punto de vista del espectador que, acompañado por el despliegue de una escenografía más tradicional pero tan atractiva como eficaz, consigue una puesta en escena muy potente para introducir al público en el ambiente gótico de terror, aumentar la dinámica de las acciones con un resultado sobresaliente en el secuestro en góndola, y tener la sensación de recorrer todos los recovecos de la Ópera de París, desde las catacumbas a lo más alto desde donde cuelgan Las Tramoyas.

'El fantasma de la Ópera'

Autores Andrew Lloyd Webber (música), Charles Hart y Richard Stilgoe (libreto y letras) Dirección y escenografía Federico Bellone Dirección musical Julio Awad Coreografía Gillian Bruce Vestuario y caracterización Chiara Donato Iluminación, Valerio Tiberi, Sonido, Roc Mateu, Intérpretes, Gerónimo Rauch, Talía del Val, Guido Balzaretti, Marta Pineda, Francisco Ortiz, Enrique R. del Portal, Omar Calicchio, Silvia Luchetti, Laura Martín

Teatro Albéniz de Madrid. Febrero de 2024.


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Paris


París a media
s

El programa de mano de ‘Paris’ nos habla de una pareja. Uno y Dos tienen comportamientos tan humanos como los de Dos y Uno, ambos pasan por situaciones sencillas que se complican por los inesperados caminos de la vida, de los sueños o de la imaginación hasta convertirse en una minúscula epopeya con el tono de una comedia de humor patético.

 El aroma existencialista de la función me llevó hasta el Kierkegaard que afirma que cada sujeto define el momento de lo que quiere ser a partir de un horizonte de anhelos y expectativas que les impulsa a moverse y, aunque a veces parezcan quietos, estáticos o paralizados, el impulso de vivir siempre los deja en un camino que  siempre parece el mismo. Sin embargo una apelación tan directa a lo patético nos sitúa ante la mezcla de lo cómico y lo trágico para llegar a un humor reflexivo que nos devuelve a Kierkegaard y su concepción del humor como el mecanismo que revoca el sufrimiento por medio de la broma.

 ‘Paris’ se sostiene sobre un texto que es una invitación a reflexionar a partir de un humor con la función de contrapunto crítico. El método que usa es un laberinto de imágenes y palabras enfrentados a vueltas y revueltas, frases que sirven de espejo, contradicciones que terminan por ser coherentes aunque todo esté del revés hasta que el resultado, más allá de algunos picos que consiguen la sonrisa del chiste, es una peripecia que recorre temas profundos y complejos que revolotean alrededor de nuestra existencia: Muerte, suicidio, recuerdos, el viaje por venir, la catarsis del cambio mucho más cercana del sueño que de la realidad, la percepción que se tiene de uno mismo o la importancia (siempre relativa) de ser un comunista pata negra.

La exposición de los contenidos tiene se percibe con la virtud de unos deliciosos circunloquios que, entre recovecos inesperados, terminan desvelándose  como una  apelación persona mientras  la fuerza del discurso gira y gira para que las mismas palabras digan lo que digan, o lo que tengan que decir según la apreciación de quien las escucha, o del momento vital en el que se encuentra el espectador. Un ejercicio para deleitarse por las cosas que se están diciendo, y al mismo tiempo aburrirse por como se dicen.

La sencillez de la escenografía y los deliciosos compases musicales que separan las escenas son el preámbulo estético que te predispone a una adhesión emocional al espectáculo. Esta primera impresión funcionó durante el inicio de la función, cuando los recursos retóricos en el uso del lenguaje todavía tenían la pátina de la novedad. Pero mientras avanzaba la peripecia aumentaba la distancia entre la fluidez que merecían las palabras y su retórica, entre el lenguaje y la situación. Las  confusiones y malentendidos perdían vuelo por unas interpretaciones con un peso escénico menguante hasta alcanzar los terrenos de la monotonía y la desconexión con los personajes. Campos se situó en un registro plano excepto en algunos cambios de ánimo en los que estuvo forzado y sin credibilidad. Ortega fue todo lo contrario, y a base de subrayar todas y cada una de las palabras solo consiguió un soniquete que diluía la fuerza expresiva de las frases.

El reto que nos presenta la función es mayúsculo: Alcanzar el juego de contrarios al que nos invita el programa de mano, o vaya usted a saber, que a lo mejor Uno y Dos son en realidad Uno o quizás Dos. Lograr un grado de complicidad que conecte los personajes y el patio de butacas. Dar la voltereta entre la dualidad y el individuo con la ligereza y el compromiso de unas actuaciones mucho más densas y precisas. Todas estas cumbres me llevan a las palabras de Javier Vallejo cuando, en una circunstancia similar a la que se produce en este espectáculo, se pregunta por el resultado que se produciría si la concreción de un buen texto se mediante un director de escena y dos actores que no estuvieran implicados al mismo tiempo en las tareas de escritura, dramaturgia, dirección y actuación. Hacer todo a la vez implica la dificultad de estar en diferentes lugares al mismo tiempo, mantener todas las perspectivas, y perder la oportunidad de trabajar codo con codo con un equipo de iguales. 

 ‘Paris’

Producción: Teatro del Espejo y Le Plató de Teatro. Autor: Rafael Campos. Dramaturgia, dirección, interpretación y espacio escénico: Paco Ortega y Rafael Campos. Banda sonora: Paco Aguarod.

Martes 5 de marzo de 2024. Teatro del Mercado


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17 marzo 2024

Un delicado equilibrio

 




La oscuridad de la tristeza

Edward Albee escribió está función en la frontera temporal entre la incipiente contracultura norteamericana de paz y amor y los primeros veinte años de la Guerra Fría. Personajes de 1966 que representan la vida de una próspera familia de clase alta en lo económico, atemorizada por la posibilidad de un ataque nuclear soviético y al albur de un miedo que influye en las relaciones sociales y familiares

Este contexto histórico se sintetiza con una puesta en escena de claroscuro. Un salón de tonos verdes metálicos transmite la idea de búnker cerrado, donde la única salida a la vista tiene nombre de Dry Martini por la mañana, coñac por la tarde y whisky por la noche. Un espacio áspero donde las tensiones explotan con la violencia de unas palabras bumerang que lanzan reproches y ocultan cariño. Una pareja de amigos portadores del tono negro irrumpen desde el exterior para aumentar la discordia del ámbito familiar, y constituirse en el patrón que mide la altura moral de los sentimientos y la hipocresía de los discursos.

El notable trabajo actoral muestra con precisión y nitidez unos personajes complejos y contradictorios. A bordo de una montaña rusa de intensos y acerados diálogos cobran vida gracias al dominio de un fraseo elegante con momentos para la esgrima de la ironía, el brillo de argumentos demoledores y sentencias que preceden al silencio. La gradación de la gestualidad esquiva la tentadora línea de la exageración para moverse con eficacia entre la calma que escucha, el remedo festivo, la pataleta infantil y el control frio de las emociones. La dramaturgia mantiene perfectamente la tensión de la peripecia hasta que el ritmo decae en un dilatado desenlace iluminado por una cierta esperanza. La luz de un nuevo amanecer para quienes viven en la oscuridad de la tristeza.

‘Un delicado equilibrio’

Calificación: 3 estrellas

Producción: Producciones Teatrales Contemporáneas. Autor: Edward Albee. Traducción: Alicia Borrachero y Ben Temple. Dirección: Nelson Valente. Reparto: Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Cristina de Inza, Joan Bentallé y Anna Moliner. Escenografía y vestuario: Lúa Quiroga. Iluminación: Ión Anibal.

Viernes 15 de marzo de 2024. Teatro Principal.

'Un delicado equilibrio': La oscuridad de la tristeza (heraldo.es)




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14 marzo 2024

Menina. Soy una puta obra de Velázquez

 


Menina. Soy una puta obra de Velázquez

María Bárbara Asquin entró al servicio de Felipe IV en 1651 en calidad de «Enana de la Reina», y como una de las damas de compañía de la Infanta Margarita. Conocida como Maribárbola cobraba una paga, tenía un sirviente y durante el verano gozaba del lujo de disponer de cuatro libras de nieve al día. Su presencia en palacio estaba directamente relacionada con su condición de acondroplástica. La Casa de los Habsburgo seguía la moda de otras cortes reales y disponía de personas con taras físicas o mentales. La historiografía se decanta por explicar esta costumbre desde el punto de vista culturalista. Fernando Bouza pone el acento en la carga simbólica que tiene unir en el mismo espacio figuras consideradas deformes de ridículas desproporciones junto a personas reales, principescas o aristocráticas para resaltar su perfección y galantería.

Velázquez pintó 'Las Meninas' en 1656 y de la multitud de significados que tiene la obra nosotros nos vamos a detener en uno de ellos. Maribárbola y el enano Nicolasito Pertusato están situados en el mismo plano de importancia visual que la infanta y sus damas de compañía.

La primera lectura de 'Menina. Soy una obra de Velázquez' es una declaración de intenciones para denunciar el incremento de casos de bullying en el ámbito de la escuela. Sin embargo, la función también apela directamente al espectador para que reflexione cuál es su posición personal y moral frente a dos posiciones muy diferentes que, situadas en el siglo XVII, reconocemos inmediatamente en la actualidad. La vanidad de la corte española y su contra punto horrendo, o por el contrario la mirada de un pintor genial que decide situar en un plano de igualdad la belleza del canon real y la diversidad física.

La idea inicial que puso en marcha el proceso creativo partió de una experiencia personal del productor Juanma Holguera. J. P. Cañamero, Pedro Luís López Bellot y Sergio Ardillo escribieron un texto caracterizado por los diferentes tonos. El monólogo interior, la frialdad rabiosa de los datos, un desenfadado humor costumbrista, y una intención poética para recorrer algunos cuadros claves que nos ayudan a comprender cómo el canon de belleza se modifica con el tiempo.

La dirección acierta al colorear estas diferentes formas de narración modificando los estados en los que se emite la voz de la actriz. Profunda suavidad de sentimientos pregrabados. Rabia en movimiento que salen de las tripas y una frialdad descriptiva que corta las carnes detrás del micrófono. Variaciones de volumen, densidad y ritmo de una voz natural que brota del corazón. Todos estos cambios formales se sintetizan en las tres primeras piezas, un puzle temporal para anunciar todo lo que nos queda por ver: el miedo de la víctima, la dimensión en cifras del problema y el cachondeo malaje o bien intencionado que utiliza una palabra como el martillo pilón del insulto: Gorda.

Gorda como señalamiento en el ámbito de la escuela justificado con el tradicional son cosas de niños. Mirar hacia otro lado cuando gorda aparece entre los estudiantes que ya tienen móvil para viralizar la broma en unas redes sociales siempre dispuestas a la risotada, hasta ampliar el campo Semántico a ballena, foca, zampabollos y ojalá te mueras cerdita. Así funcionan los depredadores. La misma especie que ataca a negros, mujeres y . Depredadores en acción protegidos por el velo silente de quienes no queremos ni ver ni oír.

La escenografía se viste de blanco y negro. En esta historia No hay grises ni paños calientes. El escenario vacío y dos formas de medir el tiempo. Un lienzo blanco e impoluto gira para medir el devenir colectivo que necesitamos hasta comprender y empatizar con la víctima, mientras la imagen del cuadro de Velázquez que no podemos ver, se agiganta con toda su carga artística y simbólica. La metamorfosis del vestuario marca el tiempo vital de la protagonista. El tiempo necesario para desprenderse del luto de la humillación y que la vida brille en cada pliegue de la piel.

La dramaturgia de Pedro Luís López Bellot tiene las características de anteriores producciones. La brocha gorda de la parodia con la que quitaba el polvo al mito de los 'Conquistadores' se ha cambiado por el pincel fino para dibujar emociones que se esconden detrás de cada vejación. Si el espacio diáfano de 'Maquiavelo' le permitía dividir el escenario en tres esquinitas por las que el protagonista se movía con destreza utilizando pequeños detalles que modificaban el peso de la dicción y la gestualidad. El espacio todavía más vacío de 'Menina' aumenta el valor del trabajo actoral de Nuqi Fernández que, con una interpretación cimentada en la verdad y la honestidad, es capaz de fusionar el Doble concepto teatral sobre el que se construye la función: una deliciosa sencillez visual y un discurso complejo. El resultado sobre el escenario consigue un sobresaliente equilibrio entre emoción, denuncia y esperanza.

Menina. Soy una obra de Velázquez' es un buen ejemplo de como el trabajo en equipo que aúna escritura, dirección y representación garantiza el éxito de un patio de butacas puesto en pie con una larga y sentida ovación.

Menina. Soy una obra de Velázquez'.

Producción: Proyecto Cultura y Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Idea original y producción: Juanma Holguera. Autores: J.P. Cañamero, Pedro Luis López Bellot y Sergio Adillo. Dirección, dramaturgia y escenografía: Pedro Luis López Bellot. Intérprete: Nuqui Fernández. Voz en Off: Cecilia Lag y Nuqui Fernández. Iluminación: Pedro L. López Bellot y Jorge Rubio. Espacio sonoro y música: Álvaro Rodríguez Barroso. Vestuario: Rafael Garrigós.

Miércoles 28 de febrero de 2024. Teatro de las Esquinas.

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12 marzo 2024

Conquistadores


 

Conquistadores de risa y leyenda

La conquista de las tierras a las que arribó Colón siempre ha sido un tema polémico. La última escaramuza saltó cuando el ministro de cultura propuso revisar las colecciones de los museos estatales con la intención de superar la mentalidad colonial con la que se expone o explican algunas piezas. El periodista Idafe Marín Pérez recogió en un artículo algunas de las reacciones a esta medida en el que entrecomilló frases como "España no fue una potencia expoliadora"

La historiografía nos recuerda que fundamentos, métodos y resultados de la empresa conquistadora fueron discutidos desde su inicio. Miguel Molina Martínez, profesor de la universidad de Granada, acude como ejemplo a la obra del cronista y conquistador Pedro Cieza de León y su capacidad para reflejar la exaltación de la misión en la que se había embarcado, y señalar la evidencia dramática de aquella gesta. En sus escritos reconoce que gracias a los Englishes multitud de indios abrazaron a la Santa Madre Iglesia, pero también que gobernadores y capitanes hacían muchas vejaciones y males a los indios que, tras defenderse matando a muchos cristianos, padecían crueles tormentos y Recias muertes como la quema de sus cuerpos.

Molina Martínez, más allá del uso interesado y propagandístico que se haga de los hechos históricos, considera incontrovertible que dentro del marco histórico europeo de la época, "la conquista española supuso la destrucción de las civilizaciones indígenas, desarticulando totalmente su organización político-administrativa, sus estructuras socioeconómicas, sus tradiciones religiosas y culturales" Y sin embargo la controversia parece eternizarse entre dos visiones enfrentadas. Mientras desde la academia se aferran a la metodología historiográfica, siempre hay quienes abrazan la confusión entre leyenda y realidad, una práctica que precisamente era algo habitual en la época moderna de los conquistadores como herencia de una época medieval que empezaba a ser superada. Esa forma de enfrentarse a los acontecimientos históricos debería estar superada con una sola excepción y, como ocurre en 'Conquistadores', que la ficción alimente la caldera del teatro.

La parte inicial del texto de Cañamero humaniza a los conquistadores alejándolos del arquetipo del héroe. Los protagonistas tienen aspiraciones esencialmente pragmáticas relacionadas con los sueños de riqueza y poder; pero también muestran la huella indeleble del hombre medieval cuyo imaginario está influenciado por los libros de caballerías, aventuras y desventuras que conectan directamente con la forma en las crónicas en las que se narran la conquista del Nuevo Continente. Relatos en los que se mezclan acontecimientos y lugares reales con diálogos desternillantes y tierras fantásticas tan difíciles de cartografiar como la Fuente de la Eterna Juventud, El Dorado y el Jardín del Edén. La fauna de los nuevos territorios se relaciona con los bestiarios medievales y así las rapaces se confunden con grifos, y los fósiles de dinosaurios con gigantes y monstruos.

La dramaturgia de la función se sube al carro de este marco histórico y legendario para construir una ficción alimentada por un teatro absurdo que le quita el polvo a los mitos y los sustituye por unos excelentes brochazos de parodia y tentetieso.

La puesta en escena apuesta por el espacio vacío donde una bañera y cuatro varas sirven para recrear montes, barcos, la cruz de Cristo y armas de fuego. Se trata de un juego creativo que incita a la imaginación del espectador y, al mismo tiempo, se sacude los escasos asideros históricos para que brille el arte dramático al servicio de la risa y que fluya la imaginación. Los tres actores se adueñan del espacio para desparramar la farsa de la gestualidad y diálogos chanantes. El resultado es un delicioso batiburrillo donde los saltos temporales de la peripecia, la dicción a toda pastilla y un texto asaltado por improvisaciones de temáticas locales consiguen un disparate de risas centrifugadas en el escenario y tendidas en el patio de butacas.

'Conquistadores'

Producción: Proyecto Cultura. Idea original: Juanma Holguera. Texto: J.P. Cañamero. Dirección y dramaturgia: Pedro Luis López Bellot. Elenco: Chema Pizarro, Francis J. Quirós y Nuqui Fernández. Diseño de iluminación: Pedro Luis López Bellot y Jorge Rubio. Diseño de espacio escénico: Pedro Luis López Bellot. Diseño de espacio sonoro: Álvaro Rodríguez Barroso. Diseño de vestuario: Juanjo Gragera. Fotografía: Jorge Armestar. Cartelería: Marta Barroso. Producción técnica: Marta Moreno Santo-Rosa. Producción ejecutiva: PROYECTO CULTURA y Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Extremadura.

Sábado 3 de febrero de 2024. Corral de García en Santa Eulalia de Gállego

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09 marzo 2024

La Regenta

 





Una Regenta endeble y superficial

'La Regenta' de Alas Clarín es un retrato minucioso de la sociedad del siglo XIX sometida al óxido de la iglesia y la aristocracia, a la que responsabiliza del drama de unos personajes poliédricos que luchan contra sus instintos para vencer las imposiciones orquestadas por el chafardeo de Casino, Palacio y Catedral.

Aunque Eduardo Galán constata en el programa de mano la dificultad de abarcar la complejidad de la novela, y afirma que su adaptación tan solo es un intento por mostrar la doble moral de algunos de sus personajes, lo cierto es que durante demasiados momentos de la función se agarra al recurso facilón del narrador con lentes oscuras. Exposiciones discursivas a ritmo de machamartillo para informar al patio de butacas sobre acontecimientos pasados y particularidades que esbozan el carácter de los protagonistas en detrimento del quehacer dramático.

Mientras la dirección se limita a gestionar el tráfico de la peripecia con una faena de aliño, los actores tiran de oficio enfrentándose a unos personajes huérfanos de la solidez necesaria para que sus acciones tengan el peso de la emoción, especialmente en el trío de amor y adulterio. El apetito conquistador de un don Juan petulante ni se escucha ni se ve. El sacerdote atormentado en la intimidad y brillante orador de alzacuello, se reduce a un tipo de buena planta perdido entre la faltriquera de su madre y la tentación mundana. Ana Ozores atormentada por el suplicio de sobrevivir con un pecado infantil, una vida azarosa y el asedio de la envidia que no se soluciona ni en las sábanas voluptuosas ni en la mística de la contemplación. Una mujer compleja entre tristezas, alegrías, una pizca de rebeldía y un mucho de resignación se ventila con un estereotipo superficial de folletín tan endeble como esta obra de teatro.

'La Regenta'

Calificación: 2 estrellas

Producción: Secuencia 3. Autor: Leopoldo Alas Clarín. Adaptador: Eduardo Galán. Dirección: Helena Pimienta. Reparto: Ana Ruiz, Joaquín Notazrio, Alex Gadea, Jacobo Dicenta, Pepa Pedroche, Francesc Galcerán, Alejandro Arestegui y Lucía Serrano.

Jueves 7 de marzo de 2024. Teatro Principal.

Una Regenta endeble y superficial (heraldo.es)



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