La curvatura de la córnea

31 diciembre 2008

Feliz Año Nuevo

Fotografía: Migue
Estilismo: Migue y Javi

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28 diciembre 2008

Tardes de Blog con Agustín Martín


Agustín Martín fue el invitado en la segunda edición de Tarde de Blog. Para que el director del Que Pues se sintiera muy a gusto en El Pequeño Teatro de los Libros, nada mejor que una barra, dos taburetes y un par de cervezas para conseguir el sabor único de un bar de barrio.
La conversación tuvo el desenfreno que Agustín inyecta a todo lo que hace, un arrebatador torbellino de anécdotas, chascarrillos, sucedidos y realidades que circulan a toda velocidad por su cerebro y que buscan de inmediato la salida al exterior, un vértigo de ideas, imaginación y creatividad sobre el que navegué con la mayor dignidad posible, en esa tarea intenté orientar la charla para que el viaje nos llevara desde el pasado hasta el presente, para arribar en el buen sabor de boca de un futuro inmediato cargado de un montón de proyectos nuevos que bullen en la cabeza de Agustín Martín.
La charla comenzó en Tabuenca y su afamado concurso internacional de degustación de albóndigas, la valoración del zaragozano barrio de Las Fuentes como uno de los mejores el mundo, la defensa de las Casas de Juventud — puestas en tela de juicio por las actuales autoridades municipales — como un lugar dónde el ocio esta emparentado con la cultura, el entretenimiento y el aprendizaje.
Agustín inició su bitácora como cajón de sastre dónde guardar los guiones que se elaboraban para el programa de televisión “Vaya Comunidad”, y las palabras de personajes tan sobresalientes como el periodista Pedro J. de Picadillo o una imitación del señor Atares, quien fuera alcalde de Zaragoza y que nació de un encargo de Felix Zapatero — responsable de la productora Lobomedia — Un personaje que le catapultó a la fama regional y al que confesó un cariño muy especial. Agustín fue generoso con los que fueron sus compañeros en avatares catódicos, reconoció el buen hacer y mucho más de Luís Larrodera, lo mucho que aprendió de Javier Coronas, y citó a todo el elenco de magníficos actores con los que compartió el desenfreno de un programa de televisión en directo — Marisol Aznar, Jorge Asín, Yolanda Blanco, Francisco Fraguas, Ana García, Laura Gómez y un sin fin de compañeros en las tareas técnicas.
Agustín defendió la validez del humor somarda como característica de los aragoneses, un punto de vista pegado a la tierra, un visión aguda de la vida y si, todo bajo los influjos ancestrales de la boina. En esas tesituras teóricas fuimos incapaces de encontrar los motivos del triunfo entre el público de la particular visión de humoristas albaceteños en programas de la Paramount Comedy o Muchacada Nuit, utilizando una visión de la realidad muy cercana a las características propias del humor somarda que tan bien se hace en Aragón. En ese punto de la conversación rememoramos a esos jubilados que ven pasar los días tras la valla de una obra — en este caso de la ExpoZaragoza — y leímos, con folio en mano, uno de los primeros guiones para esta escena que Agustín escribió para televisión.
Un momento crucial para la bitácora fue la desaparición del programa “Vaya comunidad”, tras aquella despedida de la parrilla, Agustín decidió seguir con el blog, esta vez como soporte de contenidos nuevos y exclusivos para Internet. Esta determinación se vio reforzada porque su mujer tuvo el acierto de regalarle una cámara de video, esos fueron los ingredientes para el nacimiento del Que Pues TV con secciones como el Dutifree Co, Regional Geografic con el descubrimiento de “la piedra mondongal” como paradigma de los secretos de la matacía y Camera Carajillo entre otros. El proceso siempre es el mismo: El cerebro de Agustín pergeña la idea, alguno de sus amigos pulsa el botón rojo de la cámara doméstica, otros amigos se ponen a su lado delante del objetivo y él los edita de forma casera. Ese trabajo tiene dos puntos álgidos de audiencia y repercusión mediática. El primero coincidió con la noticia de que Gran Escala – un emporio de entretenimiento y azar que proyecta instalar casinos, hoteles y parques de atracciones en una zona del desierto monegrino de Zaragoza — es atracado por tres tipos (Paco Mompel, Dr. José Antonio y el propio Agustín). El segundo momento fue la creación del tío Anselmo, el parto tuvo lugar un mes antes de que las autoridades internaciones concedieran a Zaragoza la organización de ExpoFloralia, de esta forma el primer voluntario para el futuro evento expositivo ocupó la noticia de cabecera en la edición digital del Heraldo de Aragón, un jubilado que se postulaba como asesor del Pabellón Borraja o para cualquier otro menester que tuviera a bien encargarle el Señor Alcalde.
En la actualidad Agustín tiene una colaboración semanal con David Marqueta y Lorena Ruano en el tramo local del magazine “Hoy por hoy” de Radio Zaragoza, una sección donde se resume la actividad del programa. Unas grabaciones locales que adquieren dimensiones globales cuando Agustín las cuelga en su blog.
La charla terminó con un villancico, y pese a que tanto Agustín como yo estábamos bajo el influjo de un resfriado con mocos, fiebres y toses, nos cantamos un ande ande la marimorena con la melodía tradicional y unas letras somardas.

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26 diciembre 2008

Clara Járboles

El día que conocí a Clara Járboles se subió al escenario y me deslumbró con la introducción afrancesada — como si ella hubiera nacido en alguna bocacalle de Motmatre — a un cabaret caribeño.
Después de algunos saludos entre los libros de cuando los libros salen a la calle me la encontré en un curso de iniciación al clown. Allí desparramó energía como quien va regalando vida, porque eso es lo que hace Clara Járboles cuando sube a un escenario, regalarnos una vida adornada por la creatividad, la fantasía y un millón de historias.
Esta tarde la fui a ver en su faceta de cuenta cuentos infantiles. Se levantó de la siesta con unas malas pulgas que poco a poco confluyeron en historias dónde los protagonistas eran los animales: Una vaca que quiere ir a la escuela, una gallina que se las ve a payadas en verso con un lobo, la cabra montesina, una mosca y un piojo que se van a casar, un bichillo miope y unos cerdos engañados por la especulación lobezna e inmobiliaria de una desalmando pero, como los finales de los cuentos están mejor gestionados que los asuntos públicos, en el cuento de los cerditos desahuciados, los listillos del ladrillo se van con el rabo entre las piernas y vencen la viviendas sociales, los colegios para todos y los hospitales públicos de la mejor calidad..
Clara confeccionó un personaje desparramado en sus huesos al que le gusta bailar, contar y cantar. Cada vez que sus extremidades se suben, se bajan, se cruzan y se encrespan es como bailar; contar y no deja de contar que sólo se calla para escuchar a los niños, y aún a veces los deja con la mano levantada que tanta intervención infantil puede despistar; con la guitarra todo se calma y lo mismo puede cantar una tema María Elena Walsh, que otro sobre un gato que bebió tanto como para comerse al padrino de una boda de los más peculiar, y hasta mugir con la melodiosa canción de una vacaClara es una cuenta cuentos sobrada de recursos, utiliza un lenguaje atrevido, moderno y sin embargo muy clásico de cuando los cuentos los contaban los abuelos, puede alborotarse en alguna disquisición cascarrabias, o dejarse acunar por una dulce sonrisa, de sus pupilas brotaron palabras, deseos y alegrías, serpenteó como una culebrilla y se detuvo en cada detalle que necesitaba el matiz de lo ínfimo. Clara cuenta cuentos que dejan poso, y un mensaje solidario y cultural para un mundo televisado, tecleado y falto de espacios puros para la fantasía, sin embargo Clara lo consigue, es capaz de generar un mundo nuevo alrededor de su especial manera de decir las cosas, un lugar al que llegas prendido de su inagotable gestualidad y dónde te quedas a vivir para quererla al arrulló de su canto, de su baile y de su decir.



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25 diciembre 2008

¿Cómo es posible?

¿Cómo es posible que Papa Noel - un tipo al que le tengo una manía ancestral, - me traiga desde vaya usted a sabe dónde, un gorro tan guapo como el que luzco en esta foto junto a mi sobrino Nacho?

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23 diciembre 2008

Felices Fiestas


Con las voces de Javier López, Ainhoa Feria, Claudia Feria y Paula Herrero

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22 diciembre 2008

Poética SOStenible


El título de Poética Sostenible nació a camino de un par de SMS´s entre el ExpoBus número 3 que me llevaba al pie de la Torre del Agua, y allí dónde se encontrara el poeta Alejandro Pastor, motor diesel y alma del proyecto. De su puesta de largo ya hablamos en esta bitácora, ocurrió en el localidad de Ateca, al maravilloso cobijo de La Noche Sin Techo 08.
El sabor de boca que me dejó la experiencia en Ateca fue excelente pero sabía que nos quedaba mucho por mejorar, por pulir, por adecentar. Por eso quise repetir. Ciro y Carolina tuvieron la deferencia de permitirnos subir a esa mesa redonda que han regalado al Barrio de Las Fuentes en El Pequeño Teatro de los Libros.
Alejandro Pastor regresó a la cocina, allí amplió el espectáculo añadiendo una primera parte donde lo enciclopédico, la explicación teórica de lo que entendemos por Poética Sostenible, estaba acompañado por oasis poéticos. Para esta primera parte decidimos ampliar el número de voces y contamos con la ayuda Elena Val, Francis Bayo y Paula M. Gallardo, gracias miles porque las tres aceptaron a la primera nuestra proposición.
En ese intervalo de tiempo dos personas más se sumaron al proyecto. Fernando Gómez de Zombra se dedicó a fabricarnos – a partir de una foto del movimiento de intervención urbana
59€ — el maravilloso cartel que encabeza esta entrada,— tan maravilloso que con sólo escribir las tres primeras letras en mayúscula resumió perfectamente las intenciones primigenias de este proyecto que desde entonces fue: Poética S.O.S.tenible. También contamos, gracias a las gestiones de Alejandro Pastor, con la colaboración de DJ Tical (Colectivo Manzanas Traigo) que vistió de largo el evento con ritmos que consiguieron, ellos solos, hacerme respirar en las pausas, mover los músculos bailarines de mi conciencia, activar las vibraciones del ritmo y navegar entre las palabras con la agradable sensación del oleaje de sus bits de alto standing. Un privilegio señores. Parecía un sueño viento en popa y con todas las velas desplegadas.
Los días previos algunas bitácoras de la ciudad anunciaron el evento, a todos ellos gracias y más gracias. También hubo otras que los ignoraron, incluso algunas que editan boletines semanales de acontecimientos culturales y festivos, no se dieron por enteradas, la verdad, a esos no los comprendo. Era una llamada desde unos tipos amateur que sólo pretendían devolver un poco de lo que la poesía nos ha entregado, el intento sin dobleces de presentar el guiso de otra manera, nada más y nada menos. Y ese fue el principal problema: la forma de presentar el guiso.
Además de todos los aditamentos formales que un poema SOStenible debe tener — materiales puros, la imagen como protagonista del poema, un acto de placer que termine aclarando la vida, — además de toda esa estructura formal, es imprescindible que el envase sea diferente: “No recitamos, leemos”, dice una de las máximas sostenibles.
Ese fue le error de la primera parte de Poética SOStenible en El Pequeño Teatro de los Libros: Nos dedicamos a recitar, es cierto que lo hacíamos bien pero esa no era la idea, no presentamos el guiso como se pretendía, no mostramos en lo poético lo que predicamos en lo teórico. Algo hicimos mal porque durante varias fases de esa primera parte, los dos únicos poetas presentes en la librería se dedicaron a husmear entre los anaqueles que nos flanqueaban, en lugar de atisbar la propuesta que se lanzaba desde el escenario. Me temo que el problema fue doble: No trabajamos lo suficiente y cuando lo hicimos el rumbo no quedó del todo claro.
En la segunda parte del recital ocurrió lo contrario, bien es cierto que era la segunda vez que lo poníamos en escena y eso se notó, pero también se notó, y mucho, las sesiones de ensayo, lecturas en las que hablamos de los tonos, de los ritmos, de las pausas, de las gradaciones en la intencionalidad del texto, y de todas y cada una de las veces que le dije a Patricia que ella era, en esa parte de la lectura, la protagonista absoluta de la trama, que yo sólo era un apoyo efímero que debía usar para lanzarse a conquistar al público, y Patricia lo hizo de maravilla. Ella dio una lección magistral de cómo es una lectura SOStenible de textos poéticos.
Y terminó el evento y todo fueron parabienes y felicitaciones que agradezco, pero a mi me quedó la pullita clavada, en todavía no se dónde, de que nos habíamos quedado muy lejos del objetivo.
Pero aún faltaba lo mejor. Gustavo de Don Nadie y Fernando de Zombra nos ayudaron a recoger todo el material, ellos, dos tipos a los que idolatro sin sonrojo, porque cuando se suben al escenario junto a Álvaro, Carlos y Dani, demuestran que la creatividad del buen hacer y lo arriesgado de las propuestas, además de ciertas dosis de ingenio, también es cuestión de corazón, empuje y ensayos, muchos ensayos.
Ahora que termina el año no tengo dudas: Poética SOStenible, aunque le falte una manita de pintura, ha sido lo mejor que me ha pasado en 2008.

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20 diciembre 2008

El día que llegó el Señor Invierno

Fotografía de Manuela Monteiro


Para Marta


Había una vez dos niños que estaban jugando en el Parque Torre Ramona del Barrio de Las Fuentes de Zaragoza cuando el Señor Invierno hizo acto de presencia. Llegó a caballo del Señor Cierzo. El viento del norte arrastró las hojas que el Señor Otoño había dejado en el suelo. Los niños dejaron por un momento sus juegos, fueron corriendo a sus casas y regresaron al parque ataviados con unas cazadoras de borreguillo.
El Señor Cierzo sopló más y más hasta que las Señoritas Cumulus cubrieron los cielos con sus panzas llenas agua. La lluvia comenzó finísima con esa manera de llover que mi abuela llamaba calabobos. Y los como los niños de este cuento eran más bien listos, dejaron por un momento sus juegos, fueron corriendo hasta sus casas y regresaron al parque protegidos por paraguas y chubasqueros.
El Señor Invierno no estaba contento a pesar de la presencia del viento y la lluvia, así que mandó un mensaje SMS a sus amigas las Señoras Nimbostratus que acudieron presurosas con su cargamento de nieve. Los niños dejaron por un momento sus juegos, fueron corriendo a sus casas y regresaron al parque al abrigo de gorros con borlita en lo más alto, bufandas arco iris y guantes con cinco dedos por mano
La nieve cubrió los setos, los caminos del parque y los tejados de la casita del guardia. Los niños organizaron una guerra de bolas, patinaje artístico en el lago helado y un esbariza culo en la rampa junto el Kiosco de la música. Uno de ellos propuso construir un muñeco de nieve.
— De acuerdo — dijo el otro niño, — pero será una muñeca de nieve.
Así que los dos niños se afanaron en la obra de hacer una gran bola para el cuerpo y otra más pequeña para la cabeza, como ojos le pusieron dos botones, la sonrisa de un plátano y una zanahoria por nariz. Después, los niños corrieron hasta sus casas de dónde cogieron un par de botas, un pantalón de pana y un jersey.
— Gracias niños. Mi nombre es Snegurka.
Snegurka resultó ser una muñeca de nieve a la que le gustaba mucho jugar, así que un día tras otro pasaba las tardes en el Parque Torre Ramona jugando con sus nuevos amigos al escondite inglés, al tula un palmo los bancos son chufa, a la gallina ciega que vivía junto al Manzanares y muchas otras diversiones que Snegurka se inventaba cada día.
La jovial energía de Snegurka se fundió el último día de invierno. La muñeca de nieve convertida en charquito de agua sirvió de alimento al más viejo de los plataneros del parque. Los niños se quedaron tristes y desolados cuando, vestidos con trajecitos de entre tiempo, no encontraron a Snegurka. La pena les duró hasta que el guardía del parque les aseguró que sólo tenían que esperar.
— Cuando llegue el próximo invierno — les dijo, — Snegurka volverá.
Colorín colorado este cuento se ha acabado.
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Versión libre y ampliada de un cuento popular ruso.

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18 diciembre 2008

La Tortuga de Darwin

Mi padre tuvo dos derrames cerebrales. Después del segundo sus funciones motrices quedaron muy mermadas. La fase de recuperación fue lenta y necesitó de la constancia de todos. Durante aquellas sesiones siempre intentaba hacerle hablar para que la conversación lo distrajera del esfuerzo físico. Una tarde soleadita de otoño en el Parque Torre Ramona le pregunté como se sentía después haber vivido un salto temporal de varios siglos. Él pensó que le vacilaba y sólo sonrió.
Mi padre nació en el año 1919 en la localidad turolense de Torrelacárcel, un pueblo a la ribera del Jiloca rodeado por extensa planicie dónde mi padre roturó las tierras tirando de las bestias con la misma tecnología que usaban los romanos. Se marchó a una guerra en la que descubrió, entre otras muchas cosas, la taza del váter que permitiría al españolito abandonar los corrales como lugar para depositar los desperdicios propios del sistema digestivo; y aún tuvo que pasar otra guerra para ganarse el frío crónico que se le quedó adherido en los dedos de los píes. Un profesional del camión que aprendió a conducir en un asiento de madera y se jubiló con la dirección asistida. Que vivió en una cuadra con su mujer y dos criaturas en el pueblo minero de Utrillas, y terminó pagando un pisito a plazos en un barrio obrero de Zaragoza. Un hombre que durante su vida pasó de trabajar con los aperos de labranza propios de la Edad Media a la contemplar la comunicación global del siglo XXI.
Me gusta pensar que Mayorga hizo una reflexión parecida a la mía cuando leyó una noticia dónde se contaba que una de las tortugas que Darwin había traído a Europa — tras su viaje alrededor del mundo a bordo del Beagle, — había sido trasladada al Reino Unido como objeto de estudio tras cumplir 175 años. Ese suelto en un diario llevó a Mayorga a escribir un fabuloso texto titulado “La Tortuga de Darwin” una dramatización en la que cedió todo el protagonismo a una tortuga, un animal altamente evolucionado para los de su especie que ha vivido en primera persona siglo y medio de la historia europea y además esta dispuesto a contarlo. Ciento cincuenta años que comienzan en 1883 con el caso Dreyfus y todo el trasfondo antisemita del affaire, para culminar en 1989 con la caída del Muro de Berlín.
“La Tortuga de Darwin” es Carmen Machi. La actriz da una lección de cómo se tiene que estar sobre un escenario. Su transfiguración en el personaje es perfecta, domina la escena de principio a fin de su actuación, un ejercicio sobresaliente, tanto en las facetas dinámicas del personaje como en los momentos estáticos en los que mantiene una imponente presencia, la gesticulación esta trabajada hasta en los más mínimos detalles para que el espectador sienta la presencia real de una tortuga la articulación corporal es el camino que nos lleva hasta el alma de un personaje del que nos enamoramos desde que pisa el escenario. Carmen Machi en esta función abandona el estado humano y se transforma en un quelonio, un lugar idóneo para mirar la hombre y juzgarlo, para recorrer con libertad creadora los matices de figuras históricas como Stalin, Lenin y Hitler, o momentos que no deberíamos olvidar como el bombardeo de la población civil de Gernika o el Holocausto Nazi, es todas esas situaciones el texto consigue hacer reír al patio de butacas, hasta que sus crímenes se asientan en la garganta de Carmen Machi y todo se vuelve sombrío, y de nuevo una lección magistral del trabajo actoral en el uso de la voz, de la palabra aliñada con giros, con modulaciones diferentes para situación diferentes, hasta llevarnos a los terrenos de la emoción, la diversión y la reflexión, cada cosa en su justa medida y el momento preciso.
Pero para que todo no fuera perfecto, me tocó en el asiento de atrás el adolescente de turno que hace comentarios tan susurrantes como estúpidos mientras Carmen Machi daba una lección sobre las tablas del Teatro Principal de Zaragoza. Le machaqué con la mirada varias veces pero el efecto intimidante duraba escasos minutos. A la salida, en la calle, le dije un par de cositas bien dichas y con muchas educación y él, él me miraba alucinado, como no dando crédito. Una pena.
“La Tortuga de Darwin” es una obra imprescindible por al menos tres motivos: El primero es un repaso histórico que siempre viene bien en estos tiempos del ahora, el mañana y la velocidad. El segundo es una nueva verificación sobre la baja ralea y la alta villanía del ser humano, pero no sólo de los poderosos, también de nosotros, los ciudadanos de a pie con sus pequeñas miserias. La tercera es desclasificar a Carmen Machi del papel televisivo que la lanzó a la fama y dejarse deslumbrar por el brillo de una actriz en estado puro. Ahora tengo cuatro días para encontrármela en alguna calle de Zaragoza, postrarme a sus pies y besarle la mano.

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15 diciembre 2008

Yo no sé

Durante una temporada me encontraba con el escritor Ángel Gracia en la planta sótano de un bar del que no recuerdo el nombre, aunque mantengo fresca la sonrisa de la camarera, quizás por esa empatía, aquel día ya llevaba tres tercios de cerveza cuando el poeta se pidió una de las decenas de infusiones que allí se exhibían.
La conversación nos llevó hasta Juan Ramón Jiménez, al que Ángel calificó como uno de los más grandes poetas. Y ahí aparecí yo, tan rumboso en las palmas como ignorante en los conocimientos, y ya saben ustedes lo peligroso que es un ignorante por peteneras. Me sonreí como quien esta en el Far West de una película de tres al cuarto y dije alguna estupidez —que ya he borrado de mi mente — con referencia al poeta de Moguer.
Ángel Gracia sacó los trastos del torero fino y me dedicó una faena breve pero intensa, me recibió en los medios con mi paupérrimo equipaje de lecturas poéticas, templó mis primitivas opiniones literarias, me llevó hasta el tercio y allí, ¡ay señores!, allí me perdonó la vida, al fin y al cabo seguía siendo su alumno.
El periódico El País ha editado una antología de Juan Ramón Jiménez con textos elegidos por José Manuel Caballero Bonald, que también ha escrito el prólogo dónde se puede leer: “Ningún otro poeta de nuestro siglo XX compite con él en la fijación de un paradigma que fue generando sus propios modelos estéticos hasta convertirse sucesivamente en una referencia ineludible/…/ Nadie pone hoy en duda que la obra de Juan Ramón Jiménez ha hecho justamente las veces de nudo entre todas las herencias posibles de nuestra historia poética y todas las presuntas avanzadas de la modernidad e incluso de lo que se entiende por postmodernidad”
En estos días en los que el invierno zaragozano ha despertado he empezado a leer la antología citada y me ha parecido de justicia dedicar a Ángel Gracia el video que acompaña esta entrada, aunque sólo sea por la paciencia que gastó (y que aún gasta de vez en cuando) para con este aprendiz.

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13 diciembre 2008

Gatito

Eran la seis de la mañana después de ocho horas de trabajo. El cierzo se había levantado con furia, con más furia. La capucha del chándal era incapaz de darme calor así que caminaba rápido, todavía rodeado por el ruido de fondo de la fábrica, un ruido que en bruto, me asusta, ya me he acostumbrado a escucharlo tras la protección de los audífonos.
Era diminuto, el lomo negro y la panza blanca. Dio un salto desde no se dónde y se plantó delante de mis pies. Maullaba con furia y me dejo ver sus diminutos dientes. Me asusté. No fue por la fiereza impostada del gatito, gatito en tamaño, creo que fue su determinación. No le hice caso y seguí caminando, pero él insistía en ponerse delante de mi camino. Dio un par de saltos, siempre maullando, y volvió a obstaculizar mi marcha. Me molestaba su presencia desafiante, me pues nervioso y grité, pero no me hizo caso. Opté por acelerar el paso más y más para perderlo de vista, al fin y al cabo era un gatito diminuto. Terminé corriendo. El gato seguía sin aparentes problemas mis zancadas, siempre maullando. En el frenesí de la carrera entrelazó sus pasos con los míos, creo que con cierta calidad coreográfica.
Cuando llegué a la explanada donde había aparcado el coche, varios mecánicos que empezaban su jornada se dieron cuenta del baile que me llevaba con el minino. Se rieron. El felino se creció con las risas y se puso gallito junto a la puerta del conductor del utilitario que todos los días me lleva y me trae al trabajo. Había dejado de maullar y solo me enseñaba los dientes. No podía pensar. Fue el instinto quien me indicó la solución.
Comencé a dar vueltas alrededor del coche, el gato me siguió, poco a poco fuimos acelerando, el aumento de la velocidad fue exponencial hasta que en un momento determinado el gato me adelantó. Ese fue el momento clave: Cuando el gato pasó por la parte delantera del coche, accioné el cierre centralizado, abrí una de las puertas, me tiré de cabeza sobre la tapicería y cerré en un santiamén.
El gato descubrió tarde mi treta y volvió a maullar mas fuerte que nunca. Allí lo dejé con la luna llena a mis espaldas. Pero hoy tengo que volver al trabajo y me temo que el gatito de lomo negro y panza blanca me estará esperando, tal vez para vengarse.
Estoy acojonado.

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11 diciembre 2008

Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster

Era de esperar, “Un hombre en la oscuridad”, la última novela de Paul Auster, se coló en mi lista de libros por leer, lo hizo con la benevolencia del resto y presumiendo de lo mucho que me habían gustado algunos trabajos anteriores del autor norteamericano como “El libro de las ilusiones” o “La noche del oráculo”
La lectura empezó bien. Me gustó el comienzo, fue como reencontrarse con quien ya conoces pero hace mucho que no ves. Lo poco que he leído de Auster se caracteriza porque edifica sus historias sobre bucles, elipsis, idas, venidas y una maraña estructural que apetece recorrer aunque sólo sea por el puro placer de deshacer el nudo que nos propone.
“Un hombre en la oscuridad” se cuenta desde dos círculos concéntricos como estructura inicial, un mecanismo móvil, un engranaje con capacidad para desplazar los ejes de las historias, y así, hasta la concepción excéntrica de la geométrica narrativa, no confundir con el adjetivo que califica.
La trama de la historia es un viaje entre dos mudos, dos realidades diferentes que necesitan de una historia común, una deriva centrípeta que tiene como finalidad alcanzar un punto de contacto y desde ahí, construir un salto temporal. El mecanismo parece complejo pero la maestría narrativa de Auster lo convierte en fácil y atractivo.
Salvada la parte estructural de la historia, la novela tiene una carencia que me ha resultado imposible de evitar: Le falta de credibilidad. No me creo lo que sucede. Muy pronto sentí la inexplicable sensación de estar fuera del mecanismo de relojería. La desazón fue de tal grado que abandoné la novela a sólo cincuenta páginas del final. Hubiera sido fácil terminarla pero, no se, me ha parecido más honesto no hacerlo, aunque sólo sea para concluir que el esqueleto formal de una novela siempre es menos importante que la historia. Una narración emocionante puede sobrevivir a la esclavitud de una estructura simplona, sin embargo no tengo tan claro que la configuración creativa de una novela sea un artificio suficiente para atrapar al lector. Ese ha sido el problema: La historia que cuenta la novela de Auster es una peripecia en la que he sido incapaz de sumergirme, me he quedado fuera de la trama, observaba desde lejos, como si estuviera vigilando los movimientos de los personajes desde el Google Earth, un software para explorar ciudades, avistar calles, contemplar tejados y alejarse de la piel de los protagonistas; una distancia que se ha revelado como un obstáculo insalvable.

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09 diciembre 2008

Punto de no retorno, de Octavio Gómez Milián

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04 diciembre 2008

Siete días de diario

Fotografía de Natalia Langes





Santa Flora
Ángel ha terminado el taller media hora más tarde de la hora oficial. Teresa saca de su bolso las fotocopias de un manual de escritura y una carpeta con recortes de prensa. Me alegro porque su afición documentalista sigue intacta. Durante un momento recobro el sabor añejo de cuando la tertulia de La República de Calíope me llenó de satisfacciones. Recuerdo el día en el que Teresa me mostró el cartel de una película, un documento gráfico con el que me propuso cambiar el nombre polaco del protagonista de uno de mis relatos. No lo dude, eliminé a mi Karol polaco, con su matiz papista, lo rebauticé como Tadeusz y me gané el primer premio en un concurso de relatos.

San Gonzalo
He llevado el C4 al taller de Javier para la revisión. Hago la cuenta de la abuela y me asombro de los kilómetros con los que he sobrepasado lo previsto cuando compramos el coche. Son los de ir y venir, son los kilómetros que recorro para justificarme, para no sentir que he fallado a mi madre, son los kilómetros que me acercan a su gran sonrisa, 15.000 kilómetros de más.

San Conrado
He mandado a Nieves la reseña que me pidió de “Pastoral”. Ella me ha contestado con una pregunta. Quiere saber si recordaba la primera vez que entré en una Óptica, un segundo para ver el mundo de otra manera, un instante que sólo esta al alcance de quienes usamos gafas. Lo he pensado pero lo cierto es que no lo recuerdo. Esa experiencia esta ocupada totalmente por una de las mayores preocupaciones que tuve en mi infancia: Cuando fui por primera vez al oftalmólogo estaba cagadito. Durante los días previos sólo tenía una idea en la mente, una idea constante, incisiva, ácida. Pensaba que para graduarme la vista, tendrían que extraerme los ojos de sus cuencas y hacerles una analítica completa, afortunadamente, en la Seguridad Social de 1973 ya se usaban otros métodos.

Santos Ramón, Virgilio y Milagros
Vale, lo admito: No estoy preparado para representar la escena de la taberna del Tenorio. ¡¡Con lo que me gustaría hacer un duelo Far West entre Don Luís y Don Juan!!

Santos Valeriano y Honesto
Hoy he estado muy a gusto delante de los niños. Tal vez porque he tenido a Lagi entre mis brazos y no se ha dedicado a dar saltos por toda el aula. Algunas veces ha levantado la vista para mirarme, eso ha estado bien. Pero lo mejor han sido las sonrisas de Lucía y Paula. Al terminar la historia de “Pulgita y Piojito” han gritado que el cuento les había gustado muchísimo. Esa es la energía que tengo que recoger para retroalimentarme.

Santos Iluminada y Saturnino
Darío me ha puesto en la cuerda floja durante el curso de clown. Ahí estuve, aguante el tipo como pude, sentí el vacío a mis pies, la soledad vertiginosa que separa lo sincero de lo impostado. Un poco más tarde, con el oxígeno, regresaron algunos sentimientos que vagaban anestesiados por mi barriga peluda, por la panza prominente, por el flotador que rodea este body de playa con guiris, paella y tinto de verano, un feeling que ya casi había olvidado, el murmullo de cuando aún me creía capaz de vivir en este mundo. Eso me ha ayudado a pensar que hay otras formas de cambiar, de adaptarse, de navegar.
Después he llorado con la versión que Carme Teatre ha montado en el Teatro de La Estación alrededor del mito de Antígona. Hablamos tanto y con tanta ligereza de palabras tan grandes como libertad, tortura y asesinato, que olvidamos la carga de realidad que acarrea perder la libertad como los ciudadanos del Sahara, sufrir torturas como en Guantánamo, morir asesinada en Ciudad Juárez por ser mujer. Olvidamos que detrás de esas palabras siempre hay un ser humano que sufre, que es humillado, que se desintegra en el caldo gordo de la televisión, la publicidad y las lucecitas navideñas que hoy ya lucían en el Paseo de la Independencia.

San Andrés y Andrea (Primer domingo de Adviento)
Tengo agujetas. Van desde la punta de los dedos de los pies, pasan por el culo y terminan en el cuello. Dos días intensos de aprendizaje, dos días, cuatro sesiones, dieciséis horas para dejar reposar. Me he puesto la nariz de payaso, es el primer paso, aún no se si daré más, pero ese salto al vacío ha merecido la pena aunque sólo sea porque Migue, cuando he llegado a casa, me ha dicho que el abrazo del reencuentro ha sido diferente, una nueva incorporación al muestrario de abrazos con cohetes, abrazos funcionarios, abrazos sudorosos y atropellados. Un nuevo abrazo para renovar la veteranía de nuestro amor.

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03 diciembre 2008

ETA NO ETA EZ


02 diciembre 2008

Carta abierta a un payaso


Estimado Darío
Si a esta carta abierta, le sumas la necesidad que tengo por dejar constancia de lo que me ocurrió durante el curso de clown que impartiste en la Antigua Estación Norte de Zaragoza en los dos últimos días de noviembre, tendrás una buena pista para comprender y valorar algo que va mucho más allá de la mera felicitación académica sobre la metodología que usaste con los alumnos. Una mezcla excelente de exquisitez salpicada de ironía, una inagotable capacidad para transmitir buenas vibraciones, motivación para incitar al trabajo, la perfecta dosificación de la información y la eficiente transmisión del mensaje.
Algunas de las grandes lecciones de tu pedagogía residieron en las explicaciones, unos valiosos regalos que nos dabas en las rondas de valoración y en el tiempo que dedicaste a cada uno de los alumnos. Tus palabras fueron un prodigio de respeto y equilibrio, desconozco si lo haces teniendo en cuenta el nivel artístico, la entrega y el grado de evolución de cada clown, o si te riges por parámetros psicológicos y de madurez personal, es una duda retórica porque lo importante fue que cada uno de nosotros recibió una evaluación medida, una dosis personalizada y distinta, ese fue uno de los grandes aciertos del curso.
Al tercer toque de pandero salí al escenario. Era la primera vez que lo hacía ataviado de “nariz en nariz”. Fue un instante en blanco, el instante fatal en el que olvidé el consejo de Saúl “No te cierres” Pero yo estaba cerrado desde el momento en el que pusiste la primera condición del ejercicio: Pasar desde al ladito de las bambalinas hasta el proscenio en un solo paso. Un solo paso para cubrir más de tres metros de distancia. Fue ahí, en el instante cerril de agachar la cabeza y caminar hasta plantarme delante de todos los compañeros, ahí fue cuando demostré que no había entendido nada. Todo lo que pude hacer a continuación no tuvo ningún valor para el público porque ese desplante, que en la vida real pudiera ser apreciado, en el universo clown es un error de los grandes, un error que solucioné a medias y sin saberlo. Regresé a las bambalinas en la fachosa pose de caminar con los brazos en alto, esa fue la rendija que dejé abierta para mi salvación y me diste una segunda oportunidad.
Regresé de nuevo al proscenio y sentí como me esperabas al compás de una de mis frases favoritas: La debilidad siempre aflora cuando te sabes pecador. Y yo a esas alturas había caído en uno de los peores pecados que puede cometer un clown: No me había enfrentado al infortunio desde la verdad, tan sólo me había comportado como un hombre, había presentado pelea, rebeldía ante la norma impuesta y olvidé que con esa actitud me enfrentaba al público, un animal implacable que te devora sin misericordia. Así ocurrió. Hice mi gran número de los deditos de la mano caminito, caminito en ascenso y descenso para topar con un fracaso rotundo, sin paliativos. Sentí la cuerda floja y el vacío bajo mis pies.
La primera de tus preguntas fue para corroborar que había percibido el fiasco de mi actuación. El interrogatorio continuó indagando sobre los hijos, el enamoramiento y el reto de calcular cuantos años duraba tanto frenesí amoroso. Fueron tres certeras saetas, la prueba del nueve para sobrevivir ante el espejo de la sinceridad y la sensación física del desequilibrio emocional, una inestabilidad de la que huimos por miedo a enfrentarnos a ella.
Salí lo mejor que pude del envite, entre el atolondramiento del KO pugilístico y la estúpida sensación del desorientado. El tiempo que restaba para terminar la clase lo pasé en averiguar que había ocurrido. Creo que llegue a conclusiones acertadas, así al menos intenté demostrarlo al día siguiente.
Para el ejercicio a dúo me levanté tras la estela de Sara. Estábamos tras las bambalinas cuando me recordó que habíamos comenzado la tarde juntos, durante los ejercicios de calentamiento habíamos disfrutado de nuestros masajes. Tomé la coincidencia como una buena señal.
Al tercer golpe del pandero de nuevo mi “nariz con nariz” y al escenario. Aporté todas las ideas que pude, puse los cinco sentidos en percibir los cambios que mi compañera me ofrecía, al menos fue así hasta que los latidos del corazón decidieron cabalgar por su cuenta, el oxígeno se negó a regenerar mis pulmones y entonces llegaste tú con la orden de detenernos. Un instante para cruzar nuestros ojos, sentir la intensidad del momento, el presente en estado puro, un segundo y detrás el siguiente. Miré a mis compañeros, encontré los ojos del público y allí me relajé. Estaba a gusto aunque el número no terminaba de funcionar pero ya no había miedo, tal vez falta de pericia, muestras evidentes de aturullamiento, pero no había miedo. Ni siquiera cuando fuimos incapaces de decir la misma frase los dos a la vez, no me importó el error, sólo teníamos que intentarlo de nuevo.
Cuando terminamos abracé a Sara y le di las gracias por compartir el espacio y el tiempo conmigo. La sentí un poco confundida. Besé su frente y le dije que había disfrutado a pesar de todas las dificultades por las que habíamos pasado. Entonces caí en la cuenta de que tal vez, sólo tal vez, aún tenía posibilidades de descubrir la personalidad de mi clown.
Pero el azar aún me deparaba una alegría, ¿recuerdas? en el último círculo que trazamos, en nuestro último segundo de “nariz con nariz”, en la rueda de la despedida me tocó estar a tú lado, un privilegio que me permitió darte tres besos como tributo al aprendizaje continuo, al desarrollo de la confianza en el otro y a la sinceridad constructiva. Tres conceptos que estuvieron presentes durante las dieciséis horas del curso y que ahora descansan en mis alforjas de donde saldrán para aplicarlos sobre el escenario de la comedia, las escenas del drama y los avatares de la vida.
Gracias por todo y un abrazo.

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