La curvatura de la córnea

30 marzo 2009

El Zasca de la Bacaladera

Paco Peco, David-Panda de Tolos y Javier López Clemente
Fotografía: Reyes


Luís Felipe Alegre había dejado constancia de cómo unos excelentes versos, en este caso de Ángel Guinda, toman otra dimensión en la voz y la palabra de un artista de su talla. Broche de oro para una noche de poemas en La Campana de los Perdidos.
Tras la lección magistral llegó la conversación en trío con Paco Peco y David-Panda de Tolos. Una de esas conversaciones trasversales dónde los temas van y vienen sin orden ni concierto, arrullados a la fogosidad de la verborrea propiciada por abundantes rondas de líquidos espirituosos. Ese ambiente de camaradería propició una espeluznante confesión existencialista: “El Cacaolat me fundió la vida” Fue un trallazo. La frase nos llevó hasta un flash back lácteo playero infantil que humanizó el perfil de francotirador literario que adorna a su autor: Paco Peco, un tipo de hechuras fornidas, guapura en el rostro y una sonrisa malévola, que ha ganado presencia desde que se cortó los tirabuzones bisbalíes, y que le valdría para arrasar en cualquier serial televisivo de esos que se emiten después del telediario de las tres de la tarde.
Yo también tuve mi momento retro cuando recordé la incorporación del dinero de plástico en el negocio de las meretrices y como las troqueladoras manuales de recibos pagados con tarjetas de crédito, bautizadas con el nombre de “bacaladeras”, irrumpieron en los locales de ambiente, en los bolsos de algunas chicas de alterne que ejercían su trabajo por libre y, con el paso del tiempo, en manos de la Benemérita para cobrar in situ las multas de tráfico.
David-Panda de Tolos recicló todo ese material “bacaladero” y escribió un poema al que he tenido el atrevimiento de titular “El Zasca de la Bacaladera”:



Etiquetas: ,

27 marzo 2009

Dos en conserva


Una escalera fue el último accesorio que compré para la cocina. Todos los días la despliego, asciendo sus tres peldaños de plástico y elijo de la alacena una lata de conserva que a veces es de verdura, otras de pescado y los jueves de cocidito madrileño. Ese gesto diario, inflamado de optimismo, se erige como el único momento rebelde de la jornada y me eleva fuera del mundo real, sus miserias y sus pleitesías, si, todo eso con solo subir tres escalones de plástico azul y tener entre mis dedos un bote de albóndigas.
Tranvía Teatro, compañía titular del Teatro de la Estación, presenta la obra “Dos en conserva”, un texto fresco y dinámico que se revela como el inductor para afrontar el importante reto de analizar nuestra propia realidad, una práctica de filosofía existencialista que se desarrolla desde la brillantez del lenguaje teatral como si el escenario fuese la vida, ¿o era al revés? como si la vida fuese un escenario. Es lo mismo, en esa disposición simétrica de imágenes enfrentadas, dónde la ficción y realidad se diluyen, dónde los personajes y el público alcanzan el mismo rol, es ahí donde el dúo arquetípico del listo y el tonto, el Clown y el Augusto, el gordo y el flaco, nos muestran dos maneras diferentes de enfrentarse a las grandes preguntas de la vida: El miedo a la libertad, la prevención ante lo desconocido, la asunción de los patrones establecidos y siga usted con la lista. Porque, seamos sinceros, si alguna vez, por casualidad, desenfreno o rabieta nos hemos instalado fuera de los convencionalismos… ¿Qué ha ocurrido? ¿Cuánto tiempo hemos tardado en abandonar el experimento y regresar a la seguridad de nuestras vidas enlatadas y sanseacabó? Yo, todos los días bajo los tres escalones de plástico azul para sentir la seguridad que me cobija en la lata de sesenta y cinco metros cuadrados de crédito hipotecario.
Rafael Campos, como autor de la obra, nos propone una reflexión vital sobre la valentía, o no tanto, que supone abandonar las rutinas en las que compartimentamos horarios, aficiones y fiestas de guardar, la monotonía de nuestras vidas enlatadas o, como sugiere el poeta Ángel Guinda:
"Ustedes tienen la vida organizada en cajas. Nacen y les depositan en una cajita, su casa es una caja, y las habitaciones son cajas más pequeñas. Suben a la casa en una caja, bajan a la calle en una caja. Viajan en una caja. Duermen y hacen el amor sobre una caja. A través de una caja ven el mundo. Cambian de casa: lo meten todo en cajas. Los Bancos y las Cajas hacen caja. Y cuando mueren les introducen también en una caja."
La dirección de Cristina Yánez tiene el valor de crear un mundo nuevo dónde el texto respira, vive y crece hasta ocupar todos lo átomos del teatro, un universo que nace al cobijo de un espacio escénico atractivo y funcional con sabor a dibujos animados y poblado de multitud de detalles que nos ayudan a sumergirnos desde la mecánica corporal del maestro Chaplin hasta el teatro del absurdo, pasando por momentos dónde el silencio deja sitio para el matiz interpretativo y una excelente construcción de los dos personajes que se relacionan entre ellos por los imprecisos caminos que van de la confrontación al cariño.
La piel y la palabra de Pit y Pot son responsabilidad de los actores Jesús Bernal y Miguel Pardo, ambos interpretes dan veracidad y solidez a unos personajes que necesitan la credibilidad de la epidermis en los aspectos gestuales, y una apabullante solidez verbal para sustentar sin titubeos el debate filosófico que entre bromas y veras nos propone el texto en forma de cadenciosas divagaciones, o de diálogos muy rápidos y fluidos. Los dos actores, perfectamente cómodos en ese baile de diferentes ritmos y tesituras, consiguen empastar a la perfección sus interpretaciones hasta conseguir un conjunto unitario, atractivo y de alta calidad.
“Dos en conserva” es una estupenda comedia que utiliza el bálsamo del humor para, como dice Rafael Campos en el folleto de mano, mostrarnos como la vida a veces parece el reflejo de una broma descomunal.



“Dos en conserva”
Teatro de la Estación.
C/ Teniente Coronel Pueyo 8-10 (Zaragoza)
Reserva telefónica de entradas: 976 46 94 94


Del 26 de marzo al 5 de abril
Jueves, viernes y sábado: 21:00 h.
Domingo: 20:00 h.

Etiquetas:

25 marzo 2009

¡Nos casamos!

Fotografía: Migue


Antonio y Vanesa iniciaron su compromiso el 3 de septiembre de 1999, ese día empezaron como pareja, un noviazgo que culmina hoy con esta ceremonia matrimonial. Ellos han decidido comprometerse en público y nos han invitado a todos los presentes a reunirnos en esta sala de Ayuntamiento de Alagón para ser participes de esa ilusión, para que nuestra compañía se transforme en un potente impulso que les ayude a enfrentarse con esta nueva etapa de sus vidas, para certificar la grandeza que define la esencia del matrimonio: La libre elección de una pareja y con ella construir el futuro.
Pero además de un futuro esperanzador, Antonio y Vanesa forman parte de nuestra memoria, seguro que todos nosotros tenemos un recuerdo dónde ellos son los protagonistas. Algunos evocaran bailes y juergas, las madres irán mucho más lejos: Al primer día del colegio, a las nanas o incluso al paritorio. Yo también tengo los míos.
El primer recuerdo que conservo de Vanesa es muy moderno, un recuerdo cinematográfico. La escena transcurre en una de las mesas del Burger King del Centro Comercial de Grancasa, estamos esperando para ver una película cuyo título he olvidado, sin embargo, recuerdo a la perfección el desparpajo de su juventud, la alegría contagiosa de sus opiniones y una estimulante ilusión por comenzar un tramo nuevo es sus estudios.
De Antonio tengo un ciento, pero me quedo sin dudarlo con las tardes de sábado de cuando tenia tres años y se arrastraba por el pasillo entre lloros para reclamar la atención de su madre, era capaz de hacer aquel recorrido una y otra vez mientras el resto de la familia intentábamos obviar sus lamentos de metirijilla y disfrutar de la película de la tele.
Y ahora que estamos instalados en el recuerdo, me gustaría sumar toda la energía sentimental, la alegría y la jovialidad que genera la celebración de esta boda para recordar a todos aquellos que no están entre nosotros, aprovechemos este impulso de cariño, amor y amistad para mantenerlos presentes en nuestra memoria. Yo recuerdo a dos de los míos.
Mi primer recuerdo es para mi padre, el abuelo materno de Antonio se casó con Rosario, que aún anda por ahí, en un matrimonio que duró sesenta años, un record a batir en la familia.
El segundo recuerdo tiene que ver con una foto que hice en Santa Pola en el mes de agosto de 1990 y que tengo junto al ordenador en el que he escrito estas líneas. Mi cuñado esta sentado sobre las piedras de un rompeolas, a su lado, mi sobrino levanta la mano derecha en lo que parece el inicio de un salto. Ambos se miran ajenos al objetivo fotográfico que los inmortaliza, los dos sonríen, y me gusta pensar que Antonio, el novio de mi hermana que tantas veces me llevó en brazos, nos mira desde vaya a saber usted que rompeolas y une su sonrisa a la de todos nosotros para celebrar la boda de su hijo.

Etiquetas: ,

22 marzo 2009

Labios Rouge Experience

Para disfrutar de Labios Rouge Experience tendrá que dar dos pasos.
1º Ver el video


2º Pinchar aquí para leer el relato Labios Rouge publicado en La Biblioteca de Babel

Fotografías de Salmonouse

Etiquetas:

19 marzo 2009

Lucas, Javier y tres sombreros de copa

Fotografía de Laura de la Riva



El pasado cuatro de marzo, después de tantos ensayos, ahí estábamos, sin mirarnos, separados por la tela negra de las cajas del Teatro de la Estación. Lucas sentado en el suelo mientras yo aplacaba mis nervios haciendo como que estiraba los músculos de las piernas, y en mi cabeza la primera frase de la escena martilleaba mi paciencia.
Jesús, el profesor de interpretación y director de la obra, repetía su discurso bianual a los espectadores con esa inseguridad de ser él mismo quien habla desde las tablas, sin la barrera de un personaje. Negro para los aplausos, música castiza y luz de escena. Lucas me hizo la señal para salir al escenario. La suerte estaba echada, íbamos a lidiar con el primer acto de “Tres sombreros de copa”, uno de los paradigmas del humor absurdo de Miguel Mihura.
La primera frase era mía. Conseguí decirla con convicción y potencia, eso me tranquilizó porque en otras ocasiones esa primera frase se había enredado entre las cuerdas vocales, o se negaba a fluir diáfana y me secaba la boca.
Lucas se había ido al otro extremo del escenario y regresó a la perfección hasta el primer punto de encuentro. Estamos muy juntitos mirando por el balcón, me gusta esa imagen que llenamos de ternura hasta que llegó el terror. Olvidé las frases. Si, recordaba que eran tres oraciones, una pausa y un cambio de registro para darle pie a Lucas. Terror. “Ves que bonito” es lo único que se me ocurrió decir. Lucas reaccionó muy bien, creo que deseó matarme, sin embargo se aguantó las ganas y suspiró, yo también suspiré, nos miramos y suspiramos los dos. Él todavía no lo sabía pero yo ya había encontrado el hilo. “Parece usted tonto Don Dionisio” Lucas respondió a la perfección. Noté la calma en el tono de su voz, habíamos encontrado la salida al jardín en el que me había metido y sabíamos que de ahí para adelante la escena iba a salir como un tiro.
Lo que más nos preocupaba era coordinar los movimientos marcados con los diálogos para que todo quedase natural, sin prisas en el texto y sin acciones forzadas o entrecortadas, que los personajes fluyeran en escena, que fueran creíbles dentro del mundo absurdo que construye Mihura. A mí me tocaba lo más fácil: Deshacer la maleta, llegar a tiempo al perchero y de allí al proscenio. Lucas lo tenía más complicado: Quitarse la ropa, ponerse el pijama y manejar con soltura los sombreros. Lo hicimos con corrección, aseaditos y demostramos tranquilidad suficiente como para vencer las dificultades que provoqué al inicio de la escena. Fue toda una lección, un importante paso hacia delante en ese camino por conseguir personajes con credibilidad escénica.
Me ha gustado mucho trabajar con Lucas, sus dieciocho años recién cumplidos y el buen sabor de boca que me producía cada una de las muchas veces que aportó ideas para desarrollar la escena y enriquecer los personajes, una excelente experiencia que desde aquí le quiero agradecer.


Etiquetas:

17 marzo 2009

Piedad, un libro de Miguel Mena

El Club de Lectura de la librería El Pequeño Teatro de los Libros recibió la visita del escritor Miguel Mena, un encuentro para hablar de su último libro.
“Piedad” atesora la esencia del relato breve, textos redondos en su concepción, fogonazos ante la paradoja que ciega, chispas para que los sentimientos zigzagueen por las entrañas hasta alojarse en el estómago.
“Piedad” es el cofre que guarda las piezas del puzzle de una parte de la vida de Miguel Mena que se acoplan para mostrarnos fragmentos por los que asoman su padre, sus amigos, pedazos de Aragón y la mili, esa experiencia de hacerse hombres que poco a poco vira a sepia para las nuevas generaciones.
“Piedad” son los telegramas de una autobiografía fileteada en lonchas finas y colocadas entre el pan de un magnífico diseño y maquetación a cargo de Xórdica Editorial, un bocadillo proteico envuelto en papel de prosa cuando el autor lo soñó en verso.
“Piedad” es un collage, una pintura construida sobre matices, experiencias, pensamientos, reflexiones, homenajes y sobre ese lienzo un niño sin voz: Daniel, el niño sin palabras, el silencio de un niño que vive a la vera de un afamado locutor radiofónico que realiza el viaje más importante de su vida, una ruta ciclista en busca de la literatura, pedaladas que modificaron la mirada del autor para con la dramática experiencia de vivir con un niño cuyo horizonte intelectual es de dos años.
Joan Margarit publicó hace seis años en Hiperión un libro de poemas titulado “Joana” y que estaba dedicado a la muerte de su hija, Margarit declaró sobre este libro “Hablamos de literatura, no de un desahogo. Hace falta distancia, y si no cumples con ella, tropiezas. Eso vale para hablar del mar o de tus hijos” Fue una frase que me acompañó en la primera parte de “Piedad”, en esos primeros relatos en los que Miguel Mena hablaba de su hijo y de las relaciones con el resto del mundo con un aroma muy cercano al desahogo, a la queja de un padre que nos cuenta con el corazón en la mano todos los sinsabores que ofrece la convivencia diaria con un discapacitado severo.
Todo cambió en la página 97 cuando el autor nos mostró a su hijo como lo que realmente es: Un niño, un niño que además es travieso, un niño con fiesta de cumpleaños a la que acuden amigos que “A veces no tienen claro cómo comportarse con un niño así, pero se esfuerzan por mostrarse afables y generosos”. La mirada del autor era otra, había cambiado hasta atreverse a dar una pincelada de humor para cerrar el relato y colocarse en la órbita de autores como Márius Serra (“Quieto”) cuando afirma que: “ El humor desactiva el peligro de la sensiblería y el chantaje emocional” El cambio en el punto de vista se confirma en el último capítulo — si exceptuamos la salvedad de una prórroga futbolera que los zaragozistas no olvidaran jamás — cuando nos cuenta el alborozo de una rotunda demostración de afecto del niño sin voz para con su padre que, revestido con la brillantez del buen escritor, es capaz de condensar en tres líneas un beso con denominación de origen bovino.



Etiquetas: ,

15 marzo 2009

Tardes de Blog con La Casa de Zitas


La quinta edición de Tardes de Blog recibió la visita de los componentes de La Casa de Zitas , una bitácora recién nacida con el impulso de doce creadores: Javier Bellosta, Luís Roser, Belén López, Rosa Ruíz, Flor Moreno, Paco Peco, Retruécano de la Hipérbole, Norberto Fuentes, Esther Andaluz, Montse Grao, Pepe Montero y Sagrario Manrique.
Los siete últimos de la lista acudieron a la cita con El Pequeño Teatro de los Libros para contarnos la gestación de una criatura que nace de la necesidad física de dar un giro de tuerca a las tradicionales tertulias literarias, reuniones de creadores o comanditas de barra de bar, un impulso sanguíneo, un paso adelante que tratará de aunar todos esos formatos de antaño para reunirnos en uno sólo, un cambio genético para crear una especie nueva capaz de propiciar estrechas relaciones entre las diferentes artes, una simbiosis libérrima dónde la creatividad sea el único peaje para una autopista abierta a todo tipo de relaciones y proyectos, tanto externas como internas, propuestas propias y las ventanas abiertas para aceptar cierzos de otros lugares, vientos de afuera que penetren en las entrañas de La Casa de Zitas para preñarla de proyectos bastardos que serán queridos como propios. Un lugar pensado para dinamizar un extenso abanico de actividades como conferencias y charlas OFF con todo tipo de artistas, ediciones de video, exposiciones, talleres, acciones urbanas y el permanente interés por dar voz a aquellos que por, vaya-usted-a-saber-los-motivos, están alejados de los habituales canales de distribución de los productos culturales.
Una batalla con tantos frentes requiere de una guarida, un lugar dónde fijar la identidad del grupo, un faro en medio de la abigarrada geografía de la ciudad, un espacio dónde esta idea se sustente, un piso con paredes, puertas abiertas, escalera, dirección postal, recogida de basuras y una portera que se llama Conchi, pero para conocerlos tendremos que esperar al imprescindible triada de lavado de cara, manita de pintura y un estilismo decorativo que refleje la personalidad de estos doces valientes que se van a lanzar a la aventura de “dinamizar, impulsar y apoyar todo tipo de actividades culturales” Una docena de mentes dispuestas a trabajar por un proyecto del que la bitácora sólo será la referencia publicitaria de todos los caminos que nos proponen transitar: Instalaciones, “fiestorras”, teatro, fotografía. Doce almas en permanente estado de ebullición, con ganas de expresarse en disciplinas como la poesía, la pintura y el relato breve. Zitas de doce en doce que navegan por el candente territorio de lo que Esther Andaluz calificó de “anardisciplina” y que yo vislumbró como todo lo chispeante de lo anárquico y todo lo eficaz de la disciplina. Una apuesta que, como escribió Montse Grao, se encuentra “Al final de la escalera, construida entre musas e ideas encumbradas. Como una nube” Y precisamente con Montse tuve la ocasión de saldar una deuda que contraje durante Expo Zaragoza 2008, un compromiso que había queda pendiente y que saldé al terminar las Tardes de Blog bailando con ella y la música de Juan Luís Guerra.
______________________
Gracias a Vicente del Bar Miguel (Silvestre Pérez, 8) por prestarnos las sillas para que nuestros invitados estuvieran lo más cómodos posible.

Etiquetas: , ,

11 marzo 2009

Bilabial

La primera vez que oí hablar de Bilabial fue alrededor de unas costillas de cordero, unos vasos de vino y la excelente compañía de Miguela Feria, Patricia Shelly y Eleva Val. José Ramón Alba nos contó la historia de un texto escrito con vocación de lectura pública y como, tras el cambio de los gestores en la administración municipal, terminó olvidado en un cajón. No me digan si fueron las chuletillas, el tinto o los efluvios nocturnos de la amistad el calor de un bar, el caso es que nos conjuramos para que Bilabial viera la luz, una obra de teatro que, como dice el autor, “es una revisión, en clave distendida, de los arquetipos femeninos que nuestra sociedad ha ido heredando desde el principio de los tiempos. Unos arquetipos bien señalados en ese “Libro de los libros” y que han transcendido hasta determinar el comportamiento de gran parte de nuestras sociedades. Bilabial es la Biblia. Bilabial es la mujer. Bilabial es el recorrido por una historia que no ha cambiado tanto como debería haberlo hecho.”
El calendario nos brindó la cercanía del domingo 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, como coartada formal para realizar una lectura dramatizada, con intención de una actividad ciudadana. El emocionante trayecto comenzó en la palabra escrita y terminó ayer sobre la mesa mágica que corona
El Pequeño Teatro de los Libros y frente a los atriles del Teatro de la Estación. Fue la culminación a un interesante itinerario jalonado por aportaciones al texto original, por lecturas previas para definir los matices vocales de los personajes y por deliciosos ensayos con las verdaderas protagonistas de esta historia. Diez mujeres dispuestas a ofrecernos su voz y el compromiso de llevar hacía adelante este proyecto. Ellas son las verdaderas protagonistas de esta historia:

Laura Alares
Chelo Carboné
Irene Cisneros

Claudia Couceiro


Laura de la Riva


Carolina Kuhl

Susana Mazo


Aida Parada

Patricia Shelly



Elena Val





Autor y Dibujo: José Ramón Alba









_________
Fotos Migue

Etiquetas: ,

08 marzo 2009

Música y poesía en Hungría

Para encontrar la calle Violante Hungría tuve que preguntar, y con este ojo avizor, fui a parar a una chica morena que me contesto con inconfundible acento sajón «Es la calle paralela, ¿conoce usted el Centro Cívico Universidad?» La invité, pero no aceptó mi propuesta de una noche con músicos, poetas y cantantes.
Lousiana fueron los encargados de abrir la velada ante un público que, aunque escaso, estuvo atento a las propuestas que se lanzaban desde el escenario, la de Lousiana tiene mucho que ver con la elegancia, melodías de apariencia sencilla para canciones amarradas al sentimiento, unos temas sostenidos por la voz de la poeta Ana Muñoz y del músico Luis Cebrián. Manzanas y flores sobre el escenario y ella escondida detrás de la guitarra, allí estaba pero no se dejó ver durante la primera parte del concierto. Ana Muñoz buscó con la mirada la seguridad escénica que derrochó su compañero, su gestó encontró algunas veces cobijo pero, en dos ocasiones, no fue así y yo me sentí pelín incómodo.
La mano derecha de Ana abandonó las seis cuerdas y flotó suspendida en el aire. Ese fue el punto de inflexión que cambio de forma radical su actitud en escena. Mantuvo la elegancia, la voz de la poeta ganó en potencia, una firmeza con la que alcanzó el grado de cantante, despistó un par de miradas sobre algunas de sus amigas apostadas en primera fila y todos la sentimos más cerca.
La fuerza de Ana Muñoz radica en una mirada que todavía no nos muestra, una mirada dispuesta a contarnos las historias que cuentan sus canciones, un aditamento extra que elevaría su perfecta dicción de las palabras y una arrebatadora presencia aunque, sus altísimos zapatos no sean del color rojo que tanto me gusta.
Don Nadie + Rabanaque se presentaron en segundo lugar para sustituir a ausencia de última hora de Puri y los Tanis. Ya hablamos de en esta bitácora de la nueva incorporación de Gigi como baterista de Don Nadie y ayer confirmó la primera impresión que tuve de encontrarnos ante una mujer que atesora una apabullante calidad en el manejo de las baquetas y la sabiduría de la austeridad para redondear los temas con matices swing, ondulaciones jazz y el barniz de la elegancia: La versión del clásico de Elvys Presley “Fever” fue memorable.
La incorporación de Gigi tiene, como beneficio escénico, la liberación del guitarrista y cantante Gustavo con respecto a esa maquinita que él usa para jugar a darle macarena al compás, un tiempo nuevo que le permite levantarse de la silla y deleitarnos con nuevos territorios expresivos cercanos a los bailes callejeros del break. Una de las novedad de la noche fue el dúo entre la voz poética de Rabanaque y la batería de Gigi, un ejercicio de estilo sobrio pero atrayente y que abre un nuevo camino. El telón visual de Zombra fue el gran ausente de la noche, tal vez fue esa falta de aliñó tras el que guarecerse, el motivo que tiñó la noche de un tono romántico, suavecito y amoroso; erala primera vez, de todas las que he disfrutado de sus directos, que no apareció el lado reivindicativo de este combo, unos artistas que caminan con paso firme por la senda de consolidarse como la perfecta simbiosis entre la música y la poesía.
Experimentos in da Notte cerró la noche. Comenzó Pablo Malatesta en solitario, guitarreo lujoso ahormando el ambiente, y esa habilidad para generar un sonido, aplicarle un bucle rítmico y que la repetición resulte provocadora, interesante y seductora. El poeta Octavio Gómez Milián nos recordó la Alsa-dependecia de sus idas y venidas a Madrid, ventura poética de quien viaja en autobús mientras el Estado sutura con vías ferroviarias infraestructuras de alta velocidad a precios para quedarse paradito. Gómez Milián me enganchó con sus versos iniciales con la misa facilidad que me abandonó en los tiempos musicales, deambuló indeciso, solicitó un güisqui y presentó la gran sorpresa de la noche: La poeta Carmen Ruiz Fleta llenó el escenario de tropicalismo lila y este inicio de marzo con quince días de agosto. Una explosión fresca y convincente, interactuó con los músicos con naturalidad, se mostró radiante con el público, nos regaló su sonrisa y una eficacia aplastante en la dicción: Estuvo soberbia y ojala frecuente los escenarios con sus versos y el vaivén musical de unos excelentes arreglos. Volvió Octavio Gómez Milián para follarse a Jane Birkin con más aceleración que firmeza, y me perdí, y regresé durante unos minutos porque a mi me gusta las palabras que el poeta escribe, unos versos que necesitan otro comportamiento en escena, necesitan más verdad, una dicción más asentada, menos descontrol vocal y la misma energía con la que Octavio se amarró al micro para comérselo. Creo que faltó equilibrar la ecuación del spoken word en la dirección de más palabras y menos rock and roll.
Algo bueno ocurre con la poesía zaragozana cuando cuatro de sus más valiosos pilares: Ana Muñoz, Daniel Rabanaque, Octavio Gómez Milián y Carmen Ruiz, se suben a un escenario con músicos de la talla de Luís Cebrian, Don Nadie y Pablo Malatesta y nos ofrecen una interesante velada poético musical al calorcito de tres actuaciones con una sobresaliente calidad sonido, vaya desde este modesto rincón mi felicitación para los técnicos que lo hicieron posible.

Etiquetas:

06 marzo 2009

Córdoba cuando febrero termina


La primavera llegó a Córdoba a finales de febrero, una primavera tímida que a primeras horas de la mañana todavía no se atrevía a penetrar en los vaivenes blanquísimos de las calles como pañuelos de la judería, calles como abrazos que buscan el sol en el patio andalusí de verja, macetas y pozo florido. El febrero más hermoso que se pueda soñar. Pescado con limón.
Los bakalitos del Zoco nos reciben tras una revuelta. Artesanos en silencio de bocas y la radio, como luz desparramada, arropando su trabajo con música clásica para la hacedora de figuras y el señor con bigote que orada cueros. Tortillas de camarón en fuga y captura de un camarero despistado y un jefe de taberna con claros síntomas de despotismo desilustrado.
Maimónedes nos esperaba escondido en la angostura de una replaceta que aquí llaman plaza, una de las mil plazas de Córdoba. El filósofo judío penetró con su mirada perpleja de bronce las paredes dónde la memoria se rinde a los califas de la ciudad, los toreros de tronío: Lagartijo, Guerrita y Manolete, un cartel de oropeles, sueño imposible de todos los alberos. Habitas con huevo y jamón.
El calorcito acostado en el Patio de los Naranjos se torna fresco y oscuro bajo el bosque dónde la Mezquita se hizo Catedral, elocuente simbiosis, mezcla de credos representada en multitud de arcos superpuestos que alternan ladrillo y piedra, bóvedas de crucería gótica, un altar barroco, el frenesí geométrico del mihrab y nuestros ojos en cinemascope por la pasión de mirar y olvidar andamios, obreros con chalecos reflectantes y unos escolares amplificando un amplio repertorio de sonrojantes politonos. Café con leche de Santa Catalina.
Subir o bajar, oriente o poniente, calles blancas de recodo y cabriola, y más plazas, placitas y replacetas, aquí una fuente, allá una calle jalonada de naranjos y las piedras a nuestros pies que parecen esperar caballos, carros, babuchas, sandalias o pies descalzos de Semana Santa y procesión, barrio de plateros con azulejos en tabernas de fino, pescaito y una pareja de ecuatorianos que ríen mis pasitos flamencos al son y al compás, ¡ay! cuanto salero desaprovechado. El guitarrista requebró al solfeo que atesoran sus dedos, abandonó las alegrías multicolores y nos regaló los arpegios equilibristas de su maestría. “Gracias compadre” No admite propinas, él toca por el gusto de tocar.
En los Alcázares Cristianos Colón convence a los Reyes Católicos con la banda sonora de agua sobre agua y el sol, agotado, se acuesta por el oeste. En las farolillas suena Amaral. Una chica anglosajona intenta vender un cuadro autodidacta de Van Gogh, nadie le hace caso. El camarero con chispa en las patillas blaugranas pronunció un conjuro contra las flores que adornan la taberna «Tanto colorío asusta al plasma de la tele y así no se puede hilvanar un gol» El Barça en la Liga de Campeones pierde desde el minuto cinco y nosotros repetimos Moriles para rematar por derecho unos riñones al Jerez. La cocinera tiene acento del Este.
La noche trajo olor de carnaval al barrio de San Agustín dónde Pablo, un albañil que lo mismo reforma un casa que restaura el altar mayor de la Iglesia gótica de San Lorenzo, nos contó la emoción de descubrir, bajo una capa de siglos de cal, unas pinturas murales del sigo XIV que representan escenas de la Pasión. «Ahora que estamos solos, les voy a encender las luces, para que vean mejor» Y miramos con la misma avidez a que nos invitó el olorcito de unas berenjenas califales al estilo Pedro Ximenez.
Nos sentamos en Las Beatillas acompañados por las fotos de toreros y la nostalgia de Federico García Lorca cantando coplillas en la mesa de al lado. Moriles fresquito y una cazuelita de bacalao. De vueltas en vueltas, perdidos entre hinojos y romeros, callejas, casas de dos pisos y el silencio extraño que jamás hubiera asociado a una ciudad del sur. Más pasos hasta la fuente del Potro, los cuadros de Julio Romero de Torres y el Guadalquivir arqueado en un abrazo imposible con la ciudad, quieto, un remanso en la duda de fluir o no hacerlo. Cruzamos y descruzamos sus aguas, aguas que se nos antojan grises, tristezas del que se siente desplazado.
Los faroles de un Cristo crucificado y una tetería dónde sonaba el blues de un sueño arábigo derramado en vasos verdes, la melodía nos invitó al deleite de un pastelito de almendras y unos versos de Fernando Sarría como preludio a las sábanas blancas: “Y a pesar de todo / sigues deseando sentir / el fuego de mi mano / por tu cuerpo” Su cuerpo que me espera bajo encajes de filigrana y dos pendientes con la estrella mudéjar.

Etiquetas: ,

03 marzo 2009

V Encuentro El Señor de los Anillos

Dicen las malas lenguas que nos reunimos para pasar quince horas cocinando, comiendo y bebiendo. Es falso, aunque también disfrutamos de las tortillas de patatas, de las lonchitas de jamón, de los triángulos de queso, de las alitas de pollo al curry, de las albóndigas con salsa de soja, de las fajitas picantes de no pregunten el qué, de las ensaladas verdes, mixtas y de espárragos, de los vinos tintos, claretes y blancos de diversas procedencias, de la cerveza, del café, de la fruta cortada en tiras fresquitas, de un pastel cordobes en honor a San Rafael, de bombones, pistachos, y cacahuetes, el motivo de reunirnos fue volver a disfrutar, unos más que otros, de la versión en DVD de El Señor de los Anillos.
La emoción me visitó de nuevo y me gustó reencontrarme con ella en las escenas que muestran el valor de los elegidos, cuando el honor inspira las palabras justas y adecuadas, esas que los simples mortales somos incapaces de articular ante la presencia imponente de la muerte. Me sentí muy bien cuando el amor brotó de la pantalla y tembló mi espíritu ante la renuncia de lo que nos es dado a cambio de un sentimiento que merece lo mejor de nosotros porque si no es así, ¿para qué amamos? De nuevo reflexioné sobre la insignificancia de nuestra presencia y la inmensa contradicción de enfrentarnos a la responsabilidad de saber que el destino se forja con las decisiones que cada uno de nosotros adopta: El vértigo de elegir es el camino más difícil, pero es el único camino posible, la indiferencia y los ojos vendados sólo nos conducen al abismo dónde los poderosos destruirán todos nuestros sueños.
Por eso me gusta regresar una vez al año a la versión que Peter Jackson nos regaló de El Señor de los Anillos, por eso, y por ver la carita de los cuatro tipos y las tres señoritas que encabezan esta entrada




Etiquetas: ,