La curvatura de la córnea

17 abril 2021

El salto de Darwin: El dilema en la selva y la solidaridad social

 


Van diciendo por ahí que la obra El Salto de Darwin de Sergio Blanco es una road movie porque sus protagonistas hacen un largo viaje durante el mes de junio de 1982 por la Ruta Nacional N-40 desde no sabemos muy bien qué lugar hasta el cabo Vírgenes en la Patagonia Argentina, mientras en la radio y la tele se libra la última batalla de la Guerra de las Malvinas. La función está construida sobre la geografía de un viaje iniciático que produce el desplazamiento emocional de una familia que va a esparcir las cenizas del hijo muerto en una guerra austral. Sin embargo yo me apunto a esa teoría de Guillermo Altares que defiende que el western es posible sin caballos, ni indios, ni cowboys, “que los verdaderos westerns hablan de solidaridad, de personas que cruzan el mundo para empezar una nueva vida” y la familia de esta función, más allá de que su vuelta al hogar podría ser el final feliz de una road movie épica, la realidad es que no vamos a saber a ciencia cierta si su viaje se ha terminado en el Sur del Sur, sin embargo sí que estaremos seguros de que sus vidas han cambiado tanto que ya no podrán seguir el argumento de su vida anterior al viaje, y que la nueva vida que se abre ante ellos es la epopeya de un western del siglo XX.

El viaje que nos cuenta la función  es la huida hacia adelante de una familia que busca reconstruir los trozos rotos de sus vidas, por eso afloran los conflictos, las contradicciones y esa encantadora condición humana que tan bien reconocemos desde la butaca, unos en la debilidad de la pareja más joven, otros en todas las retrancas, sobre entendidos y los chispazos que saltan entre la pareja menos joven, y aquí me detengo para resaltar el sobresaliente trabajo de Goizalde Núñez y Jorge Usón dando vida a esa pareja que se conoce tan bien que son capaces de asumir su rol en la pareja con la paciencia de quien sabe que muchas veces las cosas no siempre son como a uno le gustaría que fuesen y que la vida, quien sabe, tal vez sea agarrarse a todas las demás. En esa tesitura las relaciones y la acción dibuja una comedia trágica que muestra una cotidianidad conmovedora como el preámbulo revelará la condición humana del Homo Sapiens, un animal al que todos debemos comprender y perdonar en sus debilidades y que guarda muchas similitudes con los pre neandertales que cuidaron a Benjamina, una niña que nació en Atapuerca hace 530.000 años con una malformación rarísima del cráneo y que, como ocurría con ancianos, débiles, enfermos o discapacitados, se benefició de toda una comunidad volcada en su cuidado. Eran los cuidados especiales para recalcar que, si  Darwin defendía esa máxima de que el individuo mejor adaptado es el que tiene más posibilidades de sobrevivir, el comportamiento social solidario es capaz de dar un salto evolutivo que separa a los humanos del mundo de los animales desde los neandertales hasta el día que el ejército británico venció al ejército argentino en las Islas de las Malvinas.

El salto de Darwin es un muestrario donde amor, humor y dolor tienen un objetivo sanador siempre y cuando todos conduzcan en la misma dirección, la dirección que marca un Ford Falcón de 1971 donde Padre, Madre, Hijo y Novio atraviesan un país y abren sus almas para comprobar que las debilidades humanas son la gasolina que nos ayudan a vivir tal y como somos, gracias a las certezas que nos proporcionan la fe, peto también las mentiras piadosas de esos que están a nuestro lado y que tanto nos aman aunque a veces seamos incapaces de detectarlo.



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13 abril 2021

Los huevos de la realidad y la ficción

 La escritora Bárbara Blasco anda preocupada con estos tiempos extraños en los que la realidad, inflada por una pandemia de esteroides, ha adelantado a una ficción que resopla entre crónicas, diarios y algún poema. Blasco advierte que la realidad y la ficción son dos vasos comunicantes y lo que se vacía por el lado de la literatura de ficción, lo ocupa desde la telerrealidad de cualquier concurso donde se cosa, se cante o se guise, pasando por el striptease del Miguel humano y para la semana que viene el Bosé divino hasta llegar a los duques de York contando al mundo las desgracias de vivir en un palacio. Mientras tanto, se lamenta Blasco, la literatura se vacía de ficción en forma de eclosión autorreferencial y el tiempo dedicado a la realidad seguirá creciendo delante de nuestras narices. Ya lo estamos viendo con personajes tan delirantes como el tránsfuga Toni Cantó que ha pasado de los titulares de El Mundo Today a la cabecera de los informativos de televisión cual caballero andante para defender nuestra libertad, en una historia real con todos los ingredientes para construir una buena ficción.

Pero no se preocupen porque la ficción sigue aquí, a nuestro lado. Mientras las noticias inventadas, los perfiles falsos y los personajes multicolor inundan la realidad, siempre son quedará esa rendija por la que escaparnos hacia la ficción, como aquel día de hace unos años cuando una de mis sobrinicas me dijo que quería un huevo frito y yo le contesté que esperara un momento porque me parecía que solo quedaban huevos de tortilla. Tras unos segundos de tensión se desató la alegría y ¡¡mira qué suerte hemos tenido!!: Todavía quedan en la nevera huevos de huevo frito. Y tú, querido e improbable lector, ¿qué huevos tienes en la nevera?




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12 abril 2021

El último suspiro

 

 No hay estrellas en el trayecto final.

El ruido del tráfico es la serpiente

que silba en la verbena de la selva.

Una infección de sirenas azules

traslada la muerte de mi cuerpo

de la cama al crematorio.

 

El volumen exponencial del negocio

reubicó el hedor de las chimeneas

en el extrarradio de la desigualdad,

donde las cenizas interpelan

a ese nuevo urbanismo social

de periferia: Rostros invisibles.

 

A un lado la economía color salmón.

Al otro lado, el miedo al contagio

de todos los que trabajan con sus manos

y han olvidado el tacto de la hierba

bajo los pies desnudos, que ahora,

solo son muñones inservibles.

 

Los grilletes se funden con el fuego

mientras el metraje sincero de mi vida

revela todas las grietas y lamentos

y yo, en el último suspiro,

conservo la belleza de mi infancia

y quemo al hombre que no pude ser.



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07 abril 2021

Me olvidé de vivir

 

 

No lo olvides: Vivir es olvidarte

de una canción de pop mientras las horas,

secuestradas por los hombres de negro,

buscan la columna en la que computar

la realidad. Tanto tiempo derrochado,

la contabilidad inane de un click

y una nueva soledad para morir

huérfano de las lindes de tu cuerpo,

atado al despreciable manantial del insulto

mientras la relatividad moral,

mortaja y sudario del óxido,

es directamente proporcional

al número de píxeles que te diluyen.

 

Que ya no eres tú. Que solo eres algo

que ha perdido importancia hasta dejar de percibirse.



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05 abril 2021

Cara a cara

 


 

He vuelto para hablarte cara a cara.

Desde que abandoné las noches de dolor

no consigo olvidar la angustia húmeda

de tu lengua sobre mi boca.

Esa pegajosa humedad que se posaba

para anunciar una erección amarga,

sudorosa, infame como la eyaculación

que envilecía las escamas de mi cuerpo.

 

Aunque fingir era mi especialidad,

el encaje turquesa de mis bragas

no escondía la humillación de ser

el molde de una lagartija con crestas,

el espanto de un animal herido

sobre una lápida de sábanas blancas.

 

Ahora vuelvo para vomitar el hálito

que el semen de tus gemidos ahogó.

He vuelto para hablarte cara a cara,

para violar este espacio de silencio,

para escupir todo el odio que me mata.

 

He vuelto desnuda al lecho que soñé:

A esta tumba obscena en la que te pudres.

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04 abril 2021

El flamenco renacentista (o no) de María José Llergo

 


Los artistas del Renacimiento allá por el siglo XV tenían dos objetivos: El primero era alejarse de los oficios mecánicos para desembarazarse del control gremial característico de la Edad Media. El segundo era propiciar un cambio es su estatus social y alcanzar las más altas cotas de reconocimiento del poder político. El método utilizado para conseguir la revalorización de su trabajo fue afinar la precisión técnica de sus obras que se arroparon al abrigo del conocimiento científico gracias al estudio de las materias que se enseñaban en las Universidades y que los artistas luchaban por implementar en su trabajo: Gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, música y astronomía. Así nacieron artistas que en su búsqueda por el ascenso social conocían los intereses y la cultura para quienes trabajan, por un lado reyes y gobernantes que ostentaban el poder, pero también  la pequeña nobleza y los comerciantes urbanos que ansiaban retratos y altares en los que plasmar la pujanza del nuevo  poder que se estaba fraguando en forma de capitalismo.

María José Llergo aprendió a cantar por osmosis mientras filtraba la voz de su abuelo Pepe que, al compás de una azada, roturaba una tierra de piedra, copla y fandango. Ella afirma que su cante “es un alegato al compromiso artístico” que comenzó al calor de hogar pero se fraguó gracias a los conocimientos que adquirió en la Escuela Superior de Música de Cataluña donde pasó del aprendizaje autodidacta al mundo de conocimiento académico. Un paso fundamental para consolidar las habilidades propias del oficio de componer, producir e interpretar canciones, unas competencias que completa con algunas cavilaciones: “El conocimiento que va incluso más allá de la música, a mí me interesa también formarme como persona, cuanto más sepas y más conozcas, más capacidad tendrás de adaptarte al resto. Encerrarse en un único pensamiento te lleva a vivir en un mundo muy pequeño"

María José Llergo habló con Javier Gallego en la Carne Cruda del pasado 15 de marzo sobre el proceso creativo, que ella asemeja a una mezcla entre el método científico y el trabajo de la tierra. Es una manera de enfrentarse a la composición con el espíritu de quien resuelve una hipótesis científica: La inspiración inicial se consigue mediante un proceso de observación de la naturaleza y de las ciudades, espacios en los que busca la poesía que se derrama en las lágrimas de una acequia o en las venas de la ciudad. La observación se condensa en un mundo de dualidades que confrontan espacios antagónicos como la belleza y la fealdad o las evidentes disparidades sociales. Estas peleas producen conflictos internos de donde nacen versos y ritmos que codifican el mundo mediante la experimentación sonora.

La segunda parte del proceso creativo es el tiempo de buscar melodías y sonoridades que se ajusten a la sensibilidad de cada una de las canciones, no es lo mismo la luz infantil de una oda a la naturaleza, que la búsqueda de sonidos afilados como espadas para retratar el oleaje de muertos que mece el Mediterráneo. Las herramientas en este trabajo tienen que ver con las personas que colaboran en el proyecto. La comunicación entre productores y músicos se establece mediante el uso de términos más poéticos que técnicos, sentir el aire que marca el compás de una bulería por soleá y armonizar la sensación que  se crea en el estudio con las letras escritas previamente. Esta relación entre músicas y letras también se produce a la inversa, como si en medio de la oscuridad desorientada se hiciera de repente la luz.

El tercer paso es exponer la idea. El primer boceto siempre necesita desarrollarse para confirmar la idea inicial o, por el contrario, ser catapulta hacia otras ideas, en cualquier caso se trata de alimentar el proceso para que crezca lo máximo posible. María José Llergo afirma que esta libertad en el proceso creativo es lo más bonito de un oficio, que se siente tan viva como para soñar que el proceso nunca se acaba, que esa felicidad se eterniza.

Pero la grabación de las canciones termina por traspasar la línea entre lo imaginario y lo tangible y se fija en lo material, entonces comienza el trabajo agrícola de oxigenación, arado y abono. Es la hora de aplicar la pátina del aprendizaje de todo lo viejo para plasmarlo en algo nuevo. Elegir bien la semilla, que no es lo mismo cultivar la frescura de la serenidad y tranquilidad personal, que hacerlo sobre la oscuridad de los problemas sociales. Se trata de conectar el momento personal con las sensaciones exteriores, esa una de las claves para sentirse a gusto con la creación: No puede existir disonancias entre la vibración interior y la del diafragma. María José Llergo ha esperado a enamorarse para cantarle al amor.

La semilla plantada crece y se tiene que enfrentar a las inclemencias del tiempo en forma de tormentas. Las nuevas canciones salen a pasear en exposición pública para someterse a los agentes atmosféricos ajenos. Es la hora de aprender que tanto trabajo no puede ser mancillado por una influencia exterior que acabe con el crecimiento que se merece cada canción, esa gema que ha nacido de lo más profundo.

Ha llegado el momento final. María José Llergo entrega su trabajo sin esperar nada a cambio, se desprende de la música sin esperar reconocimiento, ella  ha nacido para hacer letras y músicas, tiene la necesidad de hacerlo, siente que esa es su manera de vivir y es consciente de que seguir en ese camino ya depende de solo de ella, también depende del público y del valor que cada uno de nosotros le damos a ese proceso creativo que termina por  tocarnos el corazón. Y después, cada cierto tiempo, el artista también necesita la calma del barbecho para que vuelvan a florecer otras semillas, nuevas canciones para tiempos nuevos.

Les confieso que fue el algoritmo de Spotify quien me llevó a las canciones de María José Llergo pero, tras seguir algunas de sus entrevistas lo que de verdad me fascinó fue el discurso con el que envuelve todo lo que hace y siente, como reivindica el esfuerzo por mejorar su trabajo artístico que nace del surco pero crece gracias a la sabiduría académica y el estudio científico, un proceso que me recuerda al artista del Renacimiento que, en lugar de depender de reyes o burgueses, se pone al servicio del público mondo y lirondo como usted, querido e improbable lector, y yo. María José Llergo lo tiene claro: “No pienso en agradar a nadie, solo quiero seguir mi camino de la mejor manera”. “Estoy al servicio de la música. Que haga conmigo lo que quiera y me prestaré."


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01 abril 2021

Escribirnos

 

Espido Freire en un artículo sobre Jane Austen habla de los salones imaginarios, esos mundos propios de los que hablamos como si fueran reales porque los hemos creado a través de las conductas, las actitudes y los hechos, esos artefactos resbaladizos que transcurren por nuestra memoria. Por eso las estufas de carbón, las sillas de anea o las viejas radios de onda media son toboganes que nos invitan a viajar en el tiempo, a ese mundo factual donde la realidad es una ficción. Sin embargo, para que una narración consiga dar el salto de lo cotidiano y el recuerdo se sitúe en la palestra de la literatura…. ay, eso es mucho más difícil porque además del recuerdo necesitamos a un enigmático protagonista, una acción trepidante, un saltarse las normas, un enamorarse hasta las trancas o un sin vivir que por vivir muero. Pero eso no debe preocuparnos a los mortales que no tocamos la gloria de la literatura. Trasegar los recuerdos hasta ponerlos negro sobre blanco en la pantalla de ordenador es un ejercicio saludable que despeja la mente y abre caminos insospechados que nos llevan al auténtico significado de nuestra vida, al dilema de los cruces que ya hemos pasado y a la contemplación de los errores. Por eso es bueno escribirnos, para conocernos mejor.

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