La curvatura de la córnea

30 octubre 2007

OFF Gervasio

Gervasio pulsó OFF un minuto antes de la ocho de la mañana. Le gustaba empezar el día venciendo al despertador con aquel minúsculo gesto que lo llenaba de optimismo. Atendió al aseo diario con la minuciosidad del detective de su novela, desayunó con la frugalidad de los malos pero sin vodka en el zumo de naranja y se dispuso a ordenar la mesa de trabajo, una tabla sin ángulos rectos, serpenteante y sinuosa como el perfil soñado de su musa que estaba ocupada por una impresora Hp 1500c, un monitor Benq de 17 pulgadas y un teclado Logitech. Del ratón nada se sabía.
Los componentes hardware se habían acurrucado muy juntitos tras el secuestro del atril made in Korea, una acción guerrillera ejecutada por una partida de folios Torraspapel 80 gramos garabateados por el puño y la letra de Gervasio, un tatuaje que les imprimía valor.
Los folios se habían hecho fuertes tras un caótico parapeto construido con sobres desgarrados y facturas azules de Endesa, verdes de Telefónica y rojas de Vodafone. En tierra de nadie vagaban tres programas de mano de las tres obras que se representaban en los tres teatros de la ciudad, estaban impresos en un glamoroso papel couche por el que suspiraba un olvidado folleto de los supermercados LIDL elaborado con fibras vegetales de dudosa procedencia.
Gervasio hizo un montón con los folios, las facturas, los programas de mano y el folleto publicitario, todos terminaron en la papelera. El terreno despejado fue suficiente para instalar el retrato autografiado de Miguel Delibes por el que había pagado una fortuna en uno de los puestos OFF de la última feria del libro de Berlín. Valoró la posibilidad de pasarle un paño al maestro pero entonces sonó el telefonillo de la puerta.
El periodista llegaba con puntualidad y Gervasio echó un último vistazo a la tabla de planchar apoyada en la pared violeta, al cesto de mimbre repleto de ropa doblada con dudosa eficacia, al sillón orejero enterrado bajo camisas arrugadas, pantalones vueltos del revés y un tumulto negro de calcetines que escalaban hasta la cercana mesa auxiliar donde hacían cumbre un spray de almidón del Carrefour, una garrafa de agua destilada del Mercadona y una plancha Fagor de gama alta.
Era evidente que aquella habitación orientada al norte y con vistas a los tejados rojos del Barrio de Las Fuentes no tenía el marchamo que se le exigía a un novelista de éxito. Gervasio deseó que el periodista sólo fuera un becario al que podría asombrar con sus viejas batallas de reportero en unas guerras que ya nadie recordaba.

29 octubre 2007

El mar como destino (Héroes del Silencio en Valencia)

Fotografía de Alejandro Pastor
Rumbo sur atravesamos territorio mudéjar con el mar como destino. El mar nos esperaba furioso y gris, como el cielo con sus gotas pero nosotros, hombres de secano, de un solo río, sucumbimos al poder del mar que no cesa.
Las luces alargaban las sombras, las barbacoas echaban chispas de chorizo y, mientras las motos enmudecían ante la avalancha de ochenta mil almas en busca de rock and roll, las gradas del Circuito Ricardo Tormo nos recibieron engalanadas de plata.
“La canción de la sirena” encendió gritos que pintaron de violeta las manos alzadas al cielo misericordioso que descorrió las nubes y se llevó la lluvia. Héroes del Silencio estaba a punto de comenzar su último concierto.
Dos figuras gigantescas se perfilaron más allá de las conciencias, espectros del pasado tras un inmenso telón blanco, dos guitarras para los primeros acordes de “El estanque” y mar en las pantallas, mar en calma, mar azul hasta que “el mar se derrama ahogándome”. La imagen tantas veces soñada se hizo realidad y el sonido de Héroes del Silencio regresó a su lugar natural, al territorio dónde el bautismo es posible, al mar flotando sobre las tablas negras de un escenario.
El mundo es mundo no sólo por el mar, el mundo es mundo por los horrores, por la destrucción, por las bombas. El mundo es mundo por el odio, por la metralla, por los dioses. El mundo es mundo por todos y cada uno de los hombres impasibles, por todos y cada uno de los niños que mueren de hambre, por todos y cada uno de nuestros inconfesables deseos. El mundo es el mundo y “hay que empezar despacio a deshacer el mundo” Y tras la radiografía del género humano, la imagen imponente de un ave rapaz sobrevoló sobre nuestras conciencias “¡Mirad mis alas!”
Llegó la hora del saludo para todos los hermanos venidos desde Madrid, desde Cataluña, desde Aragón, todos unidos para adentrarnos “Mar Adentro” bajo las luces blancas que precedieron a los cielos metálicos de Zeta, mientras las pantallas del escenario se elevaban y con ellas las imágenes de los cuatro héroes unidos por el caminito que Bunbury serpenteó de uno a otro “… Y por fin he encontrado el camino que ha de guiar mis pasos” cantaba el coro multitudinario.
Las telas laterales se poblaron de filas tecleadas de letras hasta formar frases extraídas de los textos que todos deberíamos haber escrito ¿Cuánto hace que no escribo una carta de sobre y sello? me pregunté al recordar todas las verdades que guardé en el trastero hipotecado de mi conciencia. “La carta” como certificado material que puedes romper en mil pedazos, como si esos trocitos fueran suficientes para acabar con el tiempo y la distancia, olvidando que “siempre hay algo que me hace volver”
“Agosto” se presentó a finales de octubre caminado sobre hierbas y bancales segados de trigo a recordarnos la mezcla de sabores en nuestra sangre, el líquido vital que compartimos con todas las culturas que, agosto tras agosto, y llegadas desde el mar han conseguido forjar esta “tierra prometida que nos pertenece, ¿qué más nos de ser moro o cristiano si hay para los dos?”
Héroes del Silencio regresaron al mar para encontrar a “La Sirena varada” de ojos profundos y asustados que luchó con las decepciones “cuando el cierzo no parece perdonar”, un ser legendario que se hundió en las cercanías de la realidad y que necesitó el salitre pegajoso del mar para sobrevivir a miradas como dentelladas. Cada uno tendremos nuestro tiempo y nuestra manera de luchar para zafarnos de la arena que nos impide caminar, de las algas enredadas en las extremidades y de las anclas, las argollas y el corazón.
Remanso, deceleración, bajada cardiaca del ritmo sobre fondo azulado y flores naranjas, un viaje al oriente del todavía más allá, el humo espeso del “Opio” que detiene el tiempo y adelanta la cita con la pereza dinámica de los sentidos.
Llegamos hasta las orillas del Ganges para admirar el tiempo de las confesiones, del “ustedes nos han hecho grandes” — los fieles recordaron el Rincón de Goya o el escenario de algún Colegio Mayor como preámbulo a todo el camino recorrido hasta llegar a la cumbre del reconocimiento masivo — Y de pronto todos sordos que no hay mejor sordo que el que no quiere oír el aviso para navegantes que brotó emocionado “Este es un día muy especial porque es el último concierto de Héroes del Silencio”
Desde las entrañas de la tierra, ascensión terrenal hasta el escenario insertado en medio de la marea, entre tinieblas la imagen adusta y seria de “Mister Pedro Andreu a la batería”. Al otro lado de la pasarela con el gesto aguileño de los rastreadores, cabellos negros de noche y tan largos como culebras, a las cuerdas del bajo “Joaquín Cardiel el último cherokee del rock and roll”, “sangre de su sangre El Alquimista Gonzalo Valdivia”. Y Bunbury volvió a ponerse solemne para pedir al público aquello de “no me fallen y traten como se merece al maestro Juan Valdivia” y el guitarrista de Héroes, el mago de las cuerdas, el de los dedos soldados a fuego caminó despacito la distancia del reconocimiento hasta el pedestal en forma de taburete sobre el que sentar sus reales, cátedra guitarrera y un sonido que ya es legendario. Las presentaciones de la banda terminaron con una jam de “La mala hora” y si los zaragozanos de los noventa homenajean a los Radio Futura de los ochenta por algo será.
El sonido de la armónica anunció “La herida” tantas veces sufrida por el abandono de los viejos amigos, de los ideales, de esos momentos en los que todo iba a cambiar. La herida incurable de la separación, del desarraigo, tantos silencios que la barrera es insalvable, tantas heridas en la piel que hasta el corazón se resiente. Pero tanta pena en el olvido encontró la solución “entre arena y espuma.” “Despertar” con el único propósito de borrar de la memoria cualquier referencia al dolor.
El caminó se enderezó hacia la Nacional II aunque las fotos de las pantallas de video nos recordaban que el swing, la Ruta 66 y los colorines de Las Vegas están a millones de millas de los neones acostados en nuestros arcenes fronterizos de Nacional II, quitamiedos y ralla continúa. Tuvo que ser en el último concierto cuando se reseñó el merecido reconocimiento a Mauricio Aznar y Gabriel Sopeña “dos excelentes músicos zaragozanos” que compusieron una estratosférica canción de carretera titulada “Apuesta por el rock and roll” en la que el chispeante sólo de guitarra corrió a cargo del más pequeño de los Valdivia.
El bajo de Cardiel se hizo dueño y señor del ritmo, potencia, contundencia que no presagiaban las inconfundibles notas de “Héroe de leyenda” que el público cantó solito. Una canción que condensa toda la esencia de este grupo desde el mismo segundo en el que le quitaron todos los aditamentos con la que la disfrazó el primer productor de la banda, y al que no vamos a citar para mantener las composturas.
Luces rojas para “Con nombre de guerra” y que levante la mano quien no se haya ido de putas, y yo levanto las dos pero pienso en las veces que lo soñé y no me dejó la cobardía, el miedo o vaya usted a saber que fantasmas. Las pantallas gigantes lo revelaron sin ninguna duda para estos ojitos: Fue la primera vez en mi vida que vi sonreír a Juan Valdivia, estaba contento.
De nuevo regresó el mar para “No más lágrimas”, una canción que todos recordamos con más velocidad, con más fuerza, con más adrenalina y pese a todo, los saltos sobre el asfalto se hicieron unánimes, sincronizados y altos, muy altos.
Aquí se acabó la cercanía. Los músicos volvieron a las entrañas de la enorme maquinaria preparada para el arte de girar aspas, calentar los motores y ecualizar el sonido hasta la energía del metal. “Nuestros nombres” y “El mar no cesa” como preámbulo al segundo gran momento de Juan Valdivia cuando, entre guitarrazos, levantó al público que sufrió un shock bajo las notas de “Entre dos tierras”
La mar desapareció para dejar paso a los surcos del secano, a los caballones áridos dónde “un duende te invita a soñar” y “este cuarto no para de menguar” Manchas negras de tinta sobre el telón rojo.
Bunbury boxeó con su sombra mientras “Iberia sumergida” comenzó la cuenta atrás del cronómetro de los puños cerrados, de los malos ocultos tras las tiras que tapan sus ojos, de las columnas de los periódicos con “sus rumores clandestinos”, de las “preguntas con semillas de respuesta” y el contador llegó a cero. Si alguien busca un himno para España es que nunca ha escuchado esta canción.
El estilo iconográfico del maxi “Senda 91” se hizo presente con un carnero y el diablillo sonriente de lenguas de fuego para sembrar de “Avalancha” el tiempo, la comida y amor tempestuoso mientras volvieron las manos al cielo en vaivén de mar, de oleaje, de avalancha hasta que llegó el final con un energético “Hasta siempre”
Pero todos los seguidores de Héroes del Silencio sabían que nada es para siempre y por eso corearon hasta que las velas sobre misiles y explosiones iluminaron “Bendecida” para recordarnos que, de la infancia hasta el mundo perecedero, sólo resta la distancia de los gusanos, los sueños abandonados y una fosa común.
Las imágenes más ácidas llegaron con chicas en bikini y gorro vaquero. El ritmo sensual de sus caderas era agitado por la voz en vocoder que anunció el final de Occidente arrasado por el fuego del chamán hasta ensangrentar las calaveras de “Las tumbas de sal”.
Los hermanos Valdivia, un segundo antes de “Oración”, se abrazaron y el corazón otra vez encogido por los compases de arcanos en manos de la echadora de cartas que me mostró la muerte y ángel como si el destino caprichoso estuviese en el alero del azar sostenido entre naipes. Tras la devoción del rezo llegó la emoción a la voz de Bunbury cuando dijo “Esta gira ha sido muy bonita y nos ha hecho sentir especiales y queridos”
“Tesoro” desbordó la escena con iconos tan sagrados como el euro de los nuevos ricos, el dólar de los ricos de siempre, la media luna con su estrella, las letras chinas del imperio y un león rampante para bordarlo en las banderas de la identidad, todo unido para concluir que “no queda nada sagrado que me divierta ya”
Murciélagos sobrevolando pájaros, insectos, mariposas, flores y un panal de abejas: El paraíso de Eva preparado para ser derribado mientras la única “Fuente esperanza” se divisa a lo lejos, tan lejos como para enloquecer.
La noche se iluminó con los teléfonos móviles, los brillos de las cámaras y los mecheros encendidos para que “La chispa adecuada” prendiera entre los brotes y las raíces del amor lastrado por dunas, avispas y cadáveres. En esos veranos dónde a la diosa de la espalda desnuda sólo se le puede entender en el sánscrito de su baile ancestral “y tu vientre sabe a pan y la catedral que es tu cuerpo” Confetis dorados reventaron la noche mientras los altavoces dictaban la consigna a seguir “Somos Héroes del Silencio, no lo olvidéis”
Y no, no lo olvidamos, por eso esperamos la réplica que llegó con “Malas intenciones”, el preludio al mejor símbolo de esta gira: Juan Valdivia y Enrique Bunbury sentados en un escalón, sonrientes, esperando el aplauso unánime de sus seguidores, satisfechos por esta reunión histórica. Juntos, como al comienzo, para interpretar “En brazos de la fiebre” y recordarnos que ellos si, que ellos se movieron para salir del infierno de la separación y reencontrarse al menos por una vez, aunque sólo fuera para dejar en nuestras retinas el último gesto de pleitesía del cantante con el guitarrista en forma de baño de luz que se desbordó hasta empaparnos a todos los presentes.
Desde lo alto nos miraban las pinturas negras de Goya, Saturno se come a su hijo y los fuegos artificiales clausuraron la última actuación de Héroes del Silencio. Todo había terminado y Bob Dylan acompañó a la procesión de balas perdidas en el regreso desolado hacia la vida real.





24 octubre 2007

Ángel Gracia y el Bandido Cucaracha

Ángel Gracia publicaba en el suplemento del domingo 21 de octubre del Heraldo de Aragón la tercera entrega de “Aragón en bici”.En esta ocasión, el autor de la novela “Pastoral”,pedaleaba por la zona de los Monegros al pie de la Sierra de Alcubierre.
La ruta partía de la localidad de Lanaja y en alguna de sus plazoletas el ciclista entabló conversación con dos vejetes a los que interrogó por la situación de la paridera en la que fue ajusticiado el Bandido Cucaracha. Aquella pregunta no obtuvo respuestas porque los abueletes estaban más interesados en promocionar otras maravillas del pueblo antes que satisfacer la curiosidad del viajero.
Ángel continuó el viaje dando un rodeo para no enfrentarse a la visión directa de un accidente de tráfico, penetró en un bunker para ametralladoras que nunca fue utilizado durante la guerra civil y maldijo las “monstruosas antenas” que contaminaban sumirada. Todo iba bien hasta que el asfalto desapareció bajo los neumáticos de su bici y el camino cuesta abajo aceleró la hasta entonces escasa velocidad. En esa vertiginosa situación la mente del poeta regresó por segunda vez al Bandido Cucaracha para imaginarlo atravesando aquellos parajes ataviado con vestimenta oscura.
Cabalgar sobre una bicicleta y rememorar las viejas aventuras del bandolero que recorrió el triángulo entre la Sierra de Alcubierre, Monegrillo y Farlete es sin duda una manera romántica de acercarse a este personaje, pero en esta bitácora vamos a recomendar otras dos formas de hacerlo.
La primera es un viaje cibernético hasta una de las hermanas de esta bitácora, para desembocar en La Mirada de la Córnea sólo tienes que pinchar aquí.
La segunda es más clásica y tiene connotaciones culinarias. La cuesta de la Calle Heroísmo y aledaños es uno puntos fundamentales para darse un garbeo por el maravilloso mundo de las tapas, las tablas y las tostadas zaragozanas. Un paseo peatonal a la hora del vermú o de la cena convierte esta populosa calle y su entorno en una deliciosa travesía gastronómica. Y es en esa zona de la ciudad dónde Ángel Gracia y cualquiera de ustedes puede encontrar al Bandido Cucaracha, o al menos, el bar que luce su nombre y situado en el número 33. Una tasca que los recibirá con una carta plastificada en la que se recuerda una de las aventuras protagonizadas por el Bandido Cucaracha en el monegrino pueblo de Farlete:

23 octubre 2007

Héroes del Silencio en Sevilla

Gracias a Sevilla por la tortilla de camarones, las cañas de Cruzcampo Glacial y esas palmas de tango para pedir el regreso de Héroes del Silencio al escenario.
A las siente de la tarde accedimos a las gradas del Estadio Olímpico de Sevilla, su arquitectura, como bien dice el poeta Alejandro Pastor, parece pensada para mayor gloria de algún país del Este cuando el muro de Berlín todavía estaba en pie. No me gustó su interior demasiado austero en colores, ocres y marrones no pueden ser la señal de identidad de un lugar tan emparentado con el sol, los faralaes y la pasión. Sin embargo, la impresión fue magnífica cuando mis ojos se posaron en sus entrañas. El territorio era enorme, la suma de un campo de fútbol más el aro de una pista de atletismo, un espacio habitual para Stones, U2, Pink Floyd y The Police pero que sigue siendo extraordinario para una banda nacional. Allí, en aquella maravillosa ensenada junto al Guadalquivir y a los pies del Puente del Alamillo iban a tocar Héroes del Silencio.
En esta misma bitácora prometí suministrar una información objetiva y pausada sobre lo acontecido en el concierto sevillano de Héroes del Silencio, algo que no había conseguido en ninguna de sus dos actuaciones en Zaragoza: Una reseña típica con los títulos de las canciones, los diferentes ambientes luminosos, la iconografía incorporada a esta gira, los guiños a giras y discos anteriores, además de una evaluación de la propuesta musical que ofrece el grupo después de once años fuera del circuito. En esa tarea me concentré durante las dos horas previas al acontecimiento, me preparé para contemplar el espectáculo con los ojos objetivos de un observador frío y profesional pero, las luces se apagaron y toda la retórica se fue al garete.
Una marea de 70.000 almas no cesaba de corear mientras las palmas de las manos alzadas al viento eran como olas de mar y todo se coloreó de violeta. Fue un momento especial. Seguro que todos vosotros habéis sentido alguna vez ese cosquilleo que nace en no se sabe dónde y recorre todos los poros de la piel, los vellos se erizan, el estómago se encoge y sin saber muy bien porque los ojos se humedecen. Entonces supe que de nuevo estaba inmerso en un océano sentimental donde la música del concierto era la banda sonora que acompañó mi vida, algunas estampas regresaron vivas y frescas, representaciones con la fuerza imparable de lo real, la felicidad cabalgó a lomos de la añoranza, los recuerdos tristes entreverados con los cojonudos, el amor empujado por el olvido resistió vendavales y las lágrimas, esas que nunca cesan, brotaron para testificar que aún estaba preparado para el ritual heroico donde las canciones no se cantan, se rezan.
Fue un concierto compacto, sin fisuras, tal vez algunas leves deficiencias en el sonido inicial, los músicos estuvieron perfectos y los pequeños desajustes de las citas pilarista en Zaragoza no aparecieron en Sevilla. El público estuvo de diez y consiguió que la banda hiciera una tanda extra de bises.
Era la primera vez que veía jugar a los Héroes fuera de casa, un partido que hace mucho tiempo quería presenciar para comprobar con estos ojitos que el fenómeno de esta banda zaragozana no era una frivolidad local, que era cierto, que en La Campana de Oro de la calle Sierpes se alegraban de mi acento aragonés y de mi camiseta heroica, que la avalancha no terminaba en este tierra ingrata para con sus artistas, semillero de gentes que menosprecian el fenómeno llamado Héroes del Silencio, ristras de paletos musicales que ignoran la potencia de esta banda de rock, esos ciudadanos de Zeta que creen conocerlos por la simpleza de vivir en su misma ciudad, esos tristes de espíritu que no aceptan la enorme alegría que significa para esta tierra de cierzo contar con estos dinosaurios del rock. A todos ellos me hubiera gustado verlos en el Estadio Olímpico de Sevilla.
Agradezco a Alejandro Pastor la ilusión que me infiltró en las venas para empujarme a hacer este maravilloso viaje desde el Ebro hasta el Guadalquivir y que Producciones Retruécano ha resumido en este video:


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21 octubre 2007

Alfonsina Storni se arroja al océano

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20 octubre 2007

Juan Antonio Cebrián

Juan Antonio Cebrián ha muerto y esta bitácora se viste de luto por este animal radiofónico con el que tantas horas pasé. Gracias maestro, todos los que hemos sido murciélagos nunca te olvidaremos.


16 octubre 2007

Lo importante es el interior

Jeny y Rufus se sentaron en la última mesa del Telepizza del Barrio de Las Fuentes. Rufus husmeaba su mitad cuatro quesos mientras Jeny bebía agua mineral sin hacer mucho caso a su mitad tropical con extra de piña. La cena conmemoraba el primer paso para conseguir un hogar VPO en Valdespartera City: Rellenar una solicitud en las oficinas Toc Toc, una agencia autonómica que centralizaba –vaya contradicción- las peticiones para conseguir una vivienda protegida.
— Seguro que nos toca una calle con nombre de película de Almodóvar.
— Ya. O la del bueno, el feo y el malo.
— Será el último piso, muy luminoso y con vistas a los lagos de Pe.
— ¿Los lagos de…?
— Los lagos de Pe, Rufino, de Pe. Pe de Penélope, la chica Almodóvar.
— Mira, Almodóvar como el de la calle.
— Ay Rufino, es que ya me lo estoy imaginando, tu y yo en una cama Malma…
—… No me llames Rufino que pareces mi…
—… La compraremos de uno cincuenta con un colchón Sultan Evje de latex y algodón, ya sabes de esos que permiten la circulación del aire hasta conseguir un ambiente perfecto para el descanso y para todo lo demás Rufino, ¡para todo lo demás!
— ¡Jeny! ¡Qué no me llames Rufino!
— Y en el colchón no vamos a escatimar Rufino. Muchos matrimonios se rompen por culpa de un mal colchón, que lo explicaban muy bien en el Vale del mes pasado. El edredón Torenia coordinará con las cortinas Hedda Löv. Las llamo cortinas para que me entiendas Rufino, pero en realidad serán estores japoneses de tres cuerpos, que van ideales con los cojines Hedda Rak, de rallitas para ti y con cuadrados para mí. Para el verano he pensado en una funda Bibbi Snurr…
—… a la Bibí si la conozco. Esa es chicarrón Almodóvar.
— No seas bruto Rufino que no te pega nada. Lo que si pega en el dormitorio es la Gullholmen Bananas.
— De eso nada. Nada de plantas que ya sabes lo de mi alergia.
— ¡Ay Rufino! ¡Qué guapo te pones enfurruñado! No seas bobo, la Gullholmen Bananas no es una planta, es una mecedora diseñada por Maria Vinka y fabricada a mano con hojas de bananas. ¿Te lo imaginas? Tú Jeny meciéndose y leyendo el Pronto. Tendremos que pensar también en las lámparas: La Hörby para nuestro dormitorio, la Tostarp para el salón y un par de Regolit para los dormitorios pequeños. En los baños prefiero plafones, pero no me decido entre el Arstid de acero o el Kryssbo de vidrio. ¿Tú cuál prefieres?
— Si tengo que elegir me quedo con la de cuatro quesos, aunque la tropical también me gusta, pero si quieres podemos compartirlas.
— ¡Ay Rufino! ¡Siempre pensando en comer! Ya verás que guisos te preparo en la cocina Faktum, con las ollas Skänka y la vajilla Syntes Skiss y sus platos decorados con hojitas rojas de trébol, cuencos redondos para el desayuno y cuadrados para sofisticadas recetas de cocina japonesa.
— No empieces Jeny, no empieces con chuminadas. Ya sabes que a mi me gusta la cuchara, rebañar con pan y una buena siesta.
— ¡Míralo! Mi chico preocupado por su cabezadita ¡Ay Rufino! He pensado en un sofá Kramfors desenfundable con un par de sillones Poäng a juego y la librería Billy-Benno en abedul con serigrafías circulares de estilo napolitano.
— Déjate de napolitanos y vamos a hincarle el diente a la cena.
— Para las cenas románticas utilizaremos un mantel Krassen, dos candelabros Köngers, y…
— ¿Candelabros? ¿Para qué queremos unos candelabros?
— ¡Ay mi Rufus! Porque lo importante en una casa es el interior.

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13 octubre 2007

Héroes del Silencio en Zaragoza (II parte)

Gracias a Anabel Díez y a Juan Arnal , la amabilidad de ambos permitió que pudiera asistir al concierto.





“Gracias por hacernos tan grandes” dijo Bunbury al público que llenaba el Estadio de la Romareda, pero se equivocaba, Héroes del Silencio hace mucho tiempo que son grandes si usamos para medir otras varas además del número de entradas vendidas. La grandeza de la banda radica en la potencia emocional que suministran sus canciones, todo lo demás tiene el riesgo de desmesurarse hasta conseguir morir de éxito en medio de los derribados del caballo que, no lo duden, jamás sentirán la fe de la avalancha.
El concierto comenzó con un signo: Las desmesuradas siluetas de Juan Valdivia y Enrique Bunbury navegando hasta un mar en calma, esa era la firma del reencuentro, atrás quedaban las disputas y los polos opuestos del pasado se unían para mayor gloria de la música. Y después, durante distintas fases del concierto, la emocionante pleitesía del cantante hacia el guitarrista, el reconocimiento explícito de que, pese a tanto titular mediático, sobre el escenario había una banda de rock.
Ya se que es poco pero no puedo contar más porque otra vez caí en la espiral heroica que empezó como en un Karaoke y llegó a las lágrimas, escondidas con pudor, mientras una oración laceró mi alma de todos los recuerdos, algunas decisiones y mucho amor.
De sonido, desajustes, luces, apabullante escenografía, de eso y de todo lo demás escribiré la próxima semana con acento sevillano y acompañado por palmas de tango.


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11 octubre 2007

Estar sólo

10 octubre 2007

Héroes del Silencio en Zaragoza (I Parte)

A las nueve y veinte de la noche la música de charanga interrumpió la última cucharada del yogur de soja con frutas exóticas. Natalia me llamaba desde La Romareda haciendo alarde de ese milagro tecnológico que es capaza de unir el estadio de fútbol de Zaragoza con un satélite y rebotar las buenas vibraciones hasta el Barrio de Las Fuentes. Los Héroes del Silencio había regresado a la ciudad y Natalia quería refrescarme la memoria sobre la liturgia que ambos conocemos a la perfección, la ceremonia que transcurre a pie de escenario, allí dónde el sudor de la espina dorsal es un líquido sagrado, la senda recorrida hasta alcanzar las cotas incomprensibles de aquellos que rezábamos en el templo sagrado dónde los héroes de leyenda nos recordaban los recovecos inescrutados de nuestras almas al pecar, ella y yo sabemos que hubo rituales capaces de cambiar mentes y cuerpos, días memorables – antesala imprescindible de estos resplandores - en los que los conciertos no se grababan con teléfonos móviles. Dejé sonar el mío para que el buzón de voz guardara los sonidos de la avalancha, bajé hasta el garaje y conduje en dirección al trabajo.
El Estanque me acompañó sobre las aguas varadas en grava del Ebro pero no hubo consuelo posible en una noche aciaga de silencio. La música no fue bálsamo por primera vez en muchos años y pulsé pause. El silencio empeoró la situación mientras a mis espaldas se alejaba la ciudad rendida bajo las luces y la algarabía de una banda de rock. Detuve el coche ante la barrera que separa mis sueños de la realidad, lo hice durante el tiempo necesario para convencerme de que sólo podía esperar. Contar los segundos que separan la añoranza de mi espíritu pasado y la avalancha presente, aguardar a la nueva liturgia con la esperanza de volver a sentir aquellos escalofríos tan cercanos al éxtasis místico de los santos. Sólo entonces pase la tarjeta de fichar y comencé el turno de noche.

09 octubre 2007

Baranasi

“Que el sol estimule nuestros pensamientos y nos inspire a hacer lo correcto en el momento oportuno”
(Oración del Rigveda, el libro más antiguo de los Vedas)


Baranasi esperó a que la estación de las lluvias desapareciese por el Oeste. Tras el rastro de la última nube recuperó el ritmo cardíaco, deshizo los nudos que mantenían unidos brazos y pies y abrió los ojos. Dedicó los primeros rayos de sol a las abluciones con las que purificó su cuerpo, y a las plegarias como guía esencial para encontrar el camino de la sabiduría, sólo entonces se sintió preparado. Baranasi se dirigió a la orilla del Ganges dónde Deví Shivaranisha, la Diosa del Proveerá, había dejado el maná de los nuevos tiempos, el sustento imprescindible para conducir por la rueda de la reencarnación.
El ritual de agradecimiento comenzó mezclando los líquidos refrigerantes en un caldo compuesto por agua destilada, aceite multigrado y valvulina de baja densidad, al que se incorporó el cableado eléctrico muy picadito. La sopa templó el ánimo y despertó el apetito kármico de Baranasi que decidió continuar con una ensalada a base de esponja amarilla de asiento, plástico negro de salpicadero y tapicería gris de puertas, lo cortó todo en juliana, lo mezcló, aliñó con líquido de frenos y culminó la presentación con daditos de goma de neumático.
La liturgia posterior se dedicó a la chapa, un ingrediente muy maleable y de una ductilidad que se podía aprovechar en platos tan tentadores como empanadillas de capó rellenas de parabrisas, albóndigas de aletas laterales con espejos retrovisores y láminas de techo al estilo de Cachemira. Unos platos voluptuosamente especiados que acercaron a Baranasi al precipicio de la satisfacción, el deleite y el hedonismo. Tres peligrosos caminos muy alejados de la devoción exigida a los seguidores de Deví Shivaranisha.
La ceremonia de las vísceras fue el momento más difícil. Baranasi sabía que el sufrimiento unido al sacrificio era una buena combinación para conseguir reencarnaciones de mayor estatus en vidas venideras, por eso luchó contra la animadversión que sentía hacía las entrañas pesadas, grasientas y malolientes, hasta que se comió las piezas del carburador y las bujías en forma de brochetas entreveradas con trocitos de junta de culata.
Los últimos bocados fueron para el yogur de faros con aromas del azafrán, el dulce con luces de posición y cuatro buñuelos intermitentes. El culto terminó bajo la sombra de la primera nube que apareció por el Este. Baranasi frenó el ritmo cardíaco, hizo los nudos que mantenían unidos brazos y pies y cerró los ojos.

08 octubre 2007

Estocolmo (Se acabó el cuento)

El Teatro de la Estación vuelve a abrir sus puertas. Inicia la temporada con todas las butacas recién tapizadas, una manita de pintura y la compañía andaluza Síndrome Clown que representa la obra “Estocolmo (se acabó el cuento)”
Enfrentarse a los 59 cuentos que escribió Chejov es una dura tarea escénica que Víctor Carretero y Práxedes Nieto afrontan con decisión, acompañados por la presencia imprescindible de Jasto Velasco cuya función en escena es subrayar con música de cuerda las acciones dramáticas, los momentos de suspense y hasta los tiempos de espera.
Si de algo puede presumir esta obra es de contener los elementos esenciales de la narrativa de Chejov pero matizados por la visión del mundo del clown, una ventaja que permite asistir a la represtación sin poseer conocimientos extraordinarios sobre el autor ruso.
“Estocolmo (se acabó el cuento)” es una herramienta muy importante para profundizar en los fundamentos de la literatura rusa con un método muy alejado de los tradicionales medios culturales y mucho más cercano al refresco y a los mantecados. Una excusa para reflexionar sobre nuestras vidas y el concepto más importante que nos permite vivir con dignidad: La idea de la libertad planea sobre la platea durante toda la obra, la imagen de la libertad y el valor que somos capaces de darme cuando la perdemos, con independencia de cuales sean los motivos. Síndrome Clown se coloca la nariz de payaso para mostrarnos que los límites de la libertad están mucho más diluidos de lo que podemos imaginar en estos tiempos de Euribor, los cuerpos a medida y el pago por visión.
La obra comienza como un tiro, los actores conectaron perfectamente con el público, y tanta empatía se crea que… pero no les voy a contar el argumento de la obra, será mucho mujor que lo descubran ustedes mismos. “Estocolmo (se acabó el cuento)” es una excelente alternativa durante las fiestas del Pilar, una propuesta inteligente y divertida para disfrutar de una excelente función de teatro.

07 octubre 2007

Fama - El Musical

Supongo que los programadores de eventos teatrales ya saben que cualquier cosa que suene a los años ochenta será un éxito porque los que rondamos los cuarenta estamos dispuestos a imbuirnos en un baño de nostalgia con independencia de los precios de taquilla. Con esa premisa es fácil deducir que un musical titulado Fama en plenas Fiestas del Pilar será todo un éxito.
Mi relación con la escuela de artes escénicas fue televisiva porque visioné la película de Alan Parker mucho más tarde, así que Fama es sinónimo de Coco, Leroy, el profesor Shorofsky, Bruno y el horario de sábado por la tarde. Con ese espíritu acudí al Teatro Principal de Zaragoza.
El musical empezó con algunos problemas técnicos en varios micrófonos, un fallo que se repitió a lo largo de la representación y que impidió seguir con claridad la palabra y las canciones de algunos actores. Y si de actores hablamos la cosa se pone un poco fea. Vimos a grandes bailares ejecutando excelentes coreografías – la sesión de claque que inició la segunda parte fue memorable - , aceptables cantantes defendiendo letras que no eran precisamente un alarde de originalidad, pero actores…, los actores no se dejaron ver en las tablas de Principal. Nada se puede objetar al elenco de artistas que mostró una gran versatilidad sobre las tablas, con capacidad para cantar y bailar en estilos muy diferentes y variados. El problema radicó en la dificultad que conlleva sacar adelante una interpretación cuando el libreto de la obra tiene tan poco cuerpo literario, esa es la mayor carencia de este musical. Los aspectos técnicos de iluminación, música en directo y desarrollo escénico alcanzaron una cota muy alta de calidad, sin embargo la obra se fue al traste porque le faltó musculatura literaria, los números musicales no están enlazados con un desarrollo narrativo convincente, con un argumento que arrastre al espectador, que lo atrape.
Se plantean muchos temas a lo largo de las tres horas que dura el espectáculo: Lo agridulce que puede resultar la vida de los artistas, el duro trabajo que es necesario para alcanzar altas cotas de calidad artística, los prejuicios raciales, la lucha por la identidad sexual, la confianza en ti mismo, las drogas, lo efímero o lo eterno de la amistad, pero se pasa sobre ellos de una manera superficial, acudiendo en exceso a los tópicos más evidentes y a momentos más o menos graciosos. Ese es el factor que dejó a Fama – El Musical en algo lineal y falto de emoción.
Aunque tal vez esta percepción de la obra – visto lo mucho que se aplaudió - sólo sea el resultado de mi cabreo caprichoso porque nadie dijo eso que tanto me gustaba oír cuando se iniciaba la década de los ochenta, ¿recuerdas?: “Queréis la FAMA, pero la FAMA cuesta y aquí es dónde vais a empezar a pagar con sudor” Ay, esa FAMA con mayúscula que ahora sólo se puede escribir con la minúscula de frikis, grandeshermanos y mediocres copando el prime time. Así que, ante semejante panorama, les invito a un baño de nostalgia:

05 octubre 2007

Xhelazz en la Fnac

La primera vez que apareció Xhelazz por estos pagos fue en esta foto de La Mirada de la Córnea publicada hace un año, entonces no tenía ni idea de quien era. No pasó mucho tiempo hasta que descubrí su maxi single y más tarde lo pude disfrutar en un concierto de Violadores del Verso cuya reseña publiqué en La Curvatura de la Córnea. Hace un par de semanas colgué en Otras Curvaturas una promo y el single de lanzamiento de su primer disco “El soñador elegido”.
El flow de Rumba circulaba con casco y motocicleta por el Coso, el Dj levantó su mano derecha y saludó a Xhelazz que respondió desde el otro lado del paso de cebra. No lo pensé, crucé con el moñaco en rojo – mi vida al límite del riesgo - y detuve los pasos del Mc zaragozano. Estreché su mano para decirle lo mucho que me gustaban las letras de sus temas, las metáforas, los giros literarios, como jugaba con las palabras y los conceptos (escuchando el disco me encuentro que Xhelazz no juega con las palabras, no, nada de eso, las tortura hasta que dicen lo que él quiere expresar en sus rimas). Le hablé del directo, de su imponente fuerza en escena y terminé aseverando que estaba en camino de convertirse en el mejor de los Mc´s del patio de mi casa es particular.
Xhelazz me dio las gracias en cada afirmación, lo sentí sencillo y hasta tímido, uno de esos animales de escenario que sólo necesitan un micro, las bases de un Dj y el aliento del público. Un público que respondió en la Fnac emitiendo buenas vibraciones y haciendo colas en las cajas para comprar el disco del Xhelazz como Dios manda, co.

Alejandro Pastor, Javier López y Javier Díez

Fotografías de Ángel Gracia


04 octubre 2007

Jueves cuatro

05:10 El reloj me despertó inmisericorde a golpes de números rojos y segundero. Anduve zombi entre el lavabo y las zapatillas puestas del revés, una tostada con aceite, dos vasos de agua y prau. Las calles húmedas aún temblaban por la tromba de agua del día anterior. Jornada de trabajo.
La valla de salida estaba estropeada y me resultó extraño volver al mundo real sin pasar la tarjeta de fichar. Autovía en dirección a Huesca desvío para Almudevar, todo derecho hasta subir a la plaza dónde aún esta montado el escenario de las fiestas de septiembre. Aparco a cuchillo.
El motivo del viaje era para representar una de las últimas animaciones de La Maleta del Arte, Conchita aún no había llegado y aún tenía tiempo para tomarme un cortado. Había dos bares a al vista pero me decidí por el Bar Samuel. Los parroquianos hablan de fútbol y de millones de euros con esa facilidad pasmosa que tenemos los curritos para manejar los presupuestos estratosféricos de los clubes de la pelotita. La conversación me entretiene poco, ya saben: Los blancos juegan mal para todo lo que se han gastado, los blaugrana juegan de lujo pero hay demasiadas estrellas y los blanquiazules o ganan o ganan ante los griegos, así que me decido por ojear El Periódico de Aragón. “Anegados” es el título y recoge algunas fotos del “colapso” tras los “45 litros en una hora” que dejaron como una sopa a los ciudadanos de Zaragoza. Paso las hojas sin terminar de leer ninguna noticia hasta llegar a la página 7 del suplemento “TECNOLOGÍA” dónde me detengo en la sección Blogosfera firmada por Pablo Pamplona.
Tras comentar las últimas entradas de los blogs Abladías y Cinegoza, ¡Qué sorpresa más agradable!, transcribo: “Termino en La Curvatura de la Córnea donde Javier nos cuenta su viaje a Barcelona para asistir al concierto de The Police” La reseña continúa con una cita extraída de la entrada que precede a la presente.
Vi llegar a Conchita con el rabillo del ojo y salí a su encuentro para descargar los bártulos de la animación. Me recibió con dos besos y una afirmación «Tienes cara de felicidad» Y tanto que la tenía, además de la cita periodística tenía otra cita, sería por la tarde en el forum de la FNAC, a eso de las siete y media Xhelazz presentaría su primer disco… pero eso es otra historia.