La curvatura de la córnea

28 enero 2021

Rodeado de palabras

 

Las palabras construyen el pensamiento.

Palabras de brocha, lápiz y carboncillo.

Palabras de escuadra y cartabón

que conectan los polos opuestos del saber.

 

Los estímulos digitales matan el lenguaje

de la linotipia y los significados,

que se escurren por la pantalla pixelada,

olvidan que la lengua materna no explica el mundo.

 

Las propiedades universales de cada oración

como los elementos de la química orgánica,

reaccionan para exterminar la duda

que ahora es el funesto equipaje de los débiles.

 

Las teclas disipan el silencio

de un dialogo infectado de monólogo.

Es la lisonja del yo que gime vocablos horribles

para los oídos de un ciclo oscuro.

 

En la feria de las vanidades todos cantan.

L a s p a l a b r a s se d i s i p a n.

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25 enero 2021

Bunbury Live Streaming en una tarde rara de domingo pegadito a la pantalla

 



Bunbury presentó el domingo 24 de Enero un concierto en Streaming para los tiempos que nos han tocado vivir y porque la gira mundial que tenía programa es imposible de realizar. El cantante preparó la lista de canciones pensando en desarrollar un artículo de opinión, canciones del presente y del pasado, para leerlas como una revista de actualidad. Pero como todos sabemos las canciones no pertenecen a quienes las compones, son de todos nosotros y tenemos la libertad de filtrarlas por los poros de nuestra piel y eso es lo que yo he intentado porque, ante la evidencia de que el directo on line de Bunbury no tendría nada que ver con esas sensaciones orgánicas que solo se obtienen en la sala del concierto, cuando el corazón y el sudor mandan, ante esa falta de nutrientes a la que mi cuerpo ya está acostumbrado, decidí filtrar mis sensaciones a través de las imágenes en la pantalla, las letras y los arreglos de unas canciones que forman parte de banda sonora de mi vida.

La primera sorpresa son las escaleras de acceso al escenario donde se va a grabar el concierto, esas escaleras son las del Palacio de Congresos de Zaragoza, tan cerquita de mi ventana que si me asomo quizás pueda todavía escuchar el eco de una introducción instrumental a contraluz de fantasmas velados de grises y sepias que se desdoblan antes que ver mi casa arder, cuando cae el telón y el cantante se muestra con un terno tan morado como elegante para decirnos que no se va a quedar demasiado tiempo. La salida es su interior y, aunque lo va a dar, una y otra vez, todo está dispuesto para reconstruir su casa las veces que haga falta, y lo va a hacer por mí. ¿Se lo imaginan? Bunbury está dispuesto a todo, solo por mí.

Las cuerdas más graves de la guitarra se vuelven fronterizas y sinuosas ante el Nuevo Orden Mundial de verde té y noche de rayos. Bunbury ladra como un perro en un tablero de ajedrez en el que suenan las congas de un sueldo que no llega a fin de mes, al fin y al cabo ni tú ni yo tenemos talento y estamos en ese peligroso terreno donde se beben sermones de oradores y, si nos descuidamos de una rock star.

Mantenerse alerta es la solución y el precio a pagar son las gafas con cristales de espejo del tipo que toca el saxofón. Un mensaje a esa audiencia hostil que todavía se recuesta noche tras noche en aquellos viejos temas como el tesoro intocable en la memoria de un fan y, mientras tanto, el autor sueña con desmontarlos y montarlos a placer, por eso suena este saxo oscuro como un vendaval que todo lo nubla.

Cuando camino por las calles que conozco tengo miedo a encontrarme con quien fui. Es el mismo miedo de encontrar el momento para huir y reconocer mi vulnerabilidad, el mismo miedo que me muestra la certeza de mi cautiverio cuando la batería se adueña de la melodía y las palabras dejen de brotar. A veces prefiero el silencio y dejar el camino a los demás, que las rimas sean suyas porque a mí se me enredan en espiral. Callar y dejar que suene el cabaret y el jazz.

Los sonidos me llenan de sombra y luz cuando sueño con el piano bar de un casino decadente en medio de Los Monegros el que Bunbury me canta este bolero que me recuerda todos los hombres que quise ser cuando vivía en el pasado mientras tú, en acorde mayor, me invitas a mirar hacia adelante ¿Me atreveré a semejante aventura en estos tiempos fugaces?

No, no quiero ser como él: Guitarras para arañar la piel, volver al hogar y hacernos daño. Elige armas cuando el enemigo a vencer ya no es un rival, es tú hermano: Exilio, prisión o villano. Despierta. Todo lo que cambia no lo puedes imaginar y ahora, que ya soy distinto, me vienen a ver y lo tengo claro: He despertado bajo las estrellas de la gran estafa de un verano nuevo y recuerdo el filo de la soledad en la que vivo mientras los predicadores, que necesitan una nueva ley, se mecen en las corcheas de un saxofón y congas tropicales hasta que Bunbury explota en cuatro palmas de satisfacción para predecir: Más alto que nosotros sólo está el cielo de contar una historia o de amar, que a la vuelta de la esquina está todo lo que quiero saber de ti, de mí y como arpegiar un solo de guitarra.

La línea del bajo marca el camino con señales entre mis opiniones y mis convicciones. Pedir perdón por no pelear, por no quemarme y echarme marcha atrás, porque no soy un hombre de acción y tan solo espero a que las cosas cambien mientras las guitarras acústica toman el estrado y agradecen todo lo vivido: El amor y lo que cambia, escapar de la amistad y pese a todo, bailar frente a la policía de lo correcto que ahora vive en los balcones para vigilar musas, viajes y rutinas.

Bunbury está cantando mejor que nunca, gustándose en la lentitud y la actitud correcta hasta cuando se quita la chaqueta y reluce su gran talento, no necesito justificarlo, lo siento, eso es lo único que importa. Me da igual quienes hablan de una versión discreta que no va más allá de reproducir, copiar y pegar. Bunbury tiene sobre el escenario la actitud correcta que no sé lo que es, pero es lo único que importa. Otras interpretaciones nos llevan al terreno blues de los que parecen tontos, y a veces lo son. Que me da igual que intenten engañarnos a todos, ya tengo suficiente con preocuparme de que no me engañen a mí con el galimatías de la religión y la incredulidad que nos llevarán a los neones multicolores de Las Vegas y allí, ser felices e inmortales.

Deshacer el mundo suavecito y con nostalgia, sin mirar atrás porque es imposible empezar hasta que el giro de la tonada asciende apoteósico y llega a un desierto que antaño era el hogar de una boa con plumas rosas, un lugar donde tener suertecita, traducir el futuro y  sustituir el sonido biológico por una realidad eléctrica cuando el trovador nos regala la suerte de una ranchera galáctica que, con vocación de eternidad, se mueve desde nuestro amor hasta el orgullo infinito y en un momento se va.

Hay mundos en los que te echo de menos, a ti y a tus ojos que me miran desde la noche hasta envejecer. Ya no hay nada que temer si desciendo hasta el traste 12 de un solo de guitarra que, por razones personales, algún día contaré. Es parte de mi debilidad.

La fanfarria de una barca que no sabe dónde me lleva se ha mudado a las teclas del piano. El soniquete de quien viven en la carretera: Ni patria, ni bandera, ni limites, ni fronteras, ese al que llaman extranjero se mueve al ritmo de los platillos charles y aquí, tanta torería no puede sustituir los latidos de una verbena y quizás por eso todos salimos a un mar adentro para por fin encontrar el camino y nadar en una línea de bajo tan breve como la primera vez de aquella chispa de felicidad, un segundo antes de surfear por el sonido Hammond y seguir nadando: No tener dueño y ser de todo el mundo. La figura de Bunbury se agranda y en mi mano está no ponerle en el aprieto de todo aquello que crece en los aledaños de estas vibraciones musicales que son mías y de mis pensamientos, que son un regalo.

La cuenta atrás de un cocodrilo en órbita lunar es uno de esos mantras inexplicables de emoción planetaria que siempre me lleva a una tarde vacía sin ti, al día que estaba perdido y solo era capaz de mirar las nubes de verano pasar y sentir, de nuevo, como cada uno de los píxeles de un fondo azul reclaman la luz que se fue. La soledad es un lugar que hace insignificante el espacio exterior: Dictadores, artistas y espectadores.

Los conciertos son magia y, para esta nueva modalidad on line aún no tengo el duende que me diga si estas estrellas me iluminan aunque no las pueda tocar. Quizás ha llegado el momento de divagar solitario sobre el inmenso poder de las horas de las que no puedo escapar porque hay canciones que suben y suben y suben de nivel y parecen no encontrar límites hasta explotar en este cuarto que no para de menguar. Que no, que no me arrepiento de lo de ayer.

Bunbuy está enamorado y lo canta a los cuatro vientos: Si algo no sale bien serás mi constante, mi medicina y mi bálsamo. Por eso no tiene miedo y los Santos Inocentes lo saben y le siguen allá donde vaya, por eso se abrazan en sus ternos negros y sonríen después del trabajo bien hecho: Suite, Mena, Castellanos, Rebenaque, Gacias, Béjar y del Campo son los mosqueteros que acompañan la afinada creatividad del fenómeno Bunbury: Si le quieres no hay remedio, le quieres hasta el final, no hay medida ni nada que razonar cuando se habla desde el corazón.








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17 enero 2021

Pastorear la sensatez

 

Había un vez una bandada de patos que nadando nadando olvidaron la llegada del invierno y se quedaron atrapados en las aguas congeladas del lago. Pero los patos, todos a una, agitaron sus alas con tanta fuerza que se elevaron por los aires arrastrando la masa helada del agua hasta llevarla a esas tierras cálidas donde la sequía es la calamidad. Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.

El caer de la nieve tiene ese extraño momento inicial en el que nos trasladarnos a la infancia y, mientras la pureza se posa en silencio sobre nuestras vidas, los copos cuajan en un manto blanco que todo lo iguala: Los parques esperan la eclosión de muñecos de nieve, guerras de bolas y el esbarizaculos de una carcajada sin fin. Pero de a poquitos la nieve tapa los coches, evapora aceras y la calzada desaparece. Cuando llega la noche todo se ha convertido en un bloque de hielo que ninguna bandada de patos es capaz de desplazar. Entonces todos quedamos atrapados: Los aficionados a las prohibiciones absolutas, los defensores a ultranza de la libertad individual y aquellos más precavidos que casi siempre dudan entre las aventuras hacia adelante o la constante mirada a un retrovisor que, a fuerza de mirar al pasado, nos transmite una cierta seguridad. Manuel Vicent dice que la convivencia solo es posible si somos capaces de combinar esas tres formas de ver la vida. Es muy posible que la nieve, la pandemia o la polarización política esté haciendo que esa combinación sea imposible y quién sabe si, a fuerza de tirar cada uno para su lado, todos nos quedemos atrapados en la nieve de nuestro barrio o en la UCI del hospital más moderno pero con sanitarios más precarios. Quizás por eso es tan necesaria una llamada a la sensatez.

Sensatez para afinar en los responsables de cada uno de los errores que se cometen y que la mala gestión se asigne con precisión. Sensatez para distinguir entre los binomios ruido-opinión y ciencia-información. Sensatez para divulgar mensajes tan musculosos como nutritivos y rechazar la inmediatez de la rabia y el vocerío. Sensatez para encontrar en la experiencia diaria de nuestros semejantes una manera más humana y empática de mirar al mundo. Sensatez como la del pastor Miguel Ángel Lizama de la localidad de Bello en la provincia de Teruel que, después de decidir pasar el temporal de nieve junto a su rebaño de ovejas y atender a 90 partos, recuerda que cada noche se tumbaba sobre las pacas de paja y descansaba hasta que salía el sol. Ojalá fuera eso lo único que nos falta: Sensatez hasta que salga el sol.

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15 enero 2021

Filomena está aquí

 

Las palabras deciden abrigarme

mientras la vida, a 25 grados bajo cero,

aprende que la imagen del poder

es una borrasca más allá de las redes sociales.

 

Cumplo el designio de la naturaleza

que me deja asomado al balcón

para colgar los pronombres de tu nombre

que en primavera era un membrillero.

 

No se ve ni la tierra ni el verbo

y la noche negra, al límite de la salud mental,

duerme tendida en los días frío.

Una nevada histórica dice la televisión.


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09 enero 2021

La caída del liberalismo de entreguerras contada por Hobsbawm (Al loro con la segunda temporada)

Ilustración Zombra

Ilustración Zombra

El asalto al Capitolio en Washington me pilló en medio de la lectura de la Historia del siglo XX de Eric Hobsbawm y de su capítulo IV cuyo título, «La caída del liberalismo», parece el resumen perfecto de las imágenes que hemos visto en televisión. Por eso he decidido recoger las palabras de Hobsbawm para invitarle a usted, querido e improbable lector, a trazar las líneas históricas que vaya usted a saber si conectan el primer cuarto del siglo XX y del siglo XXI y así, aportar a nuestra mirada contemporánea nuevos materiales para darle una vuelta a lo que acontece en la primera potencia democrática del mundo, y también, no lo olvide, mirar nuestro ombligo local, no vaya a ser que, hipnotizados por imágenes tan lejanas, la presbicia no nos deje ver lo que ocurre bien cerquita.

Determinar con precisión el concepto político «liberalismo» se queda fuera del propósito de este texto, sin embargo, es conveniente trazar unas líneas maestras que Hobsbawm resume en: Rechazo de la dictadura, respeto al sistema constitucional con gobiernos elegidos libremente, asambleas representativas, el imperio de la ley, además de la aceptación del conjunto de derecho y libertades propias de los ciudadanos. Estos valores hasta 1914 solo eran rechazados por elementos tradicionales que levantaban los muros del dogma religioso frente a las fuerzas de la modernización. Dentro de la sociedad existía un movimiento con la fuerte decisión de destruir la sociedad burguesa mediante la revolución social y, aunque eran motivo de alarma, el movimiento obrero socialista que entrañaba el peligro más inmediato, también defendía los valores de la razón, la ciencia y el progreso, la educación y la libertad individual con la misma fuerza como pudiera hacerlo los liberales, el rechazo de estos movimientos se centraba en el sistema económico, no en el gobierno constitucional y los principios de convivencia. Pero entonces, ¿de dónde provenía el peligro para la caída del liberalismo?

Hobsbawm afirma que la verdadera amenaza para las instituciones liberales en el periodo de entreguerras procedía exclusivamente de la derecha porque la Rusia soviética estaba aislada y ni podía, ni quería desde la llegada de Stalin al poder, extender la revolución después de que la inspiración leninista dejó de propagarse mientras los movimientos marxistas socialdemócratas ya no eran fuerzas subversivas, sino partidos que sustentaban el estado y su compromiso con la democracia estaba fuera de dudas.

Las fuerzas que derribaron los regímenes liberales democráticos eran de tres tipos, todas ellas contrarias a la revolución social, autoritarias y hostiles a las instituciones políticas liberales.

1 Los reaccionarios de viejo estilo prohibían algunos partidos, tendía a favorecer al ejército y la policía por su capacidad de ejercer coerción física, eran nacionalistas por resentimiento contra otros estados por las guerras perdidas o por no conseguir un imperio, de manera que agitar una bandera nacional era la forma de adquirir legitimidad y popularidad. Pero también tenían algunas diferencias.

2 Los autoritarios o conservadores de viejo cuño carecían de una ideología concreta más allá del anticomunismo y de los prejuicios tradicionales de su clase y así, su relación natural con los sectores de la derecha propiciaban que un claro representante de la derecha más conservadora como Winston Churchill manifestara cierta simpatía hacia la Italia de Mussolini y no apoyara a la República española contra las fuerzas del general Franco, sin embargo, cuando Alemania supuso una amenaza para Gran Bretaña pasó a ser el líder de la unidad antifascista internacional.

3 Una segunda corriente de la derecha dio lugar a los llamados «estados orgánicos» que estaban animados por la nostalgia ideológica de una Edad Media o una sociedad feudal imaginada en la que se reconocía la existencia de clases o grupos económicos pero conjurando el peligro de la lucha de clases o grupos económicos mediante la jerarquía social y el reconocimiento de que cada grupo social desempeñaba una función en la sociedad orgánica y que a veces utilizaba el término de «democracia orgánica» que abolía o limitaba la democracia electoral.

Ya vemos que estos regímenes reaccionarios tienen orígenes e inspiraciones más antiguos que el fascismo y, aunque distintos, a veces no había una línea de división porque compartían los mismos enemigos.

El primero de los movimientos fascistas fue el italiano que sin embargo no tuvo muchas repercusión internacional, por eso, de no haber triunfado Hitler en Alemania en los primeros meses de 1933 es muy posible que el fascismo no se habría convertido en un movimiento general, como una suerte de equivalente en la derecha del comunismo internacional. Las corrientes del fascismo, aparte de la aceptación de la hegemonía alemana, predicaban la insuficiencia de la razón y del racionalismo, y la superioridad del instinto y de la voluntad. Esta vía intelectual conservadora atrajo a todo tipo de reaccionarios que, sin identificarse con una manera concreta de organización del estado compartían con otros miembros de la derecha no fascista el nacionalismo, el anticomunismo y el antiliberalismo.

La principal diferencia entre la derecha fascista y la que no lo era radicaba en la movilización de las masas de la primera y el rechazo al estado orgánico que esperaba superar: Los fascistas eran los revolucionarios de contrarrevolución con una retórica atractiva para cuantos se considerasen víctimas de la sociedad con tendencia a la añoranza de un pasado tradicional, la denuncia a la emancipación liberal y la desconfianza a la cultura moderna y, sin embargo, los fascistas no acudieron a los guardines históricos del orden conservador como la iglesia o la monarquía, a los que aspiraron a sustituir con un hombre hecho a sí mismo que apelaba a tradiciones inventadas, de manera que el fascismo triunfó sobre el liberalismo porque proporcionaba a los hombres la facilidad de conjugar unas creencias absurdas que respondían a antiguas tradiciones de intolerancia transformadas para que calaran en las capas medias y bajas de la sociedad europea para  terminaran por integrarse en la derecha radical. Un proceso que se produjo con mayor intensidad allí donde no se había registrado un acontecimiento equivalente a la revolución francesa. En este contexto los conservadores tradicionales se sentían atraídos por los demagogos del fascismo y se mostraron dispuestos a aliarse con ellos en contra del gran enemigo que, para los liberales cuyos valores parecía encarnarse en la derecha, era la amenaza al orden social que partía de la izquierda.

En resumen, durante el periodo de entreguerras, la alianza «natural» de la derecha abarcaba desde los conservadores tradicionales hasta el sector más extremo de patología fascista, pasando por los reaccionarios de viejo cuño. Las fuerzas tradicionales del conservadurismo y la contrarrevolución eran fuertes, pero poco activas. El fascismo les dio una dinámica frente al temor conservador de que la clase obrera reforzara su poder más allá de que algunos de sus líderes llegaran a ser ministros del gobierno en un momento donde era difícil establecer una frontera entre lo que era bolchevique y no lo era pero, aun con todo, mientras los movimientos extremistas de la ultraderecha nunca alcanzaron una posición dominante en el seno de la derecha hasta después de la primera guerra mundial con el hundimiento de los viejos regímenes, por eso no triunfó en Gran Bretaña, porque la derecha conservadora tradicional siguió controlando la situación.

Las condiciones óptimas para el triunfo de esta ultraderecha extrema eran un estado caduco con unos mecanismos de gobierno que no funcionaban correctamente, una cantidad considerable de ciudadanos descontentos que no encontraron en quien confiar, unos movimientos sociales fuertes que pretendían una revolución social aunque no estaban en situación de realizarla y un sentimiento nacionalista contra los tratados de paz 1918-1920. Los viejos dirigentes, en medio de estas condiciones, cayeron en la tentación de recurrir a los radicales extremistas como lo hicieron los liberales italianos con Mussolini en 1920-1922 y los conservadores alemanes con los nacionalsocialistas de Hitler en 1932-1933: El fascismo no conquistó el poder en ninguno de los estados fascistas, tanto en Italia como en Alemania, el ascenso al poder del fascismo tuvo la connivencia del viejo régimen. La novedad fue que el fascismo, una vez en el poder, dejó de respetar las viejas normas del juego político e impuso una autoridad absoluta. El fascismo no fue una revolución y su mayor logro fue superar la Gran Depresión olvidando su compromiso “socialista” y, tras comprometerse con el libre mercado, el capital cooperó decididamente hasta el punto de utilizar mano de obra esclava y de los campos de exterminio. El fascismo presentaba ventajas importantes para el capital como la eliminación de la revolución social de la izquierda, la supresión de sindicatos obreros y un principio de liderazgo que ya aplicaban la mayoría de los empresarios en la relación con sus subordinados y que el fascismo legitimó.

¿Cuál fue la causa de que el liberalismo retrocediera en el período de entreguerras, incluso en aquellos países que rechazaron el fascismo? Hobsbawm, antes de responder a la pregunta, nos recuerda que los sistemas democráticos no pueden funcionar si no existe un consenso básico acerca de la aceptación de un estado y un sistema social dispuesto a negociar para llegar a soluciones de compromiso, algo que resulta mucho más fácil en momentos de prosperidad, por eso la vulnerabilidad de la política liberal estribaba en que la democracia representativa como forma de gobierno no fue muy convincente a la hora de dirigir los estados y no ofrecieron tres condiciones básicas para hacerla viable y eficaz:

La primera era el consenso y la aceptación general. La democracia representativa se sustenta en ese consenso pero no lo produce aunque las votaciones periódicas y el proceso electoral hacen pensar a los ciudadanos que la legitimidad de los gobiernos que surgen del propio sistema.

La segunda era la aceptación del voto soberano del «pueblo» que determina el gobierno común. La teoría oficial burguesa no reconocía al «pueblo» como un conjunto de grupos con intereses propios y no solo como un conjunto de individuos independientes cuyos votos determinaban mayorías y minorías aritméticas que se traducían en asambleas.

La tercera era que la sociedad burguesa esquivó las dificultades de gobernar por medio de asambleas elegidas dejando de lado la labor legislativa y de control de la acción de gobierno de manera que el estado se limitaba a proporcionar las normas básicas del funcionamiento de la economía y de la sociedad, así como la policía, las cárceles y las fuerzas armadas.

Hobsbawm, que escribió este capítulo en 1995, termina recordando como la llegada del siglo XXI hace que estas incertidumbres del estado liberal no parecen ya tan remotas, de eso han pasado veinticinco años y tal vez, tan solo tal vez, quién sabe si a día de hoy estamos un poquito peor.



 

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06 enero 2021

Esperando a los Reyes Magos

 

Imagino un dulce verano.

Con el polvo de mi corazón

te miro: Mujer de pie y tierra adentro

en una canción triste de pop.

 

El viento de mis manos

moldea este lugar solitario

como si el futuro entre tú y yo

fuese un largo adiós.

 

Tus ojos cerrados sueñan

montañas onduladas para caminar en silencio

romper el dolor y las heridas del tiempo

¿Y qué pasará con los recuerdos que se ahogan?

 

Y yo, como la vida que desaparece

en un abrir y cerrar de ojos,

calculo con precisión matemática

toda la felicidad que nos merecemos.

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04 enero 2021

La cicatriz

 


Hacía mucho tiempo que no me detenía en la cicatriz de la parte superior del muslo izquierdo. La primera y única cicatriz que tatúa mi cuerpo me la hice en la frontera entre las Barriadas del Sur y el monte Gurugú, allí donde mi madre me atrapo frustrando una fuga que no llegó a tanto. Ella se me abalanzó para detener mi carrera y caí al suelo con tan mala suerte que  un canto rodado me abrió la herida. Mi madre se atusaba el ato mientras se levantaba del suelo resoplando por el esfuerzo hasta que vio el reguero bermellón que brotaba de mi pierna y se desmayó con la misma elegancia con la que rociaba de laca sus peinados de ir a misa los domingos. Intenté despertarla con unas palmaditas en aquél cutis al cuidado de Pond´s pero como no conseguía nada decidí regresar a casa con ella arrastras. Recorrer el camino de vuelta a casa fue una humillante lección en la que un reguero de sangre empapaba el cemento  para dejar un rastro que, pasado el tiempo, todavía sigue allí, impertérrito a las brigadas de limpieza desde la dictadura a la democracia. Cuando llegué a la puerta de casa mi padre escuchaba a Luís del Olmo en la radio y me dio tres pescozones: Por fracasar en la huida, por manchar la calle de sangre y por traer desmayada a una madre que eso, hijo mío, no se hace. El señor Isaac apagó la radio y puso una voz que yo nunca le había escuchado. Hazte a un lado Javi que voy a despertar a tu madre. Y entonces recitó de corrido: Santa Rita mediadora de lo Imposible, tan humilde, tan pura, tan mortificada y tan paciente a ti acudo confiado para que seas favorable a nuestra petición y despiertes a mi parienta, a la madre de este hijo desnortado que no para de darnos faena, disgustos y de llevarnos por la calle de la amargura con todas las cosas descabelladas que se le ocurren y que nosotros no podemos refrenar por más que… Los ojos abiertos de mi madre interrumpieron el soliloquio y los tres nos fundimos en un breve abrazo que la Rosario interrumpió al grito de, hay que cerrar esa herida para que este trasto de niño no se nos desangre, cogió aguja, hilo y dedal de su caja de caja de costura y cerró mi herida con un pespunte de punto contorno y dividido que me dejó una cicatriz primorosa de la que todavía puedo presumir.

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03 enero 2021

Mutaciones

 

Leo una columna del genetista Miguel Pila y me doy cuenta de que las mutaciones de un virus son exactamente iguales a las mías. El ARN del SARS-Cov-2 tiene 30.000 letras de las que se hacen miles de copias moleculares y, como todos sabemos, cuantas más copias más posibilidades de cometer errores. La mutación, por tanto, no es un acto voluntario y las alteraciones solo son consecuencias de tanta actividad. Ni los virus ni yo mutamos con una finalidad, en realidad todo ocurre por azar y después, ya veremos qué pasa: La mutación puede triunfar o todo se puede ir al garete porque cuando el virus y yo mutamos no sabemos nada sobre el resultado final. El SAR-Cov-2 y yo no somos especialmente cambiantes y, aunque ponemos mucho empeño en replicarnos nos exactitud, a veces nuestras mutaciones afectan a un número  indeterminados de individuos y por eso, desde aquí quiero pedir perdón a todos y cada uno de ellos. Yo también estoy esperando a que mi próxima mutación sea la fetén.

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