La curvatura de la córnea

30 enero 2020

[Vivir es atiborrarse de momentos agridulces]

[Vivir es atiborrarse de momentos agridulces] es un poema de Juan Alonso que leí en el muro de David Mayor.

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26 enero 2020

Cristina Verbena y la vida inevitable





La Casa del Circo está al otro lado del río y allí fui, andandito andandito bajo la lluvia de Enero porque Cristina Verbena nos iba a contar historias. Cristina Verbena, y hay pocos apellidos tan bonitos, salió al escenario con un vestido verde turquesa de topos azules y una tira roja sobre la piel de su hombro que hacía juego con el pelo rizado que enmarca su sonrisa. La sonrisa de Cristina Verbena es tan personal como todas las demás que, aunque se estira y se estira tan solo se curva cuando empieza a cantar. La canción tiene palabras que no puedo entender y sin embargo, sus sonidos traen ecos de compartir fuego, cuentos y puchero.
Cristina Verbena cuenta historias tan cortitas como un zas, zas; o largas y enrevesadas como las pasiones que se desatan en el monte del Olimpo. Algunas  parecen fábulas porque la sabiduría reside en sapos, tigres y mosquitos, pero otras veces parecen las crónicas sociales de un periódico digital que recoge voces de mujeres, niños y abuelas. A veces la narradora se divierte con la carcajada de quien hace un batiburrillo en el que todo es posible, y lo disparatado se convierte en la prueba del nueve para demostrar que sí, que la vida es inevitable y lo mejor es dejarse llevar por las soluciones que nos pide el cuerpo.
Las historias que nos cuenta Cristina Verbena tienen la virtud de la mezcla. La narradora maneja recetas que añaden su pizca de acento cotidiano a la fantasía más desbaratada, o aliñan con imaginación los acontecimientos de andar por casa. La narradora maneja a la perfección la plancha para darle vuelta y vuelta a los cuentos y chascarrillos populares, pero también es capaz de preparar una historia que pide paciencia y la cocción chup chup que extrae sabores sofisticados a un torbellino de palabras y cebollino, un salpimentar la avalancha de acontecimientos hasta que vaya usted a saber por qué el guiso te deja con la boca abierta y la narradora, que se sabe todos los caminos, te recoge en algún recodo de la historia y te lleva hasta la mesa de los manjares donde se brinda con un final que a veces es feliz, y muchas otras tan solo una pausa de la vida.
Cristina Verbena tiene la virtud de maridar lo popular con lo literario, que los dichos de antaño sean el preámbulo de textos contemporáneos, que la voz tradicional de una vieja revieja que sabe más que tú transforme la literatura en voz. La voz de una narradora que nos cuenta vidas tan inevitables como la tuya, improbable lector, y la mía.

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19 enero 2020

Hospitales


Hospitales es un poema de Luisa Miñana

https://soundcloud.com/user-380007472/hospitales

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18 enero 2020

Sin Reservas, una comedia entre negra y costumbrista



El viernes 17 de enero dentro de la séptima edición del Festival Aragón Negro se representó en el Teatro del Mercado de Zaragoza la función “Sin Reservas” que el programa de mano etiquetaba como Comedia Negra. Y con ese espíritu negro me senté en mi butaca, con el regusto de asistir a un ejercicio de satirizar la desgracia ajena con la sanísima intención de provocar la risa gracias a las adversidades que se esconden tras la muerte, la enfermedad o cualquiera de esos tabúes que sobrevuelan sobre nuestras cabezas.
La función comenzó al ritmo de un pasodoble taurino y si, lo confieso, me puse en alerta. El tiempo pasaba empujado por el diálogo entre los personajes, ante mis ojos el relato iba y venía para dibujar la vida de quienes están atrapados por esa etiqueta de “emprendedores”, o los que sobreviven entre el mercado negro y una retahíla de contratos en precario que están llevando por la calle de la amargura a la mayoría de los jóvenes. Pero allí, mientras el tiempo pasaba,  faltaba algo. Es cierto que el trabajo de Ignacio Otín en el papel de Marcos es complejo porque su personaje precisa del difícil ejercicio actoral de mantener la tensión que recibe de sus compañeras de escena y, aunque me gustó mucho la escena de Ana García en su papel de Begoña y sus consejos sobre cómo la brujería te puede ayudar a sobrevivir, el tiempo pasaba y la comedia negra no terminaba de hacer acto de presencia hasta que, de repente, apareció la sombra de lo siniestro y todo cambió, los chascarrillos y la situación dieron un giro de 180 grados y la función subió un escalón. Amparo Luberto en su papel de Azucena aportó frescura y puso sobre el escenario el McGuffin negro que la representación estaba pidiendo a gritos y provocó el impulso definitivo a una relato que pedía más peso de unos actores que deambulaban por el escenario en lugar de hacerlo suyo, potenciar un discurso donde las frases salían disparadas en lugar de masticar, deglutir  las palabras hasta digeridas para que los elementos nutritivos sobrepasen la comedia ligera, penetren en el ánimo del espectador y que los ingredientes cómicos tengan la posibilidad de dar el salto que va del costumbrismo al suspense, de la sonrisa a la reflexión.
La parte final de la obra rompe el ritmo y  todo se acelera hasta alcanzar un simpático epilogo en el saludo de los actores. El patio de butacas aplaudía mientras una duda flotaba en mi cabeza: ¿Qué pasaría si a la función se le diese la vuelta y la comedia negra entrará en acción desde el inicio? Tal vez entonces sería más fácil alcanzar el objetivo primordial de una comedia negra 2020: Criticar a esta sociedad de cuñados que permite empleos en la cuerda floja y otras cuestiones de vergonzosa actualidad que tendrás que descubrirás cuando vayas al teatro a ver esta Comedia que unas veces es negra y otras costumbrista.

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