La curvatura de la córnea

30 marzo 2012

Esta noche, con versos de Miguel Ángel Yusta

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27 marzo 2012

“No habrá más enemigo”, una novela de Sergio del Molino

Sergio del Molino (Madrid 1979) recorre la senda de la literatura como un futbolista de la cantera. Escritor de vocación estudió periodismo por estrategia. Afianzó el pulso de su escritura en el papel prensa a base de artículos, crónicas y reportajes. Aunque su primer libro (Malas influencias) era una colección de relatos, sus dos siguientes publicaciones tenían mucho que ver con el periodismo. Soldados en el jardín de la paz abordaba el reportaje de investigación y El restaurante favorito de Nina Hagen contenía una selección de artículos. No habrá más enemigo es su primera novela. Un debut que alegra a la afición y confirma que el trabajo en cantera del periodismo da sus frutos.
No habrá más enemigo es un libro vinculado a la experiencia de Sergio del Molino como padre. Fue concebido cuando el autor ni siquiera soñaba con la paternidad. Creció con el nacimiento y enfermedad de su hijo y ha visto la luz con la dedicatoria “In Memoriam” para Pablo. De esta manera, el autor y sus personajes, como Dorothy, se despiertan de súbito a este lado del espejo, lejos del país de Oz, un lugar dónde no existe la palabra que define a los padres que han perdido a los hijos.
“Los personajes de las novelas y de las películas avanzan sobre rieles que el narrador ha colocado con precisión de ingeniero, pero en la vida rodamos sobre una superficie que solo a ratos distinguimos entre la bruma”
Sergio del Molino ha escrito una novela sobre las relaciones entre padres e hijos, desde la perspectiva de los hijos y ese inquietante deseo de matar al padre. Pero la muerte de su hijo tal vez llevó al autor hasta otras maneras de contemplar la paternidad: La de otros padres que perdieron a sus descendientes en la incomprensible estoicidad del general Moscardó y Guzmán el Bueno, o en giro inesperado del destino, amarrar el deseo de eliminar al resto de los padres para afianzar la propia paternidad.
Los personajes de esta novela viven atrapados entre la realidad de un chalet adosado, un apetito sexual desordenado y un juego de mesa incapaz de vencer ni una vida anodina, ni al desasosiego insoportable de “no saber qué divide el antes y el después, por qué las cosas se desgastan y pierden sabor y dejan de importar”
La estructura formal de No habrá más enemigo  tiene la virtud de dosificar la intensidad de la narración. En el final de cada uno de los tres capítulos se alcanza una cima argumental hasta llegar a la resolución final con espíritu de road movie, aroma David Lynch y trama policíaca.
No habrá más enemigo confirma una manera diferente y personal de escribir, marcada por el oficio de mezclar con precisión diferentes estilos que van desde la narración casi pornográfica de “pezones achocolatados” hasta la disección sociológica de unos tiempos en los que no era lo mismo llevar bajo el brazo un ejemplar de El País o de Diario 16. El autor coloca a sus personajes en unos escenarios sugerentes y delimitados entre la indefinición de ciudades subterráneas, aéreas, siete tonalidades de azul y los márgenes de la desolación dibujados con  sangre coagulada y fuego de dragones verdes. Geografías que los lectores de Sergio del Molino ya hemos transitado en sus anteriores trabajos. Pasos emocionales de un Madrid de kilómetro cero, descampados de cierzo o el cementerio alemán de Zaragoza. La novela se mueve entre la acción del thriller, y esa exquisita querencia hacia el texto culturalista que bebe anís en las mesas lisboetas de A Brasileira mientras Bob Dylan nos avisa del peligro de nuestros actos, o el devenir de unos hijos con nombres de revolucionarios rusos que cambiaron el mono por la camisa.
 No habrá más enemigo es una novela tejida por el hilo del dolor en la que encontraras intriga, sexo, violencia y unos personajes enfrentados al espejo que separa la realidad del miedo a reconocer que “todos podemos hacer daño, de que el mal no está fuera de nosotros”

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26 marzo 2012

Dos actrices en “Vis a Vis” y “Mujeres”


Durante estos días se han representado en Zaragoza dos funciones teatrales que tenían a una actriz como única protagonista.  Mónica Calleja en “Vis a Vis” de Dispara Teatro y Selma Sorhegui en “Mujeres” de Teatro La Quimera. Dos actrices en espacios tan diferentes como el almacén de un bar que se transforma en el Espacio Parakultural Gromeló y el Teatro de la Estación, sin embargo, ambas representaciones tienen algunas características comunes: Los personajes aluden a otros personajes que no vemos. Las actrices se dirigen al público en algún momento de la función, las dos están dirigidas por hombres y en ambas tramas hay humor, Mónica lo suministra con gotitas y Selma lo espolvorea.
Las diferencias comienzan por el método de trabajo, que imagino muy diferente porque “Mujeres” parte textos teatrales de los autores Dario Fo y Franca Rame. Mientras que “Vis a Vis” es el resultado de ejecutar ejercicios de improvisación
Mónica se transforma en el escenario, a la vista de todos, el público observa como un personaje se va y el siguiente llega. Sin embargo, Selma dispone de un oscuro para su transición.
Los personajes de Mónica orbitan en un sugerente movimiento de traslación circular que recorre los planetas de la candidez, lo trágico como única salida, la esperanza de la libertad, las artimañas de los desesperados, el sexo, los problemas de pareja y, cuando todo parece terminar, vuelta a empezar.
Las mujeres de Selma, aunque dan vueltas sobre si mismas, deciden caminar hacia delante, huyen en línea recta y se encuentran obstáculos como la esclavitud de un ritmo trepidante de vida, la desigualdad que comienza en el hogar, la humillación y los malos tratos.
Dos actrices en el escenario de dos espacios diferentes para mostrarnos a las mujeres de hoy con los problemas de siempre.

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24 marzo 2012

Full Family en el Albergue Municipal



Estaba a punto de cerrar el estudio cuando sonó el teléfono. Hace unos años no lo hubiera cogido pero ahora, con esta crisis, no puedo permitirme perder ni un solo cliente. Era la voz de un señor mayor que cocoreaba el inicio de cada frase. Recuerdo su nombre sin embargo he olvidado los apellidos que me resultaron largos y suntuosos, con ritmo de nobleza y buenos dineros. Don Rodrigo reclamaba mis servicios para hacer una fotografía familiar y me citó en el Albergue Municipal. Les confieso que me extrañó el aposento y creo que lo notó. Por eso debió explicarme que ya estaba harto de recintos con relumbrón y, que después de girar por todo el mundo, a él le gustaban los lugares poco comunes para gentes de su rango. En este lugar, afirmó, mi familia y yo hemos encontrado cercanía, proximidad y una intensidad nueva para cada una de nuestras palabras.
No paseaba por la calle Predicadores desde que las noches del Vertical, y ustedes disculpen el recuerdo, terminaban horizontales. La fachada del Albergue estaba iluminada con brevedad. En la puerta me esperaba un aciago señor con banda sonora. Era el mayordomo de Don Rodrigo. Con tétrica amabilidad me invitó a que lo acompañara hasta las habitaciones del señor, al parecer quería ponerme al corriente de los motivos que concurrían para hacer la foto familiar y así, concitar mi inspiración.
Don Rodrigo era un caballero de los de antes, ya no se ven hombres de ese porte, viajado, habitante del mundo y al cabo de la calle de las necesidades humanas, sobre todo de los miembros de su familia a los que, azuzado por la curiosidad, fui conociendo uno a uno. El mayordomo, con educada y por momentos siniestra frialdad, me sirvió de guía.
La hija menor se llamaba Carlota. En ella casi todo me pareció fachada, empezando por el peinado y esa amabilidad que nunca lo es tanto. La encontré muy preocupada por la imagen y por algunos medicamentos que por allí asomaban. Tras las presentaciones creo que me confundió con otra persona y no les cuento más que, aunque soy un caballero, tuve que salir por patas de la cercanía de sus apetitos.
Marina era la hija mayor que, además de vivir esclavizada por el runruneo casi vegetal de su madre (Don Rodrigo se separó de su mujer Cocó cuando cumplió los sesenta años), pasa la vida recluida en casa con la obsesión de vigilar a su hijo, el pobre Gonzalo.
Gonzalo está atrapado y sabe que no podrá escapar. Ha pasado la vida atendiendo los caprichos y requerimientos de su madre y aunque lo intenta, su libertad está prendida de los barrotes de una cárcel. Me dio mucha pena, tan desvalido y con tantos sueños por cumplir.
Lucrecia es su prima, la hija de Carlota. Les confieso que tuve miedo. No fue el desorden que la rodea, ni esas ropas negras. Fueron sus ojos. No pude decirle nada porque ella lo ocupaba todo y en los silencios, en esos breves instantes que usaba para respirar, su mirada me taladraba. Salí de su habitación con la extraña sensación de pertenecer a otra dimensión.
Al único hijo varón de Don Rodrigo lo conocí en el huerto. Alonso me confesó que se había ido al campo para dar un giro a su vida y sin embargo, me dio la sensación que alrededor de Alonso lo que de verdad gira es el universo, las alcachofas y la colada.
El Mayordomo, después de conocer a toda la familia, me acompañó al lugar que Don Rodrigo había escogido para hacer la foto. Posaron para mi objetivo sobre un pequeño estrado instalado en una acogedora bodega con barra de bar y precios asequibles.
Disparé varias veces mi cámara digital y, ustedes tal vez piensen que estoy loco, pero a través del objetivo tuve la sensación de observar a una compañía de teatro. Un mayordomo que, como en las buenas películas, tiene todo bajo control y siete actores capaces de transformar los espacios por los que circulan los alojados en el Albergue hasta construir escenarios en las escaleras, los baños y las habitaciones. Subvertir la concepción teatral preestablecida y conseguir que la respiración, el movimiento y las palabras de los personajes sean parte de nosotros mismos, de nuestro aire, de nuestros gestos. Que sus vidas escritas en papel vuelen lejos de las candilejas, de las palabras del apuntador y de esa máquina descomunal que sube y baja el telón de la fama.
Estos pensamientos me distrajeron y de todas las fotos que hice, ninguna le pareció bien a Don Rodrigo que, con tono de cachondeito me despidió con aplausos y palmaditas en la espalda mientras me decía: Seguro que conoces a mucha gente interesada en hacernos una foto de familia.
Por eso les cuento esta historia. Porque la familia de Don Rodrigo y su mayordomo están dispuestos a recibir vuestras visitas:
 DESDE EL 15 DE MARZO AL 1 DE MAYO
JUEVES a las 21h.
VIERNES a las 21h.
SÁBADOS a las 20h. y 21h.
DOMINGOS a las 18:30h.

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22 marzo 2012

Al dente, de Nueve de Nueve Teatro, en el Teatro del Mercado


Los spaghetti del Lidl necesitan diez minutos de cocción para conseguir que estén “al dente”, ya saben, ese concepto italiano para indicar que la pasta esta cocida pero todavía ofrece alguna pequeña resistencia al mordisco. La compañía “Nueve de Nueve Teatro” hinca el diente a esta definición culinaria y la traslada a los guisos de la vida. Recetas que  necesitan mucho más tiempo de fogón.
Un grupo de amigos se reúne alrededor de una cena después de varios años sin verse. La tensión del reencuentro provoca un ir y venir desde el salón hasta la cocina de la casa dónde transcurre la celebración. Ese es el espacio doméstico y emocional por el que circulan los personajes: Familiares, viejos amigos y antiguos amores con marcadas y contrapuestas personalidades se enfrentan al paso del tiempo. Los ausentes, los que se quedan en el “living” son ingredientes que dan sustancia a la receta. Hablar de quien no está es deporte nacional, y ustedes ya saben a lo que me refiero. De esta manera la cocina se transforma en gallinero de chismes, de risas y en el contenedor de algunos silencios tan densos como difíciles de disimular.
Cuatro personajes en escena y cada uno de ellos con un estereotipo. La anfitriona felizmente casada o no tanto. El hermano vividor. El amigo amargado por la excesiva lucidez de ver la vida desde las antípodas y la mujer inteligente, atractiva y con aspiraciones. Al otro lado de la puerta los que no vemos. La mujer de silicona, el marido ejemplar y el triunfador con un estatus social diferente, elevado, estamos hablando de la nueva jet encumbrada por la tele y otras zarandajas. Estos dos planos de la realidad, lo que vemos y lo que no, provoca un jugoso juego narrativo.
La estructura dramática de “Al dente” se sustenta gracias a un sólido trabajo actoral capaz de remedar la vida a partir de un texto que, exento de frases deslumbrantes y profundas reflexiones, pide a gritos dosis de realidad. La realidad es un concepto difícil y resbaladizo para trabajar sobre un escenario, sin embargo, los actores Hernán Romero, Jorge Usón, Carmen Barrantes y Laura Gómez-Lacueva reflejan con frescura y naturalidad el devenir cotidiano hasta muscular el tío vivo de la vida con gestos, actitudes y emociones teñidas de credibilidad. El proceso creativo culmina con la transformación que sufre cada uno de los personajes y su transito por la ternura embarazosa, el humor amargo, las situaciones hilarantes y la soledad, ese enemigo terrible al que todos tememos y enseñamos los dientes, lo maldecimos entre dientes, tiritamos de miedo diente con diente y al que, algunas veces, sonreímos hasta pelar el diente.
“Al dente” es una ilustración del devenir cotidiano, un trabajo teatral para poner los dientes largos y, como dice el director Alberto Catrillo-Ferrer en el folleto de mano: Que la disfruten.

Funciones:
Miércoles, Día 21: 20,30h
Jueves, Día 22: 20,30h
Viernes, Día 23: 20,30h
Sábado, Día 24: 18,30h y 21,30h
Domingo, Día 25: 18,30h

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15 marzo 2012

Tardes de Blog con Ambar Martiatu

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12 marzo 2012

Marzo de Boleros en Tardes de Blog

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05 marzo 2012

El camino de tu nombre

El camino de tu nombre
 es el último poemario de Miguel Ángel Yusta.
El texto de este video poema inaugura el apartado titulado 
  Initium (Equipaje)

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