La curvatura de la córnea

28 marzo 2007

Vacaciones

Estoy de vacaciones:

25 marzo 2007

Escombro


El rock urbano transmutó en la provincia de Teruel a principio de los años ochenta cuando Acolla editó un single en el que se podía escuchar los tambores de Andorra y los principios básicos del Lignito Rock. Un cuarto de siglo después, los sonidos del metal han desembarcado de nuevo en las Cuencas Mineras con la industria de la fundición asentada en el Camino de Las Parras y el estreno musical de Escombro.
Han pasado más de dos meses desde que César Usón tuvo la amabilidad de enviarme por correo la primera maqueta de Escombro, un compacto casero envuelto en una funda de plástico desde la que emitía buenas vibraciones a través de la evidente artesanía de su diseño gráfico: El cinco de la baraja representado por una triada de espiga, pico y guitarra me ha estado mirando todos estos días desde el atril de mi escritorio para confirmarme una nueva estrategia: Los Cd´s deciden, al igual que hicieron los libros hace tiempo, cuando deben ser escuchados.
El primer trabajo discográfico de Escombro contiene seis temas que suenan nítidos, diáfanos y sin estridencias. Algunos pasajes agradecerían un cambio en el registro vocal hacia tesituras más duras, más contundentes.
“Pueblos abandonados” abre la grabación elevando el espíritu de la denuncia para llamar la atención sobre los territorios que, “alejadas de la mano de Dios”, intentan sobrevivir a un pasado reciente que la memoria selectiva califica de tiempos mejores. Esa es la simbólica barrera que separa el Lignito Rock de los ochenta de este excelente grupo que toman su nombre del producto residual que el lignito dejaba en las escombreras de muchos de nuestro pueblos, una metáfora sobre la enorme dificultad del triple salto mortal que la desaparición de la minería esta suponiendo para los municipios donde el carbón permitió nacer y vivir a varias generaciones, un espacio que esta cambiando y dónde Escombro manufacturan sus canciones que nadan entre la reivindicación, el pesimismo y un futuro incierto.
“Aturdido” arranca trepidante. La contundencia del batería indica que su estado de ánimo durante la grabación fue cualquiera otro menos el de aturdido, al contrario, despliega un dinamismo y una base rítmica capaz de dotar de alas a la canción para elevar el tono indeciso con el que se inició el disco.
“Despertaré” tiene hálito de rebeldía y un comienzo marcado por la batería que da paso a las mejores imágenes del disco a través de un buen texto. Las guitarras tienen enjundia y oficio, y tal vez ese es el motivo por el que se hecha de menos un primer plano más contundente en el trasteo en las cuerdas.
“Otra vez” es un canto pesimista de regreso, de retorno, el eterno sufrimiento de no tener el amor al ladito del terruño y como tras la despedida sólo queda la frustración de unos besos que tienen que esperar a la llegada del viernes para renovar sus delicias. Excelente medio tiempo para un tema reflexivo donde las cuerdas vuelven a sonar a muy alto nivel.
“Vivimos aquí” nace con potencia guitarrera y acompañada por platillos estratosféricos. Estamos en el meollo del disco, un tema que juega perfectamente entre los párrafos cantados y el acompañamiento musical dónde ya hemos alcanzado una cota muy alta, tanto en los elementos rítmicos como en la melodía.
La guitarra acústica llena todo de melancolía trazando un puente de plata en forma de balada para dar entrada al último tema. “Escombros” adivina un futuro dónde la única salida será el cierzo y la renuncia. Cuando la mirada bucólica empezó a adueñarse de mis sentimientos, un impulso rítmico aceleró la canción hacia la rabia de “un pueblo antes feliz y ahora envuelto en escombros”. Fue un espejismo. La rebeldía dejó paso definitivo a una caída lenta, poética y un poco triste. Esperé. Permanecí un par de minutos a la expectativa para escuchar el viejo truco de retomar las frases tristes y volverlas a tocar con el reprise del estribillo y mucho más aceleradas, y mucho más aceleradas, y mucho más aceleradas hasta causar la sensación de caer en un precipicio. “Puedo sentir que ya no quiero seguir, que no podré resistir, nos vamos fuera de aquí”
No se cumplió mi deseo y la elección del grupo por un final tranquilo y sosegado me dejó el sabor dulce de la melodía y la necesidad de empezar de nuevo.
Play.


Escombro son:
Juanvi “El Púa” guitarra
Antonio Martínez guitarra
Javier Hurtado bajo
Carlos Gascón batería
Nacho García voz
Teléfonos de contacto:
650 198 799 Nacho
656 836 082
Javi

20 marzo 2007

El regreso de Juan Palomo

Para Arturo Giménez


Juan Palomo huyó de su pueblo para darle esquinazo al sempiterno soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como y, como todo hijo de vecino de la pedanía La Flor de la Peña, se planteó la mejor manera de enfrentarse a la tradición no escrita que encauzaba el futuro de los florepeñanos varones y mayores de edad hacía tres caminos posibles.
El primero de ellos empezaba en el seminario de Zaragoza, continuaba en la sacristía de algún pueblo olvidado de la mano de Dios y terminaba en las misiones de algún país secuestrado por los narcos o sumergido por la corrupción oficial.
El segundo transitaba por la senda del trabajo manual en el gremio de los lampistas, una profesión que fundía los fundamentos tecnológicos de la electricidad y la fontanería en una visión global de la reparación, el diseño y la instalación de regatas y canalizaciones para la industria, las viviendas y los viales públicos.
El último de los itinerarios seguía la vía castrense. Un arduo camino sembrado de privaciones, sacrificios y penalidades cuyo único y diáfano objetivo era el de servir a la patria. Tenía la gran ventaja de poder elegir cualquier especialidad dentro de los tres bastiones sobre los que se sustentaba la defensa nacional y que eran los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire.
Juan Palomo eligió la milicia porque pensó que la marcialidad, la jerarquía y la disciplina impedirían la utilización jocosa del sempiterno soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como que lo había perseguido desde el día de su bautismo. Nada más alejado de la realidad. Doscientos cuarenta y tres voluntarios en formación de a seis le gritaron al unísono el manoseado soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como, todo ello durante la primera noche de retreta en el Regimiento de Artillería Mixta Número 92. La dolorosa rima asonante que hasta aquel momento había sido motivo de mortificación y martirio, se reveló en buena nueva y Juan Palomo se sumó al cachondeo general que provocaba tan burdo poema y decidió hacerse cocinero. Su intrépida carrera militar desfiló entre pucheros, cazuelas como plazas de toros y toques de fajina.
Juan Palomo puso tanto interés que logró transformar el tufillo a broma del sempiterno soniquete en vertiginoso ascenso desde los fogones más chusqueros hasta la organización del banquete del día de las Fuerzas Armadas con su Majestad y Tocayo Don Juan Carlos I como invitado especial. Juan Palomo llegó a la cumbre cuando el Capitán General de Todos los Ejércitos alabó el plato principal de la minuta que respondía al nombre de “Criadillas de toro de lidia guisadas a la manera del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como”
Las mieles del éxito no mermaron el carácter campechano de Juan Palomo que regresó sin más alharacas a las cocinas de rancho, tropa y campos de maniobras. Recorrió todos los destinos en los cuerpos de artillería, infantería y caballería del suelo patrio, viajó a lo largo del mundo en destacadas misiones de logística humanitaria y hortofrutícola, por todos los lugares por los que pasó dejó huella con su magnífica cocina y, cuando le llegó la hora del pase a la reserva activa, recibió la medalla al mérito culinario sin derecho a pensión y con un diploma de agradecimiento por los servicios prestados a nombre del Brigada Juan Palomo yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo regresó a su pueblo del que salió con el mote entre las piernas y al que volvía orgulloso con una vida de aventuras y mil historias por contar. Su llegada a La Flor de la Peña coincidió con el inicio de las Fiestas Patronales y el despilfarro colorista de guirnaldas, confeti y banderolas. Una olvidada algarabía de charanga se adueñó del reservista. Las canciones reverdecieron sus ánimos festivos en un pasacalles que desembocó en los medios de la Plaza Mayor, remozada a mayor gloria de los fondos de cohesión europea. El pilón de los siete caños había sido sustituido por una incomprensible escultura de alabastro, los remolques engalanados de los tractores intentaban transformar la cuadratura en albero y al cobijo de la balconada municipal una ristra de políticos corta cintas, inaugureitors de campaña y flamantes calvas de la recalificación.
El mayoral siguió una tradición no escrita y desencajonó la primera vaquilla antes de que el cohete de aviso despejara la plaza para lucimiento de toreros, maletillas y recortadores. Juan Palomo ni siquiera la vio, sólo escuchó los gritos agudos de una señora con peineta y el murmullo del uyuyuy justo antes de sentir un contundente topetazo en la retaguardia que lo envío de morros al suelo. El miedo electrificó un salto y desapareció a la carrera entre la algarabía general que empezó con el tradicional: “Salisteis a torear con tu hermano de pareja. Como no te acompañó te quedaste sin oreja” pero los más viejos del lugar no tardaron en reconocer al hijo pródigo y de inmediato recuperaron la antigua tonada del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo se instaló en la casa familiar y no regresó a la Plaza Mayor hasta pasado un año. Lo hizo en el más alto de los remolques que circunvalaban el ruedo presidido por el Ayuntamiento de nueva planta y que había jubilado al antiguo edificio municipal, se sentó sobre la tela listada a colores de una silla plegable y un murmullo premonitorio acompañó la suelta de la primera vaquilla desencajonada antes de lanzar el cohete de aviso para que chicos, chacos y charangueros desalojaran el soñado redondel. La res salió de estampida, corrió desbocada como si de un pollo sin cabeza se tratase, hizo caso omiso a los engaños que le mostraron los mozos, saltó sobre el remolque más engalanado con tanta precisión que fue a clavar la cornamenta en el trasero despavorido del ex cocinero. Juan Palomo desapareció a la carrera entre la algarabía general del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo no regresó a la Plaza Mayor durante todo el año y el día que comenzaron las Fiestas Patronales sacó la silla plegable a la puerta de su casa donde disrutó de la sombra de los plataneros, de la lectura de recetas de cocina y de la conversación de los escasos habitantes que no disfrutaban del espectáculo taurino.
Juan Palomo escuchó con indiferencia el pum del cohete de aviso hasta que unas voces lejanas aumentaron en volumen y doblaron la esquina en forma de risas premonitorias. Las pezuñas de la vaquilla resbalaron en zigzag sobre el empedrado con la puntería suficiente para estamparse contra el culo mosqueado del cocinero más brillante del Ejercito Español que desapareció entre la algarabía general del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo huyó de su pueblo para darle esquinazo al sempiterno soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como y, como todo hijo de vecino del la pedanía La Flor de la Peña, se planteó la mejor manera de enfrentarse a la tradición no escrita que encauzaba el futuro de los florepeñanos varones y mayores de edad hacía tres caminos posibles.

16 marzo 2007

Vino y literatura

Esta semana pasada se presentó en la Fnac de Zaragoza el segundo volumen de “Historias para catar”, una selección de relatos cortos en torno a la cultura del vino que esta patrocinado por Bodegas Enate.

La gran idea de esta presentación fue llevar el maridaje de la literatura y el vino hasta su culminación más allá del papel para mostrarnos a los escritores con sus cuentos y el vino en todo su esplendor, en el mejor de los lugares posibles: Vertido en un copa.

Los responsables de Enate tuvieron el acierto de regar la presentación con tres vinos que bañaron las palabras de los escritores, a saber: Enate Chardonnay Barrica 2003, Enate Tinto Crianza 2003 y Enate Varietales del Dos Mil Dos.

Con la base de los vinos citados, la presentación literaria se transmutó en una clase magistral de cata a cargo del enólogo Jesús Artajona. Y es aquí dónde me quiero parar.

Jesús Artajona desplegó sus conocimientos técnicos sobre la elaboración de vinos de alta calidad y alcanzó las más altas cotas de la interpretación artística. Nos arrastró con su pasión, con su verbo fácil y con la expresividad de su rostro hasta el mundo alambicado de los nombres químicos que fermentan el vino, a la dulzura de los aromas que detentan los caldos blancos y a la estructura tánica que transita en la sangre de los tintos.

Todos hemos leído alguna vez la ficha de cata en la etiqueta de las botellas de vino. Esa especie de jeroglífico de colores, olores y sabores que nos deja patidifusos por su profusión, por su hermetismo.

Jesús Artajona fue capaz de barajar todos esos términos técnicos hasta dotarlos del cuerpo robusto de la buena literatura en una disertación brillante, entretenida y didáctica. Una conferencia poblada de anécdotas bien contadas, datos objetivos y sabiduría intelectual.

10 marzo 2007

El señor Ibrahim y las flores del Corán

“Pero si Dios es la flores y los árboles
y los montes y el sol y el luar,
entonces creo en él,
entonces creo en él a todas horas
y mi vida entera es una oración y una misa
y una comunión con los ojos y por los oídos”
(Alberto Caeiro)



Este fin de semana se representa en el Teatro de la Estación la obra “El señor Ibrahim y las flores del Corán” en una versión teatral de Ernesto Caballero sobre un relato de Eric- Emmanuel Schmitt. En la obra intervienen Julian Ortega y Juan Magallo, este último obtuvo el premio Max a la mejor interpretación por este papel. Y fue a este actor a quien entrevistó Rebeca Cartagena en el Heraldo de Aragón para preguntarle, entre otras cosas, sobre como vivía la religión. La respuesta adelanta una de la líneas dramáticas de la obra: “Hay algo que la mente humana no puede entender y es un error tratar de buscar explicaciones en las cosas con leyes humanas. Eso es confundir los deseos con la realidad. La obra habla de cómo se puede superar las diferencias si se mira más allá de los estereotipos”
En el señor Ibrahim y las flores del Corán se muestra un mundo dónde las diferencias religiosas han sido sustituidas por las similitudes humanas. En esa tesitura, es posible que las relaciones entre un anciano islámico y un joven hebreo comiencen por la amistad y terminen en un potente sentimiento paterno-filial.
El primer consejo que Ibrahim le regala a su discípulo es la sonrisa. El viejo defiende la tesis de transitar por el mundo con una sonrisa en ristre, ese pequeño gesto es capaz, por sí sólo, de cambiarlo todo. Pero la vida se empeña en seguir con sus curvas y un viaje precipita la fusión entre protagonista y antagonista.
En los tiempos que corren es muy fácil escapar de nuestro espacio cotidiano para buscar las respuestas en otros espacios. Ibrahim nos muestra que la solución para curar nuestras heridas intangibles no esta en andar el camino hasta otros lugares, su propuesta consiste en girar, girar y girar en torno a nuestro corazón con una mano mirando al cielo y la otra anclada en la tierra hasta que todo lo malo escape de nuestras entrañas. En esa rotación sin fin, similar al equilibrio del universo, se produce la herencia de lo material en forma de tienda y de la sabiduría en forma de libro, un texto libre de doctrinas y cultivado con “las flores del Corán” esas que son capaces de perfumar un universo dónde los conceptos no están escritos en los diccionarios que nada pueden explicar de la condición humana ni del efecto mariposa de una sonrisa.


08 marzo 2007

Autorretrato en cinco secuencias


1 Habitación ordenador. INT. Día

Monitor Benq de 17 pulgadas con una página en blanco del Word.

Los dedos de las manos de JAVI golpean la tecla que les corresponde. A S D F, con la mano izquierda y J K L Ñ con la derecha. La página continúa en blanco.

En un atril de plástico con pintas de todo a cien una carpeta de la Fundación Autor. La mesa de escritorio esta muy desordenada. Por encima de todo el desorden un folleto de una exposición titulada “El cine antes del cine”

JAVI en pijama se levanta y se dirige a la puerta.

2 Cocina. INT. Día

Los dedos de la mano de JAVI dan golpecitos en un interruptor blanco. Lo pulsa con rabia. Un fosforescente redondo parpadea, le cuesta encenderse.

JAVI recoge dos platos sucios de la barra con restos de pollo. Introduce los huesos en un recipiente desechable y en una bolsa de plástico donde se lee “Pollería Los Japos” Tira todo a un cubo de basura con pedal. Coloca los platos en la pila medio llena pero muy bien ordenada. Coge un estropajo y el bote de lavavajillas que esta vacío. Lo tira con mala leche al cubo de la basura y se va.

3 Habitación ordenador. INT. Día

JAVI se sienta frente al ordenador vestido con un chándal contra más horrible mejor. El cursor del ratón elige el tipo de letra Garamond tamaño 12, mueve los márgenes un par de veces hasta que se decide, sangría justificar y doble espacio que inmediatamente cambia a 1,5

Los dedos de las manos de JAVI golpean la tecla que les corresponde. A S D F, con la mano izquierda y J K L Ñ con la derecha.

JAVI se levanta y se dirige a la puerta.

4 Dormitorio de matrimonio. INT. Día

JAVI coge de su mesita un lector de MP3 con pinta de todo a cien que esta junto a la fotografía de una mujer que sonríe. La cama esta mal hecha, cubierta por una funda nórdica sobre la que se ve un pijama y un camisón.

5 Habitación ordenador. INT. Día

JAVI entra. Coge de un perchero vertical y moderno un bolsa de tela vaquera que se cuelga en bandolera y en la que se puede ver el aguilucho de Torraspapel. Guarda el lector de mp3 en su interior. Se dirige a la puerta y antes de salir se vuelve hacía el ordenador. Revuelve entre el desorden de la mesa y coge el libro “vaho en el cristal” de Daniel Rabanaque. Se va. La pantalla del ordenador esta en negro y una frase corre de derecha a izquierda: “las musas ya no reciben están ocupadas en afilarse las uñas”

05 marzo 2007

Lírico es justo y necesario

Fotografía de Migue


Me dirigía hacía Parque Goya 2 para disfrutar de una cena entre amigos. Las rimas construidas en las noches de la ciudad que nunca duerme me acompañaban a bordo del 23 que se paró junto a las murallas romanas, tomó aire para cruzar el Ebro y abrió sus puertas a la marabunta de viajeros. Lírico subió al bus y el transporte público se transformó en sistema erreape
Él también tenía ocupadas las orejas. Barba rala, estatura a la altura de las nuevas generaciones, chaqueta de chándal naranja, vista en el suelo y la luz verde del lector de abonos sentenció su condición de poeta: Trasbordo. Llegó hasta mi altura y sólo tuve un segundo para decidir, o lo dejaba pasar y respetaba su intimidad o, por el contrario, forzaba un saludo, un apretón de manos osmótico que permitiese el trasvase de la genialidad del MC hasta las meninges de este junta letras. Ganó mi lado mitómano.
«Buenas rimas » acerté a decir mientras su mirada abandonaba el suelo hasta fijar sus pupilas en la mías que, dilatadas por la admiración, desvelaban mi condición de fan.
Sonrió abrumado y expresó, con la media lengua de la sorpresa, su agradecimiento. Por entonces ya me había desbocado un pelín, lo había agarrado del antebrazo para que no se me escapara y la verborrea nerviosa tomó posesión de mis cuerdas vocales con excesiva virulencia. Le dije lo mucho que me gustaban las canciones del último trabajo de Violadores del Verso, la sensación de madurez que exhalaban sus textos, negó la influencia de García Márquez en el título del disco (Vivir para contarlo) aunque admitió que se había convertido en una de las preguntas habituales en las entrevistas “más sesudas”, me contó la dureza creativa que supone sentarse a buscar la brillantez en la rima y “estrujarse la pasa” para ajustar las palabras al ritmo y al flow que marca R de Rumba a los platos y a la producción, ahí fue dónde ambos dibujamos una genuflexión de reconocimiento hacia ese mago del sonido Doble V. Comentamos el acierto de mostrar una imagen profesionalizada y mantener al mismo tiempo el espíritu de la música urbana, callejera y alternativa que recorre las venas del hip-hop, de la inminente revolución de Xhelazz, de cómo me jodió perderme su concierto pamplonica porque Air Madrid los dejó colgados en Chile y de lo bien que va la gira en cuanto a crítica y público.
Me hubiera gustado alargar la charlar porque el trastabillo inicial de mis preguntas había dado paso a una conversación distendida. Un frenazo despiadado me devolvió a la realidad. Se despidió con “esta es mi parada”, se calzó los cascos y abandonó el bus con la normalidad del que se sabe desconocido en las calles de su ciudad pero adorado bajo los focos del rap.
Me quede con la sonrisa de un funcionario, fabriqué rimas para alegrar el osario, cambié el bus por un dromedario, recogí el guante como un mercenario y me puse amarillo como un canario cuando recordé los días de ser proletario y la tentación de fusilar sus rimas como un sicario: “¿Sabes? Cuando el escenario pide alguien no soy cualquier voluntario, el micro que miráis tiene propietario, menudo santuario: Lírico es justo y necesario”

01 marzo 2007

Entrada Heróica



La foto esta borrosa como mis posibilidades de ir al concierto. Un chaval bajó del treinta más contento que unas pascuas con su entrada para el concierto de Héroes del Silencio el 12 de octubre en La Romareda, se había pasado siete horas en la fila de la tienda de discos Leyenda. Estaba eufórico, con la misma euforia que yo sentía en la época que era capaz de hacer doce horas de cola nocturna y friolera, pero de eso ha pasado demasiado tiempo.
Había más gente de la que me esperaba en el cajero de Salvador Mingijón donde en una hora y cuarto sólo se ha expedido una hojita a modo de resguardo. Los teléfonos zumbaban y las noticias sobre la lentitud en la impresión de justificantes era generalizada en las Delicias, Torrero y La Jota.
Comenzaron las dudas, la desazón y el frío en los pies. Demasiado tarde para mi. Así que he vuelto a casa y mañana será otro día para intentar sacar las entradas o empezar a buscar los motivos sentimentales que me dicen que no vale la pena ese concierto, ni ninguno de los que todavía no están anunciados y todos presentimos que se van a celebrar, porque ni ellos ni yo somos los mismos.