La curvatura de la córnea

27 abril 2020

Covid-19 y la sociedad líquida




Quizás sea un buen momento para poner sobre la mesa algunas características de nuestra sociedad y así entender mejor distintos comportamientos ante la crisis sanitaria que nos asola y que ha dejado a la vista de todos algunos factores de lo que Zygmunt Bauman describió como sociedades “liquidas”. Bauman enfocaba su tesis hacia el mundo del consumo de objetos que pierden su utilidad y su atracción en poco tiempo, sin embargo creo que es un buen experimento aplicarlos a estos tiempos donde bulos y hechos alternativos de dudosa veracidad están colonizando el terreno de la realidad para dibujar nuevos espacios que nos golpean y pretenden sustituir los acontecimientos por un atrezo de mentira
La máxima de Bauman es que la vida líquida no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo, es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante. Estamos inmersos en una sustancia liquida que lo mismo se alimenta de los cuñados al teclado que de los bots especializados en enviar miles de mensajes para dañar reputaciones y así, abrumados por tanta marea, no podemos seguir el ritmo de unos acontecimientos que se mueve con gran rapidez en las Redes Sociales mientras la ciencia, que basa su trabajo en el método prueba-error y se mueve en el terreno de la incertidumbre, funciona a una velocidad mucho más lenta en su destilación que todas esa avalancha de verdades absolutas que nos ahogan. Esta manera de actuar afecta a la representación de la realidad que en este mundo líquido necesita alimentarse de nuevos y constantes comienzos, que sin embargo nos proporciona finales breves o inexistentes. De esta manera la viralización de tanta opinión de andar por casa en comentarios demoledores plagados de insultos o eternos videos en vertical de ciudadanos que gritan, se produce el fenómeno social de que  hoy me levanto virólogo y me acuesto agente internacional de comercio, sin darme importancia. Todas estas perlas, más pronto que tarde, forma un detritus que nos rodea y terminará por inundarnos hasta anular la capacidad de distinguir entre Luís Enjuanes, director del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, y Facundo el Enterao. En ese sentido Bauman es pesimista y afirma que este mecanismo social no puede detenerse en una sociedad liquida y su consecuencia será el laberinto.
En un medio ambiente líquido quizás lo más razonable sea aceptar la desorientación y aumentar la capacidad de acostumbrarse al vértigo y la marea, el viaje va a ser muy largo y tendremos que tolerar el itinerario, la dirección y todas las marejadas que aparezcan. Porque el Covid-19 nos está retratando a unos y a otros, a los acomodados en el plano material, político e instantáneo pero empobrecidos en lo espiritual, y todos los demás que intentan poner lo mejor para resistir y caminar juntos. Tenemos que ser conscientes que en una sociedad liquida, frente a las cautelas de la ciencia y la prudencia de moverse por terrenos todavía desconocidos, lo importante es la percepción inmediata, la velocidad de los acontecimientos y consumir cualquier combustible para la maquinaria del exceso de medio-noticias, mentiras, medias verdades y majaderías que dificultan la solución posible en el menor tiempo posible y que están comprimiendo las certezas.
Los que tenemos una cierta edad sabemos que existió un mundo pasado en el que el tiempo era mucho más lento, en el que la distancia entre las angustias de vivir y la moral para enfrentarse a ellas permitía una cierta reflexión que te permitía mirar todo el camino recorrido y atisbar hacia el futuro con alguna esperanza. Ahora que todo se apuesta a lo inmediato, es muy difícil mirar hacia atrás, hacia el punto de partida, porque todo se juega al rápido movimiento temporal de una “vida líquida que es una vida devoradora”.
Una sociedad democrática no debería tener problemas para elevar un “mea culpa” Empezando por la autocrítica de todas las administraciones, desde la estatal, a la local pasando por la autonómica, todos sus responsables deberían repasar su relación con los errores y los aciertos y reflexionar sobre como los han trasladado a una sociedad que va camino de la infantilización, entre otras cosas, porque se hacen juegos malabares con la verdad. Pero también necesitamos una autocrítica íntima y personal qué identifique en cuanto hemos ayudados a solventar la crisis, pero también cuantos palos hemos puesto en la ruedas de una situación compleja e inédita en nuestra latitud. Una sociedad democrática que se precie, además de saber toda la verdad, también debería saber gestionarla.
Manuela Carmena escribía hace un par de días que en estos momentos tan difíciles sería importante reflexionar en común sobre cómo queremos reconstruir nuestra sociedad: Podemos elegir la confrontación viral que a veces vemos en la práctica política y en algunos mensajes de Whatsapp, Facebook o Twitter; pero también podemos pensar como un organismo biológico cuyo resultado final provenga de la suma de una cooperación inteligente. La elección depende de cada uno de nosotros.




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25 abril 2020

Amar las palabras entre la luz y la geométrica



Me quedé varado en el título del último poemario de María José Castejón Trigo: Amar las palabras. Las palabras están perdiendo la vocación de acariciar y ahora, que se lanzan como dardos envenenados con mayúsculas chillonas o mutiladas por los teclados de los teléfonos móviles, amar las palabras es más necesario que nunca, palabras que sanan con caricias, ritmo y pensamiento.
El poemario comienza dedicado al padre que deslumbra y protege, un padre Sol que todo lo ilumina, incluso desde lo más oscuro de la muerte su presencia está viva, desde allí, desde su rostro que es arte. Y esa luz se va derramar en todos los poemas, hay luz y color, y reflejo, y estrellas y firmamento. Abunda la luz que a veces se derrama y otras se concentra en puntos delimitados. Los versos, como el arte, se convierten en regla de medir, número y orden, porque encontramos una voz que utiliza la escuadra y el cartabón para ser precisa pero también para el revoloteo y así, dibujar un mundo plastificado por el bronce, donde las palabras luchan por tener significado y los poemas, como artefactos artísticos, pretenden unir esas palabras con un imaginario poético que a veces no alcanza a responder a mis preguntas, pero eso es un acicate para dar la vuelta a la hoja y allí me encuentro una guerra de triunvirato de quienes manejar el mal mientras el agua aúlla como un perro acalorado, hasta que me imagino a Dios apostado sobre el prisma que descompone la luz, de nuevo la luz, en una explosión de colores cuando los versos definen los confines de un mundo entrar el mar y un arco iris monocromático, una contradicción de colores que demuestra que no hay respuestas definitivas, que cuando los versos parecen verdades absolutas: “Me vestí de luto y encontré el amor”, en realidad todo es un disfraz para el baile y nada más exacto y preciso que bailar. Y la voz narrativa vuelve a la precisión, esta vez en la geometría donde no hay reproche, porque lo mismo vale una recta curva que una recta recta, quizás la vida, si fuera geométrica, sería más vida.
El lector ya empieza a acostumbrarse a ese zigzag que va de lo preciso a los sentimientos, de la proporción a la desmedida, y nada tan desmedido como el fuego y la llama, pero la voz narrativa guarda en la recámara el recurso geométrico que acota la emoción a un cuadrado que, aunque parece concentrar y recluir, es una invitación a rebotar y huir. La salida es el universo, un estanque si eres un pez, un árbol si eres un mono. La voz se remansa y respira, los versos se alargan un poquito para dejar que amanezca como una victoria sin importancia. Pero solo hay que pasar de hoja para que la voz narrativa vuelva a la agitación de un salto hacia la ira y entonces me detengo y pienso: ¿No será que cada reencuentro nos aleja un poco más de la vida? Que hay discusiones falsas pero también concisas, precisas, opacas y sin encanto.
El poemario parece derivar a territorios tan oscuros como el saber que me muero y que morirse nunca está de más aunque no sepas a dónde ir porque la leyenda y el tiempo siempre se revelan indescifrables: Lo que era y fue sin ser. Es como regresar al principio, de la vida y del poemario, buscar la voz, la lengua y el aliento que por el camino han dejado un suelo mojado por el llanto. Quién sabe si la voz narrativa quiere volver al padre, al jardín de las estrellas de una compañía que sabemos imposible desde el primer poema y que el último certifica: Tu muerte. La vida cautiva y en paz se desmorona ante la muerte y nunca es la respuesta que buscamos. La vida se va, da igual si fue mentira o fortuna. La vida se va y la única certeza es la muerte y tal vez por eso, “Amar las palabras” es un poemario de luz geométrica que ilumina la distancia que va de la vida a la muerte.

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24 abril 2020

Covid- 19 y la dicotomía económica




El nobel de economía  Paul Krugman dice la que la economía no es una religión. Sin embargo en teoría económica hay dos dioses por antonomasia: Smith para los neoliberales y Keynes para los socialdemócratas.
El neoliberalismo surgió con la consolidación del orden político y social del mercado internacional del siglo XIX. Smith defendía que en el libre mercado había una mano invisible que buscaba satisfacer sus propios intereses y era el propio mercado quien se autorregula de manera óptima, por eso cuanto mayor desregulación mejor funcionamiento económico. Pero el castillo de naipes se fue al garete con la depresión de 1929 y, en contraposición, surgió Keynes que, sin dejar de ser capitalista, defendía que el Estado debía tomar un papel activo en la economía de un país y proponía un Estado de Bienestar con políticas de redistribución de la riqueza a través de los impuestos para financiar los servicios públicos. No se trataba de suplantar el mercado, tan solo de regularlo. Estas dos tendencias económicas tiene dos profetas en la Tierra: Roosevelt y Friedman.
El presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt hizo frente a la «gran depresión del 29» impulsando lo que se conoció como New Deal, un nuevo acuerdo para sacar a la economía de su estancamiento gracias a la intervención del Estado y paliar los efectos sociales de la crisis aunque aumentara el déficit público, de esa manera se abría paso el Estado de Bienestar teorizado por Keynes.
El premio Nobel de Economía Milton Friedman regresó a las ideas neoliberales con unos postulados definidos en la que se llamó la Escuela de Chicago y que se pusieron en marcha bajo la dictadura de Pinochet en Chile durante los años 70 gracias a los Chicago Boys, los discípulos chilenos de Friedman que diseñaron un programa económico ultra liberal bajo una dictadura política que amordazaba la opinión de partidos políticos y sindicatos. En diez años bajó el Producto Interior Bruto, aumentó la deuda externa, el paro y quebraron muchas empresas. Sin embargo es cierto que Friedman declaró que sus teorías no se habían podido aplicar al pie de la letra en Chile entre otras cosas porque su teoría económica no era posible sin libertades políticas.
El periodista Joaquín Estefanía ha sacado su periscopio a la superficie de la actualidad y para comprobar que la crisis sanitaria y económica del Covid-19 ha dejado a los neoliberales más comprometidos ideológicamente escondidos bajo las piedras, y nadie discute la intervención pública para disminuir en lo posible la depresión económica, el paro y el empobrecimiento. Así que según The Wall Street Journal, el guardián periodístico de las esencias ortodoxas del libre mercado, Keynes vuelve a estar de moda
Luis de Guindos, actual vicepresidente del Banco Central Europeo y Ministro de Economía en el Gobierno de Rajoy entre los años 2011 y 2018 en los que aplicó una política de recortes y austeridad a la población mientras ayudaba a reflotar la deuda de los bancos, ha defendido la necesidad de una Renta Mínima de Emergencia durante la crisis, "tiene que actuar el Estado en este período transitorio para que después de la crisis sanitaria, con un impacto económico intenso y profundo, no se produzca una crisis social. Que todos nos hagamos cargo de las necesidades básicas de la población más vulnerable"
Así que quizás el debate a futuro es si queremos que las medidas Keynesianas vayan más allá de la pandemia o si vamos a esperar a que los neoliberales salgan de debajo de las piedras para volver a dejar la economía, la salud y la educación en las manos invisibles que manejan el mercado.

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19 abril 2020

Covid-19 y el miedo




Bob Woodward, uno de los periodistas que investigó el Watergate, publicó hace un par de años un libro sobre la presidencia de Trump a través de cientos de horas de entrevistas con miembros de su Administración. El periodista buscaba un buen título para su libro y me lo imagino dando vueltas a la frase que le había dicho el secretario presidencial de entonces, Rob Porter: “Me siento como si estuviéramos paseando constantemente por el borde de un acantilado” Woodward debió de transitar por esa frase muchas veces hasta que recordó unas palabras de Trump en su época de candidato: “El poder efectivo es el miedo” y entonces Woodward supo que ya tenía el título de su libro: Miedo. Al fin y al cabo, como nos recuerda la filosofa Amelia Valcárcel, el poder siempre ha buscado controlar el temor y normalmente se le va de las manos, esa es una de las razones por la que tenemos la política y la democracia para poder atar al miedo como al perro guardián nuestro jardín. Jugar con él es de irresponsables.
El viernes pasado empecé mi turno de mañana y de camino a la fábrica, todavía de noche, detuve la moto en un semáforo. El conductor del coche que se situó a mi lado iba solo y llevaba puesta una mascarilla. Una mascarilla detrás de los cristales de un automóvil con airbags delanteros y traseros, cinco cinturones de seguridad, llamada automática a la compañía de seguros en caso de accidente y daños a terceros. Durante un breve lapsus de tiempo me quedé mirando a un hombre y su mascarilla dentro de un automóvil en el trayecto de casa al trabajo y pensé que tenía miedo.
La noche anterior había escuchado a un virólogo en la radio. Explicó en un tono muy didáctico que las mascarillas quirúrgicas no se recomendaban para la vida cotidiana de personas sanas y que solo se justificaban en personas con infección respiratoria para no contagiar a los demás, y en la protección del personal sanitario o familiares que atienden a los pacientes. El virólogo contó que llevar mascarilla todo el día podía provocar una falsa sensación de seguridad que nos hiciera olvidar lo realmente eficaz: La combinación de toser en la parte interior del codo, la distancia social y lavarse las manos con jabón o desinfectante con asiduidad. Sin embargo el virólogo cambio el tono técnico de su intervención por uno más amigable, cálido y cercano antes de dar por finalizada su intervención diciendo que en fin, que si alguno de los radioyentes no le convencían sus argumentos y se sentían más seguros llevando la mascarilla… ¡¡No me hagan caso y no lo dude, póngase la mascarilla!! El señor del coche tal vez había escuchado la misma emisora de radio que yo.
Valcárcel nos cuenta que hubo un tiempo de temor fundado cuando la vida estaba muy cerca de una muerte visible y constante, como si el infierno estuviera en la tierra y abriera la puerta para devorar a los hombres. El miedo también ha habitado en los terrenos de la religión con curas que bramaban todos los males del Apocalipsis desde los púlpitos exentos de los altares y la piedad. Miedo a la peste, a la hambruna, a las guerras de religión, miedo de los chivos expiatorios por cuestiones ideológicas. Las víctimas tienen el miedo inoculado con crueldad. Un miedo que se contagia, que desconcierta y nos enloquece. Y sin embargo pocas cosas hay tan insensatas como detener al miedo. Una vez se lo escuché a un torero. El miedo es el asidero a la vida. Un torero sin miedo está muerto. El miedo es la alarma que nos avisa de que estamos vivos. ¿Qué hacer? Valcárcel recomienda  que lo mantengamos a raya, no hay que darle vidilla, pero dejarle trabajar los justito para que nos alerte sobre las señales que anuncian un peligro.
El escritor dominicano Frank Báez piensa que ya nos hemos acostumbrado al apocalipsis de una cuarentena con los supermercados abiertos y yo me atrevo a añadir con la cuenta de Netflix España que no ha necesitado bajar la calidad de su señal porque al parecer nuestra malla de fibra óptica está mineralizada y súper vitaminada, mientras los riders que pedalean para Glovo distribuyen videojuegos, herramientas de bricolaje y ropa para hacer gimnasia desde los macro almacenes de Amazon. Sin embargo Báez nos advierte de que no hay que bajar la guardia, que hace poco leyó una pintada que advertía “El fin está aquí” sin embargo también es cierto que al lado había otra que decía “El mundo no se acaba” y es usted, improbable lector, quien tiene que decidir.

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15 abril 2020

El Covid19 también levanta muros y fronteras






El 16 de marzo el Gobierno español decidió suspender el Acuerdo de Schengen y cerrar sus fronteras terrestres para el paso de personas, una decisión que se sincronizaba con la tomada por el Consejos de Ministros de Sanidad e Interior europeos en una cumbre por videoconferencia en la que se había decido restringir los viajes no esenciales a la UE durante 30 días. El objetivo de estas medidas era contener la expansión del Covid-19 y evitar la aparición de fronteras interiores dentro de la UE. Von Der Leyer, presidenta de la Comisión Europea, confiaba en que un bloqueo perimetral relajaría los controles interiores, sin embargo ambos objetivos eran imposibles de conseguir con ciudadanos europeos que ya estaban bloqueados dentro de la propia UE y con la sensación general de un sálvese quien pueda que se vio acentuado cuando a los primeros síntomas de desunión, se sumó la decisión de algunos países de restringir las exportaciones hacia algunos socios de la UE, lo que ponía en riesgo las carencias de otros y, por lo tanto, aumentaba el riesgo de la salud de la población europea.
Aunque el artículo 28 del acuerdo de Schengen recoge la posibilidad de regulación de las fronteras, su uso de facto, significa suspender la libre circulación de ciudadanos entre los  estados de la UE.
La idea original para la creación de una Comunidad Económica Europea siempre ha mantenido dos polos de tensión entre quienes quieren una Europa funcionalista que concentré la gestión por áreas específicas pero sin que los Estados pierdan soberanía; y los que pretenden una Europa federalista que compense la pérdida de soberanía nacional con un gobierno de instituciones supranacionales. En esa tensión inicial, el control de fronteras interiores era uno de los símbolos más preciados.
En marzo de 1957 se firmó el Tratado de Roma que ponía en marcha un gran mercado único compartido por seis socios que pretendían una unión aduanera, la libertad de circulación de personas, capitales, servicios y mercancías, además del derecho a trabajar y residir en cualquier país miembro. Pero estas intenciones no terminaban de materializarse porque  primaban los intereses capitalistas de los mercaderes de una Europa con un pronunciado acento funcionalista de los estados asociados.
El Acta Única Europea entró en vigor el 1 de enero de 1987 y supuso la primera modificación de los tratados fundacionales de las Comunidades Europeas con la pretensión de construir el gran mercado sin fronteras acompañado por cohesión económica y social, de investigación y tecnología y un sistema monetario único y, dentro de este marco, supresión aduanera era la prueba para quien sabe si iniciar el incipiente camino hacia una Europa federalista. Sin embargo esa esperanza se veía ensombrecida por los movimientos migratorias clandestinos, las redes de delincuentes y el terrorismo que empezaba a mostrar sus fauces cuando la organización palestina Septiembre Negro asaltó la sede de la delegación israelí en las Olimpiadas de Múnich de 1973, y también al comprobar como una protesta en la primavera de 1984 en el sector del transporte pesado colapsaba la mayor parte de las fronteras interiores de la Comunidad causando problemas de abastecimiento y dejando en evidencia el deficiente sistema estructural de distribución de mercancías. Todos los miedos, intereses y aspiraciones se condensaron en la ciudad luxemburguesa de Schengen en junio de 1990 donde se diseñó un espacio sin fronteras, que se iría ampliando conforme lo hiciera la Comunidad, y que significaba la eliminación de visados y pasaportes, el refuerzo de controles policiales y judiciales en las fronteras externas y la vigilancia de flujos migratorios. Se suprimían los puestos fronterizos, se reforzaba la cooperación policial y se armonizaban las legislaciones nacionales, El acuerdo de Schengen se incorporó al Tratado de Ámsterdam de 1995 y pasó a formar parte del acervo comunitario.
Muchos ciudadanos europeos, en una medida de extrema dureza, están confinados en una decisión de emergencia que han adaptado muchos estados de manera que el Covi-19 ha reavivado las fronteras y el poder del Estado nacional frente a un enemigo microscópico que no distingue entre nacionalidades y sin embargo, estamos comprobando que, como nos recuerda Bertrand Badie profesor emérito del Instituto de Ciencias Políticas en París, que esta crisis ha puesto de relieve que “no existe una palanca global para responder” y hemos visto como países de la Unión Europea restringían la exportación de material médico o tomaban medidas en función de criterios nacionales cuando la repercusión del Covid-19 nada tiene que ver con las fronteras nacionales.
Esta deriva tiene el peligro de un repunte nacionalista que termine por imponer las barreas que se habían logrado difuminar y, como afirma Strobe Talbott vicesecretario de Estado con la Administración Clinton, tal vez estamos a punto de ver como los instintos nacionalista y el desprecio a la cooperación internacional se adueñan del tablero. Levantar muros entre países y casas puede tener sentido en medio de una urgencia sanitaria pero como recuerda el politólogo Josep Colomer, el Covid-19 ha puesto en marcha una coordinación global entre estados, entidades regionales y locales y organizaciones no gubernamentales que demuestran que la pandemia, como problema global, también significa complejidad y fragmentación y que, por lo tanto, se aleja de la simplificación que implica una idea de soberanía nacional basada en decisiones absolutas, finales y acotadas a un espacio. Quizás tengamos que hacer caso, y nunca pensé que esto sería posible, a Ronald Reagan cuando en 1987 dijo, en otras circunstancias y ante otros enemigos, una frase que ahora viene bien si la usamos pensando en el Covid-19
“Con nuestra obsesión con los antagonismos del momento, olvidamos todo lo que une a los miembros de la humanidad. Quizá necesitemos una amenaza exterior, universal, para reconocer nuestro vínculo común. A veces pienso en lo rápido que desaparecerían las diferencias en el mundo si afrontásemos una amenaza alienígena” (Ronald Reagan en 1987)

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Documentación



Gil Pecharromán, Julio. Historia de la integración europea. Basauri. UNED. 2ª Edición 2017



Ortega, Patricia y López-Fonseca, Óscar. “España clausura fronteras terrestres y solo dejará entrar a residentes o por fuerza mayor” El País. 14 Abr 2020 [última consulta] https://elpais.com/espana/2020-03-16/espana-restablece-las-fronteras-y-prohibe-la-entrada-a-los-no-residentes-salvo-causa-de-fuerza-mayor.html 16 Mar 2020.



Bassets Marc. “Un virus sin fronteras que reactiva el poder del Estado” El País. 14 Abr 2020 [última consulta] https://elpais.com/internacional/2020-03-21/un-virus-sin-fronteras-que-reactiva-el-poder-del-estado.html 22 Mar 2020.

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13 abril 2020

Covid-19 o la vida entre los muertos



Los muertos que me rodean pasaron de la vida a mis recuerdos, por eso no voy a visitarlos al cementerio, porque mis muertos no están allí. Ellos hicieron el tránsito del latido al reposo gracias a los velatorios. Cuando yo era monaguillo en algunas ocasiones tuve que acompañar al sacerdote para recoger al difunto en su casa y trasladarlo hasta la Iglesia. Eran escenas que me emocionaron profundamente y donde reinaba la más profunda de las tristezas que se agrandaba por el respetuoso silencio de las calles de mi pueblo hasta terminar en agua bendita. Creo que fueron esas sensaciones percibidas de zagal las que me condicionaron en los primeros velatorios de mis seres queridos, porque pensaba que las honras fúnebres tenían que estar dominadas por la tristeza, la pena y el llanto sin embargo, ante mis ojos se producían escenas contradictorias que era incapaz de comprender. Mientras un amigo rendía tributo junto al difunto y un familiar lloraba en desconsolada soledad, un poco más allá se reencontraban los miembros de una antigua cuadrilla que hacía lustros que no se veían y surgían abrazos, risas y felicidad. Me costó entenderlo y admitirlo: Los velatorios son ese torrente de vida que viene a decirte que llores, que las lágrimas y el respeto inunden cuerpo y recuerdos porque ahí, justo ahí al lado sigue fluyendo el rio de la vida que no se detiene por muy grande que sea tu dolor.
A los familiares y a los muertos por el Covid-19 les ha faltado ese rio de vida que se forma en un velatorio y corren el riesgo de que su dolor y su pena se hagan crónicos, que aniden en su pecho y allí permanezcan para siempre. Pablo del Llano contaba en una crónica para El País Semanal como el frio y la soledad penetraban hasta los huesos al contemplar la escena de un difunto acompañado por tres familiares y como uno de ellos grababa las exequias con un teléfono móvil, imágenes que pasarán de mano en mano y tal vez sirvan de certificación del hecho luctuoso, pero unos fotogramas secos donde la muerte solo es penuria y frustración nunca deberían ser el recordatorio final de una vida.
El Covid-19 ha robado a las familias de los muertos el importante papel del velatorio, por eso, cuando esta tragedia acabe, la sociedad civil tendremos que desempeñar el importe papel del velatorio capaz de regenerar la vida. Las miles de familias afectadas van a necesitar de nuestra ayuda colectiva, de cada uno de los caudales vitales que seamos capaces de llevar hasta la humedad de sus ojos y la aridez de su pena. Por eso sueño con lugares de memoria bajo la sombra frondosa de unos plataneros con espacios para sentarse y reflexionar, con vericuetos por lo que corran los gritos de los zagales que juegan a tula un palmo, y con caminos  para el lento pasear de abuelos con boina, gayata y un vestidito estampado de florecillas sobre el verde esperanza que nos recuerde que ellos esquivaron al Covid-19. Lugares donde los familiares y amigos de los muertos provocados por esta pandemia puedan darse un baño de vida, como los que yo me he dado en todos y cada uno de los velatorios de mis muertos, esos muertos que pasaron de la vida a mis recuerdos.

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09 abril 2020

Covid-19: Teruel y Shanghái nunca han estado más cerca








La familia Zhu estaba en España disfrutando de unas vacaciones durante el caluroso mes de agosto, se había planteado recorrer en diez días la distancia entre Barcelona y Toledo. Un recorrido que pasaba por Albarracín y Teruel donde se pinchó una de las ruedas del vehículo que los transportaba.
El calor en el mes de agosto en la provincia de Teruel está muy relacionado con la altitud de la provincia que se convierte en una gran paella a más de 900 metros de altura al nivel del mar donde los rayos del sol caen desde el cielo para abrasar la tierra vacía.
La familia Zhu se había arremangado para cambiar la rueda del vehículo pero no sabían muy bien cómo hacerlo y la barrera del idioma hacía imposible la comunicación con quienes se habían parado para ayudarles que no se manejaban ni en chino ni en inglés, pero la familia Zhu estaba de suerte.
Carmen Loureiro, una mujer vasca con apellidos gallegos, afincada en Teruel desde 2017 y profesora en el Instituto Vega del Turia no dudó en poner sus  conocimientos del idioma de Shakespeare al servicio de la familia Zhu para llamar a la asistencia y hacer de intérprete con los operarios de la grúa que había acudido a repararles en pinchazo. Pero el sol de agosto seguía ahí, porque el sol no sabe que Teruel Existe, ni si los pinchazos son chinos o españoles y tampoco sabe nade  de tres ancianos y una niña pequeña a la solera de un día de agosto en la España Vacia. Pero Carmen sí que lo sabe y por eso los invitó a esperar a la sombra fresca de su hogar.
La familia Zhu cruzaron descalzos el umbral porque así lo marca las normas de educación de su país que, es una señal de respeto, obedece a la intención de dejar las malas vibraciones fueran en la calle y porque caminar descalzo relaja los puntos de presión del pie y favorece la circulación de la sangre. Carmen, que  estaba un poco azorada por la novedad de aquella costumbre y porque se iban a ensuciar los pies, pasó este primer momento de sorpresa y les ofreció agua para refrescar tantos calores, mientras la más pequeña de la familia Zhu enseguida se hizo con algunos juguetes de los críos que andaban desordenados por aquí y por allá.
Una vez solucionada la avería ambas familias se hicieron un par de fotos, intercambiaron sus direcciones de correo electrónico y se despidieron a pie de carretera. Carmen pensó que aquella anécdota del pinchazo y la familia Zhu descalzos en el salón de su casa se quedaría en el catálogo del anecdotario familiar que se cuenta una y otra vez en Nochebuena o durante las cenas en las fiestas patronales y, cuando la familia Zhu mandó un par de correos para avisar que habían terminado bien sus vacaciones y ya estaban en casa, parecía que ha historia ya había concluido. Pero lo que entonces nadie sabía era que el Covid- 19 se iba a propagar con gran virulencia en España.
Cuando la familia Zhu se enteró que la pandemia había llegado a España se preocuparon por la situación de la familia de Carmen, volvieron a contactar con ella y le preguntaron si necesitaban algo. Carmen, cuando leyó aquel correo, lamentó profundamente que ni siquiera había caído en la cuenta de preguntarles por cómo les había ido a ellos con la epidemia del Covid-19 en China.
Carmen respondió que no necesitaban nada pero, después de consultarlo con su marido, decidieron contarles el grave problema que había en España porque no se disponía de suficientes materiales de protección. El siguiente mensaje de la familia Zhu fue una caja con 600 mascarillas enviadas gracias a la empresa Tialoc Group de Shangai que pertenece a uno de los miembros de la familia Zhu. El segundo envío llegó el cuatro de abril y Carmen, después de ponerse en contacto con el Ayuntamiento para donarlas y recibir la callada por respuesta, tiro de las ideas, de las manos y de los euros de sus compañeros en el Instituto. Las primeras mascarillas las entregaron en la residencia de Javalambre y después hicieron un fondo para pagar las tasas de aduanas y el transporte hasta Teruel para construir una cadena solidaria que parte de Shanghai, hace parada el Instituto Vega del Turia y termina en el Hospital de Teruel Obispo Polanco donde esas mascarillas ayudan a salvar vidas.
Una historia tan bonita merece un final que recoja las palabras con las que Cruz Aguilar terminó su crónica en el Diario de Teruel:
“Carmen ayudó a los chinos sin esperar nada a cambio, simplemente porque es su forma de ser. El pasado verano era impensable que, viviendo en un país como España, pudiera necesitar nada, y mucho menos material sanitario, de otros lugares del mundo. El coronavirus ha tirado las torres más altas sobre las que se asentaban los esquemas mentales occidentales y “la gran conciencia social y comunitaria” que tienen los chinos ha sido de gran ayuda en Teruel. Ayer por ti hoy por mí. Solidaridad en estado puro.”

(Este relato es una recreación que parte de la crónica que escribió Cruz Aguilar en el Diario de Teruel y a la que accedí gracias al muro de Facebook de Mar Martínez Labarta. La fotografía de Carmen Loureiro y sus hijos es la que publicó el períodico)

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07 abril 2020

Los que luchan contra el Covid-19 no son héroes


Mamoudou Gassama dejó Malí en 2013 para llegar a Francia donde vivía su hermano. Cinco años después era un inmigrante sin papeles que el 26 de mayo de 2018 buscaba por Paris un lugar para ver la final de la Liga de Campeones entre el Real Madrid y el Liverpool. Mamoudou tenía 22 años cuando vio a un crio colgado de un balcón y no dudó en escalar cuatro pisos para salvarlo. Esta acción fue grabada por un peatón que pasaba por la zona y en poco tiempo se hizo viral. El nombre de Momoudou Gassama se había borrado de casi todos los titulares de prensa que lo rebautizaron como Spiderman. El revuelo fue tan enorme y universal que el Presidente Macron, que por entonces estaba preparando una ley para endurecer la legalización de inmigrantes, lo recibió en el Palacio del Eliseo, lo condecoró, le prometió que rápidamente obtendría la ciudadanía francesa y le propuso trabajar como bombero en París. Pero yo miraba aquel video una y otra vez y no lograba atisbar a ningún héroe, en aquellas imágenes grabadas en vertical y repetidas en bucle en todas las pantallas del mundo, en lugar de un disfraz de hombre araña, yo veía a un ser humano capaz de poner su sensibilidad y su valor al servicio de las desgracias de otro ser humano. Mamoudou Gassama fue, en el sentido machadiano del término, un buen hombre.
En la batalla contra el Covid-19 también han aparecido en las pantallas y los papeles miles de personas a la que se le cuelga el cartel de héroes, entre otras muchas, el personal médico y auxiliar de urgencias en particular y todas las plantas de un hospital en general; y las plantillas de los supermercados desde la línea de cajas, a las estanterías pasando por el almacén. Y yo que a los primeros solo los veo por los medios de comunicación y a los segundos los observo en mi barrio los miro y los vuelvo a mirar y no consigo ver héroes. Solo puedo a ver a hombres y mujeres, algunos son profesionales con un alto nivel de preparación luchando para salvar vidas y pertrechados con su valor pero con muy poca protección, otros son trabajadores manuales dando todo su esfuerzo y amabilidad mientras tantas veces tienen que lidiar con esos covidiotas que no han entendido un carajo que es eso de la distancia social de seguridad. Yo los miro y no veo héroes, veo hombres y mujeres a los deberíamos recordar bien, memoriza sus caras y su trabajo y así, cuando todo esto haya pasado y la palabra héroe deje de sobrevolar hospitales y supermercados para volver a los comics y las pantallas, entonces será el momento de ayudarles a que los trabajadores de la sanidad dejen de estar minados por la precariedad de los contratos temporales y una escasa oferta pública de empleo, que los trabajadores de los supermercados, además de la precariedad, tengan el derecho a conciliar su vida familiar esos domingos y festivos en los que comprar en chándal 100 gramos de chirlas para la paella se ha convertido en una opción de ocio. Y, aunque Bowie tenía razón y todos podemos ser héroes por un día, quizás sería mejor elevar nuestros niveles de humanidad para que los ejemplos a seguir cuando regresemos a la normalidad sean de seres humanos como Mamoudou Gassama, el personal sanitario y las plantillas de los supermercados

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05 abril 2020

Paco, el Covid-19 y las palabras




El Covid-19 ha pasado por la vida de Paco Vázquez y, mientras leo sus palabras,  pienso la importancia del lenguaje y las palabras como las herramientas que describen la realidad y nuestros sentimientos. Porque no es lo mismo hablar de infectados que de contagiados. El infectado es un ser vivo invadido por microorganismo patógenos, pero también es corromper con malas doctrinas o malos ejemplos. El contagiado es el que ha adquirido una enfermedad y la puede transmitir. Cuando hablamos de una gripe nunca decimos que estoy infectado, como mucho mira que trastazo he pillado; sin embargo la alegría y el amor se pueden contagiar. La elección del lenguaje siempre es esencial

Paco cuenta como el viernes 13 de marzo se sintió mal y, aunque al principio no le dio importancia, el sábado había empeorado y la preocupación se instaló definitivamente, por eso comenzó a llamar a los teléfonos de emergencia que facilitaban los medios de comunicación pero al otro lado de la línea solo encontró silencio y llegó el miedo. Un miedo compartido con su “chica” y esa sensación de soledad de luchar con paracetamol y agua azucarada a un tormento mientras al otro lado del teléfono seguía el silencio hasta que Pili, que además de su “chica” es la mujer con la que ha compartido toda su vida, ya no soportaba una situación que había empeorado, deciden ir a urgencias y entonces, cuando sólo buscas una solución, una brizna de esperanza, un bálsamo para el miedo, entonces todo empeora.

Es imposible ponerse en la piel de Paco y Pili, porque una cosa son las recomendaciones oficiales de permanecer en casa si tienes los síntomas del Covd-19 y otra el desconsuelo de sentirte abandonado. Paco dice que cuando llegaron a urgencias sintieron esas miradas asustadas de quienes tratan con leprosos. Paco utiliza la palabra leproso que nos traslada a los tiempos del Levítico “El que tenga llagas de lepra deberá llevar rasgada la ropa y descubierta la cabeza, y con la cara semicubierta gritará: ‘¡Impuro! ¡Impuro!” Paco se siente impuro cuando una auxiliar con demasiado miedo y ninguna empatía le dice “échese atrás” Un gesto tan alejado de esas trabajadoras de la sanidad que dan la mano a los enfermos terminales aislados de sus familiares y que necesitan ese poquito de calor humano. El mismo calor del que nos habla Marcos en la Biblia cuando Jesús fue a Betania a casa de Simón el leproso, se sentó a su mesa y una mujer derramó un frasco de perfume de nardos sobre la cabeza del invitado. Paco y Pili tuvieron esa maldita suerte que veces nos pone en el camino a gentes que aún viven en tiempos del Antiguo Testamento y volvieron a casa enfermos y derrotados.

Cuatro días de cansancio, fiebre, diarreas y un teléfono que sigue en silencio. Pili quiere ir al hospital pero Paco se niega, no quiere la soledad y el aislamiento al que le obligaría permanecer hospitalizado. Al quinto día sonó el teléfono. Era su médico de cabecera pero la percepción de Paco ha cambiado tanto que ya no siente el auxilio de la medicina, él siente que las sucesivas llamadas tan solo son para comprobar que sigue ahí, vivo. Y Paco sigue ahí hasta que el 30 de marzo amaneció con unas décimas de fiebre que poco a poco desaparecieron por completo.

Paco termina su relato con una serie de agradecimientos entre los que destaca a “Pili, mi chica, mi mujer”. Pero lo que más me llamó la atención fue que, de nuevo el lenguaje. Paco confiesa que ha escrito su experiencia para que todos sepamos cómo se siente un “infestado”. Paco no se siente infectado o contagiado. Paco se siente infestado que, al margen del sentido estrictamente médico, nos habla de corromperse con malas doctrinas y malos ejemplos, infestar tiene un potente significado negativo y rememora daños, estragos y hostilidades. Y no, eso no puede ser Paco. Quisiera terminar este texto con la fuerza de un Jedi, me gustaría extender la mano para que pudieras comprender que vosotros no sois unos infestados, que vuestra experiencia es una de las millones de historias que se van a contar durante décadas sobre esta crisis y que contarla tiene que ser la catarsis para volver al camino de la vida con el orgullo de quienes se han enfrentado a una experiencia muy dura en pareja, hombro con hombro. .

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03 abril 2020

La vida a rajatabla de Carmin Cle




Para mi prima

A Carmin Cle le gustaría seguir el confinamiento a rajatabla pero ella, que tantas cosas ha hecho en su vida a rajatabla desde que le hicieron el trasplante, sin embargo no puede seguir el confinamiento, la diálisis es lo que tiene, no puedes decidir, tienes que desplazarte hasta el hospital varias veces por semana y pasar unas cuantas horas en una sala..
Camin Cle ha escuchado muchas veces que su fortaleza y disciplina son míticas, sin embargo cada vez que sale de casa hacia uno de los grandes focos de infección del Covid-19 en su ciudad, el ritmo cardiaco se le altera porque se sabe vulnerable y siente una insalvable inseguridad en un desplazamiento en el que le va la vida, pero si se queda en casa también.
La decisión ya está tomada y cuando llega a su destino mira a los ojos al personal sanitario que la tiene que atender, los mira para entrar en sus corazones porque no quiere saber nada de mascarillas, guantes, gafas o trajes de buzo. Ella solo quiere un acceso vascular con flujo suficiente para que la fuerza de la sangre circule por las arterias, pase a la venas y así eliminar los deshechos, mantener los minerales del cuerpo y que los glóbulos rojos se sientan tan a gustito como en aquellas noches de verano en las que la orquesta tocaba canciones para bailar y los vestidos de vuelo con florecillas verdes, naranjas y amarillas tan pronto daban alocadas vueltas de rocanrol, como se mecían con el suave vaivén de un bolero que separaba las mejillas de los amantes gracias a un brazo derecho con una pulserita de plata, un brazo derecho en alto, tan rígido y estirado como el blanco y negro de la televisión, hasta que ese brazo, por la fuerza de unos versos con sabor tropical que cantaban: Toda una vida me estaría contigo. No me importa en qué forma. Ni como, ni donde, pero junto a ti. Ese brazo perdía tensión muscular y las mejillas se rozaban en un suspiro que rompía el ritmo del twist y el beso que no había llegado, se dejaba pasar hasta la siguiente verbena.
Ahora Carmin Cle tampoco puede besar a todas esas personas que la ayudan a vivir y quizás por eso, cuando regresa a casa, sonríe y al vaivén de su cuerpo delgadito, le gusta cantar aquella tonada que dice: Bailando el twist again. Like we did last summer. Bailando el twist again, vamos a bailar. Y entonces imagina besos por doquier, besos con churros en el desayuno, besos on the rock para el vermoth, risotto, carpacho y paella de besos, besos a lo grande y volteretas de besos. Camin Cle cae rendida en el sofá y mira el calendario de la rajatabla: Sólo faltan dos días para volver a diálisis, pero  no tiene ni idea de cuanto va a durar este confinamiento.

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01 abril 2020

El paseo de Sandra y Suk





Para Sandra García Roche



Sandra y Suk pasean por una ciudad confinada. Suk está deseando llegar el parque. Sandra piensa en su primer día de trabajo y como aprendió a moverse con la moto entre un tráfico tan denso y ruidoso que ahora ha dejado sitio al viento.  El parque también está vacío. Suk trota ligero sin la atadura de la correa y se aleja. Sandra lo mira y nota como la emoción empieza a cosquillearle los pies, sube hasta el estómago y se instala en la cabeza porque a veces no puede, a veces es incapaz de desconectar de las intensas jornadas de trabajo en la UCI del Vall d´Hebron, y entonces se alegra que las obligaciones que el Covid-19 ha impuesto sobre la distancia social no sean necesarias con Suk, la pandemia no afecta al afecto entre canes y humanos.
Sandra se hizo una foto en la puerta del vestuario justo antes de comenzar su trabajo en la que le veía ataviada con todos los equipos de protección personales propios para luchar contra el Covid-19: botas, guantes, mascarilla, unas gafas de seguridad sobre sus gafas de ver el mundo y un mono blanco con capucha que cubría el resto del cuerpo. Ante de enviar la foto añadió un emoticono sonriente delante de la frase: Mirar que guapa estoy con todos estos complementos enviados desde China. Sin embargo Sandra nada dijo de las batas que llevaban antes de que se desencadenara esta crisis sanitaria que le exige jornadas maratonianas en la delicada tarea de gestionar el servicio de urgencias, los circuitos de enfermos y humanizar en todo lo posible una situación que desborda cualquiera de las situaciones que imaginó mientras estudiaba Medicina Intensiva, porque Sandra, que soñaba con tratar a pacientes críticos pero potencialmente recuperables, ahora se enfrenta a la paradoja de colgarse una armadura para luchar en primera línea de combate contra el sistema de abastecimiento, la logística internacional y las previsiones políticas. Sandra sabe que no puede bajar la guardia ni un minuto, que si las batas que usaban antes eran más cómodas y transpiraban mejor, ahora lo primordial es cuidar todos esos complementos que vienen de China, que son clave para no contagiarse y que, como hace días que escasean, una vez estrenados y usados durante horas en las zonas más peligrosas, hay que reutilizarlos después de limpiarlos y esterilizarlos. Es lo que hay en la trinchera en la que  se ha convertido su trabajo y Sandra se lo toma con la valentía que le otorga el juramento hipocrático: Velar solícitamente y ante todo por la salud de mi paciente.
Su amigo Jóquetele pasó un buen rato mirando la foto. No se atrevía a hacer un chascarrillo con aquella imagen a la que, al fin y al cabo, todos los días aplaudía a las ocho de la tarde desde su balcón. Sin embargo, ponerle cara y memoria a aquellas palmas que unos días tocaba por tangos y otros por bulerías lo cambiaba todo. Así que se dejó llevar y tecleó desde su teléfono móvil. Oye Sandra que cuando me dijiste que ibas a estudiar medicina intensiva pensaba que se trataba de trabajar a destajo con tu fonendoscopio y un palito de polo para verle al personal la campanilla, y hacerlo todo bien deprisita para irte a pasear. Y que no me fastidies que te han clavado ese trajecillo chino con el que te pareces a los mecánicos y a los chispas de mi fábrica cuando se meten al electrofiltro de las calderas de recuperación para limpiar aisladores de alta tensión y soldar martillos rotativos, que al fin y al cabo no será muy diferente de eso que haces tú de vigilar los sistema endocrinos y respiratorios, y que no te creas, que si tu pones tubos nasogástricos, bombas de succión, drenajes y catéteres;  ellos, sin darse importancia tiran de quemar varilla de soldar y cambiar fusibles. Y no te olvides de lo más importante Sandrica, que están muy bien los aplausos en los balcones para subiros la moral y que los pizzeros os regalen una cuatro quesos familiar con bebida y alitas de pollo que, si te digo la verdad eso no es comida para esos héroes en los que de repente os habéis convertido porque la tele no hace más que repetirlo una y otra vez. Pero vaya, que yo no digo nada y que todo eso está muy bien, pero Sandrica que no se te olvide los más importante: Apúntate todas las horas extras que luego, cuando se pasen todos estos apuros y los de los dineros tengan que soltar la gallina, entonces se hace tabla rasa y se te he visto no me acuerdo, hazme caso, apúntate todas la horas extras que eso luego se olvida.
Aunque Sandra contestó a su amigo con un montón de emoticonos partiéndose de risa, ella no se reía. En su cabeza todavía resonaban las últimas conferencias que había consultado por internet para estar al día con las novedades sobre el Covid-19, los avances en las vacunas y los posibles medicamentos para su tratamiento. Sandra miró el reloj y decidió volver a casa, ya había pasado la hora que hay que dejar reposar la masa de la focaccia que iba a preparar con la carne picada de la carnicería de su hermano, le puso la correa a Suk y en los auriculares sonó la voz aterciopelado de Suu que le cantaba y le animaba

Una platja i birra, el somni de tothom

I alguna guitarra donant to a la situación

En un paradis perdut, perdut de veritat

Va a pasar una nit que yo sempre guardaré al cap

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