La curvatura de la córnea

05 abril 2020

Paco, el Covid-19 y las palabras




El Covid-19 ha pasado por la vida de Paco Vázquez y, mientras leo sus palabras,  pienso la importancia del lenguaje y las palabras como las herramientas que describen la realidad y nuestros sentimientos. Porque no es lo mismo hablar de infectados que de contagiados. El infectado es un ser vivo invadido por microorganismo patógenos, pero también es corromper con malas doctrinas o malos ejemplos. El contagiado es el que ha adquirido una enfermedad y la puede transmitir. Cuando hablamos de una gripe nunca decimos que estoy infectado, como mucho mira que trastazo he pillado; sin embargo la alegría y el amor se pueden contagiar. La elección del lenguaje siempre es esencial

Paco cuenta como el viernes 13 de marzo se sintió mal y, aunque al principio no le dio importancia, el sábado había empeorado y la preocupación se instaló definitivamente, por eso comenzó a llamar a los teléfonos de emergencia que facilitaban los medios de comunicación pero al otro lado de la línea solo encontró silencio y llegó el miedo. Un miedo compartido con su “chica” y esa sensación de soledad de luchar con paracetamol y agua azucarada a un tormento mientras al otro lado del teléfono seguía el silencio hasta que Pili, que además de su “chica” es la mujer con la que ha compartido toda su vida, ya no soportaba una situación que había empeorado, deciden ir a urgencias y entonces, cuando sólo buscas una solución, una brizna de esperanza, un bálsamo para el miedo, entonces todo empeora.

Es imposible ponerse en la piel de Paco y Pili, porque una cosa son las recomendaciones oficiales de permanecer en casa si tienes los síntomas del Covd-19 y otra el desconsuelo de sentirte abandonado. Paco dice que cuando llegaron a urgencias sintieron esas miradas asustadas de quienes tratan con leprosos. Paco utiliza la palabra leproso que nos traslada a los tiempos del Levítico “El que tenga llagas de lepra deberá llevar rasgada la ropa y descubierta la cabeza, y con la cara semicubierta gritará: ‘¡Impuro! ¡Impuro!” Paco se siente impuro cuando una auxiliar con demasiado miedo y ninguna empatía le dice “échese atrás” Un gesto tan alejado de esas trabajadoras de la sanidad que dan la mano a los enfermos terminales aislados de sus familiares y que necesitan ese poquito de calor humano. El mismo calor del que nos habla Marcos en la Biblia cuando Jesús fue a Betania a casa de Simón el leproso, se sentó a su mesa y una mujer derramó un frasco de perfume de nardos sobre la cabeza del invitado. Paco y Pili tuvieron esa maldita suerte que veces nos pone en el camino a gentes que aún viven en tiempos del Antiguo Testamento y volvieron a casa enfermos y derrotados.

Cuatro días de cansancio, fiebre, diarreas y un teléfono que sigue en silencio. Pili quiere ir al hospital pero Paco se niega, no quiere la soledad y el aislamiento al que le obligaría permanecer hospitalizado. Al quinto día sonó el teléfono. Era su médico de cabecera pero la percepción de Paco ha cambiado tanto que ya no siente el auxilio de la medicina, él siente que las sucesivas llamadas tan solo son para comprobar que sigue ahí, vivo. Y Paco sigue ahí hasta que el 30 de marzo amaneció con unas décimas de fiebre que poco a poco desaparecieron por completo.

Paco termina su relato con una serie de agradecimientos entre los que destaca a “Pili, mi chica, mi mujer”. Pero lo que más me llamó la atención fue que, de nuevo el lenguaje. Paco confiesa que ha escrito su experiencia para que todos sepamos cómo se siente un “infestado”. Paco no se siente infectado o contagiado. Paco se siente infestado que, al margen del sentido estrictamente médico, nos habla de corromperse con malas doctrinas y malos ejemplos, infestar tiene un potente significado negativo y rememora daños, estragos y hostilidades. Y no, eso no puede ser Paco. Quisiera terminar este texto con la fuerza de un Jedi, me gustaría extender la mano para que pudieras comprender que vosotros no sois unos infestados, que vuestra experiencia es una de las millones de historias que se van a contar durante décadas sobre esta crisis y que contarla tiene que ser la catarsis para volver al camino de la vida con el orgullo de quienes se han enfrentado a una experiencia muy dura en pareja, hombro con hombro. .

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