La curvatura de la córnea

19 abril 2020

Covid-19 y el miedo




Bob Woodward, uno de los periodistas que investigó el Watergate, publicó hace un par de años un libro sobre la presidencia de Trump a través de cientos de horas de entrevistas con miembros de su Administración. El periodista buscaba un buen título para su libro y me lo imagino dando vueltas a la frase que le había dicho el secretario presidencial de entonces, Rob Porter: “Me siento como si estuviéramos paseando constantemente por el borde de un acantilado” Woodward debió de transitar por esa frase muchas veces hasta que recordó unas palabras de Trump en su época de candidato: “El poder efectivo es el miedo” y entonces Woodward supo que ya tenía el título de su libro: Miedo. Al fin y al cabo, como nos recuerda la filosofa Amelia Valcárcel, el poder siempre ha buscado controlar el temor y normalmente se le va de las manos, esa es una de las razones por la que tenemos la política y la democracia para poder atar al miedo como al perro guardián nuestro jardín. Jugar con él es de irresponsables.
El viernes pasado empecé mi turno de mañana y de camino a la fábrica, todavía de noche, detuve la moto en un semáforo. El conductor del coche que se situó a mi lado iba solo y llevaba puesta una mascarilla. Una mascarilla detrás de los cristales de un automóvil con airbags delanteros y traseros, cinco cinturones de seguridad, llamada automática a la compañía de seguros en caso de accidente y daños a terceros. Durante un breve lapsus de tiempo me quedé mirando a un hombre y su mascarilla dentro de un automóvil en el trayecto de casa al trabajo y pensé que tenía miedo.
La noche anterior había escuchado a un virólogo en la radio. Explicó en un tono muy didáctico que las mascarillas quirúrgicas no se recomendaban para la vida cotidiana de personas sanas y que solo se justificaban en personas con infección respiratoria para no contagiar a los demás, y en la protección del personal sanitario o familiares que atienden a los pacientes. El virólogo contó que llevar mascarilla todo el día podía provocar una falsa sensación de seguridad que nos hiciera olvidar lo realmente eficaz: La combinación de toser en la parte interior del codo, la distancia social y lavarse las manos con jabón o desinfectante con asiduidad. Sin embargo el virólogo cambio el tono técnico de su intervención por uno más amigable, cálido y cercano antes de dar por finalizada su intervención diciendo que en fin, que si alguno de los radioyentes no le convencían sus argumentos y se sentían más seguros llevando la mascarilla… ¡¡No me hagan caso y no lo dude, póngase la mascarilla!! El señor del coche tal vez había escuchado la misma emisora de radio que yo.
Valcárcel nos cuenta que hubo un tiempo de temor fundado cuando la vida estaba muy cerca de una muerte visible y constante, como si el infierno estuviera en la tierra y abriera la puerta para devorar a los hombres. El miedo también ha habitado en los terrenos de la religión con curas que bramaban todos los males del Apocalipsis desde los púlpitos exentos de los altares y la piedad. Miedo a la peste, a la hambruna, a las guerras de religión, miedo de los chivos expiatorios por cuestiones ideológicas. Las víctimas tienen el miedo inoculado con crueldad. Un miedo que se contagia, que desconcierta y nos enloquece. Y sin embargo pocas cosas hay tan insensatas como detener al miedo. Una vez se lo escuché a un torero. El miedo es el asidero a la vida. Un torero sin miedo está muerto. El miedo es la alarma que nos avisa de que estamos vivos. ¿Qué hacer? Valcárcel recomienda  que lo mantengamos a raya, no hay que darle vidilla, pero dejarle trabajar los justito para que nos alerte sobre las señales que anuncian un peligro.
El escritor dominicano Frank Báez piensa que ya nos hemos acostumbrado al apocalipsis de una cuarentena con los supermercados abiertos y yo me atrevo a añadir con la cuenta de Netflix España que no ha necesitado bajar la calidad de su señal porque al parecer nuestra malla de fibra óptica está mineralizada y súper vitaminada, mientras los riders que pedalean para Glovo distribuyen videojuegos, herramientas de bricolaje y ropa para hacer gimnasia desde los macro almacenes de Amazon. Sin embargo Báez nos advierte de que no hay que bajar la guardia, que hace poco leyó una pintada que advertía “El fin está aquí” sin embargo también es cierto que al lado había otra que decía “El mundo no se acaba” y es usted, improbable lector, quien tiene que decidir.

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