La curvatura de la córnea

15 abril 2020

El Covid19 también levanta muros y fronteras






El 16 de marzo el Gobierno español decidió suspender el Acuerdo de Schengen y cerrar sus fronteras terrestres para el paso de personas, una decisión que se sincronizaba con la tomada por el Consejos de Ministros de Sanidad e Interior europeos en una cumbre por videoconferencia en la que se había decido restringir los viajes no esenciales a la UE durante 30 días. El objetivo de estas medidas era contener la expansión del Covid-19 y evitar la aparición de fronteras interiores dentro de la UE. Von Der Leyer, presidenta de la Comisión Europea, confiaba en que un bloqueo perimetral relajaría los controles interiores, sin embargo ambos objetivos eran imposibles de conseguir con ciudadanos europeos que ya estaban bloqueados dentro de la propia UE y con la sensación general de un sálvese quien pueda que se vio acentuado cuando a los primeros síntomas de desunión, se sumó la decisión de algunos países de restringir las exportaciones hacia algunos socios de la UE, lo que ponía en riesgo las carencias de otros y, por lo tanto, aumentaba el riesgo de la salud de la población europea.
Aunque el artículo 28 del acuerdo de Schengen recoge la posibilidad de regulación de las fronteras, su uso de facto, significa suspender la libre circulación de ciudadanos entre los  estados de la UE.
La idea original para la creación de una Comunidad Económica Europea siempre ha mantenido dos polos de tensión entre quienes quieren una Europa funcionalista que concentré la gestión por áreas específicas pero sin que los Estados pierdan soberanía; y los que pretenden una Europa federalista que compense la pérdida de soberanía nacional con un gobierno de instituciones supranacionales. En esa tensión inicial, el control de fronteras interiores era uno de los símbolos más preciados.
En marzo de 1957 se firmó el Tratado de Roma que ponía en marcha un gran mercado único compartido por seis socios que pretendían una unión aduanera, la libertad de circulación de personas, capitales, servicios y mercancías, además del derecho a trabajar y residir en cualquier país miembro. Pero estas intenciones no terminaban de materializarse porque  primaban los intereses capitalistas de los mercaderes de una Europa con un pronunciado acento funcionalista de los estados asociados.
El Acta Única Europea entró en vigor el 1 de enero de 1987 y supuso la primera modificación de los tratados fundacionales de las Comunidades Europeas con la pretensión de construir el gran mercado sin fronteras acompañado por cohesión económica y social, de investigación y tecnología y un sistema monetario único y, dentro de este marco, supresión aduanera era la prueba para quien sabe si iniciar el incipiente camino hacia una Europa federalista. Sin embargo esa esperanza se veía ensombrecida por los movimientos migratorias clandestinos, las redes de delincuentes y el terrorismo que empezaba a mostrar sus fauces cuando la organización palestina Septiembre Negro asaltó la sede de la delegación israelí en las Olimpiadas de Múnich de 1973, y también al comprobar como una protesta en la primavera de 1984 en el sector del transporte pesado colapsaba la mayor parte de las fronteras interiores de la Comunidad causando problemas de abastecimiento y dejando en evidencia el deficiente sistema estructural de distribución de mercancías. Todos los miedos, intereses y aspiraciones se condensaron en la ciudad luxemburguesa de Schengen en junio de 1990 donde se diseñó un espacio sin fronteras, que se iría ampliando conforme lo hiciera la Comunidad, y que significaba la eliminación de visados y pasaportes, el refuerzo de controles policiales y judiciales en las fronteras externas y la vigilancia de flujos migratorios. Se suprimían los puestos fronterizos, se reforzaba la cooperación policial y se armonizaban las legislaciones nacionales, El acuerdo de Schengen se incorporó al Tratado de Ámsterdam de 1995 y pasó a formar parte del acervo comunitario.
Muchos ciudadanos europeos, en una medida de extrema dureza, están confinados en una decisión de emergencia que han adaptado muchos estados de manera que el Covi-19 ha reavivado las fronteras y el poder del Estado nacional frente a un enemigo microscópico que no distingue entre nacionalidades y sin embargo, estamos comprobando que, como nos recuerda Bertrand Badie profesor emérito del Instituto de Ciencias Políticas en París, que esta crisis ha puesto de relieve que “no existe una palanca global para responder” y hemos visto como países de la Unión Europea restringían la exportación de material médico o tomaban medidas en función de criterios nacionales cuando la repercusión del Covid-19 nada tiene que ver con las fronteras nacionales.
Esta deriva tiene el peligro de un repunte nacionalista que termine por imponer las barreas que se habían logrado difuminar y, como afirma Strobe Talbott vicesecretario de Estado con la Administración Clinton, tal vez estamos a punto de ver como los instintos nacionalista y el desprecio a la cooperación internacional se adueñan del tablero. Levantar muros entre países y casas puede tener sentido en medio de una urgencia sanitaria pero como recuerda el politólogo Josep Colomer, el Covid-19 ha puesto en marcha una coordinación global entre estados, entidades regionales y locales y organizaciones no gubernamentales que demuestran que la pandemia, como problema global, también significa complejidad y fragmentación y que, por lo tanto, se aleja de la simplificación que implica una idea de soberanía nacional basada en decisiones absolutas, finales y acotadas a un espacio. Quizás tengamos que hacer caso, y nunca pensé que esto sería posible, a Ronald Reagan cuando en 1987 dijo, en otras circunstancias y ante otros enemigos, una frase que ahora viene bien si la usamos pensando en el Covid-19
“Con nuestra obsesión con los antagonismos del momento, olvidamos todo lo que une a los miembros de la humanidad. Quizá necesitemos una amenaza exterior, universal, para reconocer nuestro vínculo común. A veces pienso en lo rápido que desaparecerían las diferencias en el mundo si afrontásemos una amenaza alienígena” (Ronald Reagan en 1987)

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Documentación



Gil Pecharromán, Julio. Historia de la integración europea. Basauri. UNED. 2ª Edición 2017



Ortega, Patricia y López-Fonseca, Óscar. “España clausura fronteras terrestres y solo dejará entrar a residentes o por fuerza mayor” El País. 14 Abr 2020 [última consulta] https://elpais.com/espana/2020-03-16/espana-restablece-las-fronteras-y-prohibe-la-entrada-a-los-no-residentes-salvo-causa-de-fuerza-mayor.html 16 Mar 2020.



Bassets Marc. “Un virus sin fronteras que reactiva el poder del Estado” El País. 14 Abr 2020 [última consulta] https://elpais.com/internacional/2020-03-21/un-virus-sin-fronteras-que-reactiva-el-poder-del-estado.html 22 Mar 2020.

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