El paseo de Sandra y Suk
Para Sandra García
Roche
Sandra y Suk pasean por una ciudad confinada. Suk está
deseando llegar el parque. Sandra piensa en su primer día de trabajo y como aprendió
a moverse con la moto entre un tráfico tan denso y ruidoso que ahora ha dejado
sitio al viento. El parque también está
vacío. Suk trota ligero sin la atadura de la correa y se aleja. Sandra lo mira
y nota como la emoción empieza a cosquillearle los pies, sube hasta el estómago
y se instala en la cabeza porque a veces no puede, a veces es incapaz de
desconectar de las intensas jornadas de trabajo en la UCI del Vall d´Hebron, y
entonces se alegra que las obligaciones que el Covid-19 ha impuesto sobre la
distancia social no sean necesarias con Suk, la pandemia no afecta al afecto
entre canes y humanos.
Sandra se hizo una foto en la puerta del vestuario justo
antes de comenzar su trabajo en la que le veía ataviada con todos los equipos
de protección personales propios para luchar contra el Covid-19: botas,
guantes, mascarilla, unas gafas de seguridad sobre sus gafas de ver el mundo y
un mono blanco con capucha que cubría el resto del cuerpo. Ante de enviar la
foto añadió un emoticono sonriente delante de la frase: Mirar que guapa estoy con
todos estos complementos enviados desde China. Sin embargo Sandra nada dijo de
las batas que llevaban antes de que se desencadenara esta crisis sanitaria que
le exige jornadas maratonianas en la delicada tarea de gestionar el servicio de
urgencias, los circuitos de enfermos y humanizar en todo lo posible una
situación que desborda cualquiera de las situaciones que imaginó mientras
estudiaba Medicina Intensiva, porque Sandra, que soñaba con tratar a pacientes críticos
pero potencialmente recuperables, ahora se enfrenta a la paradoja de colgarse
una armadura para luchar en primera línea de combate contra el sistema de
abastecimiento, la logística internacional y las previsiones políticas. Sandra
sabe que no puede bajar la guardia ni un minuto, que si las batas que usaban
antes eran más cómodas y transpiraban mejor, ahora lo primordial es cuidar todos
esos complementos que vienen de China, que son clave para no contagiarse y que,
como hace días que escasean, una vez estrenados y usados durante horas en las
zonas más peligrosas, hay que reutilizarlos después de limpiarlos y esterilizarlos.
Es lo que hay en la trinchera en la que
se ha convertido su trabajo y Sandra se lo toma con la valentía que le otorga
el juramento hipocrático: Velar solícitamente y ante todo por la salud de mi
paciente.
Su amigo Jóquetele pasó un buen rato mirando la foto. No se
atrevía a hacer un chascarrillo con aquella imagen a la que, al fin y al cabo,
todos los días aplaudía a las ocho de la tarde desde su balcón. Sin embargo,
ponerle cara y memoria a aquellas palmas que unos días tocaba por tangos y
otros por bulerías lo cambiaba todo. Así que se dejó llevar y tecleó desde su
teléfono móvil. Oye Sandra que cuando me dijiste que ibas a estudiar medicina
intensiva pensaba que se trataba de trabajar a destajo con tu fonendoscopio y
un palito de polo para verle al personal la campanilla, y hacerlo todo bien
deprisita para irte a pasear. Y que no me fastidies que te han clavado ese
trajecillo chino con el que te pareces a los mecánicos y a los chispas de mi
fábrica cuando se meten al electrofiltro de las calderas de recuperación para limpiar
aisladores de alta tensión y soldar martillos rotativos, que al fin y al cabo
no será muy diferente de eso que haces tú de vigilar los sistema endocrinos y
respiratorios, y que no te creas, que si tu pones tubos nasogástricos, bombas
de succión, drenajes y catéteres; ellos,
sin darse importancia tiran de quemar varilla de soldar y cambiar fusibles. Y no
te olvides de lo más importante Sandrica, que están muy bien los aplausos en
los balcones para subiros la moral y que los pizzeros os regalen una cuatro
quesos familiar con bebida y alitas de pollo que, si te digo la verdad eso no
es comida para esos héroes en los que de repente os habéis convertido porque la
tele no hace más que repetirlo una y otra vez. Pero vaya, que yo no digo nada y
que todo eso está muy bien, pero Sandrica que no se te olvide los más
importante: Apúntate todas las horas extras que luego, cuando se pasen todos estos
apuros y los de los dineros tengan que soltar la gallina, entonces se hace
tabla rasa y se te he visto no me acuerdo, hazme caso, apúntate todas la horas
extras que eso luego se olvida.
Aunque Sandra contestó a su amigo con un montón de
emoticonos partiéndose de risa, ella no se reía. En su cabeza todavía resonaban
las últimas conferencias que había consultado por internet para estar al día
con las novedades sobre el Covid-19, los avances en las vacunas y los posibles
medicamentos para su tratamiento. Sandra miró el reloj y decidió volver a casa,
ya había pasado la hora que hay que dejar reposar la masa de la focaccia que
iba a preparar con la carne picada de la carnicería de su hermano, le puso la
correa a Suk y en los auriculares sonó la voz aterciopelado de Suu que le
cantaba y le animaba
Una platja i birra, el somni de tothom
I alguna guitarra donant to a la situación
En un paradis perdut, perdut de veritat
Va a pasar una nit que yo sempre guardaré al cap
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