La curvatura de la córnea

28 mayo 2017

El Comediante o tener un gran día





Todavía recuerdo la irrupción de Marcel Tomás en la Sala Bicho a finales del mes de mayo de 2014 con aquel torrente de muecas de un hombre incompleto con ramo de flores en la mano, aquella función me dejó tan buen sabor de carcajada que no podía perderme su regreso con el espectáculo “El comediante”.
Antes de entrar en materia les confesaré una cosa, desde que reservé las entradas para la función de ayer sábado 27 de mayo, de nuevo en la Sala Bicho, andaba con una medio sonrisa en los labios porque recordaba todas esas veces que mi padre regresaba a casa después del trabajo y me encontraba en la cocina con una toalla y el escurre pescados colocados en la cabeza mientras recitaba con voz engolada y grandes gestos aquella tonada de Albert Hammond que decía: Échame a mí la culpa de lo que pase, cúbrete la espalda con mi dolor. Mi padre fruncía el gesto y, mientras miraba a mi madre que suspiraba tras la tabla de planchar, sentenciaba: Este zagal es un comediante.
Pero ya ven, una cosa son las expectativas y otra la realidad. Y esa es la dualidad con la que juega Marcel Tomás en El Comediante, con la diferencia que va de los soñado a la cruda de la realidad, de esta manera  el escenario de la Sala Bicho se transformó en cueva de Platón para comprobar que las expectativas casi siempre son un pálido reflejo de la realidad, y es ahí donde aparece el trabajo del comediante que a Marcel Tomás le brota de cada poro de su piel y es capaz de sintetizar en su mirada, en cada uno de sus gestos, desde el mohín hasta el brillante reflejo de sus dientes, porque Marcel sale al escenario y la energía cambia, los iones del aire permutan la polaridad y el público se pone en modo carcajada para subirse a una montaña rusa de risas en la que Toni Escribano ejecuta su papel como el contrapunto perfecto, el frontón que devuelve todas las bolas, el demiurgo que genera nuevas situaciones, el apuntador que reconduce el espectáculo, el que pone el sonido, el que rueda un video clip, el camarero, el tipo imprescindible que aliña todos los delirios que suceden en escena.
Una de las virtudes de la función es demostrar que una de las virtudes del teatro son los breves segundos que van de un oscuro a la luz como ese camino que va de la realidad a la imaginación, de la expectativa del espectador a la dramaturgia. En El Comediante las expectativas culminan en las metas volantes de la risa, la boca abierta y el aplauso que, a modo de gasolina, impulsan las situaciones que transitan por el escenario. El Comediante comienza como una partida de ping pong entre los dos actores en escena, pero poco a poco ese peloteo empieza a buscar los límites de las tablas y saltan al patio de butacas en busca de la complicidad activa del público. Ay! ese maravilloso público del teatro alternativo siempre dispuesto a subir a  las tablas.
Tan solo hay que tener la edad suficiente para que la evocación de tiempos pasados se convierta en el motor de aquella bicicleta fabricada con una pinza y una carta de la baraja. Pero es un baño de nostalgia muy alejado de esos videos ñoños que pueblan la red con recuerdos empañados en musiquitas facilonas, sin embargo las músicas de El Comediante son imperecederas, desde los paseos de un matón en las calles de Nueva York hasta ese mensaje final que es toda una declaración de principios: Hoy puede ser un gran día, tan solo tenemos que sonreír, porque ese es el tesoro de esta función: Cuando el interruptor de las luces de sala de la Sala Bicho nos devolvió al presente, uno sale a la calle Pilar Lorengar con ganas de sonreír y, según los últimos estudios, nueve de cada diez espectadores de teatro recomiendan la asistencia a El Comediante de la compañía Cascai Teatro, recuerden que el consumo de este medicamento no precisa de receta médica, con sacar la entrada en taquilla es suficiente.

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20 mayo 2017

Manipulados y el cordón umbilical





Manipulados es el último montaje de Teatro Pezkao, una compañía zaragozana cuyos objetivos artísticos pasan por un teatro de corte social y de creación propia con intención de activar al espectador que casi siempre es interpelado y con el que suele buscar algún tipo de conexión. En Manipulados eso vuelve a ocurrir cuando el sacerdote al cargo del ritual no tiene reparos en manipular, manosear, sobarlo todo para alterar la verdad, que de eso trata el teatro ¿no? De decirnos desde las tablas que la vida es sueño y que sí, que todos soñamos que estamos en estas prisiones, y pese a todas las cadenas que han apretado nuestro cuerpo, en otros estados más lisonjeros nos vimos. Y esa es la clave de la función: Las cadenas.
Una cadena amarrada al cuello es la más evidente de las manipulaciones porque limita nuestros movimientos y pone en duda nuestra dignidad. Pero la evidencia se puede disfrazar, como se disfrazan los malos actores que engolan el texto para alejarse de la verdad, esa verdad acotada a tu espacio, no salgas de él, es peligroso porque ahí afuera esta la luz que te vigila y te abre el camino hasta que se apaga. A oscuras puedes ser tú, o casi tú, o lo más parecido a ti. Por lo tanto la cadena no es el problema, hay muchos mecanismos para que la manipulación nos llegue al corazón, ahí donde el amor anida, anuda y ata. Manipula tu cuerpo Danone, el teléfono Jazztel y el vendedor de mierdas como “convierte la crisis en una oportunidad”.
Fran Martínez se sube a las tablas para invitarnos a un viaje de reencarnaciones, un ciclo de nacimientos, muertes y renacimientos que muestra un universo gestionado al antojo del actor, que a veces se muestra cercano y otras vuela al mundo del simbolismo que agita manos, mueve pies y disfraza cuerpos. Esos excelentes giros en el registro actoral son los que mantienen alerta al espectador que no se puede fiar del sacerdote que a veces es actor y que nos manipula.
Manipulados, todos manipulados. Es primordial reconocerlo, ser conscientes de nuestra situación, el sacerdote del ritual te lo recuerda: Lo primero fue la palabra que permite expresar el sueño, ¿recuerdas que la vida es sueño y todos sueñan lo que son?,  lo importante es reconocerte en el sueño, ser parte de él para interiorizar el ritual que el sacerdote está ejecutando en el escenario, su misión es lograr que el sacrifico sea interno, tan suyo como del espectador: El objetivo es comprender que todos nosotros somos parte integrante de la manipulación, esa revelación es la esencia del Karma que se producirá cuando el espectador asuma que cada acción del sacerdote tiene su consecuencia, merece una retribución y determina las reencarnaciones que se van sucediendo en la representación hasta comprender que todos nosotros: El sacerdote que dirigir el ritual, los espectadores que somos un panteón politeísta o el técnico que sueña con ser Lenny Kravitz, todos y cada uno de nosotros habitamos en la cárcel de unas vidas manipuladas y para liberarnos tenemos que comprender el absoluto: La manipulación se romperá cuando empecemos a ser nosotros mismos, bueno; casi todo lo que te gustaría ser de ti mismo… si eres capaz de arrancar el cordón umbilical que nos une al mundo:




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08 mayo 2017

Fran Martínez en la peluquería


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