Javier
Guzmán pasaba los veranos de su niñez en casa de sus abuelos donde solo había
una película de video. En aquellas jornadas estivales vio una y otra vez 'Moby Dick' de John
Houston mientras pasaban los años y el
sueño de viajar a la Patagonia Argentina para ver ballenas. Mientras tanto ha
dedicado buena parte de su tiempo al
esfuerzo de abrir un espacio dedicado a la enseñanza, ensayo y creación de espectáculos teatrales.
'La Ballena' está en una zona del Barrio de Las Fuentes de cuando las
calles eran huertas, acequias y las casas de dos pisos de las calles pintor
Zuloaga y Santiago Rusiñol dibujaban dos líneas rectas y paralelas, mientras la
calle Figueras se cimbreaba en un pequeño arco. Si la miras desde la perspectiva
de Google Maps es fácil imaginarse el perfil de una ballena.
Un pequeño
cartel iluminado me avisa que he llegado. Frente a la puerta de barras
metálicas y cristales traslúcidos no me puedo imaginar lo acogedor del ambiente
que me espera. El espacio es diáfano con paredes en tonos oscuros y agradables.
Una tenue iluminación adivina el perchero junto a un sofá negro
con muchas vivencias. Al otro lado una pequeña barra para hacer café o
infusiones. Sobre el grifo del fregadero una bayeta roja como la que tengo en
casa. Un paso más adelante domina una luz cenital concentrada en dos grandes
mesas y un buen número de sillas alrededor. Al fondo todo está negro. El
escenario está a pie de suelo y tres gradas a la espera de espectadores que
casi siempre son los alumnos lo observan. La clase diseñada en círculos comenzó
sobre las tablas.
El primer
Círculo fue el del recibimiento. Javier saludó a todos los alumnos de manera
individual. En su mirada franca adivinó las ganas de conectar con cada uno de
nosotros. Desde la amabilidad recuerda la importancia de aprenderse el texto de
memoria. No hay que buscar excusas por falta de tiempo, exceso de trabajo o
cualquier otra consideración. Saber el texto de memoria es imprescindible para
avanzar con eficacia en los ensayos.
El segundo
Círculo tuvo dos fases. En la primera se trabajó la idea de grupo mediante la técnica
del aplausos. Se trata de hacer un círculo para palmotear ligeramente sobre la
espalda de quien tenemos delante. La mano cóncava
realiza una percusión que afianza la unión en el grupo de actores.
La segunda fase rompe la figura geométrica para aumentar la confianza entre las
parejas que están preparando la misma escena.. El primer momento es estático y
hay que usar la mirada para vaciarse en los ojos del otro. La dinámica llega
después cuando cada miembro de la pareja se alterna
para dejarse llevar por el otro. Una mano frente a los ojos para seguirla allá
donde vaya. No hay dudas. Uno marca el camino y el otro lo sigue. Un poco más
tarde se añaden las palabras del texto a memorizar para sincronizar los
movimientos que desconocemos con las palabras memorizadas.
El tercer
círculo es el del análisis. Alrededor de las dos mesas se sientan alumnos y
profesor para que cada pareja diseccione los textos que van a representar.
La conversación trascurre bajo una
premisa esencial: Interpretar significa ser verosímil para vivir de manera creíble circunstancias imaginarias.
Javier
está en alerta permanente y pone mucha atención en cada uno de los alumnos que
toma la palabra. Es una avalancha de preguntas, puntualizaciones, y vuelta a
preguntar. Deja el espacio suficiente para que cada alumno piense su respuesta
que a veces son breves y concisas, pero también se
construyen discursos sólidos y argumentados. Una escucha atenta y activa le
permite subrayar las líneas más interesantes de las opiniones que vierten los
alumnos, al mismo tiempo que es riguroso con la dirección por la que quiere
llevar la escena.
En un par
de ocasiones se produce un pequeño rifirrafe de opiniones contrarias. Javier no
tiene problemas en ceder ante los gustos y preferencias de los actores, al fin
y al cabo, son ellos los que tienen la responsabilidad de entender al
personaje, y dejarles elegir el terreno en el que se va a mover su
interpretación es una buena manera de construir la escena. Insiste en la
importancia de la veracidad. Cada intérprete
tiene que descubrir en cada momento cuáles son los sentimientos del personaje.
No hay que adelantarse ni un ápice a todo lo que está por llegar. En el
escenario es imprescindible reproducir los sentimientos de la misma forma que
funcionan en la vida real. Actuar como si no conociéramos el
futuro es clave para que el personaje tenga la musculatura de la verdad.
Javier utiliza este diálogo para crea un marco general en el que aterrizar
la teoría necesaria para enfrentarse a los personajes a través de una máxima,
dos preguntas y una afirmación: Las cosas se entienden cuando eres capaz de
explicarlas. ¿Cuál es tu objetivo? ¿Cuáles son tus acciones? Pasamos de las
acotaciones.
Javier
quiere una respuesta concreta que explique el objetivo del personaje. Conocer
lo que quiere el personaje es clave para sitúa la interpretación en un lugar
real que se pueda tocar. Cuando el personaje tiene claro, el objetivo lo puede
conectar con un estatus personal por el que el actor haya pasado. Alguna
experiencia vital que le permita abrazar al personaje y bruñir con realidad vivida
la ficción de la representación.
Una alumna
levanta la mano y expresa una duda. ¿Cuál es la diferencia entre objetivo y
motivación? Javier cambia el tono de voz, abandona el ritmo picado del
interrogatorio y se pasa a modo explicación para congratularse de lo acertado
de la pregunta y contestar. El objetivo es algo concreto. La motivación es el por qué quiero conseguir
ese objetivo. Tiene que ser personal y vincular directamente al intérprete con
el personaje. Tiene razones intangibles o psicológicas relacionadas
con las cosas que se pueden hacer para ser uno mismo y comunicarlo a los espectadores
mediante el vestuario, la forma de moverse y de estar sobre el escenario.
Javier hace hincapié en la importancia de
tener presentes los conceptos de objetivo y motivación para que el actor tenga
la posibilidad de apoyarse en sus propias palabras y vivencias como puentes que
le abrirán un camino franco hacia el personaje.
Javier recuerda
que las acciones del personaje es todo lo que está pasando por encima del texto
y que ocurre en función de su comportamiento. Entonces lanza un consejo. Si se
hace una lectura atenta del texto, te detienes en los datos y contextualizas
cualquier tipo de afirmación, es más fácil enriquecer la fotografía de los
personajes y sus acciones. Y en este punto aprovecha para regresar a la idea de
la inmediatez, y la importancia de separar el material que se está
representando en el escenario del resto de la peripecia. La interpretación será
mucho más creíble si la acción y los sentimientos no están condicionados por lo
que va a suceder a lo largo de la obra. Acontecimientos que personaje y
espectador desconocen.
Una de las
alumnas está leyendo su texto hasta que Javier la detiene porque su lectura
está condicionada por las acotaciones que aparecen en el texto y lanza un
mensaje rotundo: Vamos a pasar de las acotaciones. Las acotaciones no dejan de
ser una prefiguración para una determinada puesta en escena que tuvo el autor
en la cabeza. Con esta premisa, Javier subraya la importancia que teñir el texto
con la humanidad que le aporta cada actor, y detenerse en todas y cada una de
las frases para entender la profundidad de su significado argumental y
emocional. Hay que huir de decir algo por solo decirlo y entender que el actor
tiene que encontrar el modo más personal de sentir cada una de las palabras, más allá de cómo puntualice una acotación la forma de decir
una frase. De esta manera se consigue que todas las frases tengan el sentido
dramático hacia el que se dirige la interpretación. En este sentido es muy
interesante buscar constantemente el conflicto entre los personajes.
La clase
de repente llegó a su fin. Las dos horas se habían pasado volando y no
teníamos tiempo a probar por primera vez
algunas de las escenas sobre el escenario. Me quedé con las
ganas de ver el trabajo de Javier y sus alumnos sobre las tablas del escenario,
y yo me lo tomo como una señal para que vuelva a colarme como oyente en otra de
sus clases y volver a contarte todo lo que aprendí..
Los
alumnos se despiden mientras se conjuran para memorizar el texto. Javier me
sonríe mientras me regala un apretón de manos firme y franco. Camino de vuelta
una casa. Recuerdo el mapa de Google que he consultado esta mañana y me imagino
ascendiendo por el cuello de una Ballena en el Barrio de Las Fuentes.
Una ballena en Las Fuentes. Segunda Parte
De estreno en La Baallena
Etiquetas: Javier Guzmán, La Ballena, Relato, reseña teatro, teatro
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