Una ballena en Las Fuentes. Segunda Parte
Una ballena en las Fuentes. Primera Parte
Segunda visita a La Ballena
Javier Guzman me invitó de nuevo a la escuela para actores
aficionados ‘La Ballena’. Si la primera vez pude observar el trabajo de mesa
centrado en la lectura y comprensión del texto tetral. Esta vez lo primordial
era comprobar como se realizan los ensayos para que las las palabras tomen vida
escénica.
La sesión comenzó de nuevo con un círculo de la verdad. En
esta ocasión la voz no era de los actores, eran los personajes los que contestaban a las preguntas
que lanzaba Javier. Era una manera de cambiar de piel y al mismo tiempo
vestirse con diferentes capas que no están proporcionadas por el texto. El ejercicio
fue el preámbulo a los ensayos de tres escenas diferentes protagonizados por
parejas.
La conclusión fundamental de esta segunda visita está relacionada
con la primera, porque ahora he podido comprobar porque Javier recalcaba una y
otra vez la importancia de aprenderse el texto de memoria. Esa es la clave
diferencial para que los ensayos sean sesiones nutritivas en las que palabras y
actores puedan trabajar con eficacia.
Cada una de las tres parejas de actores eligió a su aire la
ocupación del espacio y la colocación del atrezo. Javier les dejó desarrollar
la acción de una manera intuitiva y solo intervino al final para proponer opciones
encaminadas a que los actores estuvieran más cómodos en escena. Les invitó a pensar
en la posibilidad de contar con elementos que les ayudasen en la interpretación,
les recordó que tuvieran presente lo que el personaje sabe y no sabe cuando
entra o sale de la escena, y subrayó la importancia de no adelantar acotamientos
que el espectador todavía desconoce con intenciones, gestos y composición
corporal. A partir de estas indicaciones generales, el valor diferencial del
ensayo viene determinado por la preparación previa de los actores. Los que no
se saben el texto están perdidos a la búsqueda de las palabras y eso les
imposibilita activar las acciones propias del personaje. Sin embargo los que
llevan el texto bien hilado son capaces de incorporar diferentes opciones,
desde desplazamientos en el espacio a la propia actitud del personaje en
escena.
En la primera de las parejas hay una evidente
descompensación. Mientras una parte maneja el texto a la perfección, su compañero
tiene tantas dudas que toda la escena es un constante tropezar, detener la
acción y volver a caer. Javier intentó solucionar el asunto modificando la
presencia de los actores, redujo los elementos dinámicos de la acción para que
se centraran en la palabra y sí, la escena gana un cierto reposo pero el desequilibrio
entre un personaje muy perfilado y otro que todavía está por llegar sigue
siendo evidente.
La tercera de las parejas sabía el texto tan al dedidillo
que se olvidaron de interpretar a sus personajes. Javier les recordó que la
escena tiene momentos cómicos y trágicos que deberían llegar al público, y para
eso es imprescindible que las dos actrices sean conscientes de la situación en
escena para encontrar los lugares donde hay que cambiar el tono. No se trata de
soltar el texto como una retahíla donde el diálogo está separado por los puntos
aparte del libreto. El reto es enriquecer la escena con la carnalidad que el
personaje necesita, y que está mucho más allá de recitar las frases con más o
menos rapidez, contundencia o desazón. El secreto está en conseguir que a los
personajes les importe las cosas que suceden en escena, y para eso el actor
tiene que creerse lo que dice. Javier siempre interviene mediante preguntas, en
su exposición nunca hay certezas. Creo que huye de intervenir de manera
absoluta y directa sobre la construcción de la acción y las intenciones porque
su objetivo es conseguir que los actores construyan el viaje que hace el personaje.
El ensayo de la segunda pareja fue el más productivo aunque
ellos antes de comenzar confesaron que estaban un poco confundidos por la
relación que tenían con sus personajes. Ella se sentía como una autómata. Él se
sentía rígido y con falta de conexión. El primer pase evidenció que el texto
con sus diferentes declamaciones fluía estupendamente de principio a fin. Javier
les preguntó sobre las acciones que cada personaje realizaba en escena y a
continuación les propuso varias modificaciones a modo de juegos.
El objetivo para la actriz era aumentar las dudas para
subrayar que ese era el marco en el que desarrolla la acción. La primera
modificación fue incorporara a la escena a dos compañeras para ejercer del
Pepito Grillo que con sus opiniones introduce indecisión en el diálogo entre personajes.
El segundo eliminaba un elemento esencial de la escena lo que provocó
incertidumbre y titubeos.
Javier tenía otra estrategia para el actor que partía de un
excelente trabajo y la que le propuso esconder las intenciones del personaje.
No hace falta ser excesivamente evidente en tus propósito y hay que confiar en que
el público va a entender la astucia del personaje sin hacerla evidente, y por
eso en este caso la recomendación era no subrayar sus deseos.
Estas indicaciones provocaron un cambio sustancial en las
dinámicas de la escena porque el foco, además de centrarse definitivamente en
la relación entre los personajes, la escena ganó en complejidad. Pero ese solo
fue el primer paso. Javier les pidió más oxígeno en los movimientos, y que las
palabras tuvieran ligereza cuando la conversación no tuviera una especial
relevancia.
El resultado final fue una evidente mejora de la escena a lo
largo del ensayo porque, más allá de las propuestas que generaba Javier desde
fuera, lo que me pareció determinante fue la ayuda que los actores se brindaban
entre ellos esas veces en la que sientes que el
compañero está perdido.
De estreno en La Ballena (Tercera Parte)
Etiquetas: Javier Guzmán, La Ballena, Relato, reseña teatro, teatro
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home