La curvatura de la córnea

05 junio 2024

Una ballena en Las Fuentes. Segunda Parte

 


Una ballena en las Fuentes. Primera Parte 


Segunda visita a La Ballena

Javier Guzman me invitó de nuevo a la escuela para actores aficionados ‘La Ballena’. Si la primera vez pude observar el trabajo de mesa centrado en la lectura y comprensión del texto tetral. Esta vez lo primordial era comprobar como se realizan los ensayos para que las las palabras tomen vida escénica.

La sesión comenzó de nuevo con un círculo de la verdad. En esta ocasión la voz no era de los actores, eran los  personajes los que contestaban a las preguntas que lanzaba Javier. Era una manera de cambiar de piel y al mismo tiempo vestirse con diferentes capas que no están proporcionadas por el texto. El ejercicio fue el preámbulo a los ensayos de tres escenas diferentes protagonizados por parejas.

La conclusión fundamental de esta segunda visita está relacionada con la primera, porque ahora he podido comprobar porque Javier recalcaba una y otra vez la importancia de aprenderse el texto de memoria. Esa es la clave diferencial para que los ensayos sean sesiones nutritivas en las que palabras y actores puedan trabajar con eficacia.

Cada una de las tres parejas de actores eligió a su aire la ocupación del espacio y la colocación del atrezo. Javier les dejó desarrollar la acción de una manera intuitiva y solo intervino al final para proponer opciones encaminadas a que los actores estuvieran más cómodos en escena. Les invitó a pensar en la posibilidad de contar con elementos que les ayudasen en la interpretación, les recordó que tuvieran presente lo que el personaje sabe y no sabe cuando entra o sale de la escena, y subrayó la importancia de no adelantar acotamientos que el espectador todavía desconoce con intenciones, gestos y composición corporal. A partir de estas indicaciones generales, el valor diferencial del ensayo viene determinado por la preparación previa de los actores. Los que no se saben el texto están perdidos a la búsqueda de las palabras y eso les imposibilita activar las acciones propias del personaje. Sin embargo los que llevan el texto bien hilado son capaces de incorporar diferentes opciones, desde desplazamientos en el espacio a la propia actitud del personaje en escena.

En la primera de las parejas hay una evidente descompensación. Mientras una parte maneja el texto a la perfección, su compañero tiene tantas dudas que toda la escena es un constante tropezar, detener la acción y volver a caer. Javier intentó solucionar el asunto modificando la presencia de los actores, redujo los elementos dinámicos de la acción para que se centraran en la palabra y sí, la escena gana un cierto reposo pero el desequilibrio entre un personaje muy perfilado y otro que todavía está por llegar sigue siendo evidente.

La tercera de las parejas sabía el texto tan al dedidillo que se olvidaron de interpretar a sus personajes. Javier les recordó que la escena tiene momentos cómicos y trágicos que deberían llegar al público, y para eso es imprescindible que las dos actrices sean conscientes de la situación en escena para encontrar los lugares donde hay que cambiar el tono. No se trata de soltar el texto como una retahíla donde el diálogo está separado por los puntos aparte del libreto. El reto es enriquecer la escena con la carnalidad que el personaje necesita, y que está mucho más allá de recitar las frases con más o menos rapidez, contundencia o desazón. El secreto está en conseguir que a los personajes les importe las cosas que suceden en escena, y para eso el actor tiene que creerse lo que dice. Javier siempre interviene mediante preguntas, en su exposición nunca hay certezas. Creo que huye de intervenir de manera absoluta y directa sobre la construcción de la acción y las intenciones porque su objetivo es conseguir que los actores construyan el viaje que hace el personaje.

El ensayo de la segunda pareja fue el más productivo aunque ellos antes de comenzar confesaron que estaban un poco confundidos por la relación que tenían con sus personajes. Ella se sentía como una autómata. Él se sentía rígido y con falta de conexión. El primer pase evidenció que el texto con sus diferentes declamaciones fluía estupendamente de principio a fin. Javier les preguntó sobre las acciones que cada personaje realizaba en escena y a continuación les propuso varias modificaciones a modo de juegos.

El objetivo para la actriz era aumentar las dudas para subrayar que ese era el marco en el que desarrolla la acción. La primera modificación fue incorporara a la escena a dos compañeras para ejercer del Pepito Grillo que con sus opiniones introduce indecisión en el diálogo entre personajes. El segundo eliminaba un elemento esencial de la escena lo que provocó incertidumbre y titubeos.

Javier tenía otra estrategia para el actor que partía de un excelente trabajo y la que le propuso esconder las intenciones del personaje. No hace falta ser excesivamente evidente en tus propósito y hay que confiar en que el público va a entender la astucia del personaje sin hacerla evidente, y por eso en este caso la recomendación era no subrayar sus deseos.

Estas indicaciones provocaron un cambio sustancial en las dinámicas de la escena porque el foco, además de centrarse definitivamente en la relación entre los personajes, la escena ganó en complejidad. Pero ese solo fue el primer paso. Javier les pidió más oxígeno en los movimientos, y que las palabras tuvieran ligereza cuando la conversación no tuviera una especial relevancia.

El resultado final fue una evidente mejora de la escena a lo largo del ensayo porque, más allá de las propuestas que generaba Javier desde fuera, lo que me pareció determinante fue la ayuda que los actores se brindaban entre ellos esas veces en la que sientes que el  compañero está perdido.

De estreno en La Ballena (Tercera Parte)


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