La curvatura de la córnea

31 mayo 2012

Soy un hombre bueno, un poema de Pablo Nogueras

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29 mayo 2012

El Gamelan

El Gamelan de Java es un conjunto de instrumentos de percusión compuesto por gongs, metalófonos y tambores. Aunque cada uno de los elementos se toca de manera individual, la esencia del Gamelan es colectiva, todos tocan para formar un solo instrumento. Los miembros del Gamelan son capaces de tocar todos y cada uno de los elementos que lo componen. No es necesario tener conocimientos de solfeo porque la interpretación se basa en memorizar y reproducir una melodía que, construidas con diferentes frases, son cíclicas.
Migue y yo hemos estado en una clase inicial de Gamelan en centro Joaquín Roncal impartida por una profesora del Groupe d´Animation Musical de la ciudad francesa de Pau. La primera delicia fue su encantador acento francés y algunos pequeños tropiezos en castellano que le ponía ojos de pizpiereta y muecas para troncharse de la risa.
Sus explicaciones tenían un tono y un ritmo especial como para invitarte a escuchar. Escuchar es lo más importante en el Gamelan. Sentir como fluye la música y dejarte llevar por la marea de sonidos que te envuelve. En algunas fases del ensayo sentí que navegaba dentro de la melodía. Me dejé llevar por el sonido que hacía vibrar mi cuerpo hasta llegar a un interesante grado de concentración.
En tan solo dos horas fuimos capaces de interpretar una sencilla melodía que nos dejó a los diez participantes, de muy diversas edades, felices como perdices.
Si tienes curiosidad van a celebrar dos concierto en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza el sábado 2 de junio a las 18.00 h y a las 20:00 h

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28 mayo 2012

Extra_Tardes de Blog con Sergio del Molino

Sergio del Molino publicó en su blog las diez preguntas que todo periodista debería hacerle a un escritor. En este video prueba su propia medicina y alguna delicatessen

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23 mayo 2012

José María Herrero en la memoria

Paula recibió la noticia de la muerte de su abuelo en el sofá de casa. Su madre la llamó desde el Hospital Obispo Polanco de Teruel y sus lágrimas, las lágrimas de Paula fueron un borbotón. Lágrimas nuevas, sin experiencia. Las primeras lágrimas de dolor. Su tía y yo la rodeamos con el cariño de nuestros corazones y ella, después de serenarse, miró la lluvia que el cierzo traía hasta el otro lado del cristal. Sus ojos ya no eran los ojos de una niña.
El funeral de José María Herrero se celebró el día 21 de mayo en la iglesia de Galve. El sacerdote encargado de la homilía glosó su ejemplar vida religiosa, reivindicó su talla científica y denunció el escaso reconocimiento de las instituciones para con su figura. Pero José María fue mucho más que un científico autodidacta, fue un visionario que allá por los años cincuenta, cuando España andaba con albarcas, burro y muy poco porvenir, se dedicó a recorrer las tierras de Galve a la búsqueda de restos paleontológicos, mientras algunos lugareños lo tildaban de loco por trasegar piedras del monte hasta su casa. Un importante patrimonio de restos fósiles que conformaron en 1992 los fondos del Museo Paleontológico de Galve, en el que José María ejerció durante muchos años de guía excepcional. Todos los que tuvimos la suerte de disfrutar de sus explicaciones, siempre recordaremos su sabiduría, la amabilidad y la pasión con la que mostraba aquellos vestigios que además de poner luz sobre los animales que poblaron la Tierra hace millones de años, eran parte fundamental de su vida.
Jorge Sanz tomó la palabra al final de la ceremonia como portavoz de todos los nietos de José Maria. Subrayó el esfuerzo de sus abuelos para criar a once hijos y nos emocionó cuando recordó que era un día para la alegría. Alegría para su abuela Isabel, para él, para su hermana, para todos sus tíos y para sus quince primos. Alegría por la enorme suerte de pertenecer a una gran familia en la que dar cariño y sentirse querido.
El viento azotaba las tapias del cementerio y la tierra, tantas veces horadada por sus manos, esperaba los restos mortales de José María. Tierra roja del Cretácico, surco de flores que sus nietos depositaron sobre tanto dolor. Y Paula abrazada a su padre y a su hermano, rota por la incomprensión de una tierra despellejada que no la puede consolar. Sus lágrimas eran hojarasca, desdicha, labranza del frío, frontera entre la inocencia y la certidumbre de descubrir cual es el destino aciago de los hombres.
Paula sabe que ahora le queda el recuerdo, la única herramienta que hace eternos a nuestros seres queridos. El recuerdo de José María perdurará en su trabajo científico, en los corazones de sus familiares y en los yacimientos paleontológicos por descubrir. Su cuerpo regresa a la sementera, al agua de la memoria que regenera a los muertos, que les da vida.
José María Herrero Marzo ha vuelto a la tierra a la tierra que amaba para recorrer los caminos, roturar las sombras y llegar hasta la compañía de su viejo amigo el saurópodo Galvesaurus Herreroi.
Descanse en paz.

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22 mayo 2012

Una Jirafa de Teatro Che y Moche

André Breton encargó una jirafa de madera de tamaño natural para la fiesta que los vizcondes de Noailles organizaron en Francia en 1933. Giacometti fue el encargado de diseñar las 20 manchas que cubrían el cuerpo del animal, cada una de ellas se podía abrir mediante una bisagra para que el espectador encontrara los textos escritos por Luís Buñuel. Teatro Che y Moche han visitado esas palabras y les han añadido los poemas que Buñuel escribió bajo el título “Un perro andaluz” para dar vida a este juego de humor negro, desconciertoy algunas perversiones.
La dramaturgia, sustentada sobre la premisa de Buñuel “Todo es absolutamente realizable”, ejecuta un ejercicio de imaginación y libertad para levantar un espectáculo que rompe con la realidad y crea un mundo nuevo. El escenario gira alrededor de las veinte manchas de una Jirafa que, suministradas como veinte comprimidos de ácido surrealista, apelan a los cinco sentidos a través de un desarrollo multidisciplinar integrado por  imagen, música, danza, iluminación y palabra.
El espacio teatral surge circular. Una jaula de aluminio reforzado contiene y muestra en su interior los efectos secundarios del juego. La frontera escenario-espectador se mantiene aunque el paso del tiempo varíe la geometría, pero la tensión aumenta y esa dicotomía se hace insoportable, entonces los principios activos del juego se desparraman entre las butacas. La mezcla, aunque nada la separaba, fue difusa de agua de lluvia con bálsamo de aceite. Imaginé al público exaltado por el río salvaje que surgió de la tormenta. Eso sería revolucionario. Un pueblo capaz de romper reglas y ataduras para abandonar la jaula de oro la realidad e internarse en la jaula abierta y variable de la libertad.
Olvidemos los sueños que me invadieron durante la representación y regresemos al escenario. En el espacio de Una Jirafa la luz danza, la música viste y la coreografía escribe versos tan intensos como la palabra. El cóctel es perfecto, la dosis de cada elemento escénico conforma una maquinaria precisa al servicio de un gran espectáculo que se aproxima a los terrenos operísticos donde libreto y partitura engarzan con la poesía y el baile.
Antonio Muñoz, Marcela Alba, Ingrid Magriñá, Javier Casado, Raquel Anadón y Rubén Martínez son los encargados de abrir cada una de las manchas de La Jirafa y trasladar a los espectadores el impulso dramático que eliminará la realidad para desconcierto, júbilo o indignación de los presentes. El programa distingue entre actores y bailarines pero esa clasificación es muy difícil de atisbar en el escenario. La compenetración entre estos seis principios activos contra el hastío es mágica: Bailan con la luz, se bañan en música, deforman la realidad, activan la imaginación, se mueven como un solo hombre, subrayan los detalles, exploran, declaman, transmiten sensaciones y ponen músculos y mucho talento al servicio de una Jirafa con descaro y frescura.
Una Jirafa es un espectáculo necesario, alivio para la realidad y escaparate de emociones que pellizcan la piel. Teatro Che y Moche nos recuerda que, pese a la grave enfermedad que recorre el mundo y pregonan los voceros, todavía estamos vivos para reírnos de la moral antidiluviana, quejarnos de los poderosos y gritar indignados que aún creemos en la belleza.

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19 mayo 2012

Corazón Helado es una película de amor

Ayer se estrenó en el Patio de la Infanta de IberCaja el cortometraje “Corazón Helado” de Impacto Producciones. Una película dirigida por Jorge Aparicio y Ferrán Queralt.
Este proyecto inició su andadura hace quince años. Jorge Aparicio presentó un par de relatos al certamen literario organizado por la Asociación de Disminuidos Físicos de Aragón. Los relatos no obtuvieron ningún premio sin embargo fueron la semilla de una ilusión. Jorge soñaba con sus palabras prendidas en la gran pantalla.
Los relatos guardaron reposo hasta que Jorge arribó a la Escuela de Cine “Un perro andaluz”. Allí conoció las herramientas básicas para construir historias con hechuras cinematográficas. Entonces comenzó la gran aventura: Olvidar la soledad del creador literario y transformar “El Forense”, un relato en primera persona inspirado en la letra de la canción “Santa Lucía” de Miguel Ríos, en una obra coral, un guión para ilusionar y liderar un equipo de rodaje técnico y artístico.
“Corazón Helado” es una película de amor porque el amor, caprichoso y escurridizo, es una sensación que casi todos buscamos y, aunque difícil de encontrar, brota allí donde menos lo esperas, en la soledad de un hospital, en las páginas de un libro o, como me ocurrió ayer, en la pantalla de un cine. Ayer me enamoré de Pilar, uno de los personajes de “Corazón Helado” interpretado por Encarni Corrales. Pilar es el puente fresco, el desparpajo, el contrapunto al desarrollo dramático de la historia. Ya lo ven. Así de irracional es el amor. Bálsamo para amantes o enigma indescifrable para quienes lo observan desde la frialdad y el desapego.
Lo mejor del amor es disfrutar de la sensación de caer en sus brazos. De ese momento nos habla “Corazón Helado”, de sentir como te atrapa su abismo, de la bendita locura de hacer cualquier cosa para mantener candente el calorcito que brota de sus brasas. Quien ha sentido esa llama sabe de lo que hablo.
Si alguna vez has estado enamorado o deseas con todas tus fuerzas caer en las redes irracionales del amor, “Corazón Helado” es tu cortometraje. Abstenerse témpanos, glaciares e icebergs.

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18 mayo 2012

Una Jirafa en el carril bici.

La Jirafa estaba plantada en mitad del carril bici aunque nadie parecía percatarse de su presencia. Me detuve a un par de metros de su imponente figura. La Jirafa descendió de las alturas y colocó sus morros a la altura de los míos. ¿Sería usted tan amable de indicarme el camino más corto para llegar hasta la entrada de actores del Teatro Principal? Tenía un elegante acento francés al inicio de las palabras que bajaban por el tobogán a trote y moche de un perro que ceceaba. El perro andaluz de una Jirafa Chic. La suavidad de su voz guardaba un eco sorprendentemente masculino ¿Cómo debería llamar a una Jirafa varón? Me pregunté
Desestimé el show de gritos, indicaciones y gestos incomprensibles. A cambio le ofrecí mi compañía hasta su destino y la Jirafa, incumpliendo la normativa pero con una sonrisa, se acomodó en el porta equipajes delantero de mi Bizi Municipal. Para animar el camino le pregunté de dónde venía y me dijo que, aunque había nacido en Francia, se sentía Jirafa de Calanda. La conversación no quiso ser gentilicio y aproveché para dar rienda suelta a la pregunta que me persigue desde que el Serengeti es referencia poética y sentimental. ¿Por qué las cebras tienen rayas y las Jirafas manchas? Las cebras, contestó con la solvencia de quien controla la materia, solo generan cagarrutas para marcar los caminos. Las Jirafas, sin embargo, somos alma de teatro y estamos destinadas a ser hélices de poetas. Estas manchas que parchean mi cuerpo son códigos Bidi de terciopelo rojo, grafos del siglo XXI y una ventana abierta para que todo sea absolutamente realizable. Si te atreves ven a verme para comprobarlo.
Esas fueron sus últimas palabras. La Jirafa saltó desde la Bizi y antes de llegar al umbral de de la puerta de actores del Teatro Principal, en mitad de un vuelo cóncavo, su cuerpo dejó de ser mamífero y se convirtió en un pez  vestido de naranja.

Una Jirafa en el Teatro Principal de Zaragoza
Funciones:
Viernes, 18: 21:30 h
Sábado, 19: 18:30 y 21:30 h
Domingo, 20: 18:30 h

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15 mayo 2012

El libro de los milagros, de Carme Tierz

El domingo presencié un milagro. Los parroquianos del Bar Miguel seguíamos por televisión el decisivo partido de fútbol entre el Getafe y el Real Zaragoza. El equipo maño necesitaba la victoria para garantizar su permanencia en Primera División. Junto a la pantalla se encontraban algunos tributos destinados a llamar a la buena suerte: Un cachirulo con el nombre del bar, una bufanda con la leyenda SI SE PUEDE, la reproducción de la Virgen del Pilar y a sus pies una vela vestida de rojo.
El Real Zaragoza, aunque dispuso de un par de claras ocasiones, terminó los primeros cuarenta y cinco minutos sin marcar. Este contratiempo nos minó un poco los ánimos hasta que el cronómetro llegó al minuto 58 y Agustín Martín, afamado humorista radiofónico, dijo con voz de frecuencia modulada: La vela que nos ilumina está apagada. Entonces apuró el trago de su jarra de cerveza y ascendió, ayudado por una silla, hasta los pies de la Virgen. Tomó la vela entre sus manos y no hizo falta lumbre. Una llamarada de luz brotó con fuerza. El volumen de la televisión aumentó y todos escuchamos, con nitidez divina, como el señor colegiado pitaba un penalti a favor del Real Zaragoza. El grito de júbilo fue unánime y se elevó como plegaria: ¡¡Milagro!! ¡¡Milagro!!.
La llama se transformó en dos robustos brazos que se abalanzaron sobre el grifo de cerveza y repartieron, a velocidad de vértigo, cañas, tubos y jarras entre los parroquianos. Todos los presentes levantamos nuestras bebidas y al coro del mantra SI SE PUEDE apuramos de una tacada nuestros tragos.
Apoño tomó la responsabilidad, posó el balón en el punto de los once metros, golpeó con decisión, tumbó al portero y marcó el gol de la esperanza. Los robustos brazos regresaron a su condición de humilde llama y los parroquianos recordamos viejos cánticos futboleros hasta que terminó el partido en palmas, abrazos y amor. Gracias a un milagro el Real Zaragoza se mantenía en Primera División.
Este hecho real que yo viví en primera persona el domingo pasado pone de manifiesto que los milagros están al orden del día, que no son cosas del pasado. Ese es uno de los motivos para afirmar que Jekill & Jill han acertado al publicar “El libro de los milagros. Siete cuentos irreverentes” de Carme Tierz. Un libro que le da una vuelta a lo religioso-fantástico para rellenar de realidad (irónica) los huecos que dejó vacíos la realidad oficial.
La autora está tan preocupa por delimitar la frontera entre lo real y lo friccionado que ha escrito una introducción con el título “¿Basadas en hechos reales?” en el que apunta una idea que comparto con un matiz de discrepancia. Carmen Tierz asegura que no existe una única verdad y por eso, ante un mismo hecho, se producen explicaciones muy diferentes en función de la ideología y los intereses del narrador. Sin embargo, a mi me parece que siempre hay una verdad irrefutable, hechos que, evidentemente, se distorsionan con visiones y versiones particulares. Es en ese terreno, en su visión particular, dónde la autora despliega ironía, ingenio y pulso narrativo.
Carme Tierz fija en esa introducción los hechos verdaderos, los que podríamos calificar de históricos para, alrededor de ellos construir una trama ficticia con tanta potencia y verosimilitud que resulta apasionante cambiar los papeles y pensar que, los hechos reales pertenecen a la fabulación oficial y las invenciones de Tierz podrían ser perfectamente reales. Milagros que nos muestran el apasionante viaje de Lázaro que llegó hasta la muerte y le resucitaron. El interés botánico de Barnardette. La voz aflautada de Franco frente al brazo incorrupto de Santa Teresa, o una monja con la habilidad de Tom Cruise en “Misión Imposible” y la sangre fría de Indiana Jones dando el cambizo al principio de “En busca del Arca Perdida” Una momia cabreada. Una madre que no conoce varón y a la que unas monjitas le roban el fruto de su vientre. San Superman y el deber sagrado de salvar al mundo. Y todo iba bien hasta que descubrí una baraja de Santos cosidos en acordeón en la parte posterior de la contracubierta del libro. Siete estampitas corta y pega de Elisa G. Sabelman. Siete neo-Santos como siete pecados capitales. Cada uno de ellos para un día de la semana, en el reverso de cada estampita una oración para el infierno, la obsesión, el descuartizamiento, la maldición, el milagro, el martirio y 1982, el año que Juan Pablo II vino a España y Naranjito se hizo Pop.
“El libro de los milagros” es una invitación para creyentes y no tanto, para valientes con residuos de imaginación, para confesores, peregrinos, a los de misa diaria y cómic en el salón. Un libro que es un juego para pensar cuantas veces la verdad es suplantada.

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12 mayo 2012

La Traca Teatro y una oruga de Moliere


Había una vez una oruga que llegó al Barrio de Las Fuentes. La oruga quiso conocer el vecindario y caminito caminito cruzó la calle. Al otro lado de la acera se encontró con un cartel que decía: La Fundación Benito Ardid busca profesor de expresión corporal. La oruga no lo dudó y presentó sus credenciales: Estudios en la Escuela de Arte Dramático de Buenos Aires, Hombre Vertiente de día, Shylock veneciano de noche, amigo de Cenicienta, Payaso Imperial y Shakespeare comprimido. El curso fue un éxito y las clases continuaron con improvisaciones teatrales, creación de personajes, memorización de textos y mucha diversión.
La aventura de la interpretación había comenzado y ya no podían parar. La oruga y sus alumnos fundaron La Traca Teatro con la intención de trasladar los buenos ratos de los ensayos hasta el patio de butacas y hacer reír al público. Tras muchas vueltas y revueltas se aliaron con la pluma de Moliere y de entre todas sus obras eligieron “El avaro”, una comedia que mezcla codicia, dineros y amor.
El estreno los llevó hasta el Teatro del Mercado, un espacio muy coqueto en el centro de la ciudad. Los medios de comunicación se hicieron ecos del evento y los periódicos más influyentes escribieron artículos y crónicas sobre la función, los actores y la oruga concedieron entrevistas radiofónicas y sus caras ilustraron las páginas de cultura de bitácoras y páginas Web. El éxito fue rotundo pero le faltaba la guinda en el pastel. La Traca Teatro decidió representar la comedia en el barrio que los vio nacer. Entonces los conocí.
Fue una tarde de paseo encorbatado por la ribera mientras la oruga pedaleaba sobre una Bizi Municipal. ¿Se lo imaginan? ¡Una oruga por el carril bici! Yo tampoco daba crédito a mis ojos, tal vez por eso invadí la trayectoria del Lepidoptero. El frenazo fue de traca y aunque los reflejos de la oruga evitaron el atropello, la bandolera del ciclista fue a parar al suelo y desparramó hojitas de escarola, un bocata de polillas y una biografía de Moliere. Por ahí empezó la conversación. Entre disculpas tartamudas le conté que una vez había interpretado el papel de Argán en “El enfermo imaginario”, que desde entonces no vestía de amarillo y que el genio del Moliere siempre tendría que estar presente en los escenarios de cualquier ciudad. La oruga me entregó un anuncio que rezaba: La Traca Teatro representará “El avaro” de Moliere en el Centro Cívico Salvador Allende el 11 de mayo a las 19 horas. Precios especiales para niños y jubilados. Se ruega puntualidad.
Llegamos quince minutos antes de la hora y la oruga ya estaba allí. Sentada frente al escenario, de espaldas al público. Ocho manos conté, que en los manuales de zoología llaman patas: Dos para los palitos de marcar el ritmo de la función a los sones de un pandero, otras dos para las castañuelas, dos más para golpear el xilófono que subraya las acciones de los actores y aún le quedaban otras dos para pasar las hojas del libreto y atusarse un mechón de pelo rebelde.
Las comedias de Moliere piden a gritos grandes gestos, gestos enormes, suplican idas, venidas y alguna ligera situación estática para retomar el ritmo. Las comedias de Moliere necesitan que los malos sean malos y que los enamorados suspiren, se desmayen y reciten palabras de amor. La Traca Teatro puso todos esos ingredientes y un extra de pasión sobre el escenario por el que pasaron criadas seductoras con escobas macarras y anteojos del revés. Los camareros de postín, enredadas correveydiles, un policía, el escribiente, un cocinero transformista que antes era cochero, el padre perdido, la hija emperifollada, un hermano nuevecito, el avaro, su codicia y dos hijos enamorados de tanto amor como para vencer al dinero, la tacañería y el poder. El público partido de la risa, mi señora perdió el corsé y yo perdí la dentadura, el teléfono y el monedero con el parné.
La comedia llegó al final con traca de aplauso como premio para los actores, a las manos de la oruga, al que puso los focos, a escenográfos pintureros, postizos y peluqueras. La ovación se prolongó hasta que se produjo lo inexplicable.
Del escenario desaparecieron los hombres, las mujeres y los Lepidopteros con forma de oruga, tampoco había actores, ni argentinos con oficio de director. El teatro, con atrezo de crisálidas y bañado por la luz, se llenó de mil mariposas revoloteando en nuestro corazón.

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11 mayo 2012

Zaragoza es Alemania y Argentina

La ciudad del cierzo se vistió de estreno con este calor que nadie sabe de dónde vino. En mi agenda tenía apuntados dos eventos imprescindibles pero lo que no sabía era que, por esa magia de la casualidad, un disco de pizarra uniría algo aparentemente tan distante como unos alemanes de 1916 y un espectáculo de tango.

Sergio del Molino y Beatriz Lucea cortaron la cinta de la exposición “La pequeña Alemania de Zaragoza” en el Centro de Historias. El Teatro del Mercado, a ritmo de tango, dejó un pedacito de Buenos Aires a la orilla del Ebro 

 

Sergio del Molino publicó en el 2009 un libro a modo de reportaje periodístico titulado “Soldados en el jardín de la paz” Ese es el origen de la exposición que el Centro de Historias acoge en su cripta. El recorrido museográfico diseñado por Beatriz Lucea recoge textos del autor, fotografías y diferentes objetos para contarnos la peripecia de cómo un puñado de ciudadanos alemanes procedentes de la colonia germana del Camerún, y en medio de la Primera Guerra Mundial, terminaron en Zaragoza.

El acto de inauguración, tras unas breves palabras del director del museo y de Beatriz Lucea, continuó con la voz de Sergio del Molino que a modo de cicerone guió a los presentes por las diferentes secciones que componen la exposición. El viaje transcurrió desde la vida cotidiana en África, la peripecia del viaje y el asentamiento de los alemanes en la ciudad. Hasta las repercusiones que provocaron entre una población provinciana de principios del siglo XX, la alegría de la primera escuela infantil, la creación de un incipiente tejido industrial, la esvástica ondeada por el cierzo y el cementerio alemán de Zaragoza. El recorrido de la exposición tiene su propia banda sonora. Un disco de pizarra de los años treinta pone melodía de tango a una canción escrita en alemán y compuesta bajo los exóticos efluvios de alguna ensoñación capaz de describir a esta ciudad entre jazmines y aromas nazaríes.

El tango. El tango nos esperaba en el Teatro del Mercado. “Me lo cantó Buenos Aíres” es un espectáculo que cuenta la historia de este cantar que nació baile al calor portuario de burdeles y tabernas, camino de inmigrantes y hombres que bailan con hombres y una cárcel. La cárcel donde nació el lunfardo para camuflar el lenguaje y gambetear entre milongas barriobajeras y minas de arrabal. El devenir del tango fue algunas veces reivindicación social y radiografía, y siempre sirvió de sustrato para todas las ausencias que son arqueología del desamor.

“Me lo cantó Buenos Aires” baila largo y profundo con los pasos de Martín Urrutia, recorre las notas de Discépolo, Piazzolla y Gardel en el piano, la excelente dirección musical y la voz de Miguel Ángel Remiro que, al frente de un trío de cuerdas como si Riquelme, Francés y Escolano fuera la delantera albiceleste que cambió calzonas, zamarra y dos estrellas sobre el escudo por la viola, el violín y un contrabajo. Marcela Alba puso su figura al compás sinuoso del baile y su voz, esa sabiduría de saber estar al mismo tiempo bajo los focos y entre el público. La actriz personificó a la musa del tango y formó un quilombo del carajo con su pelo corto, unas piernas interminables y esa deliciosa sonrisa que todo lo llena de luz. A Marcela la quiero por excesiva, por la pasión de su rostro al bailar, que unas veces es mueca y otras tentación, por esos ojazos que miran a lo grande y, basta de boludeces, porque me hizo reír y acarició mi nariz.

La elegante presencia escénica de Patricia Badian delató su piel de actriz para con un texto que, entre lo histórico y lo académico, siempre terminaba en poesía o copa de vino. Barrica de roble para su voz de nostalgia, voz del sur, voz de tango que traspasa el universo y te llega al corazón. Esta señora canta con empaque. Diversa y ajustada en cada expresión va directa a los sentimientos y es capaz de proyectar intensidad, ternura o cualquier jeroglífico sentimental que, acostado entre sus brazos se mece, alimenta y crece como si fuera un bebé.

Es inevitable que, para quienes todavía no conozcan a esta artista, recuerde en unas breves pinceladas los valores musicales que Patricia Badian atesora en sus dos cuerdas vocales a las que yo he oído vestidas de largo en la coral Enchiriadis, de Almagato con tambor y folclore, disfrazadas de María Walsh junto a Hernán Filippini o enloquecidas por el ritmo de cuando las Dadettes dan cuerpo y alma a ese combo rocksoulfunkyfestivo llamado Dadá. Y me ha dicho un pajarito que todavía no he descubierto la tesitura lírica de su voz.

“Me lo cantó Buenos Aires” es un espectáculo para quienes alguna vez amaron y para los que no olvidan el sabor del desamor. La prueba empírica de que la pedagogía del tango es danza, canto y poesía. Un recorrido por la vida a bordo de un lenguaje universal que, aunque nació arrabalero y con espíritu argentino, fue capaz de traspasar fronteras y asentarse en lo más profundo del alma.

“Me lo cantó Buenos Aires” es un espectáculo de Tango.

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09 mayo 2012

Sergio del Molino en Tardes de Blog


Primera Parte
Segunda Parte

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07 mayo 2012

Anuncio_Sergio del Molino en Tardes de Blog

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05 mayo 2012

Noche de boleros y Virginia Wolf

 
Mariaconfussion rendía homenaje a Virginia Wolf a las 20:30 en el Centro Cívico Universidad. Ambar Martiatu regalaba boleros a las 22:30 en La Campana de los Perdidos. Los pedales de Bizi Zaragoza me llevaron de un lugar a otro en veinte minutos y bocadillo de lomo, caña y cortado.
Virginia Wolf proponía en 1928 que cada mujer tuviera una habitación  propia como preámbulo necesario para la creación. A esa idea se acoge Mariaconfussion para brindarle a la autora londinense un espectáculo que recorre su biografía y algunos hechos históricos que la rodearon. Reposo para el recuerdo y el compromiso; música para el deleite y la razón. Sobre el escenario libros, recuerdos, dos mujeres y un solo corazón. El teatro, la palabra y la canción son los mimbres que Mariaconfussion utilizó para poner sobre la palestra un recordatorio que, maldita sea, todavía es necesario. La mujer y la igualdad. La mujer y su espacio. La mujer y la creación. La mujer y el mundo. Mensajes por reivindicar en este país dónde un buen número de adolescentes consideran “normal” que sus novios controlen sus vestidos, sus idas y venidas y las llamadas desde su móvil.
“Hay camino”, el último trabajo discográfico de Maríaconfussion, es el armazón sobre el que camina el espectáculo. Un disco que en las últimas semanas me acompaña en la ida y la vuelta del trabajo. Por eso estoy acostumbrado al cajón, al bajo, a la batería y la percusión; los coros de Ludmila, los vientos y el sintetizador. Un óleo en la producción que hoy se presentó con el carboncillo despojado, sostenido por un piano, voz y el agua del río. Maldito río y malditas piedras en los bolsillos de Virginia Wolf.
El caribe bajó a la bóveda de La Campana de los Perdidos y en cada estrofa traía un sorbito de ron. Ámbar Martiatu redimió al bolero cubano y voluptuoso que, aunque no te lo parezca, tenemos grabado en el corazón. El espectáculo tomó ritmo de beso cuando Corita Viamonte subió al escenario para poner sabor de cuplé y su sonrisa, la sonrisa de Corita y la carcajada de Ámbar, son la pócima perfecta para olvidar que los viernes traen rebajas y recortes. En los dedos de Humberto Ríos, adalides contra el mal humor, encontré hondura de caribe y son, el teclado se hizo curva y sus dedos danzón.
El final llegó con lágrimas negras pero antes la bóveda de los perdidos se llenó silencio y emoción con una versión respetuosa, brillante y espectacular de “Somos” Del secano a la luz. Del roquedal al malecón. De Labordeta a Martiatu. De los viejos árboles al azul.
Esta bitácora es un modesto escaparate desde donde me pido a la autoridad municipal que Ambar Martiatu cierre las próximas Fiestas del Piar entonando esta hermosa canción.

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