La curvatura de la córnea

11 mayo 2012

Zaragoza es Alemania y Argentina

La ciudad del cierzo se vistió de estreno con este calor que nadie sabe de dónde vino. En mi agenda tenía apuntados dos eventos imprescindibles pero lo que no sabía era que, por esa magia de la casualidad, un disco de pizarra uniría algo aparentemente tan distante como unos alemanes de 1916 y un espectáculo de tango.

Sergio del Molino y Beatriz Lucea cortaron la cinta de la exposición “La pequeña Alemania de Zaragoza” en el Centro de Historias. El Teatro del Mercado, a ritmo de tango, dejó un pedacito de Buenos Aires a la orilla del Ebro 

 

Sergio del Molino publicó en el 2009 un libro a modo de reportaje periodístico titulado “Soldados en el jardín de la paz” Ese es el origen de la exposición que el Centro de Historias acoge en su cripta. El recorrido museográfico diseñado por Beatriz Lucea recoge textos del autor, fotografías y diferentes objetos para contarnos la peripecia de cómo un puñado de ciudadanos alemanes procedentes de la colonia germana del Camerún, y en medio de la Primera Guerra Mundial, terminaron en Zaragoza.

El acto de inauguración, tras unas breves palabras del director del museo y de Beatriz Lucea, continuó con la voz de Sergio del Molino que a modo de cicerone guió a los presentes por las diferentes secciones que componen la exposición. El viaje transcurrió desde la vida cotidiana en África, la peripecia del viaje y el asentamiento de los alemanes en la ciudad. Hasta las repercusiones que provocaron entre una población provinciana de principios del siglo XX, la alegría de la primera escuela infantil, la creación de un incipiente tejido industrial, la esvástica ondeada por el cierzo y el cementerio alemán de Zaragoza. El recorrido de la exposición tiene su propia banda sonora. Un disco de pizarra de los años treinta pone melodía de tango a una canción escrita en alemán y compuesta bajo los exóticos efluvios de alguna ensoñación capaz de describir a esta ciudad entre jazmines y aromas nazaríes.

El tango. El tango nos esperaba en el Teatro del Mercado. “Me lo cantó Buenos Aíres” es un espectáculo que cuenta la historia de este cantar que nació baile al calor portuario de burdeles y tabernas, camino de inmigrantes y hombres que bailan con hombres y una cárcel. La cárcel donde nació el lunfardo para camuflar el lenguaje y gambetear entre milongas barriobajeras y minas de arrabal. El devenir del tango fue algunas veces reivindicación social y radiografía, y siempre sirvió de sustrato para todas las ausencias que son arqueología del desamor.

“Me lo cantó Buenos Aires” baila largo y profundo con los pasos de Martín Urrutia, recorre las notas de Discépolo, Piazzolla y Gardel en el piano, la excelente dirección musical y la voz de Miguel Ángel Remiro que, al frente de un trío de cuerdas como si Riquelme, Francés y Escolano fuera la delantera albiceleste que cambió calzonas, zamarra y dos estrellas sobre el escudo por la viola, el violín y un contrabajo. Marcela Alba puso su figura al compás sinuoso del baile y su voz, esa sabiduría de saber estar al mismo tiempo bajo los focos y entre el público. La actriz personificó a la musa del tango y formó un quilombo del carajo con su pelo corto, unas piernas interminables y esa deliciosa sonrisa que todo lo llena de luz. A Marcela la quiero por excesiva, por la pasión de su rostro al bailar, que unas veces es mueca y otras tentación, por esos ojazos que miran a lo grande y, basta de boludeces, porque me hizo reír y acarició mi nariz.

La elegante presencia escénica de Patricia Badian delató su piel de actriz para con un texto que, entre lo histórico y lo académico, siempre terminaba en poesía o copa de vino. Barrica de roble para su voz de nostalgia, voz del sur, voz de tango que traspasa el universo y te llega al corazón. Esta señora canta con empaque. Diversa y ajustada en cada expresión va directa a los sentimientos y es capaz de proyectar intensidad, ternura o cualquier jeroglífico sentimental que, acostado entre sus brazos se mece, alimenta y crece como si fuera un bebé.

Es inevitable que, para quienes todavía no conozcan a esta artista, recuerde en unas breves pinceladas los valores musicales que Patricia Badian atesora en sus dos cuerdas vocales a las que yo he oído vestidas de largo en la coral Enchiriadis, de Almagato con tambor y folclore, disfrazadas de María Walsh junto a Hernán Filippini o enloquecidas por el ritmo de cuando las Dadettes dan cuerpo y alma a ese combo rocksoulfunkyfestivo llamado Dadá. Y me ha dicho un pajarito que todavía no he descubierto la tesitura lírica de su voz.

“Me lo cantó Buenos Aires” es un espectáculo para quienes alguna vez amaron y para los que no olvidan el sabor del desamor. La prueba empírica de que la pedagogía del tango es danza, canto y poesía. Un recorrido por la vida a bordo de un lenguaje universal que, aunque nació arrabalero y con espíritu argentino, fue capaz de traspasar fronteras y asentarse en lo más profundo del alma.

“Me lo cantó Buenos Aires” es un espectáculo de Tango.

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