La curvatura de la córnea

16 septiembre 2011

Presentación de “El Castillo de Sora”, un libro de Marisancho Menjón

El Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza acogió en el día de ayer la presentación del libro “El Castillo de Sora”, editado por la Institución Fernando el Católico, promovido por la Asociación Castrum Valdejassa y escrito por Marisancho Menjón.

Manuel Muñoz recordó el camino que recorrió la asociación, asentada en la localidad de Castejón de Valdejasa para, después de la desolación de comprobar como nadie se presentó a la convocatoria de una beca de investigación, encontrarse con la autora.

Luís Zueco, de la asociación de los amigos de los castillos de Aragón, puso en valor el minucioso trabajo de investigación que sustenta este libro de historia, así como la audacia y la inteligencia de la autora que viene avalada por su larga trayectoria de publicaciones sobre la cultura y el patrimonio aragonés.

Marisancho Menjón agradeció la fantástica oportunidad que se le brindó cuando le ofrecieron la elaboración de este libro porque, como natural de Tauste, su relación con el Castillo de Sora está estrechamente ligada a cuando, “de moceta”, el Castillo suponía la aventura de una excursión al misterio de sus oquedades y a una pregunta muy de la comarca: “¿Quién no ha ido a Sora a tirar piedras?” Esta cercanía geográfica y sentimental proporciona al libro, además de la argamasa de la solvencia histórica, la chispa de la energía vital que suministran los espacios ocupados en la juventud. También confesó lo agraciada que se sentía en el terreno profesional porque, pese a la importancia del Castillo en el devenir de la zona, casi nada se ha escrito sobre él, un misterio del destino que permitió a la autora pasarlo “cañon” en su trabajo de indagación porque muchos de los acontecimientos iban a ser contados por primera vez.

La autora abandonó estas sugestivas disquisiciones personales y volvió al refugio del Power Point para ponerse académicamente interesante entre orígenes islámicos, vestigios renacentistas y un pantallazo de Google Maps sobre la tela del proyector. Marisancho se levantó e indicó algunas localizaciones geográficas mientras la luz del proyectó bañó su vestido negro y modificó la orografía de la zona baja de las Cinco Villas al arrullo de su voz. El instante fue muy breve y la historiadora regresó con presteza al resguardo de los datos hasta que Violante de Luna, mujer de una pieza, devolvió el brillo a los ojos de la autora y los Villahermosa, los jesuitas o el secuestro de un pastor. La exposición, ajustada a los hechos probados, buscaba la pulsión de los personajes que recorren este libro. Hubo momentos en los que sentí como Marisancho Mejón se debatía entre contarnos la verdad histórica o dejarse llevar por las rendijas de las hipótesis para rellenarlas con la fuerza creadora de la literatura. “El Castillo de Sora” es un excelente libro de historia pero la voz de su autora, o eso me pareció, esconde el pulso de una novelista con el deseo de inventar un relato dentro de la historia.

La autora afirmó que se sentiría muy contenta si alguien continuara la labor histórica que la brevedad de este libro deja abierta. Apuntó que a ella, apasionada por la investigación de legajos y andariega de los territorios sobre los que escribe, le gustaría levantar la vista de los papeles y los riscos para hablar con la gente del entorno. Una recolecta de testimonios que plasmen como esta fortificación afectó al desarrollo de sus vidas. Esta afirmación tal vez desvelé una necesidad vital de Marisancho Mejón: Regresar a los días en los que subía al monte Guanzo para tirar piedras contra el cierzo y soñar la milenaria historia del Castillo de Sora.

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14 septiembre 2011

Heterónimo, como si fuera tan sencillo


Es una evidencia afirmar que todo lo escrito hasta ahora, ni tiene la finura de lo bien acabado ni expresa el detalle de mis pensamientos. Por eso he decidido ir al principio, cambiar mi biografía, falsificar mi identidad y dejar de ser anónimo hasta convertirme en poeta. Cambiaré el nombre de mi madre y olvidaré el origen labriego de mi padre. La infancia se quedará intacta con mis pantalones cortos de Primera Comunión y esa torpeza de lateral derecho que me acercaba a la heroica de la voluntad. Dejaré intactos todos los esfuerzos para divertirme: Siempre fue difícil cerrar los bares de neón y abrir las persianas donde los mineros se bebían el alma a copazos de anís, revuelto y coñac. Tanta dedicación a acostarme con el sol levantado para luego olvidar historias, mentiras y los besos agrios de una borracha que fumaba Filter 46. Devolveré todo el dolor que haya provocado y pondré más empeño en hacer felices a mi familia, a mis amigos y a la mujer que duerme a mi lado. Para conseguirlo tendré que cambiar esa tendencia suicida de mantener un escrupuloso silencio ante la magnitud de los problemas, el surco de las heridas, o esos golpes minúsculos que encajo como mazazos y dejo pasar hasta que el tiempo hasta imposible una solución. Rasgaré el velo que separa la vida real de mis deseos. Abandonaré la táctica miedosa que hace mis penas perennes. Gritaré con cada herida. Fijaré mi espacio y desde ahí, conciliado con mi nueva identidad, os regalaré una sonrisa y el sonido de una carcajada.

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08 septiembre 2011

augusto triste, un poema de Miguel Ángel Ortiz Albero

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