La curvatura de la córnea

30 mayo 2011

Escuela Cómica Suicida Vol 2 en La Sala de Abajo

La Sala de Abajo cerró temporada con los alumnos de la Escuela Cómica Suicida. Estos chicos, después del éxito del volumen 1, han regresado a los escenarios para retomar la fórmula de mezclar sketches cerrados con piezas de improvisación. Un ejercicio dramático que exige arrestos de plantarse en un escenario al albur de un público que unas veces es simpático y bien avenido y otras es cruel, irreverente o prejubilado. Ahí esta la guinda del espectáculo, en el puntito de sorpresa que supone derribar la cuarta pared por las miradas de los actores, las risas del respetable y hasta los comentarios de una señora mayor que se comportaba como si estuviera en el salón de su casa. En ese caldo se cuecen las recetas jocosas de la Escuela Cómica Suicida, en un espacio teatral que puede convertirse en algo tan familiar como una mesa camilla.

Los scketches comenzaron en un tiovivo en el que gira una vaquita, el polluelo, el jorobado, El Zorro y un conejo con cara de burro caribeño o vaya usted a saber que carajo. Sin embargo Luís Avelino no engaña, tiene cara de camorrista siciliano y la cosa se puso tan mala, que ni el violinista de la espumadera lo pudo arreglar (Y usted…¿qué diminutivo utiliza con su cielo-cariño-tesoro-mi-amor?) En el volumen uno conocimos a los Reyes de Espadas y de Bastos, esta noche se presentaron el de Oros y el Copas… quien sabe, tal vez en el volumen tres veamos a los cuatro juntos y empiece la partida. Quienes no quieren partir son los Stones, un viaje al futuro es la excusa para el reencuentro con Sus Satánicas Majestades, un futuro dónde casi todo sigue igual.

Tres improvisaciones, tres: En la primera, cinco publicistas empeñados en lazar al mercado unos cacahuetes radiactivos. En la segunda visitamos el Museo de Cera dónde Fernando Alonso y Obama charlan sobre circuitos y misiles turolenses. La tercera fue un cuento tan surrealista como un érase una vez un Orco de Mordor que tras freír una tortilla de patata viajó hasta las torres de Benidorm y se encontró con Belén Esteban. (Nosotros vivimos el cuento en directo, pero ustedes lo pueden ver todas las tardes entelatavisado en su pantalla amiga)

Y al frente del cotarro siete actores que Irene no estaba: Alberto, Fransec, Gabriel, Javier, Miguel, Paco y Vicente. Siete enanitos dispuestos a transformar sus cuerpos y crecer y crecer hasta llenar el escenario de la entrega y la rapidez creativa que exige la improvisación. Siete valientes dispuestos a saltar sin red para que usted y yo soltemos la quijada al ritmo que marca la risa. Siempre es una buena noticia encontrar tipos dispuestos a asumir el riesgo de colocarse bajo los focos (y no hablo de botánica), sudar la camiseta y jugar sin trampa ni cartón al más difícil todavía.

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En la nevera roja de La Sala de Abajo puedes encontrar una lata fresquita de cerveza por 1´50 € La sonrisa de Vanessa y los chupa chups son gratis.


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28 mayo 2011

“Un día me esperaba a mí mismo” de Miguel Ángel Ortiz Albero


Ya casi había llegado la noche del día que las autoridades señalaron como día del libro. Sobre la mesa de la editorial Jekyll & Jill un solo libro y un poco más allá su autor. Nunca he leído a Apollinaire, le confesé a Miguel Ángel Ortiz Albero. No es necesario conocer la obra del poeta francés para leer la novela, respondió. Entonces tomé el libro entre mis manos y caí en la tentación de su amable rugosidad que ahora, pasado el tiempo, tiñe la portada de marengo; el aroma contenido entre cuatro hojas azul horizonte y la amable invitación a la lectura que me lanzaron un par Q mayúsculas desde las líneas cuarta y sexta de la página 13. Desde entonces he tenido muchas veces el libro entre mis manos por el puro placer de sentir su caricia en las yemas de los dedos. El tacto como preámbulo a la lectura.
La novela trenza palabras a cuatro voces que discurren, que serpentean entre comas, remansos y descansillos, un delicioso ornamento en las frases, como si el autor se hubiera disfrazado de orfebre y disfrutara del virtuosismo de narrar con filigrana, y deslizarse y fluir y dejar que las cursivas cambien la topografía de la novela, que la tipografía sea la pórtico para que entre el collage, la imagen y los objetos.
“Un día me esperaba a mí mismo” es una novela bélica. A lo largo de la lectura he recordado las veces que mi padre esquivo mis preguntas en torno a la guerra, solo una vez, tan solo una vez me dijo que la guerra era un paisano de su pueblo alejándose bajo una nevada, un compañero al que jamás volvió a ver. Mi padre, que fue soldado, no podía hablar de la guerra, para hablar de las calamidades del frente hay que tener otra mirada, por ejemplo la mirada de Apollinaire, una mirada al dictado de Ortiz Albero para sumergir en lo poético la visión final que mi padre tuvo de la guerra: “En silencio y bajo la nieve de puros pétalos marchan como hojas del otoño los hombres de rostros demacrados y quebrados en sollozos”
La virtud subyugante de este libro, y que lo hace imprescindible, es la mirada del poeta sobre los horrores de la guerra que va más allá del sentimiento patriótico, o cualquier otra consideración en torno a los conflictos bélicos. Un punto de vista que, filtrado por el amor y enajenado por el enamoramiento, sublima el lenguaje para transformar en sinfonía el sonido de las ametralladoras.
La belleza formal de “Un día me esperaba a mí mismo” es abrumadora, en sus páginas navegaras entre las frases que el autor llena de deliciosos recovecos para construir un bello escenario en el que, tras la tramoya del amor, se representa el crudo y despiadado drama de la guerra. Esa belleza formal propicia un acercamiento sin aderezos ideológicos o morales a los falsos héroes ensalzados por la propaganda oficial que bastante tienen con sobrevivir en las trincheras y a los buitres que merodean allí donde crece la desgracia para sacar provecho de ella.
El autor de la novela tenía razón cuando me dijo que no era necesario haber leído a Apollinaire para leer esta novela, sin embargo, ahora que voy a leerlo, lo haré bajo el poderoso influjo de este libro. Y yo también me pregunto, como hizo Ángel Sobreviela en su reseña sobre esta novela, ¿Cómo dar las gracias a un libro que nos conduce hacia otros libros?
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El sábado 28 de mayo Miguel Ángel Ortiz Albero firmará libros en la Feria del Libro de Zaragoza. Vayan hasta la caseta número nueve dónde esta ubicada la librería El Pequeño Teatro de los Libros, compren este delicioso objeto, pidan al autor una rúbrica y disfruten de la belleza tipográfica de la dedicatoria. De las letras manuscritas del autor mi preferida es la “a” que, por arte de la plástica parece una “z” jugando al hula-hop.

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27 mayo 2011

Avance ExtraEscena_01

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21 mayo 2011

Don Nadie+Zombra+Rabanaque en el Teatro Arbolé


Ocurrió durante las últimas elecciones del siglo pasado: Un Payaso amaneció colgado en todas las farolas de la ribera del río. ¿Cuánto se ha degradado el panorama político desde entonces, para que ese mismo Payaso abandone su lugar en el paraíso, de un paso al frente y pida el voto para Don Nadie?
La receta del concierto fue la tradicional. La voz de las convicciones tras el atril de los versos propios o ajenos, destilados o recién escritos. Rabanaque, todo palabra.
Tres guitarras a la vera de Álvaro para construir desiertos, caminos y recipientes sonoros que recogieron el latido del poeta y el lamento ancestral depositado en las cuerdas vocales de Gustavo, su baile ritual de los dedos en la boca, los dedos en la barba y, en solo dos ocasiones, los dedos en los potenciómetros del amplificador que conecta el mundo con sus entrañas. Don Nadie, todo música.
Carlos y Fernando el espíritu impera en la manipulación píxel de iconografías reales o imaginadas, históricas o cotidianas. Zombra, todo imagen.
Algunos lo llaman spoken word, otros rock recitado, a mi me parece la formulación química de tres elementos que mantienen su personalidad para mejorarla con el contacto de los elementos contiguos. He hablado muchas veces en esta bitácora de la propuesta de este combo de palabras, música e imágenes. Lo hice desde la sorpresa, el análisis y la admiración. Por eso hoy voy a intentar hacerlo desde los poros abiertos de mi piel, redes dispuestas a cazar la inspiración y el influjo de la mezcla que anoche propusieron Don Nadie+Zombra+Rabanaque+un par de botellas de vino en el Teatro Arbolé de Zaragoza.

Párate a pensar. Cada vez que me visto despiden en Marruecos a un delegado sindical.
El TicTac del tiempo trae políticos con la nariz roja, la que muestra su verdadera faz.
Dunas negras de una historia de amantes que van a morir en el sudario blanco de un beso y los aplausos de no volverse a ver.
¿La poesía te ha salvado la vida alguna vez? Llanuras de un Motel para hormigas sobre una camiseta verde con un caballo marrón que transportan las piedras del loco.
Televisores en acústico para no ser quien soy.
Vivir.
Pensamiento único bajo la máscara del progreso y perdurar tras la zanahoria del bienestar.
¿Te atreverías a medir tu estatura moral? Esa distancia que va desde el pespunte de un hijodeputa hasta las casas sin techos por donde se ha escapado Dios. ¿Escuchas el grito de tantos desheredados por ti y por mí?
Aunque todo siga igual permanecerán las emociones que estos días crecen en las losetas de tantas plazas. Palabras que esperan manos y otras manos. Tus manos.
No percibo, entre maniquíes decapitados y envasados al vacío, la transformación que me convierte en lo que mas detesto.
Bucear en el vientre de la madre mía y sentir el jadeo de un vals.
La electricidad multicolor cuenta hasta tres y enumera todas las cosas que van a cambiar en tu vida. Respira. Y una y dos y tres palabras a tus pies. Cógelas y abre las puertas de par en par.
Llegó el rocanrol, o eso parecía cuando el lado oscuro del corazón y los culos de las vacas voladoras de las mujeres aéreas salieron al escenario.
El aire del sur levantó un blues de pitos y palmas… ¿Y si no tuviéramos miedo a nuestro poder?

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20 mayo 2011

Ángel Guinda en Las Fuentes

Ángel Guinda, Premio de las Letras Aragonesas 2010, estuvo en el Barrio de Las Fuentes. Los alumnos de periodismo de la Universidad de San Jorge, que editan la revista “Voluntas”, lo invitaron para apadrinar el tercer número.

El poeta subió a la mesa escenario de la librería El Pequeño Teatro de los Libros y confesó que su vocación juvenil era la de ser periodista. Sin embargo, sometido a la autoridad paterna, comenzó a cursar la carrera de medicina con la intención de cumplir el sueño de su padre: Convertirse en ginecólogo y salvar la vida de todas las madres que nunca serían la madre de Ángel Guinda, fallecida tras el nacimiento del poeta.

Abandonó medicina a los cinco meses y se enfrentó a la realidad que le imposibilitaba cursar los estudios de periodismo fuera de Zaragoza. Por eso eligió los tres años de Magisterio que terminó en dos para estudiar Filosofía y Letras en las clases nocturnas. La enseñanza fue su salida laboral, un ejercicio que le ha llenado de satisfacciones y que lo mantiene al tanto de “el rollo de los jóvenes”, y recordó, dirigiéndose a los que elaboran la revista, que expresarse es vivir, que la voluntad de comunicar provoca la transformación del mundo. Un ejercicio creativo al que es conveniente acercarse sin los aliños de la droga. Guinda nos habló de sus adicciones de sus veinte años en mayo del 68, del alcohol, el LSD y la nicotina, la única sustancia que no ha podido vencer. Abogó por una creación limpia, el artista no nace gracias al consumo de drogas, nace de su cultura y sensibilidad…, y de algún porrito de vez en cuando.

El poeta puso en valor el actual estado de libertad de expresión, ese medio ambiente que él no pudo respirar cuando decidió abandonar Zaragoza, o en los días de colaborador en el Heraldo de Aragón cuando escribía artículos de opinión, siempre y cuando, no hablase de la Iglesia, el ejercito y la monarquía, un duro peaje para quien se confiesa ateo y republicano. Guinda mandó su apoyo y aliento de ánimo a los jóvenes que han tomado la calle y la palabra, una juventud que ha despertado y quizás transforme la realidad. Terminó por reconocer que no había encontrado la inspiración para la contraportada del número tres de la revista Voluntas. Así que decidió incluir el primer capítulo de lo que será su próxima obra, una autobiografía epistolar. En este caso nos habla de la adolescencia y su capacidad de sobrevivir ante la falta de amor familiar, una visión que teñida por la tristeza, gira luminosa en una sinfonola con canciones de Adamo, Aznavour, Rita Pavone… y muchos mas.

El broche final también tuvo la pátina del recuerdo, en este caso infantil. Tardes de domingo de cuando Guinda, agarrado a la mano de su padre, recorría el Paseo de la Independencia y se cruzaba con lo más fantasmal de la realidad en forma de curas, monjas, cadetes brillantísimos con sus elegantísimas novias, y señores con sombrero. El poeta recuperó aquellas sombras y abducido por la obsesión recitó un fragmento de “Espectral” su último poemario. Lo hizo con esa energía que brota de la garganta de Guinda, con la contundencia que tiene la verdad, la absoluta certeza de que lo dicho es parte de uno, la parte inseparable que nunca desaparece, la raíz de todo, la esencia, lo esencial; y Guinda lo dice con convicción, no hay rastro de impostura o doblez, habla, dice y mira desde lo más profundo del alma y por eso llegan sus palabras, su ritmo, el ritmo del martillo en la fragua, constante y crudo, cercado por el sudor de la memoria, sonoro como los pasos solitarios de quien, aunque camina junto al padre, vive en un mundo cerrado que destilará poemas potentes y musculados como el que sigue:

DE NIÑO YO VEÍA EN ZARAGOZA rinocerontes con cabeza de hombre, hombres con cabeza de pistola, hombres con cabeza de falo, hombres con cabeza de copón, hombres con cabeza de mardano, con cabeza de buey, de jíbaro; hombres cabezones, cabezudos, hombres con la cabeza en los pies. Ovejas con cabeza de mujer, mujeres con cabeza de cuna, mujeres con cabeza de cierva, mujeres con cabeza de fogón, mujeres con cabeza de basílica, con cabeza de virgen, de holocausto; mujeres con cabeza de piedad, mujeres con la cabeza entre las manos. Manadas de mujeres y de hombres con cabeza sin ojos, boca, orejas, nariz. Hombres y mujeres sin cabeza. Y cabezas rodando por las calles.

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17 mayo 2011

¿Qué hay hoy para comer?


Judías, arroz, lentejas, garbanzos, macarrones, sopa de letras y escamas de amor. Elegí trazos góticos y etiqueté los nuevos tarros de la cocina. Pasé varías horas a la búsqueda y captura de la receta que inauguraría mi condición de cocinero. Como pasaban las horas y no me decidía, la escogí al azar: Sopa de letras al aroma del palíndromo. Vertí medio litro de caldo en Tetra Brick de camisón blanco, lo calenté hasta el punto de ebullición y añadí las letras del palíndromo: La ruta nos aportó otro paso natural. Esperé cuatro minutos, rectifiqué de sal y puse una escama de amor. Mi cielocariñotesoromiamor degustó la sopa y la puntuó con un notable. Eso me animó, así que para el segundo día, crecido por el éxito, orillé el recetario y me atreví con un menú de autor. De primero, judías enamoradas con pasión de arroz y lentejuelas. De segundo, mordisquitos de garbanzos con abrazo de macarrón. De postre, aroma de Roma y amor. La comida fue tan apoteósica que la sobremesa terminó en la cama. Se había producido el milagro de encontrar en la gastronomía un campo de expresión. Fueron semanas de gloria en las que experimenté con recetas tan sugerentes como papilote de besos picantes, caricias crujientes de rizos azucarados o compota húmeda de lenguas y labios. Después sucedió lo inesperado. Recuerdo que era jueves porque preparaba un cocido de amantes sobre lecho de berenjenas. Me pareció una buena idea cambiar el tradicional aderezo de una hoja de laurel por unos versos cortados en juliana. Hacía unos días que había rasgado una cuarteta de Neruda: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.” Cogí el tarro de los recuerdos y, al intentar abrir la tapa, se me escapó de las manos, se estrelló contra el suelo de la cocina y se hizo añicos. Recogí los destrozos con escoba y badil: Besos de macadamia, sonrisas de cacao, palabras de chocolate, volteretas de vainilla y cien sonetos de uva recolectados al sol. Dudé que hacer con ellos. No quería tirarlos al cubo de la basura orgánica, ni depositarlos en la bolsa de plástico o en el contenedor del vidrio o el papel. No quería deshacerme de ellos como quien tira la piel de un plátano o una lata de atún. Entonces abrí la ventana de la cocina y los dejé al abrigo del cierzo que se los llevó por la ribera. La ventolera azotó mi mente y provocó un tornado que me inspiró un nuevo plato: Empanadas de tramontana sobre sofrito de huracán y salsa de vendaval. El emplatado fue soplo y brisa ligera hasta que ella degustó el primer bocado. Lo que más me dolió fue el silencio. Hubiera preferido una brocheta de insultos en lugar de aquella grasa silenciosa con la que cubrió el primer paso de nuestra separación.

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11 mayo 2011

Víctor Juan Borroy en Tardes de Blog

Víctor Juan llegó a la librería El Pequeño Teatro de los Libros se sentó en la silla de Tardes de Blog y comenzó a contar historias. Ese comportamiento reafirmó mi convicción de encontrarme frente a un narrador nato, una de esas personas que bajo la luz de la luna, a la sombra de un platanero o en la barra de un bar, son capaces de hacerte ver la vida como una emocionante aventura.
Pido disculpas a Víctor Juan y a todos ustedes porque por un problema técnico no he podido editar el total de la presentación. Así que transcribo lo que queda por decir a partir del punto 1´19´´
“Aquello no fue una charla, fue un torbellino en el que descubrí que Víctor Juan disfruta contando cosas y lo hizo con tanta pasión como para disipar mis miedos a traer a estas Tardes de Blog al Director del Museo Pedagógico de Aragón, coordinador de la Revista Rolde, director de Aragón Educa, profesor de la Escuela de Magisterio de Huesca, articulista y autor de varias obras de ensayo dedicadas a la investigación pedagógica y a la recuperación de las grandes figuras de la enseñanza aragonesa del primer tercio del siglo XX, ha escrito dos novelas “Por escribir sus nombres” y “Marta” Colabora de tertuliano, junto a José Luís Melero en el programa de Radio Zaragoza “A vivir Aragón” que dirige Miguel Mena.”
Víctor Juan, que es nombre para un cantante de boleros, nos recordó como ha cambiado el uso que hacemos de la palabra. El maravilloso regreso a la infancia y a su mirada. Nos contó los motivos que le llevaron a abrir el blog “Más de cien razones” y algunas de sus estrategias para los primeros días del curso.
Primera parte





En la segunda parte hablamos de metodologías educativas, la actitud que debería tener un profesor frente al aula y sobre la percepción vocacional que se tiene de la profesión del maestro.
Segunda parte





Víctor Juan comienza la tercera parte reflexionando sobre la necesidad de una escuela íntimamente relacionada con la sociedad de la que participa, una simbiosis que se necesita profesores en contacto con la realidad que los rodea. ¿Por qué las mujeres son mayoritarias en el ámbito escolar?
Tercera parte





Un somero repaso a la historia de la educación en España. La misión de la escuela como centro de aprendizaje, de emancipación y motor cultural.
Esta cuarta parte termina con una pregunta que me había sugerido la psicóloga y bloguera Mónica Gorenberg. Un problema técnico me ha impedido editar la respuesta completa de Víctor Juan, por lo que pido disculpas a Mónica, a Víctor y a todos ustedes.
Cuarta Parte



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09 mayo 2011

Tomas Falsas del Anuncio de Víctor Juan en Tardes de Blog

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03 mayo 2011

Anuncio_Víctor Juan en Tardes de Blog







XXII edición de Tardes de Blog

Víctor Juan Borroy,
Director del Museo Pedagógico de Huesca
puso en marcha el blog
Más de cien razones

Una puerta abierta para profesores y alumnos. Los primeros que nos cuentan porque quieren ser maestros, y los segundos bucean en sus recuerdos escolares.
Una buena excusa para hablar de la escuela, su historia y evolución.


Martes 10 de mayo a las 19:30 horas.

El Pequeño Teatro de los Libros
C/Silvestre Pérez 21
Las Fuentes
Zaragoza

Autobuses: 22, 24, 30, 44, Ci1 y Ci2
Parada Bizi: 36

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02 mayo 2011

"Asesinato en el Club Nudista" de Roberto Malo

Recuerdo que en los años ochenta salía un señor gallego por la televisión que resumía en el concepto de “tetiñas fritas” la opción de vivir desnudo en contacto naturaleza. Por entonces yo soñaba con una playa dorada en la que cientos de cuerpos exuberantes de mujeres tomaban el sol bajo mi atenta y lasciva mirada. Era una fantasía sexual que nunca he cumplido porque, basta con echar una miradita a mi body, para comprobar que mis vergonzantes lorzitas nunca estarán a la altura. Por eso me ha sentado muy bien la lectura de “Asesinato en el Club Nudista” porque me ha permitido alcanzar el sueño de pertenecer a ese Olimpo hedonista dónde las personas como yo no somos aceptadas por afear el paisaje.
Roberto Malo construye una trepidante acción de marcado carácter cinematográfico con largas secuencias que recorren las tripas de un edificio, los pasillos de un hotel y la untuosa voluptuosidad de conseguir que la lectura sea cosa de una mano, mientras la otra se encarga de templar la agitación.
Además hay un asesinato, un detective cachas, dosis de humor y unas estupendas ilustraciones de Abraham Pérez.

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