La curvatura de la córnea

29 marzo 2010

El Cultural de Nerea en Tardes de Blog. Entrevista

Primera Parte


Segunda Parte


Tercera Parte


Cuarta Parte

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27 marzo 2010

Cristina Verbena cuenta “Historias que te bailan”

Cristina Verbena se encaramó a la mesa mágica de la librería El Pequeño Teatro de los Libros envuelta en cuatro píos. No hace falta ser muy listo para saber que si hay píos por el medio, la cosa va de canciones. Así que no importó que la librera olvidara el nombre del espectáculo. Ayer, en el ciclo “Como iba contando…”, la cuentera con los pelos rizados de panocha nos contó “Historias que bailan”
A mi me gusta bailar porque para bailar hace falta música. A veces, cuando me aburro en un semáforo, bailo sin música, pero la gente me mira mal, me llaman loco y tocan el claxon para que vuelva al volante y a la locura del tráfico. Las mejores locuras ocurren en la pista de baile. Cualquier sitio puede ser una pista de baile y todas las historias tienen su melodía.
Los cuentos de Cristina se han hecho Verbena. Cuentos carceleros para trompeta que terminan en el pentagrama sinuoso del jazz. La historia de una mujer, sus tacones y el vestido de beber el vino amargo del blues. La melancolía de un fado en los ojos de un galán con cara de gato y uñas de perillán. La arañas que inoculan a las mujeres el ritmo de la tarantela, esa peonza de girar y girar que mi madre cantaba… La taranta tiene un vestido blanco que cuando se mueve se le ve el fandango, que además de requiebro también es cante. Las cicatrices del pasado que dejan melodías olvidadas como huellas de lo que pudo haber sido y no fue. Las idas y venidas de una niña, un libro y el vals de las mil y una noches que te cambia la vida.
Y por el barrio lo pregonan las mujeres: Que venimos de bailar con la cuentera, su voz de seda y ambarino cantar calores italianos del sur, el humo como palabras de un volcán japonés y las picardías afganas que van de boca a oreja y vuelta a empezar. Vete, vete como decía la abuela de Cristina: «Vete, vete a la Verbena, ve a hacer por la vida.»

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23 marzo 2010

Y cerré la boca

Antonio Agudo era cantante, ya saben, esas personas que subrayan los sentimientos que visten nuestras vidas. Antonio cantaba jotas y con dos jotas le han homenajeado al terminar el sepelio. Voces firmes para honrar al amigo con la emoción que emana de las cuerdas vocales.
Antonio pasó las últimas semanas postrado en la cama de su casa. Pablo y sus casi dos metros de altura y bondad lo acompañaba en calidad de yerno sin papeles. Antonio de vez en cuando solicitaba su fuerza para que lo cambiara de posición, una operación que Pablo realizaba con firme delicadeza. Quien ha estado en la cama durante largos periodos sabe de la satisfacción que supone mudar de aires, aunque sólo sea unos pocos centímetros. Antonio se quedaba tan a gusto que pasaba horas jugando con el nombre de su yerno sin papeles. Con las sílabas de “Pablo, Pablito, San Pablito” entonaba una jota al estilo de los montes de Almunia, cantaba con los tintes operísticos del tenor o salmodiaba la delicadeza del canto gregoriano.
Hacía seis meses que no iba al cementerio, desde el entierro de mi madre. Ni siquiera la había visitado cuando me avisaron de Mármoles Ezpeleta para decirme que ya estaba colocada la lápida. A los pocos días volvieron a ponerse en contacto. Todo esta perfecto, afirmé con todo el aplomo del que fui capaz. Quizás esa mentirijilla ha sido el detonante para que esta mañana, después del sepelio de Antonio Agudo, sintiera la necesidad de visitar a mi madre.
Comencé por la manzana ciento veintitrés. Encontrar el nicho de mi padre es fácil: Hace esquina con un solar con funciones de almacén de albañilería y esta perfectamente orientado hacia el enorme cartel que anuncia el Ikea de Puerto Venecia. Su lápida era la más sencilla del catálogo y no tenía florero por aquello que decía mi madre de las flores el amor y los muertos. Sin embargo mi hermana ha dejado uno de sus jarrones, un jarrón amarillo. A ella le gusta dejar flores, y la combinación de la terracota limonada con los pétalos granates conforma un faro inconfundible.
Para llegar al nicho de mi madre sólo tenías que caminar dirección sur, cruzar un par de calles y virar hacia el oeste hasta llegar a una fuente. Más o menos eso fue lo que hice. En el trayecto miré las fotografías de los finados, conté el número de imágenes de la Virgen del Pilar y me despisté. De repente todas las lápidas eran iguales. Aceleré el paso. Recorrí varios pasillos a todo lo largo. Sabía que mi madre descansaba en el último piso, sin embargo comprobé una por una todas y cada una de las tumbas. Mármoles de jaspeado gris, caligrafías blancas, cruces en bajo relieve, de metal y exentas, corazonesdejesús negros y dorados, flores, muchas flores y un señor que sonríe junto a una locomotora. Empecé a correr. Algunas familias limpiaban los recuerdos, hablaban del tiempo, de los chicos, del colegio. Palabras que llenaban de vida el silencio roto por mis jadeos. Estaba agobiado. Era incapaz de encontrarla, la perfecta simetría de los edificios era un laberinto. ¿Qué pensaría mi madre? Me detuve y grité «¡Señora Rosario envíame una señal!»

La canción “Dónde estas Yolanda” de Pink Martini sonó en mi teléfono móvil durante una eternidad de treinta y ocho segundos. El número desde el que me llamaban parpadeaba en la pantalla táctil. Descolgué. La voz de mi madre me llegó juvenil, con un timbre que no había escuchado nunca. Era ella, pero todavía más feliz. Estoy en la manzana ciento veinticinco, justo detrás de ti, en el nicho doscientos cincuenta y cinco, en la fila de arriba. Tu hermana me ha dejado un ramo de flores como el de tu padre. Y cierra la boca que te van a entrar moscas. Que dice tu padre que no te olvides de renovar el contrato con el Ayuntamiento antes de que cumpla cinco años por aquí. Ya sabes que no le gusta hablar por teléfono. Esta en la fila de peticiones. ¿Sabes? Acaba de llegar Antonio Agudo, un señor que nada más llegar no ha cantado unas jotas la mar de bien. Ahora va a hacer una ronda de canciones dedicadas y tu padre quiere que nos cante un tango para bailar como antes, ¿te acuerdas? Como cuando nos mirabas con la boca abierta. Pero hijo, ¡¡cierra esa boca que te van a entrar moscas!!

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20 marzo 2010

El Cultural de Nerea

El Cultural de Nerea
será la próxima bitácora invitada a las XIII Tardes de Blog.
Nerea nos contará de sus andazas literarias por la blogosfera.

No te lo pierdas

jueves 25 marzo a las 19:00 horas

El Pequeño Teatro de los Libros
C/ Silvestre Pérez 21
Las Fuentes
Zaragoza

Autobuses: 22, 24, 30, 44, Ci1 y Ci2
Parada Bizi: 36

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19 marzo 2010

Puri y Los Tanys en el Socco Café

El Socco Café esta a veinte minutos de transporte público desde casa. Alejandro llegó un poco tarde y tuve el tiempo suficiente para escudriñar la escenografía: Lenin bajo la tele, la bandera española y constitucional en un cubo de basura, la sartén en los fogones y una boa serpenteando bajo un atril, atril de poeta, de versos. En la tele películas en blanco y negro y corridas de toros de cuando los caballos de picar no llevaban peto.
Puri y Los Tanys salieron a escena a las once de la noche. Puri con bombín y Los Tanys con gorras de chicos malos aunque ellos tiene cara de chicos buenos. El primer impacto fue directo: Energía a borbotones en un escenario de bar, poderío y ganas de ser espectáculo. Puri con garbo, Puri con garra, Puri avasallando, Puri gritando, Puri sin medida pero con encanto. El encanto del que esta encantado de estar, la insolencia del artista, del poderoso bajo los focos, de quien se siente poema, voz y vida. Por ahí transitan los versos de Puri, por el entresijo costumbrista del siglo XXI tan parecido a los entresijos de siempre: Mierda de vida, mierda de trabajo, mierda de canción. La vecina en bragas, la fila del paro y un par de huevos fritos con versos y pan.
La idiosincrasia de Puri es su desmedida, tanta energía merece la dosificación de una dramaturgia, de un hilo conductor que no avasalle, que deje respirar a los poemas, que fluya desde las páginas hasta los corazones. Moldear el formato, dosificar esfuerzos y que no se pierda nada del mensaje entre tanta entrega. Puri tiene la ventaja de sentirse Star, tan sólo necesita parar y templar, contemplarse desde fuera y medir los tiempos y la intensidad de cada entrega, aire para dejarnos respirar.
La potencia de Puri tiene mucho que ver con el trabajo de los Tanys. En la noche de ayer formación de dúo con guitarra y violín. Dos maestros en la ambientación musical, telones de fondo para un cabaret de París, Roma o Berlín. Acento sureño, toque francés, tres chicos sicilianos y el desgarro de la guitarra por soleá.
La simbiosis entre la energía de Puri y la elegancia musical de Los Tanys conformó un espectáculo que circuló entre la iconografía del cabaret y la reivindicación poética de lo más cercano, como si acumular frases, aforismo y sensaciones fuera a darnos una nueva oportunidad. Un show en bruto, sin aderezos ni conservantes, la certeza de encontrar a unos tipos que se suben ahí sin trampas ni cartón, buscadores de talento y agitadores de lo establecido. Versos de garganta, música para la epidermis y el desmedido despropósito de abandonar la mente de diario para soñar un mundo sin vecinas, sin bancos, sin mierda, sólo un par de cuerdas vocales, un sueño y a vivir.



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18 marzo 2010

Dolan Mor en la Biblioteca de Aragón

El pasado miércoles 17 de marzo se celebró uno más de los encuentros del ciclo de Tertulias Poética que la Asociación de Escritores Aragoneses organiza en la Biblioteca de Aragón, promovido y coordinado por los poetas Emilio Quintanilla Buey y Ángel Sobreviela. El poeta invitado en esta ocasión fue Dolan Mor, un cubano afincado en Aragón desde 1999.

Emilio Quintanilla abrió el acto con un breve recordatorio en torno a la extensa y abultada lista de premios que atesora Dolan Mor, y que va desde todos los premios importantes a nivel autonómico hasta el último, el Barcarola, de rango nacional
Ángel Sobreviela nos brindó una exégesis de la obra de Dolan Mor de gran profundidad, fruto de la lectura avisada de sus poemarios, a los que concedió el valor de una obra unitaria semejante al crecimiento constante y continuado de algunos vegetales. El poeta cubano afirmó que siempre tuvo en mente un proyecto poético en forma de árbol, una tarea que empezó con la demora interesada de la publicación de su obra para, nutrido de lecturas, conformar un diseño en tres fases. La primera esta compuesta por libros irónicos, la segunda tiene como protagonista el lenguaje y la tercera, en la que actualmente trabaja, girará en torno al pensamiento.
Sobreviela mostró gran interés por los personajes, siempre distintos, que pueblan entre la portada y la contraportada, un hábitat dónde ejercen función de máscara o heterónimo. Dolan Mor asumió el rol de esconderse tras nombres ficticios, manipulados o moldeados como un mecano, casi siempre con intención irónica. Puso como ejemplo su propio nombre. Dolan Mor es una conjunción entre un personaje de Joyce y su significado de “tonto” en inglés arcaico que, acompañado por el valor aumentativo de “Mor” vendría a tener una traducción aceptable como “el poeta más tonto”
El autor cubano confesó que desde muy niño, azuzado por las lecturas de los libros prohibidos por su padre que trataban de esoterismo y las ciencias ocultas, se proyectó en otros personajes para matar el yo, y de esta manera ser totalmente libre. Un ejercicio que pasa por escribir con oficio y una ayudita de la inspiración, un trabajo en el que no tiene en cuenta cual será la reacción de lector.
Ángel Sobreviela alabó la gran cantidad de referencias literarias y cultas que contienen, bajo su punto de vista, los textos de Mor. Un valor que no entorpece la lectura más ligera y descuidada de los textos. En este punto el invitado recalcó que las obras literarias se completan con las ventanas que abre cada lector a partir de su propio bagaje intelectual. Puso como ejemplo al actual prologuista de una antología de sus obras que esta a punto de editarse, y como en algunos casos los caminos que aquel recorre están muy alejados de las intenciones del autor. Algo parecido ocurrió con algunas referencias que manejó Sobreviela, sobre todo en el ámbito cinematográfico que, difícilmente pueden influir en la obra de Mor cuando él mismo confesó lo poco que le gusta el cine y su consideración como enemigo de la literatura.
Sobreviela y Mor hicieron hincapié en el protagonismo que el lenguaje tiene en la obra del cubano. El poeta defendió la necesidad de navegar en la tradición de quienes nos precedieron para dominar sus fundamentos y, desde ese conocimiento, plantearse nuevos campos de actuación poética, algo que algunos autores actuales evitan para transitar modernidades que carecen de musculatura lírica. Vino a decir que es mejor nutrirse con Lezama en lugar de imitar a Panero.
El poeta Manuel Martínez Forega apuntó, desde su asiento como espectador, la aportación de los poemas de Dolan Mor en el campo simbólico tradicional, que el autor asumió y puso como ejemplo la utilización de triadas (el tres entra dentro de la tradición esotérica y mágica) como hielo, agua y vapor. Así como un marcado carácter iconográfico en los textos dónde el viaje, más que la alegoría de la vida, quiere aprehender el pasado y el futuro en tiempo presente.
El acto estuvo aderezado por la lectura de algunos poemas y de esta manera quiero terminar esta nota. Para ello recupero dos videopoemas que ya publiqué en esta bitácora. El primero se titula “Viejos Oficios” y data de enero del 2008 y “Ahora la poesía” de un año más tarde. Espero que disfruten:










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17 marzo 2010

ETA NO ETA EZ


14 marzo 2010

“La fábula es mi canción” de Gromeló/Rompelanzas

Dos muchachotes y una zagala llegaron hasta el Teatro Arbolé una mañana lluviosa de domingo. Entraron cantando, pero no piensen mal, llover ya llovía antes. Pertrechados con paraguas de colores llenaron el espacio escénico de un baile vistoso de esos que vencen el aburrimiento que acompaña a cualquier niño del sigo XXI pero, una vez terminada la canción… ¿A que se juega cuando llueve?
Nuestros tres amigos lo pensaron concienzudamente hasta que llegó una opción tan brillante como jugar a los trabalenguas. La idea era tan genial que los tres chavales abandonaron el escenario y corretearon por el patio de butacas a la búsqueda de intrépidos espectadores que no se amilanasen ante el reto de repetir sin titubeos parrafadas como:
Elcieloestaenladrilladoquienlodesenladrillaraeldesenladrillador
quelodesenladrillebuendesenladrilladorserá.
El público respondió como de él se esperaba hasta que el aburrimiento se apoderó otra vez de la situación. Nuestros incansables amigos regresaron al círculo dónde se piensa y, tras varias vueltas de estrujar las meninges, decidieron jugar a ese juego donde el público tiene que adivinar quien es una señora señoreada que conmigo siempre va, o el nombre de esa fruta canaria que oro parece y plata no es.
Se sucedieron las adivinanzas pero de nuevo el aburrimiento llegó. La lluvia no cesaba y nuestros amigos seguían buscando alternativas para pasar el rato. Piensa que te piensa que no puedo dejar de pensar dejó de llover y uno de ellos, el más bajito, propuso representar una función, un cuento, una fábula, convertir el juego en espectáculo teatral…

La compañía Gromeló/Rompelanzas presentó “La fabula es mi canción” Un espectáculo infantil con un discurso de rico lenguaje dónde se explica que una fábula es una composición literaria en la que los personajes suelen ser animales capaces de hablar. Historias con voluntad de enseñar mediante una moraleja de carácter instructivo. El autor Agustín Montano se ha basado en la fábula “La zorra y el cuervo” que proviene de “El libro de los ejemplos del Conde Lucanor”, un compendio de carácter didáctico escrito en el siglo XIV.
El prodigio de la palabra fue apabullante, en alguna fase de la obra parece que tanto mensaje oral puede saturar de narrativa a los niños, pero al contrario, creo que es muy interesante la utilización profusa y profunda del lenguaje cuando, además de un buen texto teatral y de la excelente ejecución verbal de los actores, se consigue una dramaturgia clara, enérgica y aliñada por un vaivén de tonalidades vocales y coreográficas que imposibilita el aburrimiento, una eficaz combinación entre la literatura y la interpretación.
Los actores imprimieron ritmo, ocuparon todo el espacio y jugaron perfectamente con los elementos para crear un permanente estado de expectación entre el público. Marcela Alba, Javier Harguindey y Federico Bacigalup dieron vida a sus personajes a base de matices y una credibilidad apabullante. Tres actores en estado de gracia que nos regalaron la fluidez del verbo, la dinámica del gesto y energía suficiente para meterse en el bolsillo a niños y mayores. Cantaron con frescura, integraron la manipulación de marionetas y subrayaron sentimientos. Una ejecución perfecta que elevó el espectáculo hasta rebasar el escenario y situarse en el corazón del público que, embelesado, recibió con sonrisas y aplausos tanta entrega y talento.
…Y los dos muchachotes y la zagala se subieron al gran cofre que hasta allí les había llevado. Se despidieron con una hermosa canción, una de esas tonada que a poco que te despistes te llegan al alma y hacen brotan lagrimillas de sal porque nuestros amigos se despiden y tu quieres que no se vayan. Pero pregonan los que saben que la despedida no lo es tanto, que los que contaron el cuento, ni ellos son tan muchachotes, ni ella es tan zagala, que más que niños eran titiriteros, faranduleros de la lengua que van por pueblos y ciudades. Andarines que regalan entretenimiento, e invitan a chicos y chacos a recorrer el mundo de los cuentos.

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Fotografías de Luis Puyuelo Bronchal

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12 marzo 2010

Un Lerenda entre Mendos y Mendas


Me gusta hacer el muerto en la piscina, imaginarme a la deriva en algún mar inhóspito. El sueño dura pocos minutos porque las piernas se hunden y termino por tocar fondo. Abro los ojos y allí estoy, bajo la atenta mirada del socorrista.
Hace cinco años que comencé con las clases de teatro para aficionados en el Teatro de la Estación de Zaragoza. La principal motivación fue asegurar mi presencia en los recitales poéticos-narrativos que hacía con mis compañeros de la tertulia literaria “La República de Calíope”. Tenía el sueño de aplicar a aquellas sesiones las herramientas de la representación.
Pero una cosa es proponer y otra distinta disponer. Muy pronto olvidé mis proyectos y caí en la deliciosa tentación del escenario. Jugar a recrear otras vidas, revolotear sobre los sentimientos, hacer divertida o dramática cualquier situación, poner voz a las palabras. En la sala de ensayos era excitante ascender los peldaños que separan el mundo real de los focos. Una distancia minúscula para conseguir el salto más grande: Olvidar las rutinas de la vida diaria, cruzar el espejo y ser, por unas horas, el reflejo de ti mismo. Un personaje más allá de las leyes físicas que nos obligan a tener los pies sobre la tierra, un paraíso para volar.
Luego llegó la efervescencia de enfrentarse al público, superar la barrera del terror, salir ahí sin más armas que tus propios miedos y conectar con los sentimientos, las dudas y los vaivenes de quienes te miran y te escuchan, algo que sólo es posible bajo la pátina del titiritero.
Todas estas sensaciones desaparecieron durante las pasadas Navidades. Los recovecos de la vida, la enésima traición y algunos egos revueltos y mal apagados destruyeron todas las sensaciones positivas que había sentido sobre el escenario y junto a mis compañeros. Había tocado fondo. Fue entonces cuando llegó el SMS de mi profesor de teatro. Jesús Bernal me tiraba, sin saberlo, el salvavidas que necesitaba.
El Grupo número tres estaba montando “La venganza de Don Mendo” y se habían quedado sin rey Alfonso VII. Durante los últimos años les había visto montar funciones con un nivel muy alto. Entre sus alumnos hay actores a los que he visto evolucionar a lo largo de los años, y a los que admiro por la solvencia que demostraban sobre el escenario. Con todas estas premisas no pude negarme. Era un gesto de confianza al que tenía que responder con determinación.
El primer día de ensayos me encontré con la obra montada casi en su totalidad. Ese factor me sirvió de acicate para aprender con rapidez las frases de mi personaje y coger la velocidad de crucero del resto del grupo. El recibimiento que tuve fue espectacular. Me acogieron con cariño y sentí la agradable sensación de integrarme sin problemas a un elenco del que aprendí muchas cosas: La humildad en el trabajo de quienes, con el papel requetesabido, escuchan y ejecutan las proposición que se lanzaban desde dirección, la generosidad de repetir una escena porque alguien no tiene su día, el buen humor como agente vertebrador de todos los ensayos y la agradable sensación de remar en la misma dirección, sin titubeos y con la ilusión de conseguir el objetivo.
Estos antecedentes me ayudaron a calmar los nervios durante el día del estreno. Estuve muy tranquilo, el estado perfecto para deleitarme entre cajas del trabajo de mis compañeros y salir al escenario con la confianza de hacerlo bien y, sobretodo, disfrutar del juego de subirse a un escenario.
Este Lerenda da las gracias a los Mendos y Mendas que por orden de intervención son: Joaquín, Elena, Chon, Maribel, Gabriel, Chuso, Cecilia, Ángel, Antonieta, Fátima, Marta, Inma, Chusa, Elisabeth y Jesús al mando del cotarro.
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Fotografía de Carlosgg: Ángel es Moncada y yo mismo soy el rey Alfonso
Más fotografías en el picasaweb de Elena y Chuso.

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10 marzo 2010

El Mercader de Venecia. Monólogo de Shylock

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08 marzo 2010

Mirar para verme

Las luces del escenario atenuaron su intensidad mientras el foco cenital bañó mi jubón de luz amarilla. El pánico se instaló en las cuerdas vocales. No podía ver al público pero lo intuía. Tragué saliva. El mal trago llegó hasta las tripas. Recordé la tartamudez infantil. Las palabras rebotaban sobre la lengua y los labios para formar cataratas. Un marasmo de contenidos incapaz de circular desde el cerebro hasta los sonidos.
El silencio de la sala era apabullante. Me sentí sólo, tan sólo como en la vida. El escenario era la prolongación de la gota malaya que taladraba las horas de transito entre el sueño y la realidad. Desde aquel altar sólo buscaba amor y de nuevo se cernía el fracaso. Durante semanas entregué mi alma al personaje, busqué sus ademanes y me adentré en sus deseos. Un calvario para conseguir un gesto mínimo de cariño. La atención del público, su energía, un aliento para superar el siguiente tramo del camino. Por eso me vaciaba cada noche frente a esa masa amorfa de ojos y manos. Un salto mortal en el que sustituía mis valores de baratillo por las palabras de los libretos. La terapia tenía el riesgo de la confusión: Discurrir por la vida con los mismos argumentos que utilizaban los personajes en la ficción de la trama. Nunca funcionó. La tensión que necesitaba para la vida de madrugadas y ocho horas de trabajo no estaba en la imaginación de los grandes autores. Tal vez por eso me conformaba con moldear la ficción. Construía un personaje para crear un vínculo con el mundo exterior, le daba forma material y esperaba. Las heridas que la vida me había causado nunca sanaron en la quimera de párrafos sólidos y firmes.
Surfear sobre sentimientos reales con las mismas herramientas que utilizaba para mis personajes — siempre certeros a la hora de situarse en la marca y recibir la luz que los abocaba al mundo — era una tortura de la nunca supe regresar a tiempo. Tanto deseo por sobrevivir se convertía en un lastre que me arrastraba hasta las profundidades donde el amor, el cariño y la amistad sólo eran cachivaches que me ahogaban. Juegos florales que entretienen un cuarto de hora y llenaban el trastero de los sentimientos para toda la vida. Baratijas que nunca supe gestionar.
Un señor de la cuarta fila carraspeó. La respiración del público estaba a punto de convertirse en murmullo. La pausa dramática se alargaba en exceso. Tomé aire y continué con lo único que sabía hacer desde la fragua de un escenario: Repetí las palabras que otros habían escrito para remover sentimientos y así, modificar para modificarme, escuchar para escucharme, mirar para verme.
(Continuará)

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06 marzo 2010

Slava´s snowshow


El patio de butacas del Teatro Principal de Zaragoza nos recibió en penumbra de azules y el sonido de un tren a punto de partir. Eran las primeras señales para desprendernos de todos los prejuicios, una invitación a tomar asiento y abrir los ojos como antes, cuando parpadear nos regalaba una novedad por segundo. Seguro que a más de uno esa premisa de inocencia le parece ridícula pero, desde mi punto de vista, es un peaje necesario para disfrutar de toda la intensidad que el “Slava´s snowshow” lleva en su interior. Un espectáculo sin una línea narrativa a la que aferrarte, un armonioso mundo visual al sólo puedes llegar a través del corazón.
Las escenas se suceden desde la pequeña dimensión de un gesto hasta la grandilocuencia de todo el teatro convertido en parte del espectáculo. Esa es la gran virtud de Slava Polunin, su capacidad para transmitir emociones desde lo más básico, con su nariz de payaso y una pequeña piedra volante; o hacerlo con la impetuosidad de una gigantesca tela de araña. La magnífica ocupación de los espacios le permite crear el mismo estado de expectación desde lo mínimo — una escoba y un trocito de papel — o desde lo abrumador.
Algunas de las transiciones son representaciones poéticas, regalos personales para interpretar desde la libertad de nuestra propia memoria emocional. Pequeños remansos en los que descansar de la risa tras la muerte del payaso, la sorpresa del payaso menguante y la emoción de un abrazo que de tan solitario, te deja en los aledaños de la lágrima.
El trabajo actoral de todos y cada uno de los participantes es sobresaliente, sustentado en un prodigioso control corporal y gestual que se transforma en caudaloso discurrir comunicativo y, sin embargo, uno de los momentos más brillantes tiene como protagonista exclusivo el sonido, es entonces cuando se chequea la entrega del público que, con la acción de dar palmas, cierra el circuito discursivo que une el desconcierto de la ficción con la presencia real de hombres, mujeres y niños sentados en las butacas.
El espectáculo descansa sobre una sólida ambientación musical y un diseño artístico que tiñe cada momento con la tesitura adecuada para situar al espectador en el lugar desde el que pueden aflorar los sentimientos. Un ejercicio muy difícil si tenemos en cuenta que la ficción de la escena no pretende legitimarse en la realidad de la vida. El objetivo final del “clown” es que las emociones traspasen fronteras, ignoren distancias universales, olviden las barreras del idioma y se conviertan en un salto que vaya desde el escenario hasta la última butaca del gallinero. Una pirueta que no pretende extenderse más allá de las paredes del teatro, sin embargo, fue por esa rendija — entre los recuerdos reales y la pirotecnia escénica — la que me permitió volver a la mirada del niño. Abandoné la tierra de las certezas y me adentré en un mar infestado por tiburones con monopatín. El tobogán generó tanta energía que desbocó en un grito de felicidad: Los brazos en alto y las pulsaciones a la misma velocidad de cuando el invierno cubría de nieve las eras de Los Pajares y, ávido de aventuras, retozaba sobre un manto blanco e impoluto.
Si eres capaz de recordar sensaciones exentas de aditamentos adultos, conservantes TDT y colorantes para teñir la realidad, no lo dudes: Sube al vagón surrealista del “Slava´s snowshow” y dejarte llevar por la magia que aún anida en tu pecho.



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05 marzo 2010

39 escalones en Tardes de Blog (6/6)

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04 marzo 2010

39 escalones en Tardes de Blog (5/6)



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03 marzo 2010

39 escalones en Tardes de Blog (4/6)

Primera Parte

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Homenaje a Miguel Hernández en la Biblioteca de Aragón

La Biblioteca de Aragón y la editorial Olifante organizaron un homenaje al poeta Miguel Hernández.
El poeta Ángel Guinda tomó la palabra. Palabras de una conferencia que ya dictó en el último Festival Internacional de Poesía del Moncayo y que, por cuestiones de tiempo, intentó resumir en media hora de brillante y aplomada disertación. Un imposible ejercicio de brevedad para lidiar con las limitaciones horarias del homenaje. Fue gesto de generosidad del poeta que, sin embargo, dejó al público huérfano y con ganas de más. Esta circunstancia debería ser una buena excusa para que la Asociación Aragonesa de Escritores, la Biblioteca de Aragón o quien tenga a bien, dejé el espacio y el tiempo necesario para que Ángel Guinda nos deleite con sus acertadas reflexiones, esta vez en su totalidad, porque el discurso de ayer fue manjar saboreado a medias. Guinda habló de la profunda admiración poética que siente hacia el homenajeado, una pasión que se forjó en la escuela, en una de esas aulas dónde los maestros vocacionales de antaño eran capaces de dejar huellas imborrables. La exégesis de Ángel Guinda esbozó la vida del poeta en Madrid, sus escarceos amorosos, la aspereza de las noches al raso, su devenir por el frente, las proclamas políticas, el calvario carcelario, el profundo amor hacía su esposa y una nana de cebolla para su hijo. La vida breve para una poética dual, capaz de pegarse a la realidad de los acontecimientos históricos, o de volar en versos inspirados en el devenir personal. El desdoblamiento del creador concienciado con su tiempo, paleta incendiaria para animar la trinchera y volapiés escritos por el impulso irrefrenable de quien sólo puede ser poeta.
Lucía Izquierdo, nuera de Miguel Hernández, también habló de la escuela. Confesó lo rudimentario de su formación académica que le llegó justito para leer. Eran tiempos de premura y para servir no hacía falta dominar las cuatro reglas. El azar la llevó hasta el corazón del hijo del poeta, Manolín en su casa y Miguel para ella. Fue su marido quien la introdujo de a poquitos en el deleite de la lectura. El caminito que la llevó de Bécquer, a los hermanos Grimm, de Lorca a Juan Ramón, de la oscuridad a los versos de su suegro en ausencia de carne, pero de cotidiana presencia en el ordinario devenir. Lucía nos regaló la mirada familiar de quien siente a Miguel Hernández en su condición de padre, suegro y abuelo, una figura muy alejada del mito. Esa cercanía le permitió hablar desde la sencillez y el amor, y lo hizo, más que del poeta, de su esposa. Josefina fue una mujer que luchó para sacar adelante a sus hermanos y al hijo criado con cebollas. Una vida de cigarrita por caminillos de costurera, pespuntes de pañales y cataratas entre los rotos y los descosidos de una España de tinieblas, cárcel y dos rejas. Allá al fondo el poeta derrumbado por la enfermedad y los golpes. En primer plano la madre con el hijo. Un niño con dos canicas de barro en la mano desconsolada que se abre en busca del padre. Dos canicas por el suelo que cruzan el despropósito que separan al poeta de la vida. Miguel Hernández quiso recoger aquellas canicas del suelo, quien sabe si para acariciarlas y sentir la piel de su hijo al que no puede tocar. La mano del poeta quiso apresar aquellas canicas de barro pero la culata de un mosquetón se lo impidió. El golpe despiadado de la autoridad cayó sobre los nudillos de la dignidad amasada con versos hondos, versos destinados a inmortalidad.
El homenaje terminó con la lectura de algunos poemas a cargo de Rafael Campos, Mª José Moreno, Geraldine Hill, Reyes Guillén, Ana Alcaraz, Inmaculada Marqueta, Carmen Ruiz, Aloma Rodríguez, Manuel Forega y Luisa Miñana.

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02 marzo 2010

39 escalones en Tardes de Blog (3/6)


Cuarta parte


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01 marzo 2010

39 escalones en Tardes de Blog (2/6)

Primera Parte




Tercera parte
Cuarta parte

Quinta parte

Sexta parte

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