“La fábula es mi canción” de Gromeló/Rompelanzas
Nuestros tres amigos lo pensaron concienzudamente hasta que llegó una opción tan brillante como jugar a los trabalenguas. La idea era tan genial que los tres chavales abandonaron el escenario y corretearon por el patio de butacas a la búsqueda de intrépidos espectadores que no se amilanasen ante el reto de repetir sin titubeos parrafadas como:
Elcieloestaenladrilladoquienlodesenladrillaraeldesenladrillador
El público respondió como de él se esperaba hasta que el aburrimiento se apoderó otra vez de la situación. Nuestros incansables amigos regresaron al círculo dónde se piensa y, tras varias vueltas de estrujar las meninges, decidieron jugar a ese juego donde el público tiene que adivinar quien es una señora señoreada que conmigo siempre va, o el nombre de esa fruta canaria que oro parece y plata no es.
Se sucedieron las adivinanzas pero de nuevo el aburrimiento llegó. La lluvia no cesaba y nuestros amigos seguían buscando alternativas para pasar el rato. Piensa que te piensa que no puedo dejar de pensar dejó de llover y uno de ellos, el más bajito, propuso representar una función, un cuento, una fábula, convertir el juego en espectáculo teatral…
La compañía Gromeló/Rompelanzas presentó “La fabula es mi canción” Un espectáculo infantil con un discurso de rico lenguaje dónde se explica que una fábula es una composición literaria en la que los personajes suelen ser animales capaces de hablar. Historias con voluntad de enseñar mediante una moraleja de carácter instructivo. El autor Agustín Montano se ha basado en la fábula “La zorra y el cuervo” que proviene de “El libro de los ejemplos del Conde Lucanor”, un compendio de carácter didáctico escrito en el siglo XIV.
El prodigio de la palabra fue apabullante, en alguna fase de la obra parece que tanto mensaje oral puede saturar de narrativa a los niños, pero al contrario, creo que es muy interesante la utilización profusa y profunda del lenguaje cuando, además de un buen texto teatral y de la excelente ejecución verbal de los actores, se consigue una dramaturgia clara, enérgica y aliñada por un vaivén de tonalidades vocales y coreográficas que imposibilita el aburrimiento, una eficaz combinación entre la literatura y la interpretación.
Los actores imprimieron ritmo, ocuparon todo el espacio y jugaron perfectamente con los elementos para crear un permanente estado de expectación entre el público. Marcela Alba, Javier Harguindey y Federico Bacigalup dieron vida a sus personajes a base de matices y una credibilidad apabullante. Tres actores en estado de gracia que nos regalaron la fluidez del verbo, la dinámica del gesto y energía suficiente para meterse en el bolsillo a niños y mayores. Cantaron con frescura, integraron la manipulación de marionetas y subrayaron sentimientos. Una ejecución perfecta que elevó el espectáculo hasta rebasar el escenario y situarse en el corazón del público que, embelesado, recibió con sonrisas y aplausos tanta entrega y talento.
…Y los dos muchachotes y la zagala se subieron al gran cofre que hasta allí les había llevado. Se despidieron con una hermosa canción, una de esas tonada que a poco que te despistes te llegan al alma y hacen brotan lagrimillas de sal porque nuestros amigos se despiden y tu quieres que no se vayan. Pero pregonan los que saben que la despedida no lo es tanto, que los que contaron el cuento, ni ellos son tan muchachotes, ni ella es tan zagala, que más que niños eran titiriteros, faranduleros de la lengua que van por pueblos y ciudades. Andarines que regalan entretenimiento, e invitan a chicos y chacos a recorrer el mundo de los cuentos.
Etiquetas: gromeló, reseña teatro
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