La curvatura de la córnea

27 abril 2020

Covid-19 y la sociedad líquida




Quizás sea un buen momento para poner sobre la mesa algunas características de nuestra sociedad y así entender mejor distintos comportamientos ante la crisis sanitaria que nos asola y que ha dejado a la vista de todos algunos factores de lo que Zygmunt Bauman describió como sociedades “liquidas”. Bauman enfocaba su tesis hacia el mundo del consumo de objetos que pierden su utilidad y su atracción en poco tiempo, sin embargo creo que es un buen experimento aplicarlos a estos tiempos donde bulos y hechos alternativos de dudosa veracidad están colonizando el terreno de la realidad para dibujar nuevos espacios que nos golpean y pretenden sustituir los acontecimientos por un atrezo de mentira
La máxima de Bauman es que la vida líquida no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo, es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante. Estamos inmersos en una sustancia liquida que lo mismo se alimenta de los cuñados al teclado que de los bots especializados en enviar miles de mensajes para dañar reputaciones y así, abrumados por tanta marea, no podemos seguir el ritmo de unos acontecimientos que se mueve con gran rapidez en las Redes Sociales mientras la ciencia, que basa su trabajo en el método prueba-error y se mueve en el terreno de la incertidumbre, funciona a una velocidad mucho más lenta en su destilación que todas esa avalancha de verdades absolutas que nos ahogan. Esta manera de actuar afecta a la representación de la realidad que en este mundo líquido necesita alimentarse de nuevos y constantes comienzos, que sin embargo nos proporciona finales breves o inexistentes. De esta manera la viralización de tanta opinión de andar por casa en comentarios demoledores plagados de insultos o eternos videos en vertical de ciudadanos que gritan, se produce el fenómeno social de que  hoy me levanto virólogo y me acuesto agente internacional de comercio, sin darme importancia. Todas estas perlas, más pronto que tarde, forma un detritus que nos rodea y terminará por inundarnos hasta anular la capacidad de distinguir entre Luís Enjuanes, director del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, y Facundo el Enterao. En ese sentido Bauman es pesimista y afirma que este mecanismo social no puede detenerse en una sociedad liquida y su consecuencia será el laberinto.
En un medio ambiente líquido quizás lo más razonable sea aceptar la desorientación y aumentar la capacidad de acostumbrarse al vértigo y la marea, el viaje va a ser muy largo y tendremos que tolerar el itinerario, la dirección y todas las marejadas que aparezcan. Porque el Covid-19 nos está retratando a unos y a otros, a los acomodados en el plano material, político e instantáneo pero empobrecidos en lo espiritual, y todos los demás que intentan poner lo mejor para resistir y caminar juntos. Tenemos que ser conscientes que en una sociedad liquida, frente a las cautelas de la ciencia y la prudencia de moverse por terrenos todavía desconocidos, lo importante es la percepción inmediata, la velocidad de los acontecimientos y consumir cualquier combustible para la maquinaria del exceso de medio-noticias, mentiras, medias verdades y majaderías que dificultan la solución posible en el menor tiempo posible y que están comprimiendo las certezas.
Los que tenemos una cierta edad sabemos que existió un mundo pasado en el que el tiempo era mucho más lento, en el que la distancia entre las angustias de vivir y la moral para enfrentarse a ellas permitía una cierta reflexión que te permitía mirar todo el camino recorrido y atisbar hacia el futuro con alguna esperanza. Ahora que todo se apuesta a lo inmediato, es muy difícil mirar hacia atrás, hacia el punto de partida, porque todo se juega al rápido movimiento temporal de una “vida líquida que es una vida devoradora”.
Una sociedad democrática no debería tener problemas para elevar un “mea culpa” Empezando por la autocrítica de todas las administraciones, desde la estatal, a la local pasando por la autonómica, todos sus responsables deberían repasar su relación con los errores y los aciertos y reflexionar sobre como los han trasladado a una sociedad que va camino de la infantilización, entre otras cosas, porque se hacen juegos malabares con la verdad. Pero también necesitamos una autocrítica íntima y personal qué identifique en cuanto hemos ayudados a solventar la crisis, pero también cuantos palos hemos puesto en la ruedas de una situación compleja e inédita en nuestra latitud. Una sociedad democrática que se precie, además de saber toda la verdad, también debería saber gestionarla.
Manuela Carmena escribía hace un par de días que en estos momentos tan difíciles sería importante reflexionar en común sobre cómo queremos reconstruir nuestra sociedad: Podemos elegir la confrontación viral que a veces vemos en la práctica política y en algunos mensajes de Whatsapp, Facebook o Twitter; pero también podemos pensar como un organismo biológico cuyo resultado final provenga de la suma de una cooperación inteligente. La elección depende de cada uno de nosotros.




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