Covid-19 y la sociedad líquida
Quizás sea un buen momento para poner sobre la mesa algunas características
de nuestra sociedad y así entender mejor distintos comportamientos ante la
crisis sanitaria que nos asola y que ha dejado a la vista de todos algunos
factores de lo que Zygmunt Bauman describió como sociedades “liquidas”. Bauman enfocaba
su tesis hacia el mundo del consumo de objetos que pierden su utilidad y su
atracción en poco tiempo, sin embargo creo que es un buen experimento aplicarlos
a estos tiempos donde bulos y hechos alternativos de dudosa veracidad están
colonizando el terreno de la realidad para dibujar nuevos espacios que nos
golpean y pretenden sustituir los acontecimientos por un atrezo de mentira
La máxima de Bauman es que la vida líquida no puede mantener
su forma ni su rumbo durante mucho tiempo, es una vida precaria y vivida en
condiciones de incertidumbre constante. Estamos inmersos en una sustancia
liquida que lo mismo se alimenta de los cuñados al teclado que de los bots
especializados en enviar miles de mensajes para dañar reputaciones y así,
abrumados por tanta marea, no podemos seguir el ritmo de unos acontecimientos
que se mueve con gran rapidez en las Redes Sociales mientras la ciencia, que
basa su trabajo en el método prueba-error y se mueve en el terreno de la
incertidumbre, funciona a una velocidad mucho más lenta en su destilación que
todas esa avalancha de verdades absolutas que nos ahogan. Esta manera de actuar
afecta a la representación de la realidad que en este mundo líquido necesita
alimentarse de nuevos y constantes comienzos, que sin embargo nos proporciona finales
breves o inexistentes. De esta manera la viralización de tanta opinión de andar
por casa en comentarios demoledores plagados de insultos o eternos videos en vertical
de ciudadanos que gritan, se produce el fenómeno social de que hoy me levanto virólogo y me acuesto agente
internacional de comercio, sin darme importancia. Todas estas perlas, más
pronto que tarde, forma un detritus que nos rodea y terminará por inundarnos
hasta anular la capacidad de distinguir entre Luís Enjuanes, director del
laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, y Facundo el
Enterao. En ese sentido Bauman es pesimista y afirma que este mecanismo social
no puede detenerse en una sociedad liquida y su consecuencia será el laberinto.
En un medio ambiente líquido quizás lo más razonable sea
aceptar la desorientación y aumentar la capacidad de acostumbrarse al vértigo y
la marea, el viaje va a ser muy largo y tendremos que tolerar el itinerario, la
dirección y todas las marejadas que aparezcan. Porque el Covid-19 nos está
retratando a unos y a otros, a los acomodados en el plano material, político e
instantáneo pero empobrecidos en lo espiritual, y todos los demás que intentan
poner lo mejor para resistir y caminar juntos. Tenemos que ser conscientes que
en una sociedad liquida, frente a las cautelas de la ciencia y la prudencia de
moverse por terrenos todavía desconocidos, lo importante es la percepción
inmediata, la velocidad de los acontecimientos y consumir cualquier combustible
para la maquinaria del exceso de medio-noticias, mentiras, medias verdades y
majaderías que dificultan la solución posible en el menor tiempo posible y que
están comprimiendo las certezas.
Los que tenemos una cierta edad sabemos que existió un mundo
pasado en el que el tiempo era mucho más lento, en el que la distancia entre
las angustias de vivir y la moral para enfrentarse a ellas permitía una cierta
reflexión que te permitía mirar todo el camino recorrido y atisbar hacia el
futuro con alguna esperanza. Ahora que todo se apuesta a lo inmediato, es muy difícil
mirar hacia atrás, hacia el punto de partida, porque todo se juega al rápido movimiento
temporal de una “vida líquida que es una vida devoradora”.
Una sociedad democrática no debería tener problemas para elevar
un “mea culpa” Empezando por la autocrítica de todas las administraciones, desde
la estatal, a la local pasando por la autonómica, todos sus responsables
deberían repasar su relación con los errores y los aciertos y reflexionar sobre
como los han trasladado a una sociedad que va camino de la infantilización,
entre otras cosas, porque se hacen juegos malabares con la verdad. Pero también
necesitamos una autocrítica íntima y personal qué identifique en cuanto hemos
ayudados a solventar la crisis, pero también cuantos palos hemos puesto en la
ruedas de una situación compleja e inédita en nuestra latitud. Una sociedad
democrática que se precie, además de saber toda la verdad, también debería
saber gestionarla.
Manuela Carmena escribía hace un par de días que en estos
momentos tan difíciles sería importante reflexionar en común sobre cómo
queremos reconstruir nuestra sociedad: Podemos elegir la confrontación viral
que a veces vemos en la práctica política y en algunos mensajes de Whatsapp,
Facebook o Twitter; pero también podemos pensar como un organismo biológico
cuyo resultado final provenga de la suma de una cooperación inteligente. La
elección depende de cada uno de nosotros.
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