La cicatriz
Hacía mucho tiempo que no me detenía
en la cicatriz de la parte superior del muslo izquierdo. La primera y única
cicatriz que tatúa mi cuerpo me la hice en la frontera entre las Barriadas del
Sur y el monte Gurugú, allí donde mi madre me atrapo frustrando una fuga que no
llegó a tanto. Ella se me abalanzó para detener mi carrera y caí al suelo con
tan mala suerte que un canto rodado me
abrió la herida. Mi madre se atusaba el ato mientras se levantaba del suelo
resoplando por el esfuerzo hasta que vio el reguero bermellón que brotaba de mi
pierna y se desmayó con la misma elegancia con la que rociaba de laca sus
peinados de ir a misa los domingos. Intenté despertarla con unas palmaditas en
aquél cutis al cuidado de Pond´s pero como no conseguía nada decidí regresar a
casa con ella arrastras. Recorrer el camino de vuelta a casa fue una humillante
lección en la que un reguero de sangre empapaba el cemento para dejar un rastro que, pasado el tiempo,
todavía sigue allí, impertérrito a las brigadas de limpieza desde la dictadura
a la democracia. Cuando llegué a la puerta de casa mi padre escuchaba a Luís
del Olmo en la radio y me dio tres pescozones: Por fracasar en la huida, por
manchar la calle de sangre y por traer desmayada a una madre que eso, hijo mío,
no se hace. El señor Isaac apagó la radio y puso una voz que yo nunca le había
escuchado. Hazte a un lado Javi que voy a despertar a tu madre. Y entonces
recitó de corrido: Santa Rita mediadora de lo Imposible, tan humilde, tan pura,
tan mortificada y tan paciente a ti acudo confiado para que seas favorable a
nuestra petición y despiertes a mi parienta, a la madre de este hijo desnortado
que no para de darnos faena, disgustos y de llevarnos por la calle de la
amargura con todas las cosas descabelladas que se le ocurren y que nosotros no
podemos refrenar por más que… Los ojos abiertos de mi madre interrumpieron el
soliloquio y los tres nos fundimos en un breve abrazo que la Rosario
interrumpió al grito de, hay que cerrar esa herida para que este trasto de niño
no se nos desangre, cogió aguja, hilo y dedal de su caja de caja de costura y
cerró mi herida con un pespunte de punto contorno y dividido que me dejó una
cicatriz primorosa de la que todavía puedo presumir.
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