El flamenco renacentista (o no) de María José Llergo
Los artistas del Renacimiento allá por el siglo XV tenían
dos objetivos: El primero era alejarse de los oficios mecánicos para
desembarazarse del control gremial característico de la Edad Media. El segundo
era propiciar un cambio es su estatus social y alcanzar las más altas cotas de
reconocimiento del poder político. El método utilizado para conseguir la
revalorización de su trabajo fue afinar la precisión técnica de sus obras que
se arroparon al abrigo del conocimiento científico gracias al estudio de las
materias que se enseñaban en las Universidades y que los artistas luchaban por
implementar en su trabajo: Gramática, retórica, dialéctica, aritmética,
geometría, música y astronomía. Así nacieron artistas que en su búsqueda por el
ascenso social conocían los intereses y la cultura para quienes trabajan, por
un lado reyes y gobernantes que ostentaban el poder, pero también la pequeña nobleza y los comerciantes urbanos
que ansiaban retratos y altares en los que plasmar la pujanza del nuevo poder que se estaba fraguando en forma de
capitalismo.
María José Llergo aprendió a cantar por osmosis mientras filtraba
la voz de su abuelo Pepe que, al compás de una azada, roturaba una tierra de piedra,
copla y fandango. Ella afirma que su cante “es un alegato al compromiso
artístico” que comenzó al calor de hogar pero se fraguó gracias a los
conocimientos que adquirió en la Escuela Superior de Música de Cataluña donde
pasó del aprendizaje autodidacta al mundo de conocimiento académico. Un paso
fundamental para consolidar las habilidades propias del oficio de componer,
producir e interpretar canciones, unas competencias que completa con algunas
cavilaciones: “El conocimiento que va incluso más allá de la música, a mí me
interesa también formarme como persona, cuanto más sepas y más conozcas, más
capacidad tendrás de adaptarte al resto. Encerrarse en un único pensamiento te
lleva a vivir en un mundo muy pequeño"
María José Llergo habló con Javier Gallego en la Carne Cruda
del pasado 15 de marzo sobre el proceso creativo, que ella asemeja a una mezcla
entre el método científico y el trabajo de la tierra. Es una manera de enfrentarse
a la composición con el espíritu de quien resuelve una hipótesis científica: La
inspiración inicial se consigue mediante un proceso de observación de la
naturaleza y de las ciudades, espacios en los que busca la poesía que se
derrama en las lágrimas de una acequia o en las venas de la ciudad. La
observación se condensa en un mundo de dualidades que confrontan espacios
antagónicos como la belleza y la fealdad o las evidentes disparidades sociales.
Estas peleas producen conflictos internos de donde nacen versos y ritmos que
codifican el mundo mediante la experimentación sonora.
La segunda parte del proceso creativo es el tiempo de buscar
melodías y sonoridades que se ajusten a la sensibilidad de cada una de las
canciones, no es lo mismo la luz infantil de una oda a la naturaleza, que la
búsqueda de sonidos afilados como espadas para retratar el oleaje de muertos
que mece el Mediterráneo. Las herramientas en este trabajo tienen que ver con
las personas que colaboran en el proyecto. La comunicación entre productores y
músicos se establece mediante el uso de términos más poéticos que técnicos,
sentir el aire que marca el compás de una bulería por soleá y armonizar la
sensación que se crea en el estudio con
las letras escritas previamente. Esta relación entre músicas y letras también
se produce a la inversa, como si en medio de la oscuridad desorientada se
hiciera de repente la luz.
El tercer paso es exponer la idea. El primer boceto siempre
necesita desarrollarse para confirmar la idea inicial o, por el contrario, ser
catapulta hacia otras ideas, en cualquier caso se trata de alimentar el proceso
para que crezca lo máximo posible. María José Llergo afirma que esta libertad
en el proceso creativo es lo más bonito de un oficio, que se siente tan viva como
para soñar que el proceso nunca se acaba, que esa felicidad se eterniza.
Pero la grabación de las canciones termina por traspasar la
línea entre lo imaginario y lo tangible y se fija en lo material, entonces
comienza el trabajo agrícola de oxigenación, arado y abono. Es la hora de
aplicar la pátina del aprendizaje de todo lo viejo para plasmarlo en algo
nuevo. Elegir bien la semilla, que no es lo mismo cultivar la frescura de la
serenidad y tranquilidad personal, que hacerlo sobre la oscuridad de los
problemas sociales. Se trata de conectar el momento personal con las
sensaciones exteriores, esa una de las claves para sentirse a gusto con la
creación: No puede existir disonancias entre la vibración interior y la del
diafragma. María José Llergo ha esperado a enamorarse para cantarle al amor.
La semilla plantada crece y se tiene que enfrentar a las
inclemencias del tiempo en forma de tormentas. Las nuevas canciones salen a
pasear en exposición pública para someterse a los agentes atmosféricos ajenos.
Es la hora de aprender que tanto trabajo no puede ser mancillado por una
influencia exterior que acabe con el crecimiento que se merece cada canción,
esa gema que ha nacido de lo más profundo.
Ha llegado el momento final. María José Llergo entrega su
trabajo sin esperar nada a cambio, se desprende de la música sin esperar
reconocimiento, ella ha nacido para
hacer letras y músicas, tiene la necesidad de hacerlo, siente que esa es su
manera de vivir y es consciente de que seguir en ese camino ya depende de solo
de ella, también depende del público y del valor que cada uno de nosotros le
damos a ese proceso creativo que termina por
tocarnos el corazón. Y después, cada cierto tiempo, el artista también
necesita la calma del barbecho para que vuelvan a florecer otras semillas,
nuevas canciones para tiempos nuevos.
Les confieso que fue el algoritmo de Spotify quien me llevó
a las canciones de María José Llergo pero, tras seguir algunas de sus
entrevistas lo que de verdad me fascinó fue el discurso con el que envuelve
todo lo que hace y siente, como reivindica el esfuerzo por mejorar su trabajo
artístico que nace del surco pero crece gracias a la sabiduría académica y el
estudio científico, un proceso que me recuerda al artista del Renacimiento que,
en lugar de depender de reyes o burgueses, se pone al servicio del público
mondo y lirondo como usted, querido e improbable lector, y yo. María José
Llergo lo tiene claro: “No pienso en agradar a nadie, solo quiero seguir mi
camino de la mejor manera”. “Estoy al servicio de la música. Que haga conmigo
lo que quiera y me prestaré."
Etiquetas: artículo, María José Llergo, música
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