La curvatura de la córnea

08 marzo 2009

Música y poesía en Hungría

Para encontrar la calle Violante Hungría tuve que preguntar, y con este ojo avizor, fui a parar a una chica morena que me contesto con inconfundible acento sajón «Es la calle paralela, ¿conoce usted el Centro Cívico Universidad?» La invité, pero no aceptó mi propuesta de una noche con músicos, poetas y cantantes.
Lousiana fueron los encargados de abrir la velada ante un público que, aunque escaso, estuvo atento a las propuestas que se lanzaban desde el escenario, la de Lousiana tiene mucho que ver con la elegancia, melodías de apariencia sencilla para canciones amarradas al sentimiento, unos temas sostenidos por la voz de la poeta Ana Muñoz y del músico Luis Cebrián. Manzanas y flores sobre el escenario y ella escondida detrás de la guitarra, allí estaba pero no se dejó ver durante la primera parte del concierto. Ana Muñoz buscó con la mirada la seguridad escénica que derrochó su compañero, su gestó encontró algunas veces cobijo pero, en dos ocasiones, no fue así y yo me sentí pelín incómodo.
La mano derecha de Ana abandonó las seis cuerdas y flotó suspendida en el aire. Ese fue el punto de inflexión que cambio de forma radical su actitud en escena. Mantuvo la elegancia, la voz de la poeta ganó en potencia, una firmeza con la que alcanzó el grado de cantante, despistó un par de miradas sobre algunas de sus amigas apostadas en primera fila y todos la sentimos más cerca.
La fuerza de Ana Muñoz radica en una mirada que todavía no nos muestra, una mirada dispuesta a contarnos las historias que cuentan sus canciones, un aditamento extra que elevaría su perfecta dicción de las palabras y una arrebatadora presencia aunque, sus altísimos zapatos no sean del color rojo que tanto me gusta.
Don Nadie + Rabanaque se presentaron en segundo lugar para sustituir a ausencia de última hora de Puri y los Tanis. Ya hablamos de en esta bitácora de la nueva incorporación de Gigi como baterista de Don Nadie y ayer confirmó la primera impresión que tuve de encontrarnos ante una mujer que atesora una apabullante calidad en el manejo de las baquetas y la sabiduría de la austeridad para redondear los temas con matices swing, ondulaciones jazz y el barniz de la elegancia: La versión del clásico de Elvys Presley “Fever” fue memorable.
La incorporación de Gigi tiene, como beneficio escénico, la liberación del guitarrista y cantante Gustavo con respecto a esa maquinita que él usa para jugar a darle macarena al compás, un tiempo nuevo que le permite levantarse de la silla y deleitarnos con nuevos territorios expresivos cercanos a los bailes callejeros del break. Una de las novedad de la noche fue el dúo entre la voz poética de Rabanaque y la batería de Gigi, un ejercicio de estilo sobrio pero atrayente y que abre un nuevo camino. El telón visual de Zombra fue el gran ausente de la noche, tal vez fue esa falta de aliñó tras el que guarecerse, el motivo que tiñó la noche de un tono romántico, suavecito y amoroso; erala primera vez, de todas las que he disfrutado de sus directos, que no apareció el lado reivindicativo de este combo, unos artistas que caminan con paso firme por la senda de consolidarse como la perfecta simbiosis entre la música y la poesía.
Experimentos in da Notte cerró la noche. Comenzó Pablo Malatesta en solitario, guitarreo lujoso ahormando el ambiente, y esa habilidad para generar un sonido, aplicarle un bucle rítmico y que la repetición resulte provocadora, interesante y seductora. El poeta Octavio Gómez Milián nos recordó la Alsa-dependecia de sus idas y venidas a Madrid, ventura poética de quien viaja en autobús mientras el Estado sutura con vías ferroviarias infraestructuras de alta velocidad a precios para quedarse paradito. Gómez Milián me enganchó con sus versos iniciales con la misa facilidad que me abandonó en los tiempos musicales, deambuló indeciso, solicitó un güisqui y presentó la gran sorpresa de la noche: La poeta Carmen Ruiz Fleta llenó el escenario de tropicalismo lila y este inicio de marzo con quince días de agosto. Una explosión fresca y convincente, interactuó con los músicos con naturalidad, se mostró radiante con el público, nos regaló su sonrisa y una eficacia aplastante en la dicción: Estuvo soberbia y ojala frecuente los escenarios con sus versos y el vaivén musical de unos excelentes arreglos. Volvió Octavio Gómez Milián para follarse a Jane Birkin con más aceleración que firmeza, y me perdí, y regresé durante unos minutos porque a mi me gusta las palabras que el poeta escribe, unos versos que necesitan otro comportamiento en escena, necesitan más verdad, una dicción más asentada, menos descontrol vocal y la misma energía con la que Octavio se amarró al micro para comérselo. Creo que faltó equilibrar la ecuación del spoken word en la dirección de más palabras y menos rock and roll.
Algo bueno ocurre con la poesía zaragozana cuando cuatro de sus más valiosos pilares: Ana Muñoz, Daniel Rabanaque, Octavio Gómez Milián y Carmen Ruiz, se suben a un escenario con músicos de la talla de Luís Cebrian, Don Nadie y Pablo Malatesta y nos ofrecen una interesante velada poético musical al calorcito de tres actuaciones con una sobresaliente calidad sonido, vaya desde este modesto rincón mi felicitación para los técnicos que lo hicieron posible.

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