Una cruz en el calendario
Javier heredó la costumbre materna de apuntarlo todo en el calendario. Ella lo hacía para recordar las onomásticas y los cumpleaños, y él hacía lo propio con fechas de los conciertos, representaciones teatrales y la frecuencia de los polvos.
Javier se alejó durante unos años del tradicional calendario de Santa Rita, y en un acto de rebeldía estética se pasó a los calendarios mudos impresos en papel couche de gran gramaje con colores chillones, números diminutos, y días y meses escritos en inglés. Terminó por odiar tanto diseño y regresó al papelote marrón con las fiestas de guardar en rojo, las fases de la luna y un nombre de santo para cada jornada.
Javier marcó con una cruz el dos de octubre, festividad de San Saturio, patrón de Soria, y cumpleaños de su madre. Aquella cruz no era el recordatorio para descolgar el teléfono y cantar happy birthday mami, aquella cruz señalaba una premonición, un juego macabro que, en lugar de hacerle gracia, lo dejó varado en la categoría de los guilipollas.
La ocurrencia partió después de una conversación con su madre, un ritual que se repetía semana tras semana durante los últimos dos años y que comenzaba con los besos de rigor, tres por mejilla, continuaba con un inventario de lo ocurrido durante los últimos siete días, un cóctel elaborado con la sinopsis de la homilía dominical, los últimos chismorreos políticos sociales del municipio para terminar con la actualización del censo de enfermos y fallecidos. Ahí, llegada la hora de recordar los muertos de ayer, los de ahora y los que vendrán, ahí fue donde la madre de Javier repitió su premonición
— Tu abuela Ramona se murió sin estar mala. Se puso un poco resfriada y a la noche le di una aspirina. «Mañana te llevo al médico» Esas fueron mis últimas palabras, al día siguiente amaneció muerta. Tenía ochenta y siete años. Los mismos que cumpliré yo este año, así que todo eso me queda de vida.
Javier escuchó la profecía de la muerte de su madre con la ironía de todas las semanas y continuó con el guión establecido por la costumbre
— Pero mama, es que para aquellos tiempos, los ochenta y siete años de la abuela serían como ahora más de cien.
— Claro hijo, pero tu madre no tiene la misma salud que tenía la abuela.
— Venga mama que estás estupenda.
— Ya, lo que estoy es vieja, fea, sorda, tonta y cigarrita.
— De tus cinco males ninguno es enfermedad. Es cierto que estás vieja, sorda y un poco cigarrita de un ojo, por lo demás, te lo repito, estás estupenda.
Javier regresó a Zeta como cada lunes y tuvo la estúpida ocurrencia de marcar con una cruz el día que su madre cumplirá ochenta y siete años, un banderazo para la cuenta atrás de saber si la señora Rosario se morirá con la misma edad que la abuela Ramona.
Cuando se vuelvan a ver, Javier le contará semejante ocurrencia a su madre y los dos se reirán un rato pero, no se, ahora me gustaría poder borrar esa marca.
Javier se alejó durante unos años del tradicional calendario de Santa Rita, y en un acto de rebeldía estética se pasó a los calendarios mudos impresos en papel couche de gran gramaje con colores chillones, números diminutos, y días y meses escritos en inglés. Terminó por odiar tanto diseño y regresó al papelote marrón con las fiestas de guardar en rojo, las fases de la luna y un nombre de santo para cada jornada.
Javier marcó con una cruz el dos de octubre, festividad de San Saturio, patrón de Soria, y cumpleaños de su madre. Aquella cruz no era el recordatorio para descolgar el teléfono y cantar happy birthday mami, aquella cruz señalaba una premonición, un juego macabro que, en lugar de hacerle gracia, lo dejó varado en la categoría de los guilipollas.
La ocurrencia partió después de una conversación con su madre, un ritual que se repetía semana tras semana durante los últimos dos años y que comenzaba con los besos de rigor, tres por mejilla, continuaba con un inventario de lo ocurrido durante los últimos siete días, un cóctel elaborado con la sinopsis de la homilía dominical, los últimos chismorreos políticos sociales del municipio para terminar con la actualización del censo de enfermos y fallecidos. Ahí, llegada la hora de recordar los muertos de ayer, los de ahora y los que vendrán, ahí fue donde la madre de Javier repitió su premonición
— Tu abuela Ramona se murió sin estar mala. Se puso un poco resfriada y a la noche le di una aspirina. «Mañana te llevo al médico» Esas fueron mis últimas palabras, al día siguiente amaneció muerta. Tenía ochenta y siete años. Los mismos que cumpliré yo este año, así que todo eso me queda de vida.
Javier escuchó la profecía de la muerte de su madre con la ironía de todas las semanas y continuó con el guión establecido por la costumbre
— Pero mama, es que para aquellos tiempos, los ochenta y siete años de la abuela serían como ahora más de cien.
— Claro hijo, pero tu madre no tiene la misma salud que tenía la abuela.
— Venga mama que estás estupenda.
— Ya, lo que estoy es vieja, fea, sorda, tonta y cigarrita.
— De tus cinco males ninguno es enfermedad. Es cierto que estás vieja, sorda y un poco cigarrita de un ojo, por lo demás, te lo repito, estás estupenda.
Javier regresó a Zeta como cada lunes y tuvo la estúpida ocurrencia de marcar con una cruz el día que su madre cumplirá ochenta y siete años, un banderazo para la cuenta atrás de saber si la señora Rosario se morirá con la misma edad que la abuela Ramona.
Cuando se vuelvan a ver, Javier le contará semejante ocurrencia a su madre y los dos se reirán un rato pero, no se, ahora me gustaría poder borrar esa marca.
16 Comments:
Tremendo.
Esta estupenda. Ya se de donde has sacado esos ojillos llenos de vida y alegría.
las madres... la única divinidad existente y en la que yo creo.
pues es verdad...presagios fuera...abrazos.
Hola Retruécano.
Ya ves, la señora Rosario y esa chispa en la mirada. Me gusta que cites sus ojillos porque son la prueba de que ella todavía es capaz de ser feliz y eso es toda una lección, una actitud que me hace sentir orgullo y admiración por esta señora que pertenece a una generación de luchadoras, de trabajadoras, mujeres de una pieza.
¡Ay las madres! divinas y humanas.
Salu2 Córneos.
PD: Peazo de herencia si mi madre me deja ese brillo en la mirada
Hola Fernando.
Después de escribir el texto he recordado un presagio que tuvo mi madre conmigo, también hay un calendario de por medio, ella todo lo apunta en el calendario y en aquel presagio... pero eso es otra historia ;-)
Salu2 Córneos y un abrazo.
PD: Al final no pude ir a saludarte a la Feria del Lilbro, snif.
Vaya gozada tener un pueblo para poder ir los fines de semana.
Yo también voy, aunque cada quince dias, y... chincha, me quedo toooodo el verano.
Tu madre tiene un aspecto estupendo. Que se conserve así por muchos años.
Me ha gustado el texto; entrañable.
Nada de supersticiones y malos rolletes.
Muchos besos a la madre cuendo la veas y punto.
Hay supersticiones que están para superarlas.
La señora que veo en esa foto estará "cigarrita" (me ha gustado el palabro, no lo había oído nunca jeje)pero rezuma alegría, buen rollo...VIDA.
Ah, dale un besazo tremendo cuando la vuelvas a ver.
Que viva la Sra. Rosario, pero que viva muchos años más.
Aprovecha su presencia mientras esté para hacer cosas nuevas, porque luego te sentirás mas viejo.
Qué pasó ayer que salísteis raudos y veloces?.
No pudimos acabar con las cervezas.
Dios........
Besos.
S.Manrique.
Hola Sara Fedrika.
Los viajes que en este post aparecen poco tienen que ver con "ir al pueblo" en mi caso el desplazamiento es para ver a mi mami.
¡Qué se conserve! pero como diría la Rosario, por mucho tiempo no se, no se ;-)
Gracias por el comentario y Salu2 córneos.
Hola Columna.
Es cierto: Fuera supersticiones!!!
Le daré los besos. He pensado que le voy a llevar el texto y todos estos fantásticos comentarios: La Rosario se va a partir de risa, ya verás.
Salu2 Córneos.
Hola LaMima.
Bueno, lo de cigarrita se lo empezó a decir mi padre cuando la señora Rosario perdió parte de la visión de un ojo. Y es cierto, cada vez que la veo me carga las pilas su ración de alegría, es una lección de VIDA, si señora.
Y le daré el beso, va a alucinar cuando su hijo pequeño, tan parco en dar besos, le aplique semejante recital jajajajaa
Salu2 Córneos.
Hola Anónimo
Pues eso: ¡Qué viva!
Salu2 córeos.
Hola Jiliotero y bienvenido a esta bitácora.
Interesante reflexión la que me dejas, siempre me ha preocupado la maduración personal, ¿cuando dejamos de ser niños? y tal vez me hayas dado la respuesta.
Salu2 Córneos.
Hola de nuevo Columna.
Nos fuimos un poco a la francesa? porque cuando miré el reloj me pegué el susto de Cenicienta: Trabajaba en el turno de noche y llegué justito a la hora. Siento no haberme despedido.
Salu2 córneos.
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