La curvatura de la córnea

30 noviembre 2009

Soldados en el Jardín de la Paz, de Sergio del Molino




Encontramos la génesis del libro en una agradable mañana de domingo, el autor pasea por la Feria del Libro Viejo, se encuentra con unos pasquines nazis editados en Berlín en 1942 y cuelga una entrada en su blog personal dónde da cuenta del hallazgo. El historiador Severiano Delgado entra en la zona de comentarios para sugerir que esos documentos es muy probable que pertenecieran a algún «alemán del Camerún» Sergio del Molino activó el olfato de periodista y preguntó al historiador. Aunque todavía no lo sabía, Sergio del Molino había encontrado un hilo del que tirar.
El título del libro le debe mucho a la cancela del cementerio alemán de Zaragoza. El Deutscher Friedhof ocupa parte de los terreros dónde almacenamos nuestros muertos tras altos muros, allá dónde la ciudad termina. Un lugar atípico si lo comparamos con los cementerios alemanes y su perfecta integración en el mundo de los vivos. La palabra cementerio (friedhof) tiene una traducción literal cargada de lirismo: Jardín de la paz.



“Soldados en el Jardín de la Paz” da cuenta de cómo un puñado de alemanes viajaron desde el Camerún hasta la por entonces provinciana Zaragoza de 1916, su llegada a la ciudad y las consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales que el hecho acarreó hasta sobrepasada la Segunda Guerra Mundial.
La aventura comienza con melancolía africana de principios del siglo XX el 4 de febrero de 1916 un soldadito español en una garita en la frontera de Guinea. 823 alemanes y varios miles de cameruneses aparecen entre la selva y solicitan la compasión de España. El primer capítulo repasa la situación histórica y estratégica del continente africano con respecto a las metrópolis europeas y la Primer Guerra Mundial, además de revelar las claves políticas para que llevan al gobierno de España a acoger esta colonia de alemanes.
La segunda fase de la historia nos narra el viaje de milimétrica logística militar y como los ciudadanos alemanes son distribuidos en diferentes ciudades. El autor centra su en la diferente sensibilidad que utilizó la prensa escrita para hacerse eco de la noticia y aprovecha para repasar la fisonomía de aquella Zaragoza en la que todavía resonaban las fanfarrias de la Exposición Hispano-francesa de 1908 que transformó la ciudad.
El primer impacto de los germanos del Camerún fue su tendencia a la juerga y a las “orgías” en el cabaret Royal Concert (el actual Oasis), unas actividades que me gusta imaginar justificadas por el merecido descanso del guerrero después de tantas penalidades. Estas veleidades duraron hasta que los alemanes decidieron instalarse de una manera definitiva y poco a poco, se produce una paulatina incorporación a la vida cotidiana de Zaragoza.
El Camerún Fooball Club, el manifiesto Amistad Hispano-germana, bodas, pequeñas empresas. La colonia aumentaba su importancia, sin embargo, el espíritu nacional pervive en la identificación del emigrante con los valores de la nación de la que es originario. Se crea el Colegio Aleman y se inaugura la década de los años veinte, años plácidos y prósperos, de desarrollo industrial y demográfico. La belle epoque terminó con los años 30. Llegaron los nazis y el mundo se puso patas arriba. El mundo y la ciudad de Zaragoza con espías que trabajan para los aliados, conexiones ideológicas y políticas con las esencias hitlerianas del Tercer Reich, soldados de la Legión Condor por el barrio de las Delicias, levas de alemanes reclutadas para el frente soviético y banderas con la esvástica.
El libro termina con la crónica de la suave adaptación de los perdedores de la Segunda Guerra Mundial a un país que, aunque aliado, ha terminado por entrar en la nueva dinámica marcada por los dólares del Plan Marshall. En el otoño de 1956 se inaugura el nuevo colegio alemán de Zaragoza, lo hace con un “talante pedagógico moderno” y “debidamente purgado de sospechosos de pasado nazi”
“Soldados en el Jardín de la Paz” es un extenso reportaje escrito con la frescura narrativa que caracteriza la pluma de Sergio del Molino, un estilo que el periodista ha perfilado en las páginas del Heraldo de Aragón y que domina a la perfección.
El libro nos ofrece una interesante reflexión sobre los sentimientos de aquellas personas que, lejos de la patria, intentan mantener su identidad en el extranjero, disquisición histórica que nos regala el autor esta teñida por el aire aventurero de los acontecimientos, pero supeditada a los datos documentales y a los testimonios expresados por los protagonistas. “Soldados en el Jardín de la Paz” abre una ingente cantidad de puertas a historiadores y ensayistas, pistas para transitar por lugares todavía inmaculados al estudio pero, sin lugar a dudas, la pregunta que sobrevuela al lector durante toda la obra es, ¿por qué Sergio del Molino ha dejado pasar la ocasión de construir una grandiosa novela con todo este material?
La duda es tan razonable que hasta el autor se la plantea, incluso invita a otros escritores a que acepten el reto de ficcionar al soldadito español destinado en África, escuchar las voces del siniestro Snchimtz, del aventurado Kurtz o del amable Von Wichmann, mirar por los ojos de un niño zaragozano que levanta la mano frente a la bandera del horror o descubrir las delicias nocturnas del Royal Cabaret.
Esa intención de dejar el campo de la fabulación a otras plumas es algo que no comparto. Desde estas líneas me atrevo a solicitar a Sergio del Molino que se plantee la posibilidad de aprovechar todo el material que ha acumulado para la escritura de este reportaje y lanzarse al reto de construir la novela que merecen las estupendas historias dibujadas en “Soldados en el Jardín de la Paz”

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2 Comments:

At 25 enero, 2011 18:10, Anonymous viagra online said...

Una muy interesante lectura sobre el recorrido que estos alemanes hicieron, y todas sus experiencias al llegar a España.

 
At 27 mayo, 2011 22:00, Anonymous Viagra without a prescription said...

Un libro fantastico, una muy buena descripcion del viaje de estos soldados hacia su destino, muy bien detallado.

 

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