La calle del infierno
La compañía Tranvía Teatro conmemora sus veinte primeros años de vida, y lo hace sobre las tablas del Teatro de la Estación representando “La calle del infierno” de Antonio Onetti.
Rafael Campos, dramaturgo aragonés, actual Gerente del Patronato de Artes Escénicas del Ayuntamiento de Zaragoza y director de la obra, pronunció unas breves palabras momentos antes del estreno, recordó con cariño a todas las gentes que fundaron la compañía, y a todos aquellos que a lo largo de los años se han ido sumando a la aventura inexplicable del teatro, de la interpretación sin intermediarios catódicos, alabó la programación de las pequeñas salas, que como el Teatro de la Estación, apuestan por un teatro cercano pero sin renunciar a expresiones más contemporáneas y modernas, y se baten en duro combate por los escasos espectadores frente a los grandes escenarios, sin lugar a duda necesarios, pero con otras miras, con otros intereses.
Marisol cantó a los españolitos de la época de los tecnócratas que la vida era una tómbola. Las capas económicamente más bajas intuyen que en esta tómbola los premios están trucados. Quizás ese esa el motivo que lleva a las tres protagonistas de “La calle infierno” a encaramarse en las canastillas de la noria, al fin y al cabo, si tienes un poco de paciencia, durante unos minutos puedes estar en lo mas alto de la vida.
La Juani, la Paqui y la Toñi trabajan en el supermercado Superplan, desde allí nos cuentan su vida: el pasado desaprovechado en un suspiro, el presente hipotecado y un futuro incierto prendido con sueños irrealizables. Un cuadro gris que se nos muestra envuelto de una aparente comedia con las dosis justas de excelente humor, trajes de faralaes y banda sonora por sevillanas. Una combinación perfecta para pasar un rato agradable pero con una peligrosa carga de profundidad que, una vez terminada la obra, nos obligará a meditar sobre la condición humana, nuestros anhelos, deseos y frustraciones. “La calle del infierno” juega a mostrarnos la realidad pero, como en las estanterías borrosas de la escenografía, nos advierte que en la Feria de la vida las tómbolas tienen los premios trucados y que las norias, por más vueltas que den, no nos acercan a nuestros sueños.
Yolanda Blanco, Pilar Molinero y Concha Guíu realizan un excelente trabajo interpretativo. Uno de los grandes aciertos de la obra es situarla en la ciudad de Zaragoza huyendo de chascarrillos andaluces que la hubieran precipitado hacía el tópico. Las tres actrices componen a la perfección los personajes en todos los registros dramáticos que el excelente texto nos ofrece, tanto en las escenas conjuntas, como en los soberbios monólogos.
“La calle del infierno” es una magnífica ocasión para disfrutar del teatro con una sonrisa, sin olvidar que, como nos recuerda Rafael Campos en el programa de mano, alguna vez, en mitad de la fiesta, nos podemos parar a pensar en nuestra vida y en los motivos para seguir adelante.
Rafael Campos, dramaturgo aragonés, actual Gerente del Patronato de Artes Escénicas del Ayuntamiento de Zaragoza y director de la obra, pronunció unas breves palabras momentos antes del estreno, recordó con cariño a todas las gentes que fundaron la compañía, y a todos aquellos que a lo largo de los años se han ido sumando a la aventura inexplicable del teatro, de la interpretación sin intermediarios catódicos, alabó la programación de las pequeñas salas, que como el Teatro de la Estación, apuestan por un teatro cercano pero sin renunciar a expresiones más contemporáneas y modernas, y se baten en duro combate por los escasos espectadores frente a los grandes escenarios, sin lugar a duda necesarios, pero con otras miras, con otros intereses.
Marisol cantó a los españolitos de la época de los tecnócratas que la vida era una tómbola. Las capas económicamente más bajas intuyen que en esta tómbola los premios están trucados. Quizás ese esa el motivo que lleva a las tres protagonistas de “La calle infierno” a encaramarse en las canastillas de la noria, al fin y al cabo, si tienes un poco de paciencia, durante unos minutos puedes estar en lo mas alto de la vida.
La Juani, la Paqui y la Toñi trabajan en el supermercado Superplan, desde allí nos cuentan su vida: el pasado desaprovechado en un suspiro, el presente hipotecado y un futuro incierto prendido con sueños irrealizables. Un cuadro gris que se nos muestra envuelto de una aparente comedia con las dosis justas de excelente humor, trajes de faralaes y banda sonora por sevillanas. Una combinación perfecta para pasar un rato agradable pero con una peligrosa carga de profundidad que, una vez terminada la obra, nos obligará a meditar sobre la condición humana, nuestros anhelos, deseos y frustraciones. “La calle del infierno” juega a mostrarnos la realidad pero, como en las estanterías borrosas de la escenografía, nos advierte que en la Feria de la vida las tómbolas tienen los premios trucados y que las norias, por más vueltas que den, no nos acercan a nuestros sueños.
Yolanda Blanco, Pilar Molinero y Concha Guíu realizan un excelente trabajo interpretativo. Uno de los grandes aciertos de la obra es situarla en la ciudad de Zaragoza huyendo de chascarrillos andaluces que la hubieran precipitado hacía el tópico. Las tres actrices componen a la perfección los personajes en todos los registros dramáticos que el excelente texto nos ofrece, tanto en las escenas conjuntas, como en los soberbios monólogos.
“La calle del infierno” es una magnífica ocasión para disfrutar del teatro con una sonrisa, sin olvidar que, como nos recuerda Rafael Campos en el programa de mano, alguna vez, en mitad de la fiesta, nos podemos parar a pensar en nuestra vida y en los motivos para seguir adelante.
Etiquetas: teatro
2 Comments:
Ya decía yo que te veía gusanillo de actor. Abrazos
Hola Eryx
Actor es una palabra preciosa. Artistas capaces de subir al escenario y hacernos vivir otras vidas, otros mundos. Ya me gustaría conseguirlo a mi también, aunque te confesaré que si, que algún pinito ya he hecho en ese terreno.
Salu2 Córneos.
Publicar un comentario
<< Home