José Luís Esteban afirmó que la línea recta ya no es el camino
más corto entre dos puntos. La física cuántica ha demostrado que, entre dos
fotones situados a la distancia más grande que podamos imaginar, surge una estrecha
relación de manera que lo que afecta a uno, repercute inmediatamente en el otro.
Ese es el mecanismo que Esteban ha utilizado para conectar su profesión de
actor con la poesía y la escritura dramática.
El ciclo Conversaciones en La Aljafería situó a José Luís Estaban en la parte central del estrado, a ambos lados su compañero de oficio Luis Rabanaque y el escritor Adolfo Ayuso que, como los fotones que estudia la física cuántica, dinamizaron una charla que comenzó en confesionario: Rabanaque reveló que los tres pertenecían al gremio de los tímidos, Ayuso invocó a Gil de Biedma para reclamar la conversación como un espacio saludable, y los tres contertulios hicieron eso tan teatral de pasarlo bien.
Esteban, que se formó como actor en la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza, recordó a buenos profesores como Mariano Anos o Cariñena, y puso en valor la importancia de una enseñanza que afiance la vocación fabrique actores con capacidad para cuestionar todo lo aprendido y asentar sus conocimientos en contacto con el público, ese momento esencial de enfrentarse a la platea que solo se aprende ahí, en el ritual de la representación. Se definió como un actor de pico y pala, dentro de un oficio incierto, duro y áspero pero tremendamente enriquecedor cuando, después de devastar amplias áreas de terreno baldío, uno es capaz de encontrar esa pequeña perla de plenitud que conecta con los espectadores y los lleva a un lugar maravilloso. Un trabajo en el que la curiosidad ha sido una herramienta imprescindible para mantenerse firme en la ardua tarea de conectar con la visión de un mundo contradictorio que un actor necesita comprender para desarrollar su profesión.
Ayuso le recordó unas declaraciones en las que afirmaba que
él no renunciaba a nada, que todo lo cogía. Esteban se reafirmó tajante en esa
estrategia: Los actores no eligen el rumbo de su carrera. Y, cuando Ayuso
ironizó para calificarlo de mercenario, Esteban sonrió para confesar que más
que mercenario se un freelance a caballo de un oficio que te lleva por el
camino del azar, y que él, lejos de sentarse a esperar que suene el teléfono, siempre
está en movimiento, pero sin olvidar que el actor ni pincha ni corta cuando
entra en contacto con una industria en la que mandan los directores de casting a
la búsqueda de un perfil determinado por eso, continúa Estaban, es tan
importante trascender a un determinado perfil físico, al fin y al cabo nadie
sabe al cara que tenía Segismundo o Latino de Híspalis. Hay que tener cuidado
con la idea de construir un perfil que hoy está de moda y mañana se estrella,
sobre todo en un oficio que además de talento precisa de una buena dosis de suerte
y de estar en el momento y lugar adecuados. Una profesión con un 84% de paro
que deja a muchas promesas varadas en la orilla y puso en valor que para
sobrevivir en el mundo de la interpretación no hay que tener miedo a conceptos
netamente económicos como la diversificación o la productividad de las propuestas
de trabajo.
Esteban donde se encuentra a gusto es sobre el escenario y, aunque la cámara le gusta mucho, confiesa que ha llegado tarde a ese territorio, él viene de hacer teatro sobre carros en las plazas de los pueblos donde el entusiasmo de la gente se mezclaba con la algarabía de bares abiertos y músicas para bailar. Allí se aprenden muchos trucos pero también se prescinde del matiz que hay que mostrar delante de una cámara, algo que aprendió a través de la equivocación, por eso reclamó que en las escuelas, enfocadas hacia el trabajo de actor de teatro, tenían que abrir el foco para considerarse escuelas de interpretación que enseñen a trabajar en la filosofía de que el medio también es el mensaje, y en la interpretación el medio es el actor con independencia de si se actúa para teatro, cine o televisión. Esteban reclamó una reformulación del hecho teatral para dar un salto en su configuración y captar a un público muy influenciado por el consumo de productos audiovisuales con experiencias muy cercanas, tan difíciles de conseguir en espacios teatrales donde el espectador se sitúa lejos de la voz del actor que, con la técnica de la proyección, pierde esos matices que las nuevas tecnologías pueden llevar hasta la última fila del peor auditorio.
Ayuso recordó que al principio de su carrera como actor no
sentía curiosidad por una poesía que sin embargo recitaba con fuerza y energía. La poesía del escote al corazón,
recordó Estaban, que se suministraba en La Casa Lac del Tubo o en los bajos de
La Campana de los Perdidos donde Luís Felipe Alegre y El Silbo Vulnerado conseguían
que la voz y el material escénico de la poesía se asemejara al teatro para unir
emoción y entretenimiento.
Esteban se encontró con la poesía cuando abandonó momentáneamente el teatro y se hizo cargo de una papelería. La poesía siempre había sido ese pestiño que se impone en el colegio hasta que se dio de bruces con "Aullido" de Allen Ginsberg, aquellos versos lo patearon con palabras que quiso inocular en los espectadores, y así comenzó un aullido que con el paso del tiempo se mantiene frente a tanto maullido y masaje. En ese caminar poético el músico José Javier Gracia introdujo las melodías de su guitarra hasta fraguar una idea: La música está destinada a unirse con la palabra para multiplicarse, asaltar conciencias y conectar con el entretenimiento, porque más allá del formato que use el actor, el enemigo más terrible de cualquier espectáculo es el aburrimiento.
Rabanaque trajo a la conversación el poemario publicado en Pregunta "Big Band" pero Esteban, al que no le gusta la palabra "poemario", afirmó que una cosa es publicar poesía y otra muy diferente ser poeta, él lo sabe bien porque ha tardado veinte años en decir que es actor, y quizás por eso aún no se atreve a decir que es poeta, se sentiría un impostor con esa etiqueta que le situaría junto a una larga tradición, una herencia literaria que ha utilizado como material de trabajo para situarlo en escenario hasta encontrar, después de un proceso muy largo, su voz de actor.
Esteban confesó que su trabajo como dramaturgo no fue una elección personal, fue el oficio de actor el que lo arrastró hasta plantearse adaptar "El Buscón" de Quevedo en forma de monólogo y, lo que algunos especialistas consideraron imposible, su amigo Ramón Barea lo vio tan claro como para dirigirlo. Entonces entendió que el terreno de los clásicos era un lugar fructífero si conseguía sentar a Moratín, Calderón o Cervantes en el presente y dejarlos que dialoguen con el público como una ayuda para comprender la actualidad.
Ayuso le recordó que en realidad era una actor que escribía y Esteban remató que más allá de leer, escribir o pensar, el actor siempre tiene que mirar allí donde está el espectador, y cuando Rabanaque apostilló la herramienta del humor con nombres como Azcona o Muchachada Nui, Esteban advirtió que la forma de divertir de Azcona no ha dejado herederos, y que por eso su obra "Don Quijote somos todos" parte de una visión postcervantina para que lo costumbrista llegue a lo social, dos ideas que conectó después de leer "La España vacía" de Sergio del Molino
José Luis Esteban es un actor cuántico que lo mismo te advierte
de la conexión entre el surrealismo del humor aragonés con el realismo mágico
sudamericano, agita los mimbres de la interpretación para llegar a la poesía, y
conecta la realidad de su entorno ciudadano con los clásicos. Una actitud que
se resume en unos versos de su autoría:
Por estrecho que sea
el espacio-tiempo
en que te encuentras,
por espesa que sea la masa
que te empuja y que te aplasta,
por rotunda que se muestre
la gravedad de tus sucesos,
siempre hay una puerta más
que queda por abrir.
Siempre hay un resquicio
por donde se puede salir.
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