La curvatura de la córnea

01 abril 2022

Puesta en escena: Un universo paralelo

 

Ilustración: @fer_zombra



¿No ves que yo no sé qué hacer con mis dos universos paralelos?
(Jorge Drexler)

 

La puesta en escena es una necesidad que apareció a mitad del siglo XIX para ordenar  el espectáculo teatral, cuando el público dejó de ser una masa homogénea y diferenciada para cada tipo de espectáculo, y se rompió el acuerdo previo entre espectadores y representación para utilizar el mismo código que daba sentido a cada función.

Zola propugnó en 1881 tomar la escena con un nuevo estilo naturalista y resumió sus propuestas en tres elementos claves que representan el teatro: Decorado, vestuario y accesorios. La idea era abandonar los espacios vacíos del pasado para construir un medio que, expulsando objetos falsos y pintados, se convirtiera el eco de la vida cotidiana. Se trataba de abandonar el romanticismo y enfocar las condiciones subjetivas y sociales del ser humano mediante un conjunto de elementos como el atrezo, los decorados, la iluminación o la música que se utilizan para posibilitar un medio ambiente donde los actores evolucionen y que los personajes se muevan con la naturalidad heredada de la novela de la época. Se trata de utilizar los avances mecánicos y técnicos para traducir la narración de dramática en una dramaturgia escénica que tenga en cuenta las palabras, el espacio sonoro y la escenografía.

Pilar Amorós y Paco Paricio escribieron "Titeres y titiriteros. El lenguaje de los títeres" con la intención de recoger métodos de trabajo, reflexiones, y una experiencia de 25 años pisando escenarios por todo el mundo. El segundo capítulo de ese libro es la guía que he seguido para, acercándome a la puesta en escena pensada para el ámbito de los títeres, ampliar la mirada al desarrollo de otras disciplinas de las artes escénicas, pero también a la construcción de materiales literarios, cinematográficos y del comic.

El objetivo principal es evitar el aburrimiento y lo primero es disponer de un mensaje interiorizado, una historia que merezca ser contada, algo concreto para comunicar que, alejado de vaguedades, se convierta en esencia teatral mediante el manejo de un el sistema de códigos para crear un canal de comunicación entre el público y los personajes.

El siguiente paso es técnico. Hay que definir el estilo y la relación que el espectáculo va a tener con los espectadores con la idea de unificar y dar coherencia a todos los elementos que van a formar parte de la función: Diseño de los títeres, escenografía, iluminación y vestuario. El público percibe todos estos elementos como un símbolo, como un código estético que debe tener un desarrollo coherente, lógico y ajustado a la idea general del montaje. Esta acotación del campo de trabajo estético, lejos de reducir los horizontes, es una buena herramienta para encontrar soluciones brillantes que se ajusten a los objetivos establecidos.

La imaginación del público también necesita un espacio, y en ese camino cualquier recurso que sea simple y sencillo suele ser una idea que termina de perfilarse en el patio de butacas: La iluminación tenue y los decorados difusos difuminan la escenografía y contribuyen a que se active la imaginación del público. En muchas ocasiones la austeridad suma y conecta.

Los elementos que aparecen en escena están sometidos a una jerarquización. La categoría más importante es la del títere, seguido de la escenografía y de los objetos que aportan verosimilitud a la historia. El juego entre los tres elementos consiste en dotarlos de funciones narrativas que pueden desde el protagonismo, pero también desde el rol de pasar desapercibidos.

El armazón para contar la historia es la tradicional triada de planteamiento, nudo y desenlace. El inicio es fundamental porque se descubre la escenografía, o parte de ella, y define la relación entre la ficción del escenario y la realidad que observa. Es el momento de crear expectativas con la presentación de los personajes y, en el caso de los títeres, dejar un tiempo para establecer un código que permita su comprensión, que el público reconozca visualmente al muñeco, explore sus movimientos, descubra su personalidad y  compruebe como se relaciona con la escenografía, el titiritero y el entorno. En este momento se abre la puerta al mundo de la ficción y se instala una convección con una serie de reglas que se desarrollarán y respetarán a lo largo de toda la acción dramática.

Una buena presentación de los personajes es el mejor preámbulo para construir mejores tramas y conflictos, mientras que personajes endebles dificultan ese objetivo. El conflicto puede aparecer de repente o hacerse esperar, ser un cúmulo de pequeños conflictos o uno enorme y definitivo, también puede ser la punta de un iceberg que somos incapaces de ver hasta que irrumpe en toda su magnitud.

La misión principal de la dramaturgia es elegir con precisión el mejor momento para visualizar el conflicto, centrar ahí toda la atención dramática y provocar el máximo efecto sobre el espectador. Este momento hay que enmarcarlo con un subrayado visual, una frase demoledora o un silencio dramático.

El teatro de títeres se caracteriza por escribir con imágenes, y por eso es importante que los elementos visuales aparezcan al principio de la función, sin embargo es esencial reservar alguna sorpresa para la segunda parte, un aliciente que el  conflicto progrese, evolucione o se transforme. La inmovilidad o presencia estática va en detrimento de la fuerza narrativa. Todo lo que no evoluciona se muere.

El desenlace es la parte más ideológica del espectáculo y define el punto de vista sobre la manera de abordar la vida, resume valores, vicios y virtudes. Se puede construir desde lugares y tonos tan diferentes como el poético, el simbólico o el naturalista. Más allá de la resolución estética es la hora de desvelar la tesis que apoya el espectáculo ante el dilema planteado por la función.

El reto más importante de todo este proceso creativo es hacerlo de forma inteligente mediante la acumulación de diferentes capas de lectura que permita diferentes lecturas según el tipo de púbico.

El planteamiento de Amorós y Paricio es una base excelente para construir un espectáculo o cualquier acción creativa. Sin embargo en manos de los autores está modificarlo, cambiarlo y ponerlo patas arriba. Al fin y al cabo, como canta Jorge Drexler: "Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir de fase. Amar la trama más que el desenlace. Por ahí como en un film de Eric Rommer. Sin esperar que algo pase. Amar la trama más que el desenlace".


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