La foto
La cabeza cumplía los cánones de pelos entrecanos escapando grasientos de la opresión de un gorro lanar de descolorido multicolor. Los ojos cerrados a la sombra de cejas pobladas con avaricia, la nariz aguileña reinaba sobre el rostro esmerilado que presentaba una expresión tranquila y distante, como si tras la presencia corpórea hubiera otra dimensión a la que el resto de los mortales no teníamos acceso. Me pareció muy voluminoso, como si llevara cinco o seis jerséis bajo el gabán gris apurado y lleno de lamparones.
La primera impresión fue la de un mendigo dormitando al sol, pero su mano rugosa y extrañamente blanca, transmitía excesiva tensión para asir un carrito de la compra del que sobresalía una manta antigua, de las que usaban los soldados españoles en las décadas del silencio tecnócrata. En aquella crispación mecánica quise ver el hartazgo al que se veía sometido al tener que vigilar el baúl de sus recuerdos.
La Madre era su vecina, una estatua plantada sobre césped y a la sombra de unos arbolitos de los que desconozco la filiación, no había color, todas las miradas, tanto de conductores como de peatones, eran para él.
La idea de la foto surgió tras imbuirme en su hedor. El olor rancio fue como un imán que me atrajo hasta quedar pegadito. Esperé a que abriera los ojos para pedirle permiso. No lo hizo y su rostro permaneció inmutable con párpados despatarrados, desganados y sin intención de recogerse. Los jerséis se movían al ritmo acompasado de inspiración-expiración y eso me tranquilizó.
La cámara digital encuadró la imagen soñada: Un primer plano del mendigo dominaba la parte izquierda de la composición, a su espalda el telón de una valla publicitaria en la que el gentleman de Johnnie Walker iba en pos de unas letras doradas en la que se podía leer Keep Walking.
El visor mostraba exactamente lo único que quería conseguir del indigente, lo único que me interesaba, sin embargo, cuanto más tiempo pasaba menos fuerzas tenía para pulsar el disparador. ¿Esperaba a que el mendigo abriera los ojos para dotar de más vida a la imagen? ¿La confrontación entre la mirada humana y la serigrafía publicitaria? No lo se. Tal vez hacia tiempo para que aquel menesteroso se decidiera a darme una sonora patada en el culo por mi osadía al utilizar su figura como modelo de un mensaje que plasmaba las contradicciones de nuestro tiempo. Elegí off, guardé la cámara y pensé que el blog de imágenes La Mirada de la Córnea se había perdido una foto estupenda.
Desde aquel día me he topado con él muchas más veces, siempre bajo el auspicio promocional del güisqui y en el mismo banco. Me gusta pensar que mejora las poses de una manera consciente, para fastidiarme, para decirme que aquella foto frustrada sólo era lo peor de su repertorio, así que, además de tomar el sol con los ojos cerrados lo he visto tumbado con las manos enlazadas tras la nuca o sobre la barriga, sentado mientras un gato negro salta de sus hombros a la cabeza o encaramado en el asiento para disfrutar de un partido de fútbol en el campo del Santo Domingo de Silos.
¿Por qué no hice la foto? Cada día me hago la misma pregunta y aún no he encontrado la respuesta.