La curvatura de la córnea

31 marzo 2006

El primer día

El sueño fue más real que muchos momentos de mi vida. Era el primer día de mi primera novela. La ducha matutina eliminó todos los restos oníricos de la noche. Los adjetivos adheridos a mi piel desaguaron, las gotas regaron las oraciones venideras, rasuré las palabras de las mejillas y alisé los cabellos de la ortografía, la semántica y la gramática. Para el vestuario no tuve dudas: Zapatos negros de cordones, calcetines negros desmayados sobre los tobillos, calzoncillos negros, ajustados y elevando las partes pudendas, Levis 501 teñidos en negro y sin apreturas, camiseta negra serigrafiada con el rostro de Bono, The Edge, Larry Mullen Jr y Adam Clayton, cazadora de pana negra con una chapa negra de U2 y sobre la cabeza la boina negra heredada de mi padre. Me enfrenté al espejo del recibidor. No había dudas, allí se reflejaba la estampa de un escritor.
«Un novelista que se precie» pensé « no se hace el desayuno» Así que cogí un par de bolígrafos, el último cuaderno Centauro First Class de tapas rojas y dejé caer mi nueva personalidad en la Rinconada de Antonio. Todavía no eran las nueve, ni en el reloj Bacardi, ni en la barra desnuda de minis de panceta entre pimientos verdes, atún con tomate, tortilla de chorizo, morcilla o patatas, sándwich mixto, montados de huevos fritos con jamón y junto a la cafetera, churros, porras y ensaimadas.
— ¿Qué tomará el señó? — me dijo la mulata.
— Un cortado y el Heraldo de Aragó — Aunque la camarera se carcajeó de la rima, sentí que era el más estúpido de los capullos.
Me sirvió el café, una sonrisa y el primer bocata que salió de la cocina. Deambulé entre sorbitos, recalificaciones urbanísticas y las tensiones paleto políticas de la ciudad. Estaba tan a gustito hasta que Miss Fantasía vino a visitarme. «Estas cuitas locales son muy poco literarias» me recordó. «Necesitas otras historias más engrasadas de ficción. Experiencias viajeras, vivencias mundanas y penetrar en la condición humana»
Hice caso a pie juntillas. Cerré los ojos con tanto entusiasmo que abandoné la realidad y el barrio de Las Fuentes para transfigurarme en el Café El Greco de la Via dei Condotti, al ladito de la Escalinata Española de Roma. Estaba sentado en una de las mesas con mantel blanco de tela y camarero con bigote Errol Flynn. Disfrutaba de la compañía de intelectuales y artistas que discutían sobre las nuevas tendencias culturales y como influirían en la literatura. « ¿Cuál es la mejor manera de escribir en los inicios del siglo XXI?» Pregunté en mi primera intervención. « ¿A mano o a maquina?»
Plantear un tema tan interesante con una pregunta de anuncio de detergente fue tomado como una señal de descaro, un snobismo muy cercano al atrevimiento de la ignorancia. Los contertulios pasaron por alto lo burdo de la formulación y aportaron su excelso granito de arena.
—Escribo desde el caos. —Afirmó el poeta Alejandro Pastor. — Servilletas de papel, recibos bancarios, parte trasera de la nóminas, folletos publicitarios, trípticos de exposiciones, páginas de cortesía de los libros, mil y un cuadernos. Todo revuelto en mi escritorio y a la espera. Quizás sea mejor que todo siga en ese desorden. Y a ti, ¿cómo te gustaría escribir?
No pude contestar. El siempre enigmático Tim O´Theo se anticipó «Lo que me interesa lo escribo a mano, en cualquier papel, de cualquier tamaño y de cualquier color. Después los recojo en un cuaderno de espirales para que las palabras se mareen. Eso si, procuro no alterar la cronología»
Escribir con pluma, tintero y papel. Emborronar páginas cuadriculadas en cuadernos de tapas rojas hasta acabar frente al teclado del ordenador. Ese maravilloso lugar dónde puedo practicar el deporte de cortar, pegar y auto corregir sin medida ni concierto, todo ello mientras me ahogo en la decepción de la escasa brillantez. Estuve a punto de contarlo pero no pude abrir la boca porque el poeta Alonso Cordel dictó pareada sentencia «Cuando las ganas de escribir aprietan ni el papel de sus labios se respeta»
Regresé a ZG Zciudad escoltado por pechos aviadores de mujeres ocres, cuerpos bruñidos en fría sensualidad y el ambient electrónico del Café Laurel. Tomaba un cortado con whisky mientras la libreta de tapas rojas esperaba a mi lado. La abrí por la primera página, adopté el ceño fruncido de un escritor consagrado y la pose de underground de un poeta maldito. Nada. No ocurrió nada y no escribí una palabra.
Me las piré a brincos hasta aparecer en un Paseo de La Independencia tomado por versos en pancartas. Los viandantes presurosos y silentes desdeñaban la voz y la palabra de los poetas patrios. Yo también los ignoré y huí hasta la barra beatífica de El Sol. Al lugar dónde había descargado mis penas literarias en litros de cerveza, escotes generosos y pechos divinos de camareras Manuelvilas con vidas recién estrenadas. Me acodé en la barra como quien espera a la inspiración. Las musas se hacían la manicura en algún verso de Daniel Rabanaque y ninguna idea acudió. Tuve que llegar al borde de la desesperación para calmar mi instinto de escritor fracasado con la rutinaria tarea de escribir la lista de la compra.
En todo momento fui consciente de lo patético de la situación y pese a todo sonreí. Las novelas de Paul Auster eran maravillosas por escenas como aquella. Recordé que el autor norteamericano siempre terminaba sus escritos a los teclados de una vieja Olympia. Yo no tenía máquina de escribir y sin embargo sentí la intensa llamada del teclado Logitech.
Regresé a casa cuatro horas después de la ducha y el descenso de la euforia era patente. Me senté al ordenador con cautela. El salva pantallas azul desapareció con mi sola presencia, eso era una buena señal. Pensé en mi novela y en los viejos recuerdos que tengo amontonados en la memoria como si fueran unos versos de Miguel Labordeta

“Saqueo aparadores antiguos
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quien fui yo.”

Tal vez esa sea la clave. ¿Tendré que descubrir quien fui antes de disfrutar del primer día de mi primera novela?

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4 Comments:

At 01 abril, 2006 20:34, Blogger Ana said...

No existe el "gran tema" a la hora de escribir. Importa más cómo se cuenta que lo que se cuenta; me ha gustado leer "El primer día".

Por cierto...yo también tenía de libro de lectura "Senda" :-)

 
At 02 abril, 2006 15:29, Blogger Javier López Clemente said...

Estamos de acuerdo en la importancia del "como".
Pero creo que el verdadero reto es encontrar la estructura adecuada para cada texto.
El gran tema no existe. Tienes razón pero el motivo del texto no es encontrar el gran tema. Las dudas vienen por no saber como abordar el tema... jajajaja, me parece que me estoy liando... creo que es porque me acabo de levantar.
Gracias Ana C. por dejar your smile en este blog

 
At 05 abril, 2006 19:22, Anonymous Anónimo said...

-Odio los calcetines desmayados.
-Que importa como, lo importante es el que.
-"...escoltado por pechos aviadores de mujeres ocres..."Hay que ir haciendo una recolección de frases rotundas.

 
At 05 abril, 2006 23:33, Blogger Javier López Clemente said...

HOla Flash.
-Creo que Demetrio se dio cuenta que vestía calcetines desmayados en una caricatura que le hicieron en el Retiro madrileño. A él le hace gracia.
-Supongo que todo es importante. Pero también creo que, si tienes un mensaje muy bueno sólo llegará de verdad si lo envuelves como se merece. El contenido es importante, claro que lo es, pero el reto, al menos para mi es encontrar esa estructura ideal
-jejeje. Dos adjetivos tan juntitos, es cierto, da un poco de vértigo, sobre todo si haces campaña por lo austeo en cuestión de calificativos. Es un riesgo que asumo con humildad.
-Ya no duermo pensando en ese recolección, ¿dónde tendré guardado el cilicio? :-)

 

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