La curvatura de la córnea

30 mayo 2007

Plasko

Para Sasi


Plasko abandonó Ucrania y se dejó llevar por el destino hasta llegar al silo de carbón de la Central Térmica del País de Nunca Jamás. No hablaba ni miaja de español pero a la hora del bocadillo nos recitaba de memoria el Padrenuestro con un peculiar acento gaditano. Nos partíamos de risa y nunca pensamos en utilizar aquel tiempo de pausa en enseñarle a manejar correctamente el funcionamiento de las cintas y la báscula.
Jesús se mosqueó porque el redler de cabecera llevaba demasiado tiempo parado y no podía descargar la cuchara de la oruga. Llamó a Plasko a través del interfono. Después de varios intentos no consiguió hablar con él y decidió ir a buscarlo. Más tarde nos confesó que se imaginaba al ucraniano hecho un lío ante la decimonónica botonera de mando. Llegó a la caseta delbotón justo cuando la cinta intermedia se tragaba el cuerpo de Plasko hasta lanzarlo contra la chapa de rebote del carbón. Allí se rompió la cabeza.
¿Por qué estaba la cinta en marcha en el modo manual? ¿Por qué se encaramó a la valla de protección? ¿Quiso romper algún taponamiento en la entrada del alveolar y se acercó demasiado? ¿Comprobaba la correcta caída del carbón?
Jesús accionó el paro de emergencia, se arrastró por la cinta y lo agarró por los tobillos. Tiró con las entrañas y el corazón pero no pudo sacarlo de la trampa por dónde se precipitaron todos los sueños de Plasko. Los gritos de ayuda llegaron al resto de los trabajadores del turno que a duras penas conseguimos recuperar el cuerpo desmadejado de nuestro compañero. Nada pudimos hacer por reanimarlo.
La hora oficial de la muerte, certificada por el médico del pueblo, coincidió con la descarga del generador eléctrico hasta un 40% de la producción nominal. La autoridad judicial acotó la zona del accidente y todos los obreros de la subcontrata encargada de acarrear el carbón estábamos mano sobre mano. Esta interrupción en el proceso productivo provocó que el nivel del silo descendiera con una tendencia que hizo imposible mantener el ritmo de generación de megavatios.
La pérdida de producción impacientó a más de uno de los que zascandileaban en torno al juez instándole a agilizar el levantamiento del cadáver. El cuerpo de Plasko aún yacía caliente en el coche fúnebre cuando la carga del generador eléctrico volvió al 100% Las primeras capas de carbón limpiaron las manchas de sangre.

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Texto publicado en “Relatos para Sallent. III y IV Concurso de Relatos Cortos para leer en tres minutos «Luís del Val»
Los beneficios derivados de la venta del libro, irán destinados, como beca de estudios, al colegio P. Luís Espinal Camps de la ciudad de El Alto, en Bolivia.
Edita el Ayuntamiento de Sallent de Gállego y la Comarca del Alto Gállego -Sabiñanigo.
Distribución:
NOGARA LIBROS S.A.
BATALLA DE ARAPILES, 22
50003 ZARAGOZA
Tfno.: 976-430981
Fax: 976-435560
nlibros@able.es
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27 mayo 2007

Lo inhóspito











Gonzalo Torné de la Guardia
Elipsis Ediciones













Kant y el placer
I
¿Cuántos de los que son llamados alcanzan
a condersarse en una obra perdurable?
Cuántos se pudren (nos pudriremos) en el pozo seco
de la angustiosa falta de talento.
Cuántos nadadores torpes sobreviven
amarrados a una línea espectral
que flota en diccionarios
copiosos y vírgenes
o hundidos en el laberinto subterráneo
(250 Km) de la British Library.

(Gunnar Helsengor)



Hasta media docena de intentos tuve que hacer para imbuirme de esa joya tallada por Umberto Eco y titulada “El nombre de la rosa” Fue un viaje maravilloso, sin embargo, al llegar a la última página tuve la sensación de haber leído la novela de refilón, arrastrado por el devenir de sus protagonistas pero muy alejado de los objetivos trazados por el autor. Una lectura superficial sobre aquellas líneas por las que circulaba una sabiduría de fondo que no había sido capaz de descubrir en su totalidad. Cuando terminé Lo Inhóspito tuve la misma sensación: Había disfrutado de su lectura, había buceado con entusiasmo en sus aguas turbulentas y comprometidas y había descubierto una manera diferente de contar pero, al llegar a la otra orilla y pasar la última página, sentí el hastío del que ha sido incapaz de exprimir todo lo que esta novela ofrece. Una necedad como lector de la que me gustaría escapar aunque sólo fuera por la ilusión que puse en una lectura cuidadosa de cada palabra, y de cada línea, y aún con todo, percibo que algo se me ha escapado, que no he tenido la suficiente clarividencia para interpretar las señales, que mis ojos estaban cegados por una lectura lineal, llena de las trampas carenciales y trompicones provocados por mi evidente falta de preparación intelectual (¡vaya palabrita!). Una odiosa sensación que me alejaba de la realidad expresada por el novelista, que construye su texto en una dirección, y que mi mente se encargaba de enmarañar y confundir.
Gonzalo Torné de la Guardia tensa con maestría las cuerdas de un arco de múltiples direcciones, y coloca sobre él una polifonía de flechas a las que el lector debe asignar la diana correcta. Esa variedad inicial es una de las mejores bazas de la novela, un muestrario sobre las diferentes formas de transitar por lo caminos ingratos de la existencia.
La muerte preside y recorre toda la novela, pero al mismo tiempo, en un juego de espejos que se repetirá constantemente, nos muestra que la vida también puede resultar tan yerma como la expiración.
El amor, gozoso en lo intelectual y pasional en lo afectivo, puede ahogarse en el oasis de la perfección hasta que la aridez de la duda reflexiva convierta tanta suerte y felicidad en obstáculo y desierto.
El viaje a los territorios de la infancia, que siempre se vislumbra como la antesala de la aventura o como un paso hacia el aprendizaje, también puede convertirse en una tortura que visualice tu propia existencia como el error ínfimo del gran acierto de la naturaleza.
El desarraigo como camino abierto a la propia e intransferible exploración, tanto de nuestros sentimientos como del mundo exterior, o como sinónimo para libertad en la asunción de un anonimato propicio para el desarrollo personal o, al contrario, un desarraigo donde la soledad sea la dueña de todo el espacio y no quede un átomo de oxígeno para nuestra propia existencia.
Una puesta en escena que determina la delgada y caprichosa línea que separa la muerte de la vida, el amor de la desgracia, el acierto del error, la felicidad de la soledad. En ese hábitat tan resbaladizo es donde el escritor tiene que contar su historia, una historia eternamente condenada al fracaso porque al final siempre dependerá de la habilidad del lector para decodificar las situaciones mostradas. Una pericia, no sólo para descerrajar el contenido de la novela, si no para sacar provecho en beneficio de sus propios sentimientos y vivencias personales y, sobretodo, para sentir como el vigor de la inteligencia es capaz de hacer real un cúmulo de palabras brillantes y afinados pensamientos que nos llevan a preguntarnos si nuestra existencia, regida por el azar, sólo es un lugar inhóspito que ha ocultado otra vida que hubiera sido mucho mejor.

23 mayo 2007

Campaña electoral

Érase una vez un lugar llamado Pellejos de Arriba que había cambiado considerablemente a lo largo de los últimos ocho años, su perfil de población tranquila y solariega había sufrido un cambio evidente con la construcción de edificios sin ton ni son, recalificaciones al tanto por ciento y la inauguración de un macro centro comercial para el esparcimiento, el ocio y el consumo de la marabunta de usuarios diarios que dejaban sus sueldos mileruristas a lo largo y ancho de sus instalaciones refrigeradas en verano y caldeadas en invierno.
A este brillante presente se le unía el destello de las promesas electorales que hablaban de un apeadero de alta velocidad, una playa portátil con chiringuitos para los fines de semana y una reata de sin papeles que se hacinarían en las antiguas parideras, tan alejadas del casco urbano como de la solidaridad, con la sabuesa intención de ser titular en los noticiarios televisivos y poner el nombre de Pellejos de Arriba en el mercado de la información.
Antonio Malversador había sido el artífice de todo aquel emporio. Ocho años en la política consistorial le habían acarreado suficientes querellas, imputaciones y citaciones judiciales como para dar el salto a la política nacional. La decisión fue tomada al margen de la ortodoxia del partido, tan lenta y burocrática como la de cualquier Ministerio. El asunto se zanjó un jueves de cinquillo, putas y porrón. La estrategia se completó con la brillante aportación de una de las chicas de compañía, que entre risas y bromas, propuso a la esposa del Alcalde como la mejor candidata para sustituir a su marido en la dura tarea de llevar el cetro consistorial.
La campaña fue un desparrame de pasquines con la photoshopgrafía de Antonia Melollevo junto al lema “Antonio nos deja en las manos de Antonia” Una frase que, sobre todo al principio, produjo algunos mal entendidos entre los ciudadanos que pretendieron colocarse físicamente entre las manos de la candidata para ser abrazados, masajeados, incluso abofeteados.
El último mitin se celebró en el recién inaugurado pabellón polideportivo que lo mismo servía para jugar al fútbol sala, como para organizar los café-conciertos de los Otoños Musicales de la Villa de Pellejos de Arriba. La idea de Antonia era celebrar una gran fiesta amenizada por la coral local dirigida por Sor Batuta, alguno de los descartados en Factor X, la disco móvil consistorial capitaneada por su hijo Dj Malversador Jr y una arenga como broche final.
Antonia Melollevo se había destapado como una brillante oradora, capaz de enardecer con su verborrea populista a todo quisqui con suficiente paciencia para aguantar cantos corales, frikis de todo pelaje y los ritmos más calientes del reggaeton.
El último discurso de la campaña electoral empezó con un repaso a los logros atribuibles al gobierno de su marido, continuó con un repaso a la leal, atormentada y pusilánime oposición para terminar con un inesperado sainete en forma de declaración de amor.
— No os voy a contar, — dijo Antonia — ningún defecto de mi marido porque no los tiene. Todos conocemos su magnífica gestión que aquí ha sido glosada y de la que tanto he aprendido en estos ocho años junto a él. Porque yo, además de vivir con nuestro actual Alcalde Malversador, me acuesto con Antonio todas las noches y estoy segura de que contaré con su inestimable ayuda tanto en lo municipal como en lo nupcial.
Los asistentes al mitin irrumpieron con una salva de aplausos que poco a poco fue sustituida por el clamor popular al grito unánime de «Hurra, hurra, hurra, Antonio la tiene dura» El actual Alcalde Malversador fue instado a que se dirigiera a las masas enardecidas, se situó ante el micrófono y agradeció de esta guisa las palabras de su esposa
— Estoy orgulloso de ser tu marido, estoy encantado de haberte conocido y hasta aquí he venido para echarle los tejos a la futura Alcaldesa de Pellejos.
Tras aquella declaración de principios, el avispado publicista responsable de la campaña hizo sonar el jingle del partido a todo volumen. Aquello fue el acabose y no se sabe si fue la música, los vítores o la pasión propia de la política, el caso es que el Alcalde saliente Antonio Malversador y la candidata a la Alcaldía Antonia Melollevo se fundieron en un lúbrico, intenso e interminable beso de tornillo.
Aquel arrumaco ferretero brilló como un faro entre la concurrencia que a los pocos minutos repitió el gesto como si de un oficio religioso se tratase. Las gradas del polideportivo de Pellejos de Arriba contemplaron con perplejidad como los besos de tornillo se adueñaron del ambiente con profusión de lenguas enroscadas y labios entrelazados.
Los primeros intercambios salivares se produjeron entre las parejas estables de cariz heterosexual, pero la revolución del morreo era incontenible y muy pronto afectó a las personas en su individualidad. Los besos se combinaron de manera aleatoria con permutaciones y sin miramientos de género o condición.
Los científicos aún andan buscando una formulación matemática que explique la fuerza amorosa que se generó y como la onda expansiva rebasó el recinto deportivo para inundar todos y cada uno de los últimos mítines de la campaña electoral. Una avalancha imparable que contagió a líderes políticos del ámbito local, comarcal y nacional, a las bases de los partidos, a los votantes y a todos los ciudadanos. El deseo carnal de dar y recibir un beso de tornillo se extendió como un maná a diestro y siniestro, y la política dejó por un día el guión de las puñaladas, las deslealtades y los insultos para transformarse en dulzura de labios contra labios.


Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

20 mayo 2007

Un viaje con Maricuela

La lluvia descorrió la cortina sobre la ciudad. El primer gol del Zaragoza en el Estadio de la Romareda lo pude ver a través de los cristales del nuevo bar que han abierto en mi calle. Diego Milito se escoró hacia la esquina izquierda del área grande y pegó un chutazo templado que se coló por la escuadra. El segundo lo cantó el conductor del treinta en la parada de Doctor Iranzo.
El diluvio descargaba sus penas sin contemplación sobre la ciudad, teñía de rojo las baldosas de la calle Comandante Repolles y chipiaba mis ropas.
Entre en La Caja Tonta buscando refugio y me encontré con un bar que me invitaba a un viaje en el tiempo: Vinilos formando paredes, la Bruja Avería, la rana Gustavo, el cartel de la primera de Las Guerras de las Galaxias y un sin fin de imágenes, objetos y recuerdos que tallaron gran parte de mi educación artística y emocional. Lo que yo no sabía era que la noche iba a continuar por los caminos de los trotamundos.
Aun estaba dando vueltas sobre mis sorprendidos talones cuando la música cesó y una voz con marcado acento argentino detuvo la rotación «Tengo el placer de anunciarles que en breves momentos el espacio cultural Gromeló abrirá sus puertas. Esta noche contamos con la presencia de Maricuela y su espectáculo “Cuenteando”. Les recuerdo que dada las dimensiones de la sala no esta permitido fumar pero, sin embargo, pueden acceder con cualquier tipo de bebida alcohólica y si a ustedes les parece bien con bebidas no alcohólicas. Para terminar un aviso: Como veo que el aforo se va a completar, ruego a Javier López Clemente que tenga la amabilidad de retirar sus entradas reservadas»
Resultó extraño escuchar mi nombre, ¿entradas reservadas? pero si ni siquiera tenía previsto entrar en aquel bar, además, ¿como sabía aquel porteño mi nombre y mis dos apellidos?
Me dirigí hacía la entrada de la sala con la intención de preguntar por aquella llamada del destino que ponía mi nombre y mis dos apellidos en el verbo fácil y dicharachero de aquel tipo al que no conocía de nada. Me fue imposible hacerlo porque cuando llegué a la parte superior del bar se empezaba a formar una fila de espectadores que apremiaban al organizador el evento, así que aboné el precio de mi reserva y me senté en la tercera fila de un aforo formado por sillas-propaganda de Ámbar y el desalojo de algún salón doméstico de los años setenta.
Maricuela apareció en el estrado con la electricidad de un garabato, escurrida de carnes, vestida de oscuro roto por una sobre tela amarilla. La elección de la tonalidad áurea dejaba muy a las claras que a Maricuela le da igual la superstición que rige sobre el color del traje que llevaba en el escenario Moliere en el acto de su muerte. En la camiseta el dibujo de una jaula, un truco de bruja que utilizó con brillantez para, en menos de lo que cuesta contar los cinco dedos de una mano, meter allí dentro al público rendido a su encantos. Mofletes sonrosados de parque geológico, sonrisa horizontal como el perfil de la Sierra de San Just y los ojos negros como una Cuenca Minera. Datos suficientes para situar sus orígenes en la Aliaga convertida en jardín, río y serpentina de la provincia de Teruel.
Maricuela llegó hasta el espacio cultural Gromeló para contarnos uno de sus viajes a la comarca de los Sanquetes. Una región con varias localidades y en la que puedes visitar la plaza de Sanqueteví, el castillo de Sanquetebesé, los refranes de Sanquetedijediego y de esa guisa hasta el infinito y más allá. Unas veredas que se escapan de las tradicionales rutas turísticas de monólogos con micro y taburete, porque Maricuela nos cuenta la vida y las anécdotas que circulan por los recovecos de su cabeza con la impronta de una gran actriz, el verbo suelto que dan las tablas y un mundo que para algunos será imaginario, pero que se revela real ante el espectador que es capaz de dejarse llevar por la imaginación fresca y chispeante de esta gran narradora de historias.

19 mayo 2007

La Troba Kung-Fú


Joan Garriga fue el banderín de enganche que me llevó hasta La Troba Kung-Fú ¡Cuantos bailes y alegrías desde la primera vez que escuché “Sonajeros” de los desaparecidos Dusminguet!
El acordeonista salió a escena tocado de pañuelo blanco, la sonrisa apaisada y una chispa en la mirada propiedad de los grandes magos de la música, esos señores que sólo piensan en hacer disfrutar al respetable con la poción mágica del ritmo. Sólo por ver aquella cara valía la pena pagar la entrada.
Algunos dicen que Muchacho el guitarrista guarda en sus manos la esencia del ventilador, esa máquina que bautizó Gato Pérez pa´irear la calidad de la rumba catalana. Ahí plantado, como el insustituible lugarteniente de los punteos con confianza, ajustando las melodías de todos los ritmos bajo los ovillos funk de sus rizos negros. Un maestro capaz de transformar con las seis cuerdas de su guitarra española el sonido “Caramelos” de Los Amaya en colorínes lisérgicos.
Mariá Roch dando punch al bajo, cantando todo lo cantable, unas veces en el micro y otras para el aire, por el purito placer de seguir la tonada.
Pep Terricabras dueño y señor de la batería al que nunca le vi el careto porque reinaba en la parte de atrás del estrado, junto a él la risa de Flor la percusionista envuelta de topos verdes que tal vez fueran blancos. Una pareja para incansable motor rítmico de la banda.
Muñeco vino desde Camagüey para tapar todos los agujeros, para crear efectos sonoros como si la Reset Club fuera una nave espacial y para enseñarnos que la improvisación siempre debe estar más allá del bien y del mal, que un buen aliño cubano es capaz teñir el guaguancó de la más recia jota aragonesa.
Ese es el truco del almendruco para que La Troba Kung-Fú sea un grupo imprescindible: La reinvención una y mil veces del ritmo, de cualquier ritmo, partiendo de la ortodoxia, conociendo lo orígenes para jugar a inventar, a moldear algo nuevo y diferente. Novedades que pueden provenir de las letras, de las mezclas, de la utilización de diferentes instrumentos ¿un acordeón en un cuadro de rumba? se preguntaran algunos, ese es el juego y La Troba Kung-Fú sale del torbellino con nota de sobresaliente.
Me gustaría definir la música de este combo evitando el peligro de los tópicos que van desde la batidora musical que amalgama los sonidos jamaicanos del reggae y le dub, la patxanga de charanga escatalítica del cumbia-ska, o la excelente salsa para noches festivas de sardinas y verbenas de Mediterráneo y mar. No quisiera acudir a etiquetas que hablan de mestizaje, fusión y World music.
Por eso, para definir el estilo musical de La Troba Kung-Fú acudo a su primer disco que responde al nombre del “Clavell Morenet”, a la canción número diez, a la “Loco&Motora” que encabeza un tren con infinidad de vagones, cada uno de su padre y de su madre. Canciones que nunca salen de su vagón, pero otras muchas discurren de uno a otro en lo que va de la primera estrofa al estribillo. A ese juego entran los músicos que pueden viajar en distintos vagones y en cada vagón un ritmo, o por el contrario, corretear tren arriba, o tren abajo, o se sentarse en el vagón del bar mientras la locomotora que ahora acelera y otrora frena, ahora sube una montaña o atraviesa un túnel, sopla y resopla pero jamás detiene su marcha.
“Un prodigio para viajar. Que pa´manejarlo no necesita de documentos. Los juro que no miento, que eso no usa ni gasolina. Y quien lo usa es quien fija el lugar donde va a parar. Loco&Motora: Destino felicidad, locura pa´la caldera, pa´poder ir más allá.”
Y en medio de tanta algarabía de viajes y trenes llegó uno de esos breves momentos que me ponen las pilas y me llenan de alegría. Una pista para navegantes, desde los alternativos hasta los anclados en la movida de los ochenta. Las estrofas de una canción de muy padre y señor mío que nos muestra “El paseo de la Negra Flor” por La Rambla hasta la playa dónde se acordó del Rey de la Rumba y “una lagrima suya como dijo Peret en la arena cayó” Soberbio homenaje a Radio Futura para certificar el remedio curativo de La Troba Kung-Fú pa´tó los males, antidepresivo, ahuyentador de la tristeza, ventana reivindicativa de los desheredados y antiestamínico en la primavera de las gramíneas, rebaja pa´las hinchazones que agobian el alma, oxígeno pa´disfrutar, pilas pá los pies y no dejar de bailar. Música como medicina en un cóctel sin contraindicaciones servida en la farmacia de Toty, el hombre del control que nos suministró un sonido limpio, sin estridencias, matizado y niquelado. Un trabajo excepcional.
Y termino con un diez para el Reset Club: El ambiente permaneció libre de humos sin menoscabar ni un milímetro la libertad del personal para darle al fuma que te fuma. Enhorabuena.








16 mayo 2007

Osmosis

Para Conchita Berruete


La alianza entre el cocidito con hierba buena y los caldos del Somontano terminó en el deseo de sucumbir al sopor de una siesta. A Jorge se le antojó un bolero como la banda sonora perfecta para tan sublime menester. Husmeó los títulos de todos sus discos pero ninguno le traía el recuerdo de los días, ya tan lejanos, en los que se embarcó con la sofisticada Rinalda Rinaldi por aquellos mares perdidos. Este pequeño inconveniente resultó ser insalvable y Jorge, mediada la digestión, plantó sus pasos en los anaqueles discográficos de la Biblioteca.
Las pesquisas comenzaron obviando el potente buscador informatizado. Jorge era alérgico a la tecnología y prefería deslizar el tacto de sus manos por los lomos de todos los compactos. Empezó por la música clásica, continuó con el rock y así hubiera pasado toda la tarde si el destino, como en un bolero, no hubiera cambiado sus planes.
Un carrito con ruedas para montaña, nieves perpetuas y cortafuegos de toda condición abolló el George´s culo con una embestida de muy padre y señor mío. Jorge lanzó un grito de dolor. El resto de usuarios de la biblioteca afeó esa conducta vocinglera mientras el artefacto causante de su mal se alejaba a la carrera. La conductora temeraria no se inmuto abducida por la conversación a través del teléfono móvil «Ay cariño luego te llamo que estoy en… ya sabes… en ese sitio dónde hay muchos libros…. Te dejo que llego tardísimo a un cuenta… si hija si a un… mira que no sé… a algo de unos cuentos… si es por Cata, ya sabes, a ella le gusta mucho estas cosas… No, no esta conmigo, hemos quedado en la puerta. Venga te dejo cariño y luego te cuento… Eso, si, en un cuenta cuentos… Besitos cariño»
Jorge utilizó su experiencia como opositor, recordó el artículo del Código de la Circulación que hablaba de atropellos, comprobó desolado que no regulaba las infracciones cometidas por los dispositivos especializados en el transporte niños, bebes u otras criaturas premasticantes y pensó en promover una campaña popular de recogida de firmas para que este medio de transporte, cada vez más sofisticado en su concepción y extravagante en su diseño, formara parte de la legislación sobre seguridad vial. Era evidente que la filosofía de los 4 X 4 y los todo terrenos había penetrado en el mundo de los carruajes infantiles de la mano de las Súper Mamás conductoras, esas señoras dispuestas a conseguir todo lo que sus vástagos soliciten en el menor tiempo posible, con la mayor de las sonrisas y gesticulando como los malos actores del cine mudo; mujeres que han hecho de la crianza de sus herederos su fin, su meta, el sentido último de sus vidas, y a esa tarea encomiendan todas sus energías de bífidus activo con soja y sus gritos estridentes que tan pronto prohíben como olvidan lo prohibido con un desparpajo de preocupar.
Ella utilizó el ascensor. Él recorrió los escalones de dos en dos. La carrera terminó frente a un tipo hosco que abrió la puerta de la sala polivalente. La emoción llegó hasta el atropellado cuando sintió la necesidad física de escuchar un cuento, un ejercicio habitual durante su infancia y al que había renunciado desde hacía demasiado tiempo.
Los niños se arremolinaron delante del estrado, las dos primeras hileras fueron copadas por una marejada de Súper Mamás y Jorge tomó asiento en una de las sillas de la tercera fila.
Chincheta apareció acompañada por las notas de una flauta que tenía todas las pintas de ser mágica. El revuelo de niños y adultos terminó cuando el árbol mágico creció en medio del escenario y la dulce voz de la cuenta cuentos comenzó con una clase de botánica.
«Había una vez un árbol tan especial que sus hojas, en lugar de favorecer la fotosíntesis, fabricaban palabras»
Un inesperado vendaval aulló desde las rejillas del aire acondicionado con tanta virulencia que arrancó un montón de hojas del árbol, algunas se colaron por debajo de la puerta, otras se quedaron dando vueltas en el aire y el resto se posó en las ropas de Chincheta.
Cada una de las hojas transportaba una palabra que se diluyó al entrar en contacto con las fibras textiles y se colaron por los poros de la piel en un proceso osmótico que las llevó hasta el riego sanguíneo que las depositó en el arte del birli birloque. Las historias del érase una vez hicieron ese viaje para poder seguir vivas en la tradición oral.
Chincheta comenzó un cuento
«Érase una vez un palacio en el que vivía Besi. Contra todo pronostico, Besi no era una princesa, era una gallina, eso si, una gallina muy especial.»
Las primeras escaramuzas de las Súper Mamás empezaron antes de saber el motivo que convertía a Besi en una gallina especial y consistieron en agitación de bolsas de patatas fritas de colores metálicos. La contaminación acústica continuó aderezada del disfraz de modositas, un modelo ideal para preguntar a sus rechonchos cachorros si tenían hambre. Un segundo grupo prefirió resoplar porque sus vástagos, ante aquel ataque sonoro, habían decidido moverse para escuchar como Dios manda el relato del cuento de la gallina Besi. El mother´s shout B rasgó cielo, mar y aire al ritmo poli tono de Moon River. Miss Atropello contestó sin sonrojo y a grito pelado.
«En un cuenta cuento… En un cuenta cuentos… No, no, no… En un cuenta cuentos con Cata y los peques… Es que no te oigo bien… Ya te he dicho que en un cuenta cuentos… Porque les gusta mucho a los chicos… Que no, que no, que no… Que estoy en un cuenta cuentos… ¿Me oyes?... En un cuenta cuentos… Eso, si, en un cuenta cuentos… Besitos cariño »
El grito pelado dejó paso al grito melenudo y la reacción en cadena fue inevitable. Lo grititos hicieron todo lo posible para llegar al status del griterío y los resoplidos transitaron por el mugido, el bramido y la berrea. Chincheta enmudeció.
La algarabía alcanzó hasta las ramas del árbol maravilloso de tal guisa que las pocas palabras que quedaban prendidas es sus hojas volaron hasta posarse en las rebecas beige de todas y cada una de las Súper Mamas. El fenómeno físico de la ósmosis se repitió.
Las palabras se diluyeron al entrar en contacto con las fibras textiles y se colaron por los poros de la piel en un proceso osmótico que las llevó hasta el riego sanguíneo. El arte de birli birloque detectó una minúscula, infinitesimal, nanodimensional diferencia genética entre Chincheta y las Súper Mamás, una curva por la que derrapó el experimento: Las féminas gritadoras se transformaron en la ballena que se tragó a Pinocho, las picajosas hermanastras de Cenicienta, la bruja embaucadora de Blancanieves, el lobo feroz que engañó a Caperucita y en un montón de ratones naturales de Hamelin.
Jorge, Chincheta y los niños escaparon al encantamiento escaleras arriba, cruzaron el hall de la Biblioteca, corrieron a todo correr hasta llegar al Parque de Villafeliche, y allí se desparramaron sobre la hierba.
El silencio regresó y Chincheta continuó con el cuento de la gallina Besi. Sin embargo, como decía Michael Ende “ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”

14 mayo 2007

Un buen día

El día comenzó como si viviera en Triana: Dos tostadas de pan resobao con su mijita de aceite virgen extra y unas rodajas de tomate sobre las que deposité un par de lonchas de jamón. Lo nuevo de Pink Martini me acompañó en el desayuno mientras subrayaba algunas líneas de la primera novela (Lo inhóspito) de Gonzalo Torné de la Guardia “El pasado, a diferencia del presente, no pide cuentas, es tan esquivo como poco exigente: no apremia a que lo habitemos, por eso se deja idealizar, como los muertos” Eso me gustaría hacer en alguno de estos puñeteros textos, conseguir idealizar el pasado para que el muy cabrón deje de pedirme cuentas por lo hecho y por lo dejado de hacer.
Mi sobrina Paula había dormido en la cama plegable vuelta del revés, con los pies en la almohada y la cabeza al virulé, tal vez fue esa extraña posición la culpable de su primera pregunta de domingo por la mañana, un disparo a bocajarro sin buenos días ni que tal has dormido “Tío Javi, ¿tenemos que responder a las preguntas retóricas?” Tal vez no lo creas pero me tiré a la piscina como un valiente con la intención de resolver semejante duda contenida en una cabecica que cumplirá siete años a finales de mes. Le contesté que la retórica bien usada es una herramienta que podemos utilizar para embellecer nuestra expresión oral y que, en esa tesitura, podría ser interesante un duelo de preguntas y respuesta que tengan como justificación el uso brillante de la retórica. Por otro lado, una pregunta siempre es un reto y creo que siempre hay que responderla porque el silencio siempre tiene un ciento de dueños merodeando a su alrededor.
El arrebato de diana no fue a mayores y el resto día pasó con la exageración primaveral de los casi treinta grados, las hojas inacabables del periódico y las manecillas del reloj marcando las veintiuna treinta junto a la puerta de los Juzgados, con el Barça descabalgado de la cabeza de la liga y Zombra+Don Nadie+Daniel Rabanque dando la talla y mucho más en La Campana de los Perdidos.
Este espectáculo ya tuvo su reseña en esta bitácora bajo el título de “El almacén”, además, en Otras Cuvatruras puedes ver los vídeos de “Comunicación” y “Se querían” o disfrutar de la lectura de "treintaycuatro". Pero hoy no puedo por menos que volver a escribir sobre estos artistas que han engrasado su directo para inventar una de las propuestas más interesantes que se pueden ver en la alquimia de mezclar imágenes, música, palabras y vino tinto.
Fernando y Carlos movieron a la perfección sus dedos índices sobre el cuadrado del portátil que sustituye al ratón de un PC. El aliño de imágenes made in Zombra sobre el escenario, las paredes y los rostros de músicos y poetas volvió a ser sugerente, un soporte perfecto para las canciones, los versos, las palabras y cada una de las piruetas estilísticas por las que se deslizó el concierto.
Don Nadie esta compuesto por los gestos casi hipnóticos de Gustavo y la mirada cautivadora, ilusionada y chispeante de Álvaro. Gustavo mostró su maestría para hacernos viajar con sus cuerdas vocales desde las texturas orientales hasta el delirio de la fiebre, pasando por lánguidos territorios y la voz rota del blues. Álvaro también jugó con brillantez con las cuerdas en los coros, en el bajo y en las guitarras eléctrica y acústica además, confesó las intenciones del concierto: Un desnudo de sentimientos, y el poeta Alejando Pastor añadió a mi oído “y nosotros mirando como obscenos”
Daniel Rabanque junto a un altavoz, prisionero entre un atril y la pared, franco tirador de palabras con magia y emoción. Somelier de poemas como racimos de su excelente cosecha que fueron vertidos con la contundencia de su cada vez más depurada técnica oratoria hasta aterrizar en la piel, territorio natural para recibir los embates de la emoción, de los versos recitados en la atasco len-to-de-la-pau-sa o a caballo de la montañarusaembaladahastaelahogo.
Un gesto del poeta fue el motivo que me llevó a escribir la reseña del día de hoy: Daniel Rabanaque desprendió el micrófono de su soporte natural, lo cogió entre sus manos y dio un salto de gigante hacia esa pose de Rock Star por la que tanto suspiro y que lo elevará secula seculorum hasta los altares de la mitomanía propia del que esto escribe.
Al final del concierto tuve la suerte de conocer a Paula, la brillante autora de Durmiendo a mares. El brillo de sus ojos me tranquilizo porque, como decía el anuncio, en las distancias cortas es donde un hombre se la juega, y en esos terrenos acostumbro a resbalarme por el precipicio de la olvidada tartamudez enmascarada en atascos silábicos sin importancia o por la triste pendiente de algún comentario inoportuno, falto de brillantez y apretadito en chorrada, gilipolleces y otras salsas. El desastre no llegó a materializarse y prometimos volver a vernos.
Al llegar a casa pensaba que el día no podía dar más de si pero me equivocaba. Faltaban cinco minutos para la hora de la Cenicienta cuando leí el correo que Michel Gaztambide (co-guionista de “Vacas” y “La caja 507”) había dejado en mi bandeja de entrada: “No he escogido el guión de tu corto por varias razones (entre ellas, una importante de producción) He seleccionado otro para su grabación pero quiero felicitarte porque creo que tu historia también merece la pena, y sobre todo revela que sabes contar una historia en imágenes. No sé si te servirá de consuelo pero espero que te dé ganas de seguir haciendo cosas.”
Hoy no tengo dudas: He tenido un buen día.

10 mayo 2007

PRESENTACION DE "PASTORAL"

El próximo 15 de mayo a las 20:00 horas presentación en la FNAC de Zaragoza del libro "Pastoral" de Ángel Gracia con la participación de Miguel Mena, Chuse Aragües y el autor.
Dicen las malas lenguas que hasta puede que haya vino de Cariñena.

07 mayo 2007

Pastoral














Pastoral
Premio de Narrativa Universidad de Zaragoza 2006
de Ángel Gracia
Editado por PRAMES



¡Oh viejo padre! Estás como eras antes,
cuando te placía la sociedad de los mortales;
más calmo ahora, sólo eso,
y más sereno, como los bienaventurados.
(Retrato de abuelo. Hölderlin)



El poeta Alejandro Pastor me presentó a Ángel Gracia en la planta -1 de la FNAC de Zaragoza. Fue después de una orgía de letras y taninos. De aquel primer encuentro recuerdo lo chispeante de su mirada de gafotas, un darme la mano con flojera y la medio sonrisa del que sabe mucho más de lo que muestra.
La segunda vez que hablé con él también fue en una planta -1, esta vez en la Biblioteca de Aragón. Ángel Gracia había intervenido en la primera parte de uno de los recitales que Manuel Vilas organizó bajo el sugerente título de “Los chicos están bien. I Semana de la Poesía Última”. Lo encontré en la puerta dónde se celebraba el evento, me dio la impresión de que buscaba un rincón para cometer algún acto delictivo relacionado con los cigarrillos, el caso es que le felicité por lo desengrasante de su lectura que aderezó con comentarios amenos y hasta jocosos, esa fue, además de sus textos, una gran virtud porque, en los recitales de poesía se tiende a la santificación, a la magnificencia y por vasos comunicantes… al aburrimiento. Es una cuestión de formato, pero esa es otra historia.
El 24 de abril se llenó el Paseo de la Independencia de libros, de autores y de lectores. La jornada matutina estuvo tan repleta que regresé por la tarde para husmear en los tenderetes, me detuve en el puesto de la Editorial Prames en busca de un título por el que ando interesado pero el azar, o vaya usted a saber el motivo, puso en mi camino la primera novela de Ángel Gracia. Ya he confesado en otras ocasiones que no dispongo de criterio a la hora de elegir el libro a leer, son ellos los que deciden, y “Pastoral” lo hizo con urgencia. Sin más zarandajas me cogió de las solapas de la chaqueta y me arrastró hasta uno de los bares más feos de Zaragoza.
Leí las primeras páginas acodado en la barra, con la cerveza sin tocar, la boca abierta y la sensación física, biológica de que aquellas líneas me estaban arrastrando hacia el tipo de viaje de experiencia vital, de ejercicio de escritura con el que tantas veces he soñado en mis noches de insomnio.
La empatía inicial y fulminante con la novela vino porque la muerte de Sebastián, el abuelo del autor, me recordó a la reciente muerte de mi padre. Sin embargo, la diferencia entre la ausencia del nieto en las últimas horas del abuelo y la presencia del hijo en las últimas horas del padre, se igualó por la tara que siempre acompañará mi vida: No conocí a ninguno de mis cuatro abuelos y tal vez por eso nunca pueda descubrir quien soy de verdad. Esa es la ecuación que Ángel Gracia trata de resolver en este libro.
“Pastoral” es un viaje a la infancia que comienza en la universidad de Jena (Alemania) a la sombra del poeta Hölderlin y termina en Fuendetodos a la vera del gran Francisco de Goya. Entre esos dos paisajes hay muchos otros, algunos polvorientos y reales como bares, amigos y comilonas; otros míticos y evocadores como valles, caminos y parideras.
El viaje, para alejarse del turismo rural, cultural o sexual, tiene que tener un barniz experimental, aventurero y novedoso. En este caso, la intención del autor es la de conocer el pasado para comprender el presente y mirar con nuevos ojos al futuro. En ese devenir por la orografía de la infancia y el recuerdo nos topamos con constantes referencias filosóficas que lejos de enfriar o alejarte de la narración, se pegan a la realidad como si se tratase de los más sabios refranes y consiguen el magnífico efecto de hacer pensar al lector, de posicionarse, de mojarse en un nuevo ejercicio del pensamiento que podríamos bautizar como reflexiones a pedales.
Porque es la bicicleta, junto con el ferrocarril, el medio de transporte de esta historia en busca de la memoria. Las dos ruedas y un tren regional dejan un poso simbolista de la amistad, de otra forma de moverse por el mundo tan alejada de radares, peajes y velocidades de AVE. La reivindicación de un ritmo pausado en la pedalada, nada de competición ni de deporte y la mirada a través de la ventanilla de un vagón son ingredientes fundamentales para el ejercicio físico e intelectual que experimenta Ángel Gracia durante la búsqueda de sus orígenes familiares, el oráculo al que preguntar por los motivos finales de la existencia.
En ese caldo de cultivo aparecen un desfile riquísimo de personajes que van desde abuelos, padres y familiares hasta amigos, paisanos y la pareja de la Guardia Civil; todos pegados a una geografía que acaba por determinar sus vidas.
Una circunstancia personal convierte a este libro en una autentica joya: La cantidad de coincidencias que tengo con el autor cuando habla de la proclamación de la escritura como un medio enorme ante mi insignificancia (“nuestros intentos de metáfora, decorados con más ilusión que talento”), o la emoción detenida en ínfimos instantes de la niñez (“Siento un escalofrío cuando recuerdo las primeras gafas que mis padres me compraron”), o la muerte como referente, como lanzadera durante un instante que acaba por diluirse (“¿Cuántas promesas sin cumplir, cada vez que alguien muere?), o el retorno al pasado en busca del alimento creativo que siempre acaba en la frustración de una foto sepia cuando lo imaginado era a todo color (“Hay algo en la luz, en la orografía, en el color de un cielo de domingo, que jamás podrá recuperarse sólo con el pensamiento y, menos aún con la palabra.), o la pérdida de la pasión (“Nuestros juegos y verbenas no desafían a la muerte con fuego y sangre, sino que simplemente se entretienen con esos elementos, desacralizándolos”)
El libro termina con un homenaje a la generación que nació durante el primer cuarto del siglo XX. Unos hombres y mujeres que pasaron de trabajar como en la Edad Media hasta vivir en el futuro tecnológico jamás soñado. En ese canto a nuestros antepasados se encuentra implícita la reflexión que debemos hacer sus descendientes. Un momento de mirar de dónde venimos para no perder el norte de hacia donde queremos ir. Una tarea que deberíamos aplicar a todos los aspectos de nuestra vida, desde lo lúdico convertido en cultureta de postín, hasta las inversiones bursátiles en el papel del somnífero que nos hace olvidar que para que nosotros seamos burgueses de medio pelo, clase media y medianías, ellos, nuestros padres y abuelos se ganaron la vida en el pastoreo, roturando los campos, arañando las entrañas de la tierra para extraer carbón y emigrando a las ciudades para surtir de mano de obra la gran empresa de la modernización industrial de este país, un viaje para mejorar en lo social y en lo económico. Ellos fueron proletarios del trabajo, del esfuerzo, de una lucha que hizo llegar el maná del desarrollo, ese maná del que nosotros, sus hijos y nietos, hemos sido los más beneficiados y por el que les debemos respeto, agradecimiento y un viaje a la memoria de todos ellos para que sus esfuerzos no hayan sido en vano. Ángel Gracia ha caminado por esa senda y ha vuelto para escribir esta magnífica novela.

SEBASTIÁN
I
Hablando
de la vida para sentirla
todavía. Nombrando
las cosas para que no
se pierdan
en el amanecer.

Escucho al hombre
que vela el tiempo,
que repite palabras
para no estar solo.

Él cuenta los muertos
y yo cuento los seres
que nunca conoceré.
(Valhondo. Ángel Gracia)

06 mayo 2007

En la soledad de los campos de algodón

Foto Jorge Sorrosal
Utilizar la palabra como mecanismo de comunicación es todo un reto en estos tiempos de palabrerío atravesando el zaping del televisor, palabras desparramadas, palabras superpuestas entre gritos amorfos, aquelarre de palabras, palabras manipuladas por los poderosos, palabras lanzadas con odio, palabras olvidadas en el breve trayecto que separa las cuerdas vocales de la trompa de Eustaquio.
“En la soledad de los campos de algodón” la palabra reclama su espacio. La palabra como medio natural para expresar nuestra situación en el mundo Dos hombres cruzan sus caminos en un espacio atemporal. El Cliente recorre una línea recta entre dos ventanas iluminadas, o al menos eso piensa. Una trayectoria que El Comerciante interrumpe con la mirada, ¿o era al revés? Da igual. La noche ha querido que la trayectoria del uno sea abordada por la presencia del otro. La transacción comercial irrumpe en sus vidas.
Bernad-Marie Koltés tejé una espiral de argumentaciones sobre las relaciones comerciales hasta constituir un tratado, un ensayo sobre los comportamientos humanos en esos avatares que a fuerza de cotidianos parecen poco importantes. Una naturalidad en la compra y en la venta que la puesta en escena consigue transformar en dos polos magnéticos. El Cliente y El Comerciante rotan sobre una escenografía metálica como dos animales cargados de un enorme potencial eléctrico que alternan la repulsión o la atracción como si las leyes de la física se hubieran asociado a la testosterona.
Es en esa confusión entre lo comercial teñido por lo sentimental ¿o era al revés? ¿Cuánto de transacción podemos soportar en nuestras relaciones sentimentales? En esa línea tan peligrosa se debaten El Comerciante y El Cliente hasta que la palabra deja su estatus de protagonista para dejar paso a la acción.
“Dos hombres que se cruzan no tienen otra elección que pegarse, con la violencia del enemigo o la dulzura de la fraternidad”




Teatro de la Estación. Reserva de entradas: 976 46 94 94



05 mayo 2007

69

Ha pasado otro día. Las letras siguen amotinadas. Un bocadillo de longaniza seca y dura, más una Coca-Cola de lata. Es madrugada. No puedo dormir ante la evidencia. Abro tres documentos de Word. El primero es un cuento inconcluso. El segundo, la reseña de la última novela que he leído y tanto me ha gustado. El tercero estaba en blanco hasta que he escrito estas sesenta y nueve palabras.

04 mayo 2007

Las ventanas

Fotografía de: Simao Pereira de Magalhanes

Para Monique y Javier Burbano

Las ventanas me gustan abiertas, de par en par. Sin embargo, cuando me levanto, camino a oscuras por la casa con el día allá afuera y la noche todavía dentro.
Creo que es una precaución que aprendí en mi otra casa. Estaba orientada al este y el sol golpeaba el salón y el dormitorio hasta el medio día. Desde que me he mudado no he visto el sol, tan sólo un leve brillo se escapa entre las nubes ácidas.
Desayuno a oscuras, me lavo la cara en tinieblas, me visto a trastavillazos y con el calzoncillo del revés. Sólo entonces levanto las persianas y abro las ventanas.
El cierzo se hace dueño de la casa. A veces entra con tanta fuerza que desordena las páginas de los cuentos, cuando las recojo en brazadas de espigador las leo tal cual el desorden las ha dejado. Es entonces cuando descubro mi torpeza. La genialidad del viento combina los folios con giros maravillosos, personajes adorables y los más malos malísimos que te puedas imaginar. Siempre me queda el cosuelo de los tontos y pienso que al fin y al cabo la forma de recoger los folios del suelo también tendrá su merito. En esas cavilaciones ando cuando cierro las ventanas.
Debería limpiar los cristales.

03 mayo 2007

La Pantoja

La Pantoja ha sido detenida en Marbella acusada de blanqueo de dinero y varios delitos contra la hacienda pública.
La primera vez que vi su nombre fue en los carteles de la Fiestas de Septiembre de Utrillas de 1982. El revuelo entre las féminas del pueblo hablaba del noviazgo, al parecer todavía secreto, entre la tonadillera y un Paquirri todavía casado. A él lo conocía bien porque mi curiosidad por entender el toreo había recibido unas cuantas clases magistrales a través de la televisión.
La Pantoja llegó tarde a su cita con el público utrillense y durante aquel tiempo de retraso todo fueron dimes y diretes, al parecer el maestro había toreado en Teruel capital y los rumores se dispararon. El de mayor aceptación hablaba de que la pareja retozaba en la cama de algún hotel, de ahí la tardanza y tal vez la suspensión del concierto.
La Pantoja llegó del brazo de su madre y mientras la cantante se cambiaba en los camerinos, la madre exigía los dineros en efectivo y por adelantado antes de que la niña se subiera a las tablas. La negociación con el Presidente de la Comisión de Fiestas tuvo sus momentos de tensión, los tiras y aflojas retrasaron aún más la actuación pero al final se llegó a una arreglo.
La cantante se encontró con un público cabreado que la recibió con una pitada monumental. Yo estaba en aquellas gradas como quien oye llover porque a mis dieciséis años no me interesaba lo más mínimo aquella señora de la que no tenía ninguna información artística, mi presencia estaba justificada por tener en propiedad el bono de las fiestas que me daba derecho a asistir a todos los espectáculos.
La Pantoja salió a la plaza de toros con tanta fuerza, arrojo y poderío que no pude cerrar la boca hasta muy entrada la noche cuando comprendí la lección recibida sobre los prejuicios musicales: Lo más importante de la música son los artistas que se suben a un escenario, el compromiso del público debería ser escucharlos y después… que Dios reparta suerte.
Algo pasó aquella noche para que transcurridos veintisiete años todavía la recuerde con un traje de volantes blancos, guapa hasta las trancas y con un repertorio que me demostró que otras músicas eran posibles, que el verdadero valor de la música esta en su diversidad. Desde aquella noche hasta comprar un disco de doña Concha Piquer sólo pasó un mes.

02 mayo 2007

Décimo quinto aniversario

El primer brindis de la noche fue “por la niña bonita”. Hoy me he dado cuenta que tras quince años de matrimonio solo nos falta eso, la niña bonita.

En wikipedia se puede leer:
El quince (15) recibe el apodo de la niña bonita en los juegos de azar.