Un viaje con Maricuela
La lluvia descorrió la cortina sobre la ciudad. El primer gol del Zaragoza en el Estadio de la Romareda lo pude ver a través de los cristales del nuevo bar que han abierto en mi calle. Diego Milito se escoró hacia la esquina izquierda del área grande y pegó un chutazo templado que se coló por la escuadra. El segundo lo cantó el conductor del treinta en la parada de Doctor Iranzo.
El diluvio descargaba sus penas sin contemplación sobre la ciudad, teñía de rojo las baldosas de la calle Comandante Repolles y chipiaba mis ropas.
Entre en La Caja Tonta buscando refugio y me encontré con un bar que me invitaba a un viaje en el tiempo: Vinilos formando paredes, la Bruja Avería, la rana Gustavo, el cartel de la primera de Las Guerras de las Galaxias y un sin fin de imágenes, objetos y recuerdos que tallaron gran parte de mi educación artística y emocional. Lo que yo no sabía era que la noche iba a continuar por los caminos de los trotamundos.
Aun estaba dando vueltas sobre mis sorprendidos talones cuando la música cesó y una voz con marcado acento argentino detuvo la rotación «Tengo el placer de anunciarles que en breves momentos el espacio cultural Gromeló abrirá sus puertas. Esta noche contamos con la presencia de Maricuela y su espectáculo “Cuenteando”. Les recuerdo que dada las dimensiones de la sala no esta permitido fumar pero, sin embargo, pueden acceder con cualquier tipo de bebida alcohólica y si a ustedes les parece bien con bebidas no alcohólicas. Para terminar un aviso: Como veo que el aforo se va a completar, ruego a Javier López Clemente que tenga la amabilidad de retirar sus entradas reservadas»
Resultó extraño escuchar mi nombre, ¿entradas reservadas? pero si ni siquiera tenía previsto entrar en aquel bar, además, ¿como sabía aquel porteño mi nombre y mis dos apellidos?
Me dirigí hacía la entrada de la sala con la intención de preguntar por aquella llamada del destino que ponía mi nombre y mis dos apellidos en el verbo fácil y dicharachero de aquel tipo al que no conocía de nada. Me fue imposible hacerlo porque cuando llegué a la parte superior del bar se empezaba a formar una fila de espectadores que apremiaban al organizador el evento, así que aboné el precio de mi reserva y me senté en la tercera fila de un aforo formado por sillas-propaganda de Ámbar y el desalojo de algún salón doméstico de los años setenta.
Maricuela apareció en el estrado con la electricidad de un garabato, escurrida de carnes, vestida de oscuro roto por una sobre tela amarilla. La elección de la tonalidad áurea dejaba muy a las claras que a Maricuela le da igual la superstición que rige sobre el color del traje que llevaba en el escenario Moliere en el acto de su muerte. En la camiseta el dibujo de una jaula, un truco de bruja que utilizó con brillantez para, en menos de lo que cuesta contar los cinco dedos de una mano, meter allí dentro al público rendido a su encantos. Mofletes sonrosados de parque geológico, sonrisa horizontal como el perfil de la Sierra de San Just y los ojos negros como una Cuenca Minera. Datos suficientes para situar sus orígenes en la Aliaga convertida en jardín, río y serpentina de la provincia de Teruel.
Maricuela llegó hasta el espacio cultural Gromeló para contarnos uno de sus viajes a la comarca de los Sanquetes. Una región con varias localidades y en la que puedes visitar la plaza de Sanqueteví, el castillo de Sanquetebesé, los refranes de Sanquetedijediego y de esa guisa hasta el infinito y más allá. Unas veredas que se escapan de las tradicionales rutas turísticas de monólogos con micro y taburete, porque Maricuela nos cuenta la vida y las anécdotas que circulan por los recovecos de su cabeza con la impronta de una gran actriz, el verbo suelto que dan las tablas y un mundo que para algunos será imaginario, pero que se revela real ante el espectador que es capaz de dejarse llevar por la imaginación fresca y chispeante de esta gran narradora de historias.
El diluvio descargaba sus penas sin contemplación sobre la ciudad, teñía de rojo las baldosas de la calle Comandante Repolles y chipiaba mis ropas.
Entre en La Caja Tonta buscando refugio y me encontré con un bar que me invitaba a un viaje en el tiempo: Vinilos formando paredes, la Bruja Avería, la rana Gustavo, el cartel de la primera de Las Guerras de las Galaxias y un sin fin de imágenes, objetos y recuerdos que tallaron gran parte de mi educación artística y emocional. Lo que yo no sabía era que la noche iba a continuar por los caminos de los trotamundos.
Aun estaba dando vueltas sobre mis sorprendidos talones cuando la música cesó y una voz con marcado acento argentino detuvo la rotación «Tengo el placer de anunciarles que en breves momentos el espacio cultural Gromeló abrirá sus puertas. Esta noche contamos con la presencia de Maricuela y su espectáculo “Cuenteando”. Les recuerdo que dada las dimensiones de la sala no esta permitido fumar pero, sin embargo, pueden acceder con cualquier tipo de bebida alcohólica y si a ustedes les parece bien con bebidas no alcohólicas. Para terminar un aviso: Como veo que el aforo se va a completar, ruego a Javier López Clemente que tenga la amabilidad de retirar sus entradas reservadas»
Resultó extraño escuchar mi nombre, ¿entradas reservadas? pero si ni siquiera tenía previsto entrar en aquel bar, además, ¿como sabía aquel porteño mi nombre y mis dos apellidos?
Me dirigí hacía la entrada de la sala con la intención de preguntar por aquella llamada del destino que ponía mi nombre y mis dos apellidos en el verbo fácil y dicharachero de aquel tipo al que no conocía de nada. Me fue imposible hacerlo porque cuando llegué a la parte superior del bar se empezaba a formar una fila de espectadores que apremiaban al organizador el evento, así que aboné el precio de mi reserva y me senté en la tercera fila de un aforo formado por sillas-propaganda de Ámbar y el desalojo de algún salón doméstico de los años setenta.
Maricuela apareció en el estrado con la electricidad de un garabato, escurrida de carnes, vestida de oscuro roto por una sobre tela amarilla. La elección de la tonalidad áurea dejaba muy a las claras que a Maricuela le da igual la superstición que rige sobre el color del traje que llevaba en el escenario Moliere en el acto de su muerte. En la camiseta el dibujo de una jaula, un truco de bruja que utilizó con brillantez para, en menos de lo que cuesta contar los cinco dedos de una mano, meter allí dentro al público rendido a su encantos. Mofletes sonrosados de parque geológico, sonrisa horizontal como el perfil de la Sierra de San Just y los ojos negros como una Cuenca Minera. Datos suficientes para situar sus orígenes en la Aliaga convertida en jardín, río y serpentina de la provincia de Teruel.
Maricuela llegó hasta el espacio cultural Gromeló para contarnos uno de sus viajes a la comarca de los Sanquetes. Una región con varias localidades y en la que puedes visitar la plaza de Sanqueteví, el castillo de Sanquetebesé, los refranes de Sanquetedijediego y de esa guisa hasta el infinito y más allá. Unas veredas que se escapan de las tradicionales rutas turísticas de monólogos con micro y taburete, porque Maricuela nos cuenta la vida y las anécdotas que circulan por los recovecos de su cabeza con la impronta de una gran actriz, el verbo suelto que dan las tablas y un mundo que para algunos será imaginario, pero que se revela real ante el espectador que es capaz de dejarse llevar por la imaginación fresca y chispeante de esta gran narradora de historias.
4 Comments:
así que es turolense? vaya, vaya...
me gusta eso de la "electricidad de un garabato" y la descripción de maricuela :). mucho, mucho.
(gracias por el link de ayer, lo escucharé en cuanto recupere mi ordena, puesto q ahora estoy trabajando con uno sin altavoces).
Hola Ana.
No podría asegurar que es turolense de nacimiento pero si que reconoce buenos recuerdos infantiles turolenses.
El link es un poco surrealista en cuanto a la imagen, recuerda que la intención era que escuchases la canción :-)
Salu2 Córneos.
Maricuela parece alguien especial. Me gusta ese tipo de gente diferente que solo con verlos frente a ti son capaces de despertar tu lado más amable. Me alegro del descubrimiento. Un abrazo.
Hola Gubia.
Desde luego, sobre el escenario tiene algo especial en su mirada. Por ahí es por donde se cuela el alma del artista para mostrarse al mundo.
Gentes así son las que hacen que la vida sea diferente, por eso, les tenemos que estar agradecidos, porque nos llenan la vida de arte.
Salu2 Córneos.
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