la chica de San José
Etiquetas: Julio Donoso, video poema
El concepto «teatro sin palabras» nos lleva intuitivamente a
la idea de silencio, sin embargo estaríamos cometiendo un error. 'Adios' es un espectáculo
de creación en el que ese binomio que nos parece indispensable de gesto y
palabra, se ha sustituido por la fusión entre una música incidental magnética para
aprehender el gesto y la expresión corporal situadas en un medio escénico que
tiñe un particular costumbrismo cotidiano con la magia de lo poético. El
trabajo del espectador en estas latitudes escénicas ya no consiste en
decodificar los dos lenguajes clásicos del teatro. En esta función la melodía y
los ritmos musicales te mecen pero también te guían para centrar la atención y
advertir como el gesto subraya y evoca todo lo que no se nombra.
La peripecia puede parecer evidente. Dos jóvenes enamorados
que se despiden para encontrarse en el futuro. Él se enfrenta a la aventura de
quien da un paso más allá de su entorno cotidiano. Ella espera en la estación
de trenes como si viviera en una canción de Serrat, hasta que decide marchar.
El viaje de los dos personajes tiene en común la relación que se establece con...
no estoy muy seguro si es un ente, una persona, una sombra o una ilusión, lo
que parece evidente es que alumbra a los perdidos para ayudarles a encontrar el
camino. Puede ser el eco del soporte de que nos encontramos ante la figura
oracular que ayuda al héroe para continuar la aventura. A partir de aquí todo
se complica. La función se bifurca y es muy probable que cada espectador decida
cuál es el camino que está tomando la narración. Los espectadores acostumbrados
a las historias enrevesadas con final feliz se abrazaran a la esperanza y al aliento
del optimismo, pero otros estarán pendientes de cómo se despliegan los
elementos del drama hasta que se imponga un final absoluto y desolador. En esta
encrucijada es donde se advierte la ventaja de enfrentarnos a la ausencia de las
palabras, porque así la historia se puede adaptar a la realidad que cada
Espectador decide. Quizás por eso es una experiencia inmersiva que te invita a
reflexionar sobre la dificultad del camino y como, tanto si regresamos al hogar
inicial como si nos quedamos arrojados en el arcén de la existencia, todos
sufrimos una transformación que nos impide volver a ser los mismos que éramos
en el pasado.
El desarrollo escénico tiene un marcado carácter
cinematográfico donde cada plano termina en un fundido a negro. Es una dinámica
muy visual que nos reta a mirar la función como una película muda para
descifrar todo el catálogo gestual que se despliega ante nuestros ojos. Se
trata de encontrar el significado de acciones y expresiones. Coreografías que
van desde la demostración de un sentimiento hasta la reacción del instinto.
El trabajo actoral es determinante para que todo el conjunto
alcance un elevado grado de emoción, y me atrevo a señalar los aspectos de
interpretación que se transmiten con mayor intensidad y quizás representen a
los personajes. Inma Oliver enmarca con especial intensidad su mirada, sus ojos
son la parte más determinante de un potente gesto facial. Todo lo que hace
sobre el escenario se percibe delicado, una manera diferente de enfrentarse a
las mismas vicisitudes a las que se enfrenta su compañero y que marcarán el
Devenir final del personaje. Manuel López-Vigo reproduce con una delicadeza
desasosegante los modos más cotidianos y monótonos de la vida. El arco de su
personaje le permite mostrar desde un alto nivel de energía hasta la quietud
mínima. Arantxa Azagra construye un personaje de dinámica pausada dentro del
caos al que no le vemos el rostro, y que ejerce de contrapunto onírico al devenir
terrenal en el que se desarrolla la peripecia.
El programa de mano de 'Adios' estaba en lo cierto. Montón
encontramos ante sesenta minutos tan intensos como emotivos. Un viaje que te
pone delante de tus decisiones para saber de qué manera manejamos el devenir de
la vida. ¿Todas las decisiones que tomamos nos hacen más libres? ¿En la
perpetuación consciente del daño nos sentimos esclavos de la rueda en la que
giramos, o es un lugar seguro donde escondernos? Son solo dos preguntas de las
muchas que genera está interesante propuesta.
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'Adiós'
Producción: Cia. INTERMITENCIAS. Idea y dirección: Arantxa
Azagra. Intérpretes: Inma Oliver, Manuel López-Vigo y Arantxa Azagra. Vestuario
y espacio escénico: Laura Sanz. Diseño de iluminación: Roberto Gregorio
(Txutxi). Técnico en sala: Ester Gascón. Diseño gráfico: Laura Sanz y Manuel
López-Vigo. Espacio sonoro: Faustino Cortés y Manuel López-Vigo. Música: Joan
Valent, Portico Quarter y Faustino Cortés / Fotografía: Iván Miguel.
Viernes 12 de mayo de 2023. Teatro Arbolé.
Etiquetas: Arantxa Azagra, critica teatro, Faustino Cortés, Inma Oliver, intermitencias, Joan Valent, Manuel López-Vigo, Portico Quarter, Teatro Arbolé
Voz(es) Un dúo que a veces son dos
Ayer se produjo en Zaragoza un acontecimiento que pone en
Solfa a los Sabiondos de la Astrofísica
que van diciendo por ahí que la aproximación entre dos soles provoca un agujero
negro. Pues hay que pregonar que no se cumple en el Barrio de La Jota porque,
cuando Pato Badián y Cristina Verbena ocuparon el escenario del Centro Cívico
Distrito 14 el universo en lugar de fundirse a negro, explotó en una inmensa
ovación.
Badián y Verbena son dos soles que tienen sus sistemas
solares propios. Alrededor de Pato orbitan la interpretación de una actriz que
trabaja con la verdad, y la música de unas cuerdas vocales que a veces son las
teclas de un piano o el cuero de un tambor. En torno a Cristina giran cientos
de cuentos, historias estrafalarias de risas y amoríos, de princesas con sapiencia
o de ogros que se comen niños. Usted entra en su colmado y ella elijo el
surtido. Las dos comparten las herramientas del ritmo y la palabra como modo de
expresión, y quizás por eso cuando se juntan, ellas dicen que sus voz(es) crean
una pieza músico-narrativa pero, ¡ay mi madre! lo que yo vi el domingo por la
tarde fue mucho más que una representación, fue una experiencia cósmica de
hormigueo en barriguilla, cosquillitas en el corazón y una risas que nos
echamos entre brujas, hechizos, y la lista de medicamentos para quitar la tos.
Voz(es) parte de una premisa muy escasa en estos tiempos de
bulla, zaranga y confusión: Se trata de escuchar. Pato escucha los cuentos de
Cristina, mientras Verbena escucha las canciones de Badián. Un ejercicio de ida
y vuelta para crear ecos en los que enredar sus voces, pero tanto se enredaron que
necesitaron la dirección de Magda Labarga para poner orden en el escenario y dibujar
esos caminitos por los que fluyen melodías, ritmos y una excelente dicción. No
se trata de un partido de tenis donde el turno lo marca el capricho de una bola
que viene y van. Voz(es) es un delicioso baño compartido, un mar de olas que te
mece en calma hasta que llega el tiempo de chapotear.
Pato Badián y Cristiana Verbena son las artistas de la pista
que entretienen a la tribu con pellizquitos de reflexión. Ellas ni se pintan la cara ni se cardan el pelo, si acaso se visten de negro con un toque de rojo y estrujan
su voz. Son las brujas pirujas del cuento, las divas divinas de la canción, comediantas, chamanes, dos mujeres que brillan como el sol. Historias contadas, canciones
cantadas y la mezcla de las dos.
Voz(es) es una invitación para que vuelen los sueños y
renovar el arte que nació en una caverna, en el perímetro de una hoguera o
junto a la estufa de carbón. Un espectáculo que chisporrotea energía, embellece
la vida y lubrica la imaginación.
Etiquetas: cristina verbena, Pato Badian
Gozos de un mundo traidor
'La Celestina' es una obra a medio camino entre la Edad
Media y el Renacimiento que nos habla de amor, avaricia y venganza. La versión
de Eduardo Galán acierta olvidando la revancha para sintetizar la tragicomedia de
una muerte compartida por la codicia, el destino y la pasión. Desde el insaciable
apetito sexual de quien roza piel con piel, hasta las lisonjas del amor cortés
que riman versos y tañen cuerdas. El espectador tiene un amplio catálogo para decidir
si atiende al mensaje moralizante y evita el pecado, o por el contrario cae en
sus fauces para saciar los sentimientos humanos propios del deseo carnal, y situar
a la amada por encima de sacramentos y del mismo Dios.
La escenografía tiene el aroma fronterizo de las vallas que
separan a los amantes en West Side Story,
pero aliñadas con un bolero de Nat King
Cole. Algunos elementos móviles ayudan en el tránsito de los personajes
para recrear con sencillez espacios nuevos, y colaborar en coreografías con un
interesante valor narrativo.
La función comenzó dubitativa pero muy pronto alcanzó un vuelo
fiable con algunos altibajos. José Sáiz está lustroso en el fraseo cómico de
criado pero pelín afectado como padre. Victor Sáinz compone un amante flojo y con
tan poco peso que a veces parece un chiquillo enfadado. Claudia Taboada se
ocupa con solvencia de doblar personajes en un ir y venir de la pasión
Casquivana a las melindres de la oración, y a los brazos del amor. Anabel
Alonso hace un trabajo contenido con buen ritmo y dicción hasta alcanzar un punto
muy alto en el trágico final. Es difícil enfrentarse a su edad al papel de Celestina
porque su perfil no termina de encajar en el tantas veces repetido «vieja»
y así, se crea una atmósfera más cercana a la bullanga del pícaro que a los
Hechizos de una anciana alcahueta.
'La Celestina'
Calificación: 3 estrellas
Producción: Secuencia 3, Pentación Espectáculos, Focus, Saga
Producciones. Autor: Fernando de Rojas. Versión: Eduardo Galán. Dirección:
Antonio Castro Guijosa. Reparto: Anabel Alonso, José Sáiz, Víctor Sáinz, Claudia
Taboada, Beatriz Grimaldos y David Huertas.
11 de mayo de 2023. Teatro Principal de Zaragoza.
Etiquetas: Anabel Alonso, Antonio Castro Guijosa, Claudia Taboada, Critica Teatro Heraldo, Eduardo Galán, Fernando de Rojas, José Sáiz, Pentación Espectáculos, Saga, Secuencia 3, teatro principal, Víctor Sáinz
Soledad de plastilina
Einstein afirmaba que el significado físico del concepto
«tiempo» se podía establecer relacionando diferentes «espacios» En el teatro
esa tarea de conexión recae en las «acciones» Tolcachir destruye este
equilibrio de tres vértices, esparce sobre el escenario los materiales que
construyen la peripecia y reta a la imaginación del respetable para que mire
desde su propia perspectiva como moldea texto, sentimientos e interpretación en
busca de la felicidad. Parece un zagal jugando con los diferentes colores de
unas barras de plastilina que mezcla en un batiburrillo de discusiones
cotidianas. El resultado es un recorrido patético por la condición humana de
quienes esconden la soledad mientras buscan un hogar donde compartir el tesoro
de su amor.
La escenografía permanece invariable mientras una filigrana
engarza el jaleo de palabras y movimientos hasta diluir las certezas sobre si
la situación es un drama o una comedia y así, cuando la sonrisa brota no sabes
muy bien si el motivo es trágico o cómico. El elenco ejecuta con brillante precisión
los diferentes grados de intensidad por los que trascurre la función. Desde la
perfecta armonía de un coro de voces en el que cada uno va a la suya, hasta una
sinfonía de silencios para que la ficción y los espectadores puedan respirar.
El caos se ordena cuando las acciones se concentran en un
espacio-tiempo de los de toda la vida y los conflictos cruzados, que tan solo
se había esbozado, aumentan la energía dramática y consiguen explotar. Tras la
sorpresa inicial todo vuelve a la calma de unas criaturas aisladas en su
incapacidad para relacionarse. Parecen unas barras de plastilina sin estrenar y
cuando la función termina en un apagón a negro, me asalta la idea absurda de
cinco personajes esperando al autor que solucione sus vidas.
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Ficha técnica: 'Tercer cuerpo'
Calificación: 4 estrellas
Producción: Producciones teatrales contemporáneas, Timbre 4 y Sebastián Blutrach. Autor, dirección y espacio escénico: Claudio Tolcachir. Reparto: Natalia Verbeke, Carmen Ruíz, Carlos Blanco, Nuria Herrero y Gerardo Otero.
Etiquetas: Carlos Blanco, Carmen Ruíz, Claudio Tolcachir, Critica Teatro Heraldo, Gerardo Otero, Natalia Verbeke, Nuria Herrero, Producciones Teatrales Contemporáneas, teatro principal, Timbre 4
Una guerra deliciosa
‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’ transcurre en un
universo onírico degradado en lo material pero con un objetivo encomiable que
parte de una premisa: El mundo está lleno de tristes y necesita de una
revolución de amor para renovar la ilusión por vivir
La disposición física del escenario deja el proscenio para
el meollo donde se fabrica la ficción. Es el territorio de los payasos. El
fondo está ocupado por un demiurgo en funciones de Corifeo para armonizar a su
antojo el desarrollo de la peripecia. Escucha las peroratas de los personajes,
traduce al pueblo el lenguaje serpenteante de la trama mediante palabras,
muecas y mugidos, y hasta le da vidilla a la música de tambores y guitarras
para que las canciones empasten unas veces con el mensaje y otras en la pista
de baile.
Mika Y Mundo son dos payasos de chapa y chaqueta que pueden decir
Chaikovski y sin embargo conservar una identidad que va mucho más allá de la
sílaba “cha” Ese es el verdadero meollo de la cuestión. La diferencia entre Mundo
y Mika. Mundo es el rey de la pista, un comunista trotskista con pocos amigos y
algunos lejanos camaradas, el que se regodea en una rueda de palabras rimadas,
el que parece que abarca mucho pero de identidad anda flacucho. Mika de
identidad va sobrada. Idealista y guerrillera de raigambre aragonesa canta como
los viejos árboles de la ribera, con los verbos hace volteretas, con los bailes
bulerías, la sonrisa por bandera y una falda de mil capas que agita como una
pandereta. Revuelo de mil giros sueña con dragones de fuego ataviados con manguera
de bombero.
Mundo y Mika son seres complejos y singulares que asumen su
diversidad frente a la peligrosa monotonía de quien se define con respecto al
otro, al diferente. Ellos tienen dos personalidades que muestran la riqueza de
su individualidad. Mundo un poco cansado está en el camino de vuelta, él que conoce
la cumbre de la risa también ha visto la
soledad, y ahora se acerca al lado oscuro del pesimista. Una deriva que no sabe
muy bien cómo gestionar. Mika es la marejada de la utopía que quiere esparcir
la alegría, imagina una avalancha de chanzas, chistes y picardías, pero si para
llegar a ese cambio hay quien promueve el despiste, no duda en montar una
barricada y apuntar con su mosquetón a todo el que esté triste.
Dos energías tan distintas que al principio se abrazan en
vendaval pero… que el tiempo, la conciencia y la diferencia en la identidad terminan
por separar. Son razones psicológicas, distintas maneras de pensar, que Mundo
de repente comprende su mundo, y a Mika eso le da igual. Ella, perdida un
segundo en el desengaño, está a puntito de rendirse y de llorar, pero la jotera
resiste y, aunque despierta en la implacable realidad. Ella que ha bebido de
los dulces manjares del arte de soñar, se resiste temeraria al siniestro final.
El mundo de Mundo derrotado es un aviso a los navegantes de
prismáticos para otear el horizonte con la retórica de lo teórico, cuando la
lejanía permite parlotear de batallas culturales y plantar la trampa del
olvido, que el primero de muchos males es simplificar nuestra identidad. Mika cabalga
sobre el viento aunque nadie sabe dónde está. El Corifeo, atado al suelo que no
le deja ir más allá, concluye la parodia, el entretenimiento y los mensajes de
libertad para recordarnos que la tristeza también es parte de nuestra
personalidad, que no pasa nada, que eso es lo normal pero… mientras el
escenario se funde a negro una pregunta flota en el patio de butacas: ¿Quién
defiende a los que sueñan en esta ciudad? ¿Quién escucha a los payasos que
desmontan la tristeza de un mundo que necesita vivir con palabras, rimas y canciones
que nos hablen de amor, hostia, de amor?
La función se sustenta sobre tres aciertos. La adaptación de
Jorge Huertas para trasladar el imaginario original de carácter vasco y dotarlo
de aromas aragoneses. Un trasvase en su justa medida, sin sobresaltos
folcloristas o subrayados catetos que hubieran dado al traste con el equilibrio
poético que desprende la peripecia, a la que deja respirar, crecer y
complicarse hasta el vuelo de la resolución final.
La dirección de Amparo Nogués consigue una dramaturgia en la
que combina con la precisión del buen gusto todos los lenguajes que pasan por
el escenario, dando a cada uno de ellos el valor teatral que en cada momento necesita
la función. El secreto está en ajustar la dosis en el tono imprescindible del
clown, y tener la buena mano de maridar la mirada de Mika, siempre pendiente
del futuro, con el aroma de melancolía que envuelve a Mundo. A partir de ahí
todo lo domina un movimiento constante. El énfasis del ritmo van más allá de
una coreografía exenta, se incorpora con naturalidad a las intenciones de los
personajes, hasta combinar perfectamente con su forma de hablar, de deslizarse
por el gozo simple de repetir una y otras vez las mismas fórmulas en un
degradado progresivo, de la alegría de cantar tan fuerte y tan alto como los latidos del corazón.
La mezcla de todos estos elementos es deliciosa y solo encuentro un pero muy
personal. Jaime Ocaña compone una personaje que somardea con la naturalidad
marca de la casa con una presencia que percibo excesiva, y que sin embargo la
platea recibe con gozosas carcajadas. Mucho más interesante son esos breves
momentos cuando su discurso gana en solidez y pide más cuerda, que la ruptura
entre la carga de profundad filosófica y el petardazo del chascarrillo tenga un
poco más de recorrido para aumentar la tensión y así, que el contrapeso de su
personaje como custodio de la realidad cotidiana, gane en densidad y
contundencia para estar a la altura de las dos criaturas que maneja a su antojo,
y potenciar la comedia en esos esos momentos musicales llenos de chispa y sabor.
La función da un salto de calidad gracias a la
interpretación de los protagonistas que se percibe liviana, y sin embargo es
capaz de condensar literatura y expresión corporal. Un trabajo que aúna sensibilidad
y eficacia para subrayar el arco dramático de los dos protagonistas. El
personaje de Jorge Huertas, aunque parece estar muy arriba, siempre está
acompañado por un cierto aire taciturno hasta que ya no puede más y todo va
cuesta abajo. Huertas contiene los excesos, amarra los dramas al suelo mientras
la pena nos desgarra. La belleza de su derrota es el contrapunto necesario para
que el trabajo de Lorena Soler brille sin paliativos, una actriz con esa mirada
que solo puede nacer de la profunda conciencia de su oficio, una expresividad
que conecta con la butaca, te atrapa y ya no te suelta. Todo en ella es verdad:
las notas que salen de su garganta, la alegría del rostro y esa dificultad de
mantener la alta intensidad que necesita se personaje para, en un breve
momento, dar un volantazo a tanta energía positiva y cambiar todos los
registros de expresión para dejar la sala en silencio, los espectadores con el
estómago encogido y los ojos asomados al borde del precipicio por donde se
despeñan las lágrimas.
‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’ nos recuerda que
los cuentos son mapas para recorrer la vida y que, mientras las payasas van por
el mundo para poner una sonrisa allá donde hay una paters, un muro de
concertinas, un puchero vacío o el socavón de un proyectil, no debemos olvidar
otro mundo mucho más cercano a nuestra piel donde anida la tristeza.
La productora Salvache Cultura se estrena con esta obra y deja
sobre el escenario del Teatro del Mercado un sugestivo rastro de talento.
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‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’
Producción: Salvache Cultural. Guión original: Jon
Gerendiaga y Unai Gárate. Adaptación: Jorge Huertas. Dirección: Amparo Nogués.
Reparto: Jaime Ocaña, Lorena Soler y Jorge Huertas. Escenografía: Raúl
Castillero. Vestuario: Raquel Poblador (Obsidiana Atelier) Iluminación: Saúl
Blasco. Música en directo: Jaime Ocaña. Técnico: Ricardo Juan Amador. Fotografía. Más Mastral. Ayudantes de dirección. Yolanda Catón / Sara Bilotto Pons.
Teatro del Mercado. 5 de mayo de 2023.
Etiquetas: Amparo Nogués, critica teatro, Jaime Ocaña, Jon Gerendiaga, Jorge Huertas, Lorena Soler, Salvache Cultural, Teatro del Mercado, Unai Gárate
Un plan magnífico
La escenografía parece la de un enredo de sofá y puertas para
que salgan las sorpresas, pero en cuanto el texto entra en escena se despejan
todas las dudas. Tres amigos le pegan una buena tunda a la sinhueso para dibujar
una situación económica y social en caída libre. El contrapunto perfecto para
que la literatura dramática juegue con la crítica burlesca y la ironía hasta
llevar la trama al terreno de lo cómico, y definir perfectamente el arquetipo
de los personajes. Cartesiano, reflexivo y anárquico están un poco perdidos.
Son incapaces de comprender que Julio Iglesias se equivoca cuando canta que las
cosas vienen y van, pero la vida sigue igual. Los neurocientíficos lo denominan
ceguera al cambio.
La acción avanza entre carcajadas mientras a la chita
callando una idea contamina la totalidad de la peripecia: La percepción del
mundo y de uno mismo no siempre coincide con la realidad de los hechos.
Entonces llega la detonación. El argumento golpea el estómago de los espectadores,
congela las risas y deja en silencio la sala. La tragedia fulmina la comedia. Pero
no se preocupen, la ironía vuelve casi de inmediato aunque solo sea para
certificar que la vida no va a seguir igual.
Esta estructura narrativa requiere de un trabajo de
interpretación tan sobresaliente como el realizado por Jordi Ballester, Diego
Braguinsky y Ángel Fígols, actores con recursos para dotar de credibilidad a
los personajes, y al mismo tiempo empujarlos sobre el arco dramático que los
lleva a la cúspide catártica que exige la función. La dirección de Ignasi Vidal
propicia la armonía de un libreto con movimientos de frescura pop y tempo de
balada, vértigo rapero en los diálogos y el virtuosismo del jazz cuando parece
que cada uno toca a su bola, y sin embargo el resultado final es un plan magnífico.
Ficha Técnica: 'El Plan'
Calificación: 4 estrellas
Producción: Olympia Metropolitana y El Punt de la i.
Dramaturgia y dirección: Ignasi Vidal. Intérpretes: Jordi Ballester, Diego
Braguinsky y Ángel Fígols. Espacio escénico: Josep Simón y Eduardo Díaz.
30 de abril de 2023. Teatro de la Estación.
Etiquetas: Ángel Fígols, Critica Teatro Heraldo, Diego Braguinsky, El punt de la i, Ignasi Vidal, Jordi Ballester, Olympia metropolitana, Teatro de la Estación