Mundopolski. La guerra contra los tristes
Una guerra deliciosa
‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’ transcurre en un
universo onírico degradado en lo material pero con un objetivo encomiable que
parte de una premisa: El mundo está lleno de tristes y necesita de una
revolución de amor para renovar la ilusión por vivir
La disposición física del escenario deja el proscenio para
el meollo donde se fabrica la ficción. Es el territorio de los payasos. El
fondo está ocupado por un demiurgo en funciones de Corifeo para armonizar a su
antojo el desarrollo de la peripecia. Escucha las peroratas de los personajes,
traduce al pueblo el lenguaje serpenteante de la trama mediante palabras,
muecas y mugidos, y hasta le da vidilla a la música de tambores y guitarras
para que las canciones empasten unas veces con el mensaje y otras en la pista
de baile.
Mika Y Mundo son dos payasos de chapa y chaqueta que pueden decir
Chaikovski y sin embargo conservar una identidad que va mucho más allá de la
sílaba “cha” Ese es el verdadero meollo de la cuestión. La diferencia entre Mundo
y Mika. Mundo es el rey de la pista, un comunista trotskista con pocos amigos y
algunos lejanos camaradas, el que se regodea en una rueda de palabras rimadas,
el que parece que abarca mucho pero de identidad anda flacucho. Mika de
identidad va sobrada. Idealista y guerrillera de raigambre aragonesa canta como
los viejos árboles de la ribera, con los verbos hace volteretas, con los bailes
bulerías, la sonrisa por bandera y una falda de mil capas que agita como una
pandereta. Revuelo de mil giros sueña con dragones de fuego ataviados con manguera
de bombero.
Mundo y Mika son seres complejos y singulares que asumen su
diversidad frente a la peligrosa monotonía de quien se define con respecto al
otro, al diferente. Ellos tienen dos personalidades que muestran la riqueza de
su individualidad. Mundo un poco cansado está en el camino de vuelta, él que conoce
la cumbre de la risa también ha visto la
soledad, y ahora se acerca al lado oscuro del pesimista. Una deriva que no sabe
muy bien cómo gestionar. Mika es la marejada de la utopía que quiere esparcir
la alegría, imagina una avalancha de chanzas, chistes y picardías, pero si para
llegar a ese cambio hay quien promueve el despiste, no duda en montar una
barricada y apuntar con su mosquetón a todo el que esté triste.
Dos energías tan distintas que al principio se abrazan en
vendaval pero… que el tiempo, la conciencia y la diferencia en la identidad terminan
por separar. Son razones psicológicas, distintas maneras de pensar, que Mundo
de repente comprende su mundo, y a Mika eso le da igual. Ella, perdida un
segundo en el desengaño, está a puntito de rendirse y de llorar, pero la jotera
resiste y, aunque despierta en la implacable realidad. Ella que ha bebido de
los dulces manjares del arte de soñar, se resiste temeraria al siniestro final.
El mundo de Mundo derrotado es un aviso a los navegantes de
prismáticos para otear el horizonte con la retórica de lo teórico, cuando la
lejanía permite parlotear de batallas culturales y plantar la trampa del
olvido, que el primero de muchos males es simplificar nuestra identidad. Mika cabalga
sobre el viento aunque nadie sabe dónde está. El Corifeo, atado al suelo que no
le deja ir más allá, concluye la parodia, el entretenimiento y los mensajes de
libertad para recordarnos que la tristeza también es parte de nuestra
personalidad, que no pasa nada, que eso es lo normal pero… mientras el
escenario se funde a negro una pregunta flota en el patio de butacas: ¿Quién
defiende a los que sueñan en esta ciudad? ¿Quién escucha a los payasos que
desmontan la tristeza de un mundo que necesita vivir con palabras, rimas y canciones
que nos hablen de amor, hostia, de amor?
La función se sustenta sobre tres aciertos. La adaptación de
Jorge Huertas para trasladar el imaginario original de carácter vasco y dotarlo
de aromas aragoneses. Un trasvase en su justa medida, sin sobresaltos
folcloristas o subrayados catetos que hubieran dado al traste con el equilibrio
poético que desprende la peripecia, a la que deja respirar, crecer y
complicarse hasta el vuelo de la resolución final.
La dirección de Amparo Nogués consigue una dramaturgia en la
que combina con la precisión del buen gusto todos los lenguajes que pasan por
el escenario, dando a cada uno de ellos el valor teatral que en cada momento necesita
la función. El secreto está en ajustar la dosis en el tono imprescindible del
clown, y tener la buena mano de maridar la mirada de Mika, siempre pendiente
del futuro, con el aroma de melancolía que envuelve a Mundo. A partir de ahí
todo lo domina un movimiento constante. El énfasis del ritmo van más allá de
una coreografía exenta, se incorpora con naturalidad a las intenciones de los
personajes, hasta combinar perfectamente con su forma de hablar, de deslizarse
por el gozo simple de repetir una y otras vez las mismas fórmulas en un
degradado progresivo, de la alegría de cantar tan fuerte y tan alto como los latidos del corazón.
La mezcla de todos estos elementos es deliciosa y solo encuentro un pero muy
personal. Jaime Ocaña compone una personaje que somardea con la naturalidad
marca de la casa con una presencia que percibo excesiva, y que sin embargo la
platea recibe con gozosas carcajadas. Mucho más interesante son esos breves
momentos cuando su discurso gana en solidez y pide más cuerda, que la ruptura
entre la carga de profundad filosófica y el petardazo del chascarrillo tenga un
poco más de recorrido para aumentar la tensión y así, que el contrapeso de su
personaje como custodio de la realidad cotidiana, gane en densidad y
contundencia para estar a la altura de las dos criaturas que maneja a su antojo,
y potenciar la comedia en esos esos momentos musicales llenos de chispa y sabor.
La función da un salto de calidad gracias a la
interpretación de los protagonistas que se percibe liviana, y sin embargo es
capaz de condensar literatura y expresión corporal. Un trabajo que aúna sensibilidad
y eficacia para subrayar el arco dramático de los dos protagonistas. El
personaje de Jorge Huertas, aunque parece estar muy arriba, siempre está
acompañado por un cierto aire taciturno hasta que ya no puede más y todo va
cuesta abajo. Huertas contiene los excesos, amarra los dramas al suelo mientras
la pena nos desgarra. La belleza de su derrota es el contrapunto necesario para
que el trabajo de Lorena Soler brille sin paliativos, una actriz con esa mirada
que solo puede nacer de la profunda conciencia de su oficio, una expresividad
que conecta con la butaca, te atrapa y ya no te suelta. Todo en ella es verdad:
las notas que salen de su garganta, la alegría del rostro y esa dificultad de
mantener la alta intensidad que necesita se personaje para, en un breve
momento, dar un volantazo a tanta energía positiva y cambiar todos los
registros de expresión para dejar la sala en silencio, los espectadores con el
estómago encogido y los ojos asomados al borde del precipicio por donde se
despeñan las lágrimas.
‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’ nos recuerda que
los cuentos son mapas para recorrer la vida y que, mientras las payasas van por
el mundo para poner una sonrisa allá donde hay una paters, un muro de
concertinas, un puchero vacío o el socavón de un proyectil, no debemos olvidar
otro mundo mucho más cercano a nuestra piel donde anida la tristeza.
La productora Salvache Cultura se estrena con esta obra y deja
sobre el escenario del Teatro del Mercado un sugestivo rastro de talento.
_____
‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’
Producción: Salvache Cultural. Guión original: Jon
Gerendiaga y Unai Gárate. Adaptación: Jorge Huertas. Dirección: Amparo Nogués.
Reparto: Jaime Ocaña, Lorena Soler y Jorge Huertas. Escenografía: Raúl
Castillero. Vestuario: Raquel Poblador (Obsidiana Atelier) Iluminación: Saúl
Blasco. Música en directo: Jaime Ocaña. Técnico: Ricardo Juan Amador. Fotografía. Más Mastral. Ayudantes de dirección. Yolanda Catón / Sara Bilotto Pons.
Teatro del Mercado. 5 de mayo de 2023.
Etiquetas: Amparo Nogués, critica teatro, Jaime Ocaña, Jon Gerendiaga, Jorge Huertas, Lorena Soler, Salvache Cultural, Teatro del Mercado, Unai Gárate
1 Comments:
Qué crítica tan profunda y bien hecha
Publicar un comentario
<< Home