La curvatura de la córnea

06 mayo 2023

Mundopolski. La guerra contra los tristes

 


Una guerra deliciosa

‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’ transcurre en un universo onírico degradado en lo material pero con un objetivo encomiable que parte de una premisa: El mundo está lleno de tristes y necesita de una revolución de amor para renovar la ilusión por vivir

La disposición física del escenario deja el proscenio para el meollo donde se fabrica la ficción. Es el territorio de los payasos. El fondo está ocupado por un demiurgo en funciones de Corifeo para armonizar a su antojo el desarrollo de la peripecia. Escucha las peroratas de los personajes, traduce al pueblo el lenguaje serpenteante de la trama mediante palabras, muecas y mugidos, y hasta le da vidilla a la música de tambores y guitarras para que las canciones empasten unas veces con el mensaje y otras en la pista de baile.

Mika Y Mundo son dos payasos de chapa y chaqueta que pueden decir Chaikovski y sin embargo conservar una identidad que va mucho más allá de la sílaba “cha” Ese es el verdadero meollo de la cuestión. La diferencia entre Mundo y Mika. Mundo es el rey de la pista, un comunista trotskista con pocos amigos y algunos lejanos camaradas, el que se regodea en una rueda de palabras rimadas, el que parece que abarca mucho pero de identidad anda flacucho. Mika de identidad va sobrada. Idealista y guerrillera de raigambre aragonesa canta como los viejos árboles de la ribera, con los verbos hace volteretas, con los bailes bulerías, la sonrisa por bandera y una falda de mil capas que agita como una pandereta. Revuelo de mil giros sueña con dragones de fuego ataviados con manguera de bombero.

Mundo y Mika son seres complejos y singulares que asumen su diversidad frente a la peligrosa monotonía de quien se define con respecto al otro, al diferente. Ellos tienen dos personalidades que muestran la riqueza de su individualidad. Mundo un poco cansado está en el camino de vuelta, él que conoce la cumbre de la risa  también ha visto la soledad, y ahora se acerca al lado oscuro del pesimista. Una deriva que no sabe muy bien cómo gestionar. Mika es la marejada de la utopía que quiere esparcir la alegría, imagina una avalancha de chanzas, chistes y picardías, pero si para llegar a ese cambio hay quien promueve el despiste, no duda en montar una barricada y apuntar con su mosquetón a todo el que esté  triste.

Dos energías tan distintas que al principio se abrazan en vendaval pero… que el tiempo, la conciencia y la diferencia en la identidad terminan por separar. Son razones psicológicas, distintas maneras de pensar, que Mundo de repente comprende su mundo, y a Mika eso le da igual. Ella, perdida un segundo en el desengaño, está a puntito de rendirse y de llorar, pero la jotera resiste y, aunque despierta en la implacable realidad. Ella que ha bebido de los dulces manjares del arte de soñar, se resiste temeraria al siniestro final.

El mundo de Mundo derrotado es un aviso a los navegantes de prismáticos para otear el horizonte con la retórica de lo teórico, cuando la lejanía permite parlotear de batallas culturales y plantar la trampa del olvido, que el primero de muchos males es simplificar nuestra identidad. Mika cabalga sobre el viento aunque nadie sabe dónde está. El Corifeo, atado al suelo que no le deja ir más allá, concluye la parodia, el entretenimiento y los mensajes de libertad para recordarnos que la tristeza también es parte de nuestra personalidad, que no pasa nada, que eso es lo normal pero… mientras el escenario se funde a negro una pregunta flota en el patio de butacas: ¿Quién defiende a los que sueñan en esta ciudad? ¿Quién escucha a los payasos que desmontan la tristeza de un mundo que necesita vivir con palabras, rimas y canciones que nos hablen de amor, hostia, de amor?

La función se sustenta sobre tres aciertos. La adaptación de Jorge Huertas para trasladar el imaginario original de carácter vasco y dotarlo de aromas aragoneses. Un trasvase en su justa medida, sin sobresaltos folcloristas o subrayados catetos que hubieran dado al traste con el equilibrio poético que desprende la peripecia, a la que deja respirar, crecer y complicarse hasta el vuelo de la resolución final.

La dirección de Amparo Nogués consigue una dramaturgia en la que combina con la precisión del buen gusto todos los lenguajes que pasan por el escenario, dando a cada uno de ellos el valor teatral que en cada momento necesita la función. El secreto está en ajustar la dosis en el tono imprescindible del clown, y tener la buena mano de maridar la mirada de Mika, siempre pendiente del futuro, con el aroma de melancolía que envuelve a Mundo. A partir de ahí todo lo domina un movimiento constante. El énfasis del ritmo van más allá de una coreografía exenta, se incorpora con naturalidad a las intenciones de los personajes, hasta combinar perfectamente con su forma de hablar, de deslizarse por el gozo simple de repetir una y otras vez las mismas fórmulas en un degradado progresivo, de la alegría de cantar tan  fuerte y tan alto como los latidos del corazón. La mezcla de todos estos elementos es deliciosa y solo encuentro un pero muy personal. Jaime Ocaña compone una personaje que somardea con la naturalidad marca de la casa con una presencia que percibo excesiva, y que sin embargo la platea recibe con gozosas carcajadas. Mucho más interesante son esos breves momentos cuando su discurso gana en solidez y pide más cuerda, que la ruptura entre la carga de profundad filosófica y el petardazo del chascarrillo tenga un poco más de recorrido para aumentar la tensión y así, que el contrapeso de su personaje como custodio de la realidad cotidiana, gane en densidad y contundencia para estar a la altura de las dos criaturas que maneja a su antojo, y potenciar la comedia en esos esos momentos musicales llenos de chispa y sabor.

La función da un salto de calidad gracias a la interpretación de los protagonistas que se percibe liviana, y sin embargo es capaz de condensar literatura y expresión corporal. Un trabajo que aúna sensibilidad y eficacia para subrayar el arco dramático de los dos protagonistas. El personaje de Jorge Huertas, aunque parece estar muy arriba, siempre está acompañado por un cierto aire taciturno hasta que ya no puede más y todo va cuesta abajo. Huertas contiene los excesos, amarra los dramas al suelo mientras la pena nos desgarra. La belleza de su derrota es el contrapunto necesario para que el trabajo de Lorena Soler brille sin paliativos, una actriz con esa mirada que solo puede nacer de la profunda conciencia de su oficio, una expresividad que conecta con la butaca, te atrapa y ya no te suelta. Todo en ella es verdad: las notas que salen de su garganta, la alegría del rostro y esa dificultad de mantener la alta intensidad que necesita se personaje para, en un breve momento, dar un volantazo a tanta energía positiva y cambiar todos los registros de expresión para dejar la sala en silencio, los espectadores con el estómago encogido y los ojos asomados al borde del precipicio por donde se despeñan las lágrimas.

‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’ nos recuerda que los cuentos son mapas para recorrer la vida y que, mientras las payasas van por el mundo para poner una sonrisa allá donde hay una paters, un muro de concertinas, un puchero vacío o el socavón de un proyectil, no debemos olvidar otro mundo mucho más cercano a nuestra piel donde anida la tristeza.

La productora Salvache Cultura se estrena con esta obra y deja sobre el escenario del Teatro del Mercado un sugestivo rastro de talento.

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‘Mundopolski. La guerra contra los tristes’

Producción: Salvache Cultural. Guión original: Jon Gerendiaga y Unai Gárate. Adaptación: Jorge Huertas. Dirección: Amparo Nogués. Reparto: Jaime Ocaña, Lorena Soler y Jorge Huertas. Escenografía: Raúl Castillero. Vestuario: Raquel Poblador (Obsidiana Atelier) Iluminación: Saúl Blasco. Música en directo: Jaime Ocaña. Técnico: Ricardo Juan Amador. Fotografía.  Más Mastral. Ayudantes de dirección.   Yolanda Catón / Sara Bilotto Pons.

Teatro del Mercado. 5 de mayo de 2023.


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1 Comments:

At 07 mayo, 2023 14:10, Anonymous Anónimo said...

Qué crítica tan profunda y bien hecha

 

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