Catedral de Teruel
La campana de algún reloj cercano marcó la hora del ángelus. La taquillera nos explicaba que las entradas para los jubilados tenían precio reducido. Le pregunté a mi madre, en tono cachondeojacarandoso, si era jubilada. Ella pasó de mi pregunta y se dirigió a la taquillera con esa sonrisa de abuela que vale un Potosí «Tengo 86 años. Soy vieja, fea, sorda y… jubilada» «Entonces» respondió entre risas «serán ocho euros»
Tuvimos que esperar media hora para la visita guiada que empezó frente al Retablo Mayor tallado en madera a mediados del sigo XVI por Gabriel Joly. La visita continuó por otras capillas de gran interés y belleza, pero a mi me gustó especialmente la de Santa Emerenciana, patrona de la ciudad, porque allí se encuentra, frente a Santa Marta y su cuchara, la imagen esculpida del sacerdote Dominico Joaquín Royo, primer santo turolense, además de participar en la traducción de la Biblia al Chino y ser natural de Hinojosa de Jarque, pueblo de las Cuencas Mineras con 1224 metros del altitud y un Parque Escultórico que recomiendo visitar.
La guía dejo para el final el verdadero motivo que hasta allí nos había llevado. Por unas angostas escaleras, que mi madre subió a ritmo de maillot amarillo, ascendimos hasta las balconadas que circunscriben la zona de la techumbre mudéjar de la Catedral. Esta joya de madera policromada data del siglo XIII y ofrece una interesante decoración de influencia islámica en sus formas geométricas y decoración figurada; además de mostrar el carácter cristiano de la edificación que la contiene con la representación de escenas bíblicas, santos y obispos. Pero quizás el rasgo más interesante sea el reflejo del Teruel medieval, y así podemos ver a reyes, nobles, cristianos, mudéjares, carpinteros, damas, caballeros, campesinos, escenas de caza, de guerra, un muestrario de animales fantásticos y un largo etcétera que forman un mosaico social de gran colorido. No se lo pierdan.
El calor había tomado las calles de la ciudad cuando regresamos a la solera, así que decidimos acudir a uno de los restaurantes que por la zona atisbamos. Ensalada fresquita, codillo de cerdo y natillas caseras con galleta fueron mis viandas que a gusto hubiera regado con un buen vino, sin embargo la prudencia, los seis puntos del permiso de conducir y los seiscientos euros de multa me aconsejaron agüita del tiempo que a la señora Rosario el agua fresca le sienta mal a la garganta. Un café en la Plaza del Torico y de vuelta al charco desde dónde esta noche de insomnio escribo estas letras.
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