Un paseo de sombra y luz
Una vez oí contar una historia
que había en un cuento
al canto alegre del hombre
que es como el sol.
(Una historia)
El sol aplastaba el verano utrillense de 1980 para hacerse dueño y señor de las calles, las persianas hasta abajo y las cortinas corridas. Estoy en casa de mi hermana, tumbado en el suelo, en la oscuridad fresca del cuarto de estar. Antonio arregla la electrónica a lámparas de una televisión. La funda del L.P. me mira, se está quemando, igual que el dueño; un malagueño que se cansó de trabajar en las minas, pidió el finiquito de casi un mes y dejó un equipo estereofónico y esta magnífica grabación en la mesa de reparaciones de mi cuñado. Así llegué hasta Triana, entre los calores turolenses y por el hilo musical que me servía para ensayar los bailes del primigenio Miguel Bosé.
Quiero contarte niña
como cambia el sentido
de las cosas
como una puerta
ancha o estrecha
según tu forma de ser.
(Quiero contarte)
La primera vez que llame niña a Migue fue parar cantarle esta canción, todavía la llamo así, niña, a mi me gusta y ella, a veces, sonríe. Entonces daría el oro y el moro por saber que piensa. Tuve que cantar la tonada en muchas ocasiones, todas y cada una de las veces que las falsedades corrían a nuestro lado para tentarnos, para hacernos cambiar. Pero nosotros dale con la burra al trigo porque preferíamos la puerta estrecha y mantener nuestra forma de ser.
Lo recordaba perfectamente, lo espere con un poco de impaciencia, ahí viene, se acerca, un compás y dos. Ahí esta el silencio y el quejío. Que gusto, los vellos erizados como hace veinticinco años.
Una esquina cualquiera
y bajo la luz de un farol
dos jóvenes, hablan
y se cuantas sus vidas
la ilusión de aquel amor.
(Sombra y luz)
No era una esquina cualquiera, eran todas las esquinas de Las Casas Nuevas, bajo los árboles de la Fuente la Morera y las estrellas de Los Huracanes. No era un farol, eran todas las farolas municipales desde Los Pajares hasta la Replazeta. Allí nos contábamos nuestras vidas, dando por hecho que estaríamos juntos, una vida juntos. Algunas veces, pasado tanto tiempo, se nos olvida lo más importante: Seguimos juntos.
La guitarra flamenca de Eduardo Rodríguez R. y la entrada potente del bajo, ¡que arte en ese bajo de Manolo Rosa!, palmas y palmas, los teclados de Jesús de la Rosa por debajo y el grito de la tierra en la boca de Enrique Carmona.
Vientos y lluvias
asolan mi corazón
cada vez que pienso en ti,
una llama de luz y de pasión
limpia el camino
de sombras despiertas sin fin
has volver.
(Hasta volver)
Volver. La primera vez que volví después de tres meses de separación nos encontramos en los Jardines Florida, fue siempre así, se quedó como costumbre. Me vestí de prendas vaqueras y un clavel en el ojal. Ella me miró desde arriba hasta abajo y corrió a mi encuentro. Tras el abrazo y los giros me besó. Guardo ese sabor en la caja fuerte de la memoria y a veces, algunas veces, regresa. Cuando el latido de nuestros corazones recobró la normalidad, ella me quito el clavel de la solapa y lo tiró. Creo que el detalle cañí no le gustó nada.
Tiempo sin saber, ni donde estás
tiempo que se fue
sin avisar.
Pero intento descubrir
si la verdad
forma parte de mi ser
y de tu ser.
(Tiempo sin saber).
Sombra y luz. Verdad y mentira. Amor y odio. Ella y yo. Yo en el castillo, ella en la ribera. Tiempo y más tiempo.
Flamenco, mucho flamenco y de repente la sinfonía del rock. Genial.
Y al final vuelta a la sombra y luz.