Bip, bip
Bip, bip. Lo ignoré aunque ya lo sabía, tendría que levantarme. Bip, bip. Desuní los dedos de las manos, los noventa kilos giraron ciento ochenta grados y abracé la almohada. Bip, bip. Saqué los pinrreles de la cama para mover con gusto los dedos, esta vez de los pies. Bip, bip. Abrí un ojo. Los números rojos del radio reloj despertador registraban las dos y diez. Resté con insomne desesperación, sólo quedaban tres horas para madrugarme y bip, bip. Abrí el otro ojo, ella dormía con la convicción de todos los días, como si fuera una religión, a pierna suelta. Bip, bip. La miré con detenimiento, desde los tobillos hasta el borde del camisón que dejaba desnudas las nalgas de mis deseos. Bip, bip. La habría acariciado hasta que los gemidos hubiesen acallado el bip, bip.
Bip, bip. Por fin me decidí Caminé a oscuras hasta el comedor iluminado por las farolas gigantes del Puente de las Fuentes. Sobre la mesa los discos de Violadores del Verso, Buika y Casa Limón. Bip, bip. Levanté el periódico atrasado del domingo y nada. Bip, bip. Retiré las latas de Ámbar y Ámbar Greeen y nada. Bip, bip. Aparté las cartas de Ibercaja, El Corte Inglés y la invitación de boda de Dani y Vanesa y nada. Bip, bip.
Bip, bip. Allí estaba, sobre el sofá. El muy ladino se camuflaba entre los mandos a distancia de la televisión, el deuvedé y la tedeté. Bip, bip. Lo agarré con desprecio para llevarlo hasta la otra habitación violeta, el sitio donde debería pasar todas las noches, al acogedor lugar entre el monitor Benq y la estación multifunción de hp. Bip, bip. Fue la mano derecha la que sufrió la vibración mientras la izquierda abría la puerta. La luz artificial y el cierzo se colaban ufanos desde la calle. Bip, bip. El segundo temblor desagradó a los dedos y a algún otro resorte porque, en vez de dejarlo en el cargador, lo tiré por la ventana. Antes de perderlo de vista lo pude escuchar por última vez. Bip, bip.
Bip, bip. Por fin me decidí Caminé a oscuras hasta el comedor iluminado por las farolas gigantes del Puente de las Fuentes. Sobre la mesa los discos de Violadores del Verso, Buika y Casa Limón. Bip, bip. Levanté el periódico atrasado del domingo y nada. Bip, bip. Retiré las latas de Ámbar y Ámbar Greeen y nada. Bip, bip. Aparté las cartas de Ibercaja, El Corte Inglés y la invitación de boda de Dani y Vanesa y nada. Bip, bip.
Bip, bip. Allí estaba, sobre el sofá. El muy ladino se camuflaba entre los mandos a distancia de la televisión, el deuvedé y la tedeté. Bip, bip. Lo agarré con desprecio para llevarlo hasta la otra habitación violeta, el sitio donde debería pasar todas las noches, al acogedor lugar entre el monitor Benq y la estación multifunción de hp. Bip, bip. Fue la mano derecha la que sufrió la vibración mientras la izquierda abría la puerta. La luz artificial y el cierzo se colaban ufanos desde la calle. Bip, bip. El segundo temblor desagradó a los dedos y a algún otro resorte porque, en vez de dejarlo en el cargador, lo tiré por la ventana. Antes de perderlo de vista lo pude escuchar por última vez. Bip, bip.
6 Comments:
Muy bueno el ritmo que le das con el "bip, bip" haces el tiempo de la accion casi real. Tambien me gusta que des las marcas comerciales de los objetos que aparecen en la narracion.
Detalles que hacen un buen texto.
Se me ha olvidado, el de antes soy yo.
Retruecano
Hola Retruécano.
Gracias por los comentarios. Las marcas comerciales entraron en el último momento, justo después de frimar un contrato publicitario con Benq (como el Real Madrid) y con Hewlett-packard... si es que todos tenemos un precio estimado vate.
:-)
Bien descrita esta situación por la que todos alguna vez hemos pasado.
Saludos
Pues... que quieres que te diga. Me inspira compasión el pobre aparato. ¿Quién te manda dejarlo conectado?... al menos haberlo dejado en silencio, jeje.
Te está bien por despistado.
Hola ana
Bueno... lo cierto es que yo tampoco estoy especialmente orgulloso de esta reacción violenta pero... él me esperaba en la calle con una sonrisa.
:-)
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