espera
Era el quinto día de entrenamiento después del abandono injustificado de tan sana costumbre. Estaba contento. Dieciocho minutos a ritmo, sin pasar de las ciento cincuenta y cinco pulsaciones. Paré en al cruce del cuarto cinturón con Miguel Servet, demasiado tráfico para saltarme el cartelito que ha colocado el Ayuntamiento en los semáforos más peligrosos. espera. Desconozco como va la campaña, pero a mí, me entran unas ganas locas de cruzar cuanto más en rojo mejor.
Fue la primera vez que lo vi. Caminaba despacio, gesticulaba y hablaba solo. No me sorprendió, yo también soy aficionado a caminar conmigo mismo, muy lento y manoteando mis pensamientos. Se sentó junto a la barandilla del puente sobre las vías del AVE. Cuando lo rebasé me lanzó un grito de ánimo como si yo hubiera sido un ciclista «Alé, alé, alé» y levantó el pulgar de la mano derecha
Tuve que concentrarme de nuevo. El despiste y la ligera subida habían elevado mis pulsaciones a ciento sesenta y tres. Al llegar al nuevo acueducto del Canal Imperial ya había olvidado al hombre parlanchín y solitario. Di media vuelta.
Una de las cosas que más me gusta de correr cuesta arriba es que después lo haces cuesta abajo. Apuré el trote, me sentía bien, respiraba con facilidad y hasta me permití un ligero sprint a modo de homenaje.
Fue la segunda vez que lo vi. Se había levantado, ya no hablaba, tampoco gesticulaba, sólo miraba las vías. Lo hacía a través de la valla de protección. El corazón se desbocó, comprobé el pulsímetro. Era cierto, el ritmo cardíaco estaba muy acelerado, por encima de ciento ochenta, sin embargo la cadencia de la zancada era lenta, zarrapastrosa, casi irrisoria. Me detuve, ¡estúpido de mi!, para que las pulsaciones bajaran pero no lo hacían, al contrario, continuaban subiendo y subiendo. Alcé la vista incrédulo el tiempo suficiente para verle saltar por encima de las alambradas y dejarse caer en el vacío. El tren Zaragoza-Lérida pasó más despacio que nunca y mi corazón se paró definitivamente.
Fue la primera vez que lo vi. Caminaba despacio, gesticulaba y hablaba solo. No me sorprendió, yo también soy aficionado a caminar conmigo mismo, muy lento y manoteando mis pensamientos. Se sentó junto a la barandilla del puente sobre las vías del AVE. Cuando lo rebasé me lanzó un grito de ánimo como si yo hubiera sido un ciclista «Alé, alé, alé» y levantó el pulgar de la mano derecha
Tuve que concentrarme de nuevo. El despiste y la ligera subida habían elevado mis pulsaciones a ciento sesenta y tres. Al llegar al nuevo acueducto del Canal Imperial ya había olvidado al hombre parlanchín y solitario. Di media vuelta.
Una de las cosas que más me gusta de correr cuesta arriba es que después lo haces cuesta abajo. Apuré el trote, me sentía bien, respiraba con facilidad y hasta me permití un ligero sprint a modo de homenaje.
Fue la segunda vez que lo vi. Se había levantado, ya no hablaba, tampoco gesticulaba, sólo miraba las vías. Lo hacía a través de la valla de protección. El corazón se desbocó, comprobé el pulsímetro. Era cierto, el ritmo cardíaco estaba muy acelerado, por encima de ciento ochenta, sin embargo la cadencia de la zancada era lenta, zarrapastrosa, casi irrisoria. Me detuve, ¡estúpido de mi!, para que las pulsaciones bajaran pero no lo hacían, al contrario, continuaban subiendo y subiendo. Alcé la vista incrédulo el tiempo suficiente para verle saltar por encima de las alambradas y dejarse caer en el vacío. El tren Zaragoza-Lérida pasó más despacio que nunca y mi corazón se paró definitivamente.
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La imagen la he tomado prestada de: http://inde.blogia.com/2006/080401-campana-para-entender-un-semaforo.php
4 Comments:
Hay dias cuando corres, son pocos, que todos funciona a la perfeccion. Sientes que eres mas veloz que el viento y que nada ni nadie pueden pararte.La sensacion es de libertad plena.De esa libertad plena que en tan pocas ocasiones a lo largo de la vida logramos alcanzar. Es como cuando reconoces algo de ti en un texto ajeno...Se abre el cielo.
Retruecano
Hola Retruecano.
De acuerdo, estoy de acuerdo.
Creo que además de libertad se siente felicidad, incluso si has sufrido en esa última cuesta. Y después la ducha calentita.
Bueno, el tema de la foto me ha servido para conocer tu blog, así que me alegro mucho.
A mí también me entran ganas de cruzar en rojo. Pero todavía más de darle una colleja al que autorizó la campaña.
Hola Inde.
Reitero mis agradecimientos. Tenía la intención de tirar yo una de esas fotos pero con el texto terminado a las tantas de la madrugada me dio el yu-yu de buscar alguna foto de prensa y me topé con tu blog.
¡¡Y no sólo los cartelitos!!! también lo han escrito sobre las líneas blancas de los pasos de peatones.
Por cierto, veo que eres aficionada a las imágenes, así que tienes abiertas las puertas de mi bitácora visual, a saber: www.la-mirada.blogspot.com
y gracias por la visita.
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