Ayer se inauguraron en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza las I Jornadas Interdisciplinares sobre Género. En esta primera mesa redonda, bajo el título, Mujeres y música, intervinieron Nines Cárceles, Raquel Agudo, María Pérez, Mabel Royo y Luzmila Mercerón. El currículo de cada una de ellas es tan jugoso como extenso y prefiero obviarlo para centrarme, si soy capaz de resumirlas, en sus palabras. La primera pregunta indagó sobre el significado que la música tenía para las ponentes. Nines Cárceles comenzó orgánica. La música es tan necesaria como el agua. Confesó que su ilusión se forjó a pie de escenario y ese gusanillo le picó por dentro hasta que logró estar allí arriba, para ella un día sin música es en blanco y negro. Raquel Agudo afirmó que estaba todo el día pensando en la música. Todo el día de cada uno de los días desde que era pequeña y soñaba, casi de manera obsesiva, con convertir su pasión en un medio para ganarse la vida. Trabajar en torno a la música era sueño. Para María Pérez la música está antes que todo lo demás. Una vocación que te exige mucho y te da mucho más. A Mabel Royo, desde el entorno rural de su infancia, pertenecer al mundo de la música desde el punto de vista profesional le parecía un sueño solo apto para elegidos. En ese camino tuvo que dar muchos pasos, todos y cada uno de ellos motivados por su amor a la música. Me ha tocado moverme y, confesó, después de conocer muchos sitios y gentes diferentes puedo afirmar que ha sido una experiencia muy positiva. Ludmila Mercerón afirmó con contundencia caribeña que la música es carácter, temperamento y dedicación.
La segunda cuestión abordó los lazos que trenza la música entre lo personal y lo profesional. Raquel Agudo recordó que dedicarse a la música, en todas sus múltiples facetas, también es un medio para ganar dinero. La gran diferencia con otro tipo de trabajos radica en la pasión, y es ahí donde confluye con lo personal. Entonces nos invitó a repasar nuestros actos cotidianos con familiares y amigos para comprobar como la música nos une en muchas ocasiones. María Pérez fue contundente: Si eres músico no puedes olvidar la música, siempre la tienes en la cabeza, y subrayó la importancia del aprendizaje continúo que termina por convertirse en un compromiso. Ludmila Mercaron confesó que mira al pasado para compararse. ¿Qué habría sido de su vida si hubiera nacido en el siglo XIX? Son tantas las diferencias, afirmó, entre las mujeres de aquellos días, mal vistas y rechazadas por vivir como sus compañeros los músicos. Mujeres capaces de componer bellas melodías, algunas de las cuales han pasado a la historia de la canción trovera cubana (y universal, añado yo), canciones como “Dos gardenias para ti” que compuesta por Isolina Carrillo, fue popularizada por Antonio Machín o Ibrahim Ferrer (los nombres propios de los cantantes cubanos también los añado yo). Mabel Royo propuso traspasar los “si que puedo”, un soniquete imprescindible en la carrera musical, al ámbito privado y académico de la vida. Nines Cárceles contó que, pese a los médicos y su diagnóstico de nódulos en las cuerdas vocales, ella sigue en compañía de su música y su voz.
La moderadora derivó la conversación hacía los terrenos de la expresión, la creatividad y la visibilidad de la mujer en ámbitos musicales. Raquel Agudo recordó que a la mujer, al menos socialmente, se la considera más sensible y con más capacidad para expresar las emociones. Esa característica, subrayó, nos conecta con la música como medio de expresión. Sin embargo, aunque hay muchas mujeres en el entorno musical, académicamente son poco visibles, quizás por esos roles marcados previamente que asignan profesiones, como por ejemplo la dirección y la composición, con el género masculino, mientras que a la mujer se le asocia con otro tipo de roles, incluso de determinados instrumentos. Ludmila Merceron recordó que la música, desde que se hizo culta, estuvo en manos de la Iglesia dominada por los hombres. Desde entonces, el devenir de la música sufre los mismos tabúes y estereotipos sociales que el resto de las actividades humanas. Y puso dos ejemplos: Grupo de rock, masculino. Cuartetos y coros vocales, femenino. Mabel Royo destacó en el impagable papel de las mujeres para conservar la tradición popular en el ámbito de las canciones, las leyendas y las costumbres. La hermana de Mozart, recordó Nines Cárceles, fue tan precoz como su hermano, pero ella tuvo que casarse y vivir la vida que se presumía adecuada para una mujer. Ludmila Merceron contó como en 1996 salió del miedo para tocar su propia visión de las melodías cubanas. Llamó a todos los músicos cubanos de la ciudad. Pianista, percusiones y un trío de metales a los que mostró sus arreglos musicales antes de marcar el tiempo de comenzar los ensayos y ahí, a la hora de la verdad, sólo uno de ellos comenzó a tocar y a tomarla en serio.
La moderadora nos llevó hasta la inevitable referencia a la música comercial. Nines Cárdenas reclamó más espacio para todo tipo de músicas. Raquel Agudo recordó que muchas de las músicas con las que nos bombardean están pensadas exclusivamente para vender, por eso se basan en estímulos fáciles y fuertes. Sin embargo nos invitó a recorrer Internet para acceder a otro tipo de melodías y experimentar con el descubrimiento de músicas diferentes. Mabel Royo subrayó que la música de consumo rápido predispone a escuchar poco y que, algunas veces, las relaciones de la música con la imagen se limitan a vender sexo en lugar de canciones. Esa proliferación de imágenes dificulta que la sorpresa impacte en el público de un espectáculo en directo, ¿qué hacer ante espectadores que lo han visto todo? Tal vez, continuó, la respuesta sea mostrar el trabajo que hay detrás y el tejido musical que sostiene toda representación sonora. En este mundo de excesiva velocidad, sería bueno valorar la dificultad de aunar esfuerzos hasta conseguir tocar todos juntos una canción. Ludmila Merceron abogó por influir en los espacios que nos son cercanos para educar el gusto musical de los espectadores del futuro, este aprendizaje seria una excelente disciplina para aplicar en el estudio de cualquier otra materia académica.
Raquel Agudo retomó la conversación para poner sobre la mesa la importancia de la música como terapia en ámbitos clínicos como el proceso para conseguir un cambio de sexo o el tratamiento oncológico para un cáncer de pecho. En el primero la música sirve para encontrar la propia identidad, y en el segundo para controlar la ansiedad. La mecánica consiste en plasmar con la voz, o a través de un instrumento, nuestras sensibilidades y hacerlo de una manera tan natural como cuando éramos fetos y escuchábamos el latido del corazón de nuestra madre. Ese ritmo es nuestra primera experiencia musical. Nines Cárceles confesó como la simple ejecución de la música es capaz de desbloquearle sentimientos y tensiones, así un mal día puede terminar con el “orgasmillo” de una interpretación musical bien hecha. María Pérez recordó que conectar nuestra voz al cuerpo es un excelente catalizador de emociones, y lo olvidamos con demasiada frecuencia
La emoción de todos los presentes fue evidente cuando Ludmila Merceron confesó: “Yo soy víctima del maltrato físico y mental” Recordó que el miedo la tenía bloqueada y le impedía ver la realidad. Cada día se maquillaba para cantar, bailar y todo pa´lante hasta que, en los momentos más tristes, se sentaba al piano y conseguía sonreír con sinceridad. Allí fue donde denunció su situación. Compuso un puñado de canciones con las que giró y grabó un disco. Hacerse visible con la música para escapar del miedo.
La mesa redonda terminó con una larga lista de influencias musicales femeninas entre las que aparecieron madres y abuelas cantando cuplés y, como colofón, un delicioso concierto a tres voces que nos llevó desde los Beatles hasta Guantanamera cantado a coro por todos los asistentes.
Estas Jornadas sobre Género, coordinadas por el Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer (SIEM) con la ayuda de la Asociación de Jóvenes Historiadores de Aragón (AHJA), continúan a lo largo de esta semana. Aquí puedes conseguir toda la información.
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