La curvatura de la córnea

24 junio 2014

El taller de José




Saúl era un violinista que se subió a un autobús y recorrió los trescientos treinta kilómetros que separan Ciudad del Este de Asunción. Un viaje como la salida del sol para evitar que su nieto José comenzara los estudios de guitarra. El único argumento del abuelo era un regalo en forma de violín y de la guitarra nunca más se supo.

José tenía ocho años cuando en ciento ochenta y cinco días aprendió a leer las partituras del violín escritas en clave de Sol sin embargo, padres y profesores decidieron que se mudara a la viola porque el número de instrumentistas era menor frente al saturado mundo del violín. José no comprendió muy bien los motivos de aquel cambió que le obligaba a enfrentarse a un nuevo lenguaje de partituras cifradas en clave de Do.

José pertenece a una familia de intérpretes ligados a la música popular, desde el violín de abuelo hasta la trompeta de su padre y de su tío. Aquel niñito de Asunción disfrutaba con las enseñanzas de su abuelo que dejaba las partituras de lado y le hacía tocar de oído. Que Saúl había sido un maestro duro y exigente con sus hijos, se podía comprobar en las cartas que enviaba a casa durante las giras, y que siempre terminaba con besos para toda la familia menos para sus hijos Oscar y Rey, a los que solo citaba para recordarles la máxima de los trompetistas: Escalas y notas largas.

Pero con José era diferente porque, aunque su abuelo siempre se mantuvo estricto, también hizo gala de la paciencia que solo es posible frente a un nieto al que se le quiere enseñar la virtud de la repetición, ese trampolín que te lanza hasta la excelencia: Si te ha salido una vez bien, te tiene que salir bien para siempre, lo contrario significa que no estás pensando en la música. De esta manera José aprendió muy pronto que la repetición y el esfuerzo mental para pulir los detalles son la base fundamental para alcanzar una brillante carrera musical.

Los frutos no tardaron en llegar. José sólo tenía catorce años cuando ya se ganaba un sueldo en la Orquesta Nacional de Paraguay, un salario que hacía feliz a su madre sin embargo, la música no entiende de la condición favorable de un funcionario público y José, animado porque su hermano vivía en España, decidió volar desde el Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi hasta la orilla del Mediterráneo para ampliar sus conocimientos musicales junto al vaivén de las olas.

José terminó el grado profesional en Murcia y entonces conoció a Avri Levitan al que siguió hasta Zaragoza para terminar sus estudios superiores porque el músico israelí, además de un excelente profesor de viola, se convirtió en un faro que cambió por completo la perspectiva que José tenía sobre la profesión del músico. La relación entre maestro y alumno fue un paso decisivo para comprender que a la excelencia técnica hay que sumar la conexión emocional con el público.

José me contó una vez que el toca la viola con el mismo amor con el que trabaja un artesano: Con el cariño necesario para prestar atención a los detalles. Pero entre artesanos y músicos existe una diferencia esencial. Mientras aquellos trabajan en el sosiego de su taller, el músico culmina su experiencia ante el juicio del público, un lugar dónde no hay posibilidad de error. José, para vencer esta fuerte presión, establece una conexión entre su alto nivel técnico y el amor interior que profesa a la música: Desear tocar todas y cada una de las notas. Un camino que le mostró la interprete alemana de viola Tabea Zimmermann, a la que recuerda impregnada de una apabullante creatividad capaz de emocionar con la interpretación de una sola nota. El objetivo de José es llegar a un grado similar de excelencia y para ello sabe que el único camino posible para disfrutar de la viola es trenzar un alto grado de virtuosismo con una interpretación honesta de la música.

Aunque José ha recorrido un largo camino, todavía se encuentra al principio de su carrera musical. Una aventura para la que cuenta con la inspiración de su abuelo. Saúl le recuerda cada amanecer la importancia de mantener el amor por la música y José, anclado en esa memoria, encuentra la fuerza necesaria para seguir adelante con el propósito de que, allá donde esté su abuelo, se sienta orgulloso de aquel niñito de Asunción que dejó su país acompañado por una viola.

El proyecto Musethica ha sido un excelente aliando para alcanzar ese ideal que busca la constante mejora en los aspectos técnicos y lo equilibra con una orientación social de la emoción. Una experiencia educativa para comprender definitivamente que muchas veces la mejor nota no se da en el mejor auditorio, sino en el ritmo del corazón.


Musethica

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21 junio 2014

Comunicación sin barreras en El Gancho




La luz inundaba el Espacio Visiones, una esquina diáfana en el Gancho en la que resaltaba el orden de las estanterías que recogían multitud de materiales relacionados con la creación y la expresión artística, elementos que forman parte esencial de este proyecto social. El aroma estaba cargado de creatividad y al fondo, para registrar el concierto de Musethica, los medios técnicos de una radio.
La luminosidad dejó a los músicos envueltos en un halo etéreo y la excelente interpretación musical, desnuda de fastos, nos llegaba hasta el público con la intensidad de una comunicación sin barreras. Esa es una de las característica esenciales de Musethica, una comunicación total de doble: Bálsamo de nuevas sensaciones o puerta abierta para quienes no estamos habituados a escuchar música clásica, pero también es una experiencia única para los jóvenes músicos que participan en un proyecto pedagógico encaminado a encontrar la excelencia.
Una de las actividades del Espacio Visiones es la elaboración de programas de radio por eso, al terminar el concierto, los redactores de la emisora on line invitaron a los músicos a que se sometieran a una entrevista en la que Julia confesó que estuvo a punto de dejar de tocar la viola pero la aparición en su vida de Musethica le hizo comprender que su verdadero sentimiento hacía la música tiene que ver con tocar par un público tan especial como el que les había escuchado en el Espacio Visiones. Entre charla que te charla surgió una interesante propuesta de una posible colaboración entre algunos músicos de Musethica y las clases de danza creativa y teatro que reciben alguno de los usuarios.
El final fue de lo más feliz porque todos los que habíamos tenido la suerte de ser tan bien tratados por los hombres y mujeres del Espacio Visiones recibimos un regalo de los productos que ellos mismos elaboran.

Espacio Visiones
Musethica 

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Cerrar los ojos




Fundación Secretariado Gitano y Musethica abren los ojos

El quinteto de cuerda afinaba sus instrumentos en formato cuarteto mientras Julia atravesaba sobre la bicicleta BH de su padre la calle peatonal de Agustina de Aragón. El público esperaba sentado el comienzo del concierto y, cuando una señora preguntó si aquel jaleo era la música clásica, alguien le explicó que no, que aquello era el calentamiento y que igual era buena idea esperar al solecito de la calle. El público se cruzó con Julia, melena al viento, que entraba a la carrera en la sede de la Fundación de Secretariado Gitano con el hálito preocupado de una novia, que sabe que la función no comenzará hasta que ella haga acto de presencia.
La pequeña espera de afinación congregó a la tele y a un pequeño grupo de personas entre los que destacaba la elegancia trajeada de Ramón que defendía la música en directo frente a la proliferación de pinchadiscos, al fin y al cabo, aseguraba, en los concierto la música nunca se raya. Pero Ramón, cuando el concierto iba a comenzar, se fue calle abajo andandito con bastón y caracoles.
La Fundación Secretariado Gitano tiene como una de sus misiones fundamentales la de integrar a la comunidad gitana desde el respeto a su identidad cultural. En Musethica también se conjuga el verbo integrar cuando promueve una educación para músicos jóvenes de cualquier parte del mundo que necesita de la inigualable experiencia de llevar la música clásica a lugares poco habituales, pero música clásica sin concesiones, conciertos de cámara que se presentan sin ningún tipo de explicación o consejo previo, si acaso el que Julia nos prestó para que cerrásemos los ojos durante el tercer movimiento de la pieza que interpretaban de Dvorak. Le hice caso y las sensaciones me llevaron hasta un bebé con sandalias de plata que sonreía mientras sus manos, en suave danza con las notas, imitaba los movimientos de los músicos.
Cuando abrí los ojos los músicos ya no estaban allí y una señora, con una amplia sonrisa, aseguraba que aquella experiencia no había sido tan petardo como ella se imaginaba. Sus compañeras ponían el grito en el cielo y le respondían que aquel rato había sido como estar en la gloria. En la Fundación Secretariado Gitano nunca cierran los ojos.

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20 junio 2014

Charlar


Musethica en el Centro Comunitario Oliver


El centro comunitario Oliver estaba de fiesta. Los músicos de Musethica ponían sus instrumentos a punto en la sala multiusos que recogía una colección de carteles en los que se mostraba todas las actividades del centro, como el servicio de duchas y comedor, un lugar de encuentro para enlazar con otras actividades. Ya lo ven, de nuevo la palabra enlazar, uno de los objetivos de Musethica.
Aunque también nos acompañaron algunos alumnos de la escuela de formación socio-laboral del barrio, la mayoría del público eran mujeres adultas, esas heroínas que, como nos contó Elena, auto gestionaban sus lecciones de yoga, acudían a actividades como tertulias literarias, informática y los pucheros de Gabriela, unas charlas que recogen ingredientes médicos, culturales y festivos. Charlar. De eso nos habló Esther, la joven chelista nos contó que los quintetos de cuerda no suelen ser habituales en la música de cámara pero que a Mozart, insigne interprete de viola, le gustaba incorporar una segunda viola al tradicional cuarteto formado por dos violines, una viola y un chelo. Esther nos recomendó que estuviéramos atentos a los diálogos que se ejecutaban entre instrumentos. Charlar. A las charlas del centro comunitario Oliver y a los diálogos entre las notas de Mozart se sumó el fluido que discurría por las tuberías bajantes que, ante mi asombro, aunaron au sonido en perfecta armonía. Como me dijo una de las señoras al terminar el concierto: Esto ha sido un remanso de paz.

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18 junio 2014

Entrenar la excelencia




El centro Etopia está siendo el centro de referencia del II Festival Internacional de música de cámara Musethica. Este edificio acoge los ensayos tanto de jóvenes alumnos como de sus profesores.
El nombre de Etopia es un homenaje a William J. Mitchell, arquitecto del proyecto y autor del libro E-topia en el que se describe como Internet, más allá de un sistema de transporte digital, es una infraestructura nueva que va a cambiar nuestras ciudades y nuestras vidas desde el punto de vista económico, pero también desde lo social y lo cultural en un mundo electrónicamente interconectado. Este interés por las interconexiones coincide con el proyecto pedagógico de Musethica y su intención de anudar el mundo de la excelencia musical con el corazón del público. Una red de emociones tejida entre los intérpretes y el patio de butacas que bien puede ser la sala de diálisis de un hospital o el gimnasio de un colegio de integración.
El pasado lunes 16 de junio tuve la suerte de asistir a uno de los ensayos que se realizan en el Auditorio de Etopia. El espacio era diáfano de colores claros, sobre el escenario un octeto de cuerda interpretaba a Mendelssohn. O al menos eso dice el programa del festival, porque yo soy incapaz de distinguir entre los diferentes autores de música de cámara. Pero eso no importa. Avri Levitan, alma mater de Musethica, dice una y otra vez que para disfrutar de la experiencia musical no son necesarias ni explicaciones ni conocimientos previos. Sólo tienes que sentarte, escuchar y disfrutar. Tomé sus palabras al pie de la letra.
El ambiente del ensayo era relajado. La violinista y profesora Ju-Young estaba ligeramente deslizada sobre la silla en lo que se me antojaba una postura poco ergonómica. El sonido era delicioso hasta que se detuvo la ejecución. Avri intercambió algunas frases con varios alumnos. La breve interrupción me llevó a pensar que ese era el mecanismo de la excelencia: Detenerse para corregir los más pequeños detalles y volver a intentarlo.
El octeto recuperó la actividad pero esta vez el cuerpo de Ji-Yung se había incorporado. La espalda ahora estaba recta, vertical y, al recoger ligeramente las piernas, descubrí el brillo dorado de unas manoletinas que marcaban el ritmo. Los dedos de su mano izquierda eran muy delgados y se movían en danza de energía y precisión. Sus intervenciones eran vertiginosas pero sin embargo se podía apreciar la nitidez de todos los movimientos. El cuerpo de la violinista se me antojó una máquina interconectada. El cerebro procesaba la información obtenida por el nervio óptico, abandonaba la masa encefálica a través del foramen magnum y allí, en la base del cráneo, se añadía la energía muscular aportada por la espalda. La suma de los datos se desplazaba por nervios, músculos y tendones hasta activar la yema de cada uno de sus dedos. La mano izquierda de Ju-Young era una compleja máquina de precisión. A este derroche técnico había que añadir una convicción: Para alcanzar su máximo rendimiento era imprescindible realizar el esfuerzo de repetir una y otra vez todos aquellos pequeños movimientos.
Y mientras yo estaba fascinado, los músicos repetían (o creo que repetían) la pieza, anotaban modificaciones en sus partituras y hablaban sobre la velocidad más adecuada para interpretarla. El trabajo se desarrollaba con la cadencia del artesano que moldea los elementos destinados a provocar sensaciones capaces de cambiar el estado emotivo de la audiencia.
La interconexión que propone E-topia para un mundo netamente virtual consiste en una cadena de datos viajando de manera simultánea a multitud de lugares. El trabajo de este octeto se asemeja a esa visión porque conecta nuevos espacios con la música clásica y, sin embargo, tiene una gran diferencia: Par apreciar de una manera integral el proceso comunicativo propuesto por Musethica es imprescindible formar parte del hálito biológico: La piel, los ojos y el sistema auditivo de cada espectador son los puertos USB que recibirán las ondas cerebrales y la energía muscular de Ju-Young, Avri, Hande, Minji, Filip, Julia, Emil y Dinis.

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