Entrenar la excelencia
El centro Etopia está siendo el centro de referencia del II
Festival Internacional de música de cámara Musethica. Este edificio acoge los
ensayos tanto de jóvenes alumnos como de sus profesores.
El nombre de Etopia es un homenaje a William J. Mitchell,
arquitecto del proyecto y autor del libro E-topia en el que se describe como
Internet, más allá de un sistema de transporte digital, es una infraestructura
nueva que va a cambiar nuestras ciudades y nuestras vidas desde el punto de vista
económico, pero también desde lo social y lo cultural en un mundo
electrónicamente interconectado. Este interés por las interconexiones coincide
con el proyecto pedagógico de Musethica y su intención de anudar el mundo de la
excelencia musical con el corazón del público. Una red de emociones tejida
entre los intérpretes y el patio de butacas que bien puede ser la sala de
diálisis de un hospital o el gimnasio de un colegio de integración.
El pasado lunes 16 de junio tuve la suerte de asistir a uno
de los ensayos que se realizan en el Auditorio de Etopia. El espacio era
diáfano de colores claros, sobre el escenario un octeto de cuerda interpretaba
a Mendelssohn. O al menos eso dice el programa del festival, porque yo soy
incapaz de distinguir entre los diferentes autores de música de cámara. Pero
eso no importa. Avri Levitan, alma mater de Musethica, dice una y otra vez que
para disfrutar de la experiencia musical no son necesarias ni explicaciones ni
conocimientos previos. Sólo tienes que sentarte, escuchar y disfrutar. Tomé sus
palabras al pie de la letra.
El ambiente del ensayo era relajado. La violinista y
profesora Ju-Young estaba ligeramente deslizada sobre la silla en lo que se me
antojaba una postura poco ergonómica. El sonido era delicioso hasta que se
detuvo la ejecución. Avri intercambió algunas frases con varios alumnos. La
breve interrupción me llevó a pensar que ese era el mecanismo de la excelencia:
Detenerse para corregir los más pequeños detalles y volver a intentarlo.
El octeto recuperó la actividad pero esta vez el cuerpo de
Ji-Yung se había incorporado. La espalda ahora estaba recta, vertical y, al
recoger ligeramente las piernas, descubrí el brillo dorado de unas manoletinas
que marcaban el ritmo. Los dedos de su mano izquierda eran muy delgados y se
movían en danza de energía y precisión. Sus intervenciones eran vertiginosas
pero sin embargo se podía apreciar la nitidez de todos los movimientos. El
cuerpo de la violinista se me antojó una máquina interconectada. El cerebro
procesaba la información obtenida por el nervio óptico, abandonaba la masa
encefálica a través del foramen magnum y allí, en la base del cráneo, se añadía
la energía muscular aportada por la espalda. La suma de los datos se desplazaba
por nervios, músculos y tendones hasta activar la yema de cada uno de sus
dedos. La mano izquierda de Ju-Young era una compleja máquina de precisión. A
este derroche técnico había que añadir una convicción: Para alcanzar su máximo
rendimiento era imprescindible realizar el esfuerzo de repetir una y otra vez
todos aquellos pequeños movimientos.
Y mientras yo estaba fascinado, los músicos repetían (o creo
que repetían) la pieza, anotaban modificaciones en sus partituras y hablaban
sobre la velocidad más adecuada para interpretarla. El trabajo se desarrollaba
con la cadencia del artesano que moldea los elementos destinados a provocar
sensaciones capaces de cambiar el estado emotivo de la audiencia.
La interconexión que propone E-topia para un mundo netamente
virtual consiste en una cadena de datos viajando de manera simultánea a multitud
de lugares. El trabajo de este octeto se asemeja a esa visión porque conecta nuevos
espacios con la música clásica y, sin embargo, tiene una gran diferencia: Par apreciar
de una manera integral el proceso comunicativo propuesto por Musethica es
imprescindible formar parte del hálito biológico: La piel, los ojos y el
sistema auditivo de cada espectador son los puertos USB que recibirán las ondas
cerebrales y la energía muscular de Ju-Young, Avri, Hande, Minji, Filip, Julia,
Emil y Dinis.
Etiquetas: etopia, Musethica, reseña evento
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