La curvatura de la córnea

28 junio 2010

La última caida de Javier López Clemente

A los pies de los cactus. Los cobardes siempre mueren tartamudeando, chaval.

25 junio 2010

Feral, El concurso

El pasado jueves tuve la suerte de participar en un concurso que abordaba la temática en torno a la novela Feral de David Jasso. Fui con mucha ilusión porque es un libro que he leído hace poco y del que incluso he publicado una reseña en esta bitácora, con estos antecedentes estaba seguro de obtener el premio, un cheque de cinco mil euros. Enfrente dos contrincantes duros de pelar: El escritor Roberto Malo y el director y reseñador Fernando Martínez. Dos duros adversarios que aumentaron mis ganas de ganar.
En los dos videos que siguen se resume, de una manera breve y escueta, lo que allí sucedió. Ustedes juzgarán si el resultado final de Feral, el concurso es justo o un tongo. Que disfruten:



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22 junio 2010

Feral, una novela de David Jasso


“Feral”, la última novela de David Jasso, transcurre en la colonia espacial Runa, un planeta dedicado a la extracción de mineral. Sus habitantes sobreviven a las adversidades ínter estérales gracias a unas espléndidas instalaciones diseñadas por la empresa Minerspace. Un hábitat que el autor nos muestra con diáfana cotidianeidad, así los adelantos técnicos en oficios, herramientas y armas proporcionan densidad de ciencia ficción y aportan verosimilitud a una historia que comienza descriptiva, aunque pronto deriva en trepidante concatenación de acontecimientos abocados a la necesaria lentitud para explicar un detalle, para sentir el pulso de los protagonistas, sus miedos y sus pasiones, la cámara lenta que precede a la oscuridad.
Aunque la historia discurre por las premisas de la ciencia ficción, la musculatura de esta novela se encuentra en el terror que circula por sus páginas. Un miedo íntimo anida en nuestro interior cuando accedemos a las salas que sólo el pensamiento puede recorrer, el camino previo a un pánico tangible y biológico que viene del espacio exterior con el único propósito de encontrar el aliento vital de los hombres y aniquilarlo.
Una civilización con conceptos morales diametralmente opuestos a los valores humanos se muestra ante los desconcertados habitantes de Runa que, de improvisto, descubren como la monotonía diaria se ve subvertida. La vida y la muerte toman valores distintos y es entonces cuando los héroes, y los que no lo son tanto, se adueñan del destino de sus compañeros. Un destino que, regido por el capricho del azar, jugará un importante papel en los acontecimientos protagonizados por algunos de los colonos que se enfrentarán a sus miedos más profundos, a la esclavitud del instinto de supervivencia y su determinación para seguir caminando. Un rudimentario mecanismo de defensa si lo comparamos con la tecnología del invasor y su capacidad para mutar seres vivos en engendros con un futuro peor que la muerte.
El autor nos invita a reflexionar sobre una vida que, bajo la pátina de la libertad, esconde la incapacidad para ver las cadenas que nos subyugan, unas cadenas que sólo persiguen el beneficio económico y el control de los mecanismos de poder: El hombre como peor enemigo del hombre, su perversidad, la manipulación y la mentira.
Y sin embargo, frente al miedo pegajoso que recorre cada uno de los poros de la piel. La última esperanza ante la irrevocable presencia de la muerte se encuentra en la capacidad para reconstruir los recuerdos. Esas imágenes que transitan por nuestra mente y que distinguen a los humanos de los que no lo son.
“Feral”, como dice Curtis Garland en la introducción de la novela, “es algo distinto que viene a demostrarnos que los monstruos no siempre vienen de otros mundos, sino que también están en este.” ¿Te atreverás a descubrirlos?

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21 junio 2010

El genoma Grease


Será tener trece años en 1978. Será esa pasión por bailar que poco a poco se diluye. Será aquellas tardes de verano de aprender coreografías Travolta & Olivia Newton John. Será las verbenas, territorio donde lucir estilo. Será el genoma que me llevó a un teatro londinense y ayer, un año después, hizo lo propio, esta vez hasta el Teatro Principal de Zaragoza.
He intentado evitar las comparaciones entre ambas representaciones pero ha sido imposible. La función londinense partía con la desventaja del idioma. Mi inglés (se pueden reír si quieren) no llegó para comprender los diálogos, pero aprecié la chispa, la energía, una potente carga interpretativa que hacía avanzar la historia hasta que llegaban las canciones. Seguía sin entender casi nada, pero las músicas, las voces eran tan familiares que, en todos y cada uno de los números, sentí la efervescencia de la emoción, esa sensación que justifica mi pasión por el pulso dinámico del musical.
El Teatro Principal de Zaragoza acoge durante estos días una versión de Grease, ya saben, el genoma. Me resultó extraño escuchar en español unas canciones que he escuchado centenares de veces en inglés, sin embargo, la función de ayer tuvo la virtud de la música: Excelentes arreglos, una banda potente, muy buenos cantantes y un espectacular cuerpo de baile. Con esos mimbres la parte musical de la representación tuvo un indudable marchamo de calidad.
Otra cosa fue el teatro. La dificultad de un musical radica en mantener el rigor dramático, tanto en el texto como en la partitura, y ayer, sobre las tablas, faltó musculatura teatral. Esa carencia lastró toda la función y diseminó la música en islotes que nunca llegaron a enlazarse en el devenir dramático. La excelente disposición musical se diluyó en la lentitud de unos diálogos faltos de ritmo y algunas españolizaciones que buscaban la sonrisa fácil del público.
Esta dicotomía entre el texto hablado y la ejecución musical no será obstáculo para aquellos cuyo ADN este teñido por el genoma Grease.



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18 junio 2010

Algunas noches sueño con un blues

También es inútil
mirar al fondo de mi corazón
(Antonio Gamoneda)



I
El ambiente rural, teñido de amarillos, fue un gozoso encuentro con mi propia biografía sentimental. Un cordón umbilical que me llevó hasta casa, hasta la mesa de formica y la cazuela de lentejas con arroz. La infancia varada en una cocinilla de carbón, caliente como las planchas de hierro. El sabor de la vida colgado de un delantal.
Mi madre gobernaba la casa con un delantal. La coraza donde guardaba las manos que me arropaban, el descanso silencioso de la vida y la oración. Mi madre es silencio, por eso la busco en el tren de la vida y la soledad. Viajo con la esperanza de encontrarla y pedirle que no apague la lamparita de mi cama.
Mientras tanto, al otro lado, la noche ilumina la ciudad, belleza polvorienta del camino y el trabajo. Surcos por los que transita el hombre cargado del abono de la belleza, y es ahí, paralizado ante la presencia humana que todo lo envuelve, dónde crece la desconfianza y el recuerdo de otros paraísos: La palpitación constante del mar y su mecedora de sal, la nieve que inaugura el año y el cielo, el viento, el frío, la luz: Ese entramado incomprensible que enmarca la vida, la desconfianza.

II
El patrón me engañó cuando aún no había cumplido quince años y cobré mi primer salario. Lo hizo sin disimulos, fui yo quien disimuló. Las pesetas en los bolsillos no consolaban el vacío que sentí, la dolorosa fuga de la dignidad. Esa mañana, mi silencio fulminó a los hombres gigantes, de barbas y carbón, a los que había visto cambiar el mundo desde la cima de un bidón de gasoil. La tarde, que ya era calurosa, caía sobre el Barrio del Piojo. Mi padre elevó montoncitos de rubias y duros, contó las cruces rojas que cada mañana marcaban el calendario de Santa Rita y me arrastró hasta el Pegaso de cabina blanca, hasta los pies del patrón.
La figura de mi padre creció hasta el mito cuando el patrón saldó su deuda y regresamos a casa en silencio. Mis camaradas, hombres de campo con los que recogía ripios y piedra gorda, apuraban sus revueltos a la sombra de los plataneros.


III
Algunas mañanas me baño en el río Moral junto a mis amigos, rostros velados por el recuerdo de cuando el futuro era un lugar que íbamos a dinamitar. Acostados sobre el verde que dibujaba nubes, encaramados a la atalaya desde dónde mirar las carreteras que nos iban a desperdigar por el mundo bajo el mismo sol, sobre la misma tierra. Hoy, la luz amarilla de mis fracasos, sólo me deja ver mujeres de tristeza, viejos sin mirada y la querencia por encalar el rastro de mis pasos. Borrar, si eso fuera posible, esta carcoma, indescifrable y tozuda, que cada mañana me recuerda como traicioné a mis amigos.


V
Crucé la frontera para cantar las mañanitas a las rosas rojas de acento andaluz. Noche de estrellas, de perro apaleado por la injusticia fría de los gritos que, enloquecidos por la venganza, preceden al silencio de los reproches, y abren paso a los puños del odio. Ruido de migrañas que martiriza mis noches y devela mis días. Malos recuerdos colgados de la noche que bajé los ojos y me cubrí de sombra, una sima en la que sobrevivo sin libertad. Inmóvil, deseo estar con sus caricias, antaño azahar y ahora tacañas. Inhalo contención y exhalo el duro trabajo de resucitar cada mañana con el propósito de esquivar la depresión. El acróbata en la pista que agita los platos sobre bastones. Centrifugar el destino hasta que tú, la que dio brillo y luz a mi vida, abandones el mirador que nos aleja y vuelvas a mi regazo prendida de azufre, el olor de cuando tu pelo negro corría hasta el cerro amarillo y allí, entre sueños lubrificados, mirábamos las estrellas.

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16 junio 2010

Hacia el silencio

Llegan las palabras al atardecer y,
sin hacer ruido, preparan el regreso del silencio.
(Alfredo Saldaña
)


Ir hacia el silencio. Tomé la recomendación del poeta como el argumento para una vida y me puse los audífonos. El ruido del exterior, empecinado en su entalpía, atravesó la barrera hasta golpear mis tímpanos. Fue entonces cuando me caí del guindo y sellé, definitivamente, los labios.
Ahora que estoy en silencio tengo todo el tiempo del mundo para escribir pero, ¿escribir para qué? La autosatisfacción, que casi siempre no es para tanto, se rige por las leyes de la comunicación, un rito sexual dónde recibir es tan importante como dar. La parte activa, en los preliminares, abandona la contemplación para iniciar el intercambio de palabras y subir la presión. Entonces, los fluidos adjetivados, en un discurso de sintagmas, dejan su huella de semen sobre el teclado, río de vida, surco de labor: El lenguaje, en definitiva, como herramienta para decir, para señalar. La máquina de las etiquetas que pone en marcha el mundo, un ejercicio imprescindible de precisión para que las líneas escritas sean memoria y recuerdo, seres capaces de nombrar la existencia cuando es ola, y también cuando es hielo. Palabras a caballo del viento que buscan pistilos sobre los que posarse y cerrar el círculo que comenzó en el silencio y germinó en semilla de palabra. La fecundación renombrará de nuevo el mundo y los deseos.
Y es ahí, frente a la inmensidad de la hoja en blanco, cuando la duda activa el motor del aprendizaje. Olvidarse de todo lo aprendido y escribir con mirada propia. Hablar desde el corazón, conquistar párrafos, derribar miedos y respirar la vida en cada frase. Es una carrera de fondo que termina en la literatura, la última frontera por cruzar, la línea que separa a los mortales de los poetas, esos alquimistas capaces de sintetizar las pasiones.

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14 junio 2010

Ebriedad de luz

“Siempre la claridad viene del cielo.”
Claudio Rodríguez

I
Volví a la vida. Una vida de claridad, luz diáfana que me permitió observar las formas. Alegría de noche cuando el alba, olvidando astros, reveló la intensidad de la naturaleza hasta provocar la explosión de los sentidos. La barrera del papel, rota por la brisa, trajo aromas de encina. El campo atravesó mi alma.
¿Cuánto tiempo había pasado desde mi último baño en el tintineo del río? El poeta me llevó hasta nubes, cerros y valles, divanes dónde desvelar misterios infinitos y lejanos. El ritual desentonaba en el atasco de la ribera y llovió sobre pájaros y árboles. La lectura trajo paz de vainilla con embrague y freno de pie.
Las gotas en mi rostro despertaron los límites del sueño. Abrí los ojos. El espacio abandonado de la ventanilla dejó paso al oxígeno. Calculé el tiempo que había dedicado a la lectura mientras el monóxido del atasco diluía los versos. Respiré hondo donde no había ni rama, ni canto, ni ave. La mirada, aire en el aire, desplazó los semáforos y se adentró en el pinar del poemario.


II
El sueño aún me caminaba cuando hice un gesto al paisaje que, envidioso, me miró a través de la ventanilla al mismo tiempo que yo lo miraba, también envidioso. Desee diluirme en los surcos y nacer resucitado al recuerdo de una noche lasciva de olor a pan y vida, pero sólo fui aire. Abandoné el volante y avivé el paso junto al lindero. A un lado labor de espiga y al otro, el vuelo de tu amor. Sin embargo, mi única esperanza fue seguir el sonido de mis pasos y olvidarme de todo salvo de mi madre, del corazón que me regaló para, muerto o no, seguir el camino.

III
El camino me dejó en marzo, que es como regresar, como no haberse ido. Todo era nuevo de sol y de claro. La esperanza se perdió en círculos donde nada era igual y los recuerdos ocultaban la triste realidad y su presencia ¿Y dónde podré encontrar la verdad? ¿en el alarido de mis pasos que me hacen corpóreo? ¿en los senderos que me alejan de la ciudad? ¿en la huida?
Estaba sólo. Lo sentí en mi interior. Nadie me esperaba, ni siquiera el camino al que nunca hablé de amores, ni de la belleza de surcos y ramas. Mendigué una mirada y me regalaron una ladera por la que cabalgar el sol a caballo de ríos. Tanta belleza destapó mi pregunta ¿Quién me necesita si es que voy a vivir envuelto en esta ebriedad de luz?

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11 junio 2010

Pies

No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie
(Manuel Vilas)


El 30 no llega a la puerta del Mercadona dónde compras la crema para los pies. Pies agrietados por ocho horas de cajas registradoras, verde que te quiero verdulería, pescado congelado y la sangre roja de los cerdos blancos empaquetados y pulcros. Te duelen los pies, pies feos de uñas largas, la crisis crece en las uñas de tus pies, no hay brotes verdes para la manicura de los pies de las chicas suramericanas que vienen desde el caimán de Barranquilla, de Costa Rica, de Guatemala. Manicura suramericana frente al Mercadona dónde espero el 30. Un autobús rojo como las uñas de los dedos de las chicas que compran en el Mercadona, pasión por la roja, juego de pateadores con botas de oro que nunca pisan el Mercadona, malvas y amarillas para enamorar suramericanas y embelesar españolitos al paño: Un prejubilados por decreto ley que vocea las contradicciones entre el sistema métrico decimal y su salario. Viejas de cardado amarillo adictas a la telebasura sacan a pasear la bisutería de baratillo con las ínfulas de las divas del celuloide de los años cincuenta. Jovencitos yoigo de tapa Yoplait.
La fauna nacional sube los peldaños que separan la patria del autobús. Noventa céntimos, me dice el conductor negro con gafas de sol y Michael Jackson en M80. Hago el moonwalker y no pago el billete porque mis pies ahora son negros, ahora que Jacko ha muerto exijo su trono, el trono negro de la música negra, negro como el negro azulado que le ha vendido esas gafas negras de fotocopia al conductor negro con labios carnosos y sonrisa de bambú. Un negro que siente el himno de la roja, lo tararea, sopla la vuvuzela, aporrea el bombo de Manolo mientras la roja, con sus botas de oro, se abraza al sueño de ser Campeones del Mundo. Un negro en la grada de la roja abandona el autobús rojo lleno de pies, pies cansados de suramericana, de chicas que compran en el Mercadona, de negros de la Motown, de viejas con permanente y mala baba, juveniles de botellón y tentetieso, pies prejubilados, pies en polvorosa, los pies de España.

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09 junio 2010

Arar (Así se hizo)

Arar el video poema: Aquí

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07 junio 2010

Caigo sobre unas manos

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04 junio 2010

Malo & Jasso_Día de pesca

Roberto Malo y David Jasso leyeron "día de pesca" en Tardes de Blog,
en la LIbrería el Pequeño Teatro de los Libros.

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“Nuestra Señora de las Nubes” en el Teatro Principal

La actriz María José Moreno afirmó, en una charla organizada por la editorial Olifante en la Feria del Libro de Zaragoza, que el nexo de unión entre la poesía y el teatro era la síntesis, quitar lo superfluo y quedarse con lo esencial. La máxima de esta afirmación sería el silencio, “silencio dramático” adjetivó la actriz. En la misma charla, la bailarina Ingrid Magrinya, emparentó el cuerpo que ejecuta una danza con las palabras que confeccionan los versos, en ambos casos, afirmó, la verdad es el único camino posible.
El grupo de alumnos de nivel 2 del Teatro de la Estación representó ayer en las tablas del Teatro Principal la obra “Nuestra Señora de las Nubes” de Arístides Vargas.
El comienzo fue silencio ocre de quienes se van. Espectros que huyen. Los vemos todos los días en las calles, en nuestros trabajos, tras la barra de los bares, barrenderos y filósofos, limpiadoras y cabareteras, cuerpos que empujan las sillas de ruedas que subvenciona el Gobierno Autónomo. Cuerpos que abandonan las nubes para llegar aquí. A nuestro país, un país que nos regalaron en algún giro de la historia, o en el mercado de las líneas punteadas que separan los hombres en colores, colores que se diluyen con la llegada de los cuerpos ocres. Cuerpos que se escapan de tanta realidad, de represiones por bailar con las polleras remangadas, por soñar con peces y pelícanos. Cuerpos que además de ocres terminan ilegales, que se suben a un banco y recuerdan.
Recuerdan las calles que desembocan en el mar. Las viejas canosas, viejas enciclopedias del pueblo, de cada uno de nuestros pueblos, capaces de repasar la vida de los demás y de todas sus generaciones. Los chorbos engominados que volteaban campanas en torno al cuerpo de las minas, mujeres rubias de sofocón, o grises de hospital. Los recuerdos como dormidera para borrar el aliento de los poderosos, la saña del fanático y las miserias del hambre.
Pero los recuerdos también son ocres, como los cuerpos ocres de maleta y gabán que huyen del disparo asesino que tiñe de rojo la vida blanca que ya no lo es. La vida no es eso, la vida no son dos tiros en la nuca ni la miseria. La vida, supongamos, es un beso blanco en los labios de la persona a la que amas. Y esa es la esperanza de los cuerpos ocres: Que la vida se tiña de blanco, como si fuera una nube de ese lugar que ellos recuerdan.
Los alumnos de nivel 2 del Teatro de la Estación han demostrado un rasgo de valentía al enfrentarse con un texto dramático que contiene una elevada dosis de lirismo. Un territorio resbaladizo que los actores han recorrido con solvencia, tanto en el aspecto verbal como en ese espacio dónde reina el silencio. Un trabajo sustentado en un buen trabajo de dirección que pone en valor la dicción - incluso de los silencios, - y en la consistencia corporal. Dos actitudes que llenaron de verdad y credibilidad a unos personajes cotidianos que, aunque cotidianos, se expresaban desde un lenguaje poético.
La escenografía mantuvo la tradición minimalista de las muestras de los alumnos del Teatro de la Estación, un empeño que resalta el acto poético de cualquier representación. Las transiciones entre escenas, la realidad y los recuerdos estuvieron subrayados por un excelente diseño de iluminación.
La función de ayer fue un buen ejemplo de como el trabajo, el esfuerzo y el compromiso son los mejores aliados para conseguir metas que parecen inalcanzables.

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03 junio 2010

“Poesía y arte” Una simbiosis de silencios

Llegan las palabras al atardecer y,
sin hacer ruido, preparan el regreso del silencio
(Esos seres extraños. Del libro “Pasar de largo” de Alfredo Saldaña)


En la tarde de ayer, la Editorial Olifante -con Trinidad Ruíz Marcellán al frente- organizó una charla en la Carpa de la Feria del Libro de Zaragoza con el título “Poesía y Arte”
Los invitados fueron el catedrático Tua Blesa, el escritor Manuel Martínez Forega, el poeta Ricardo Díaz, la bailarina Ingrid Magriñá, el escultor Ricardo Calero, la actriz María José Moreno y la iconoclasta Helena Santolaya. Cada uno de ellos confesó los caminos que transitan para unir poesía con el desarrollo de su actividad artística. Escuchamos discursos académicos y confesiones personales, explicaciones teóricas y ejemplos prácticos. Sin embargo, el punto que encontré en común para todos ellos, más que la palabra, fue el silencio.
Túa Blesa habló del espacio necesario entre lo dicho y lo por decir. Forega advirtió de la nueva sensibilidad poética que huye de la anécdota urbana y regresa al origen, al reto de crear desde la nada y, por lo tanto, desde el silencio. Magriñá nos invitó a separar ese binomio de música y danza para, desde ese silencio, reflexionar sobre la verdad como el nexo de unión entre la poesía y el baile, elemento común y único camino posible, una línea que vertebra el discurso poético y su cuerpo de bailarina. Ricardo Calero recordó que en su obra escultórica tan importante es la materia como la nada, el vacío y, por lo tanto el silencio. María José Moreno destacó que en los textos teatrales se puede discernir cuales de ellos están escritos por poetas, algo que tiene que ver con la síntesis, con quitar todo lo que sobra para dejar lo esencial y, en esa elección, descubrir al poeta del que no lo es. La actriz reclamó para las artes escénicas la esencia de la síntesis dónde un silencio tenga tanto valor o más que las palabras. La anfitriona del evento pregunto por la utilidad de la poesía en el arte, o incluso en la vida. Helena Santolaya afirmó con contundencia que la poesía es una inutilidad y por lo tanto, al menos yo así lo entiendo, una exaltación extrema del silencio, esa poderosa herramienta que, aunque parezca una paradoja, solo esta al alcance de los poetas.



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02 junio 2010

Arar

En esta misma bitácora puedes leer una reseña de Arar

aquí

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