Ebriedad de luz
Claudio Rodríguez
I
Volví a la vida. Una vida de claridad, luz diáfana que me permitió observar las formas. Alegría de noche cuando el alba, olvidando astros, reveló la intensidad de la naturaleza hasta provocar la explosión de los sentidos. La barrera del papel, rota por la brisa, trajo aromas de encina. El campo atravesó mi alma.
¿Cuánto tiempo había pasado desde mi último baño en el tintineo del río? El poeta me llevó hasta nubes, cerros y valles, divanes dónde desvelar misterios infinitos y lejanos. El ritual desentonaba en el atasco de la ribera y llovió sobre pájaros y árboles. La lectura trajo paz de vainilla con embrague y freno de pie.
Las gotas en mi rostro despertaron los límites del sueño. Abrí los ojos. El espacio abandonado de la ventanilla dejó paso al oxígeno. Calculé el tiempo que había dedicado a la lectura mientras el monóxido del atasco diluía los versos. Respiré hondo donde no había ni rama, ni canto, ni ave. La mirada, aire en el aire, desplazó los semáforos y se adentró en el pinar del poemario.
II
El sueño aún me caminaba cuando hice un gesto al paisaje que, envidioso, me miró a través de la ventanilla al mismo tiempo que yo lo miraba, también envidioso. Desee diluirme en los surcos y nacer resucitado al recuerdo de una noche lasciva de olor a pan y vida, pero sólo fui aire. Abandoné el volante y avivé el paso junto al lindero. A un lado labor de espiga y al otro, el vuelo de tu amor. Sin embargo, mi única esperanza fue seguir el sonido de mis pasos y olvidarme de todo salvo de mi madre, del corazón que me regaló para, muerto o no, seguir el camino.
III
El camino me dejó en marzo, que es como regresar, como no haberse ido. Todo era nuevo de sol y de claro. La esperanza se perdió en círculos donde nada era igual y los recuerdos ocultaban la triste realidad y su presencia ¿Y dónde podré encontrar la verdad? ¿en el alarido de mis pasos que me hacen corpóreo? ¿en los senderos que me alejan de la ciudad? ¿en la huida?
Estaba sólo. Lo sentí en mi interior. Nadie me esperaba, ni siquiera el camino al que nunca hablé de amores, ni de la belleza de surcos y ramas. Mendigué una mirada y me regalaron una ladera por la que cabalgar el sol a caballo de ríos. Tanta belleza destapó mi pregunta ¿Quién me necesita si es que voy a vivir envuelto en esta ebriedad de luz?
Etiquetas: Relato
4 Comments:
¡Oye! pues que también mola que no sean todo video-entradas y más si nos regalas esta calidad... y sobre todo: tanta, tanta luz...
un saludico
La luz que nos regala un buen camino, ya sabes que yo tengo uno muy especial del que he hablado hace tiempo. Que sigua lleno de luz alli por donde pases. Un abrazo.
Hola Alejandro
Tanta luz, preludio de la noche, siempre la noche.
Salu2 Córneos.
HOla Gubia
Camino de piedra. Tengo muchas ganas de andar sobre ese camino, junto al río, será por la tarde, con la última luz.
;-)
Salu2 Córneos.
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