Ana Manzana me dijo hola
El encuentro fue con su sonrisa, una sonrisa luminosa y exenta de amperios, no hubo chispas ni cortocircuitos, sólo luz, tanta luz que no pude descubrir el color de sus ojos. Ella era el punto más bonito de un círculo poético de muchos quilates, giró la belleza de su rostro con la misma fragilidad con la que nada entre las olas de mar y me dijo «Hola» Caracola pensé sin decirlo.
Estaba radiante con ese pelo amarillo aplastado sobre la frente pero puntiagudo y desabrido en la nuca, los labios finos, finísimos de un rojo desatendido que me hizo olvidar sus zapatillas negras, que nada me gustaron, maripis las llamaba yo cuando aún no sabía que existían frutas capaces de llevar calzado para ir a ras de suelo.
Subí las escaleras de caracol como en un musical, llegué a la puerta de salida dando saltitos de círculo amarillo en círculo amarillo y allí desbordó mi felicidad en brazos de una áspera guardia de seguridad con el pelo rubio pero lacio, largo pero aprisionado en una coleta baja.
La calle no era el Coso de Zeta, era un Parque de Atracciones dónde Ana Manzana cantaba al compás de un bolero “Dormir contigo es capitular con el deseo, ya no querer dormir sola ni querer el frío en las manos amoratadas. Lágrimas con los ojos cerrados si te vas” Y yo, que siempre he sido un cobarde, me fui.